lunes, 25 de diciembre de 2006

Caramba y zamba la cosa / que vivan todas las ciencias (incluyendo la militar)

El proceso de endiosamiento de todo lo que huela a antichavismo, a derecha y a predominio de las clases empresariales ha encontrado en la agitación universitaria su más curiosa expresión. Fieles al esquema que les han impuesto sus financistas y propietarios, los medios de comunicación han volteado de nuevo la volátil tortilla de su discurso: hace quince años los encapuchados que protagonizaban disturbios en la UCV y en las demás universidades públicas eran llamados desadaptados, hampones, “elementos ajenos a la comunidad universitaria”, malvivientes; quienes la semana pasada se soltaron a hacer cosas más graves hoy son beneficiados con maravillosa propaganda: son pundonorosos defensores de la autonomía universitaria, estudiantes inmunes al virus castro-comunista, hermosos ejemplares humanos que recuerdan por su hidalguía a la Generación del 28.
Uno quiere imaginarse a Rafael Caldera desnudando a una policía e intentando violarla, pero no se puede. Por mucho que uno quiera hacerse simpática la imagen, juro que no se puede.

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Da un poco de risa y también un poco de asco ver como los opinantes de la derecha ahora saludan como necesaria y libertadora la violencia universitaria (única trinchera que les queda, aparte de las páginas de sus diarios y espacios en la radio y TV privadas), cosa con la cual, como concepto puro y simple uno comulgó en su momento. Pero ¿qué hace distintas a aquellas acciones de los 70, 80 y 90 de estas de Mérida 2006? Más que en el aspecto ideológico que movía a unas y mueve a otras, están los respectivos desenlaces: muchas docenas de muertos le deben los cuerpos policiales y la llamada democracia representativa al movimiento estudiantil, y sólo unos pocos heridos le infligió éste en toda su historia al cúmulo de tombos que iba a reprimirlo. Acaso una pedrada, un azaroso cohetazo (un reciente alto jefe de la PM recibió uno en su momento, más por pendejo que por buena puntería del que lo disparó), un susto a la hora del cuerpo a cuerpo. Pero jamás hubo casos en los cuales los estudiantes masacraran a los policías. Los muertos siempre los pusimos los de este lado. En aquel entonces y también ahora.
Hoy mismo me ponía en autos un compa, ex ucevista y ñángara por vocación, respecto a algunos datos difíciles de detectar si uno nunca se ha echado plomo en las calles contra la fuerza pública. “No te imaginas lo difícil que resulta pegarle un tiro a un policía”, me confesó; “uno casi siempre disparaba para evitar que se metieran a la universidad o hacer que les costara meterse, pero siempre se metían. Ahora en Mérida, en el primer round de la pelea, los estudiantes hieren de bala a 36 policías y algunos están graves. Nadie me quita de la cabeza que esos tipos son paramilitares”.
La idea no es quitarle al pana ni consolidarle en la cabeza esa percepción, pero, ciertamente, llenar de metralla a 36 pacos y salir ileso no se parece en lo absoluto a aquellos saldos horrendos de estudiantes heridos y asesinados. Recuerdo sin hacer esfuerzo alguno a los caídos Carlos Yépez, Gonzalo Jaurena, Belinda Álvarez, Douglas Blanco, Dennis Villasana, y a los baleados y sobrevivientes William Mujica, Oscar Hernández, Luis Mendoza.
Que Venezuela empate con Brasil en fútbol sería una hazaña formidable. Que Venezuela golee 36 a cero a Brasil llama a las sospechas. En Mérida ocurrió exactamente eso: estudiante jamás le había ganado ni empatado una a la policía; esta vez la revolcó vilmente. ¿Será que los universitarios de ahora están entrenados para la lucha con armamento y en tácticas de combate urbano? ¿En qué carrera civil dan esa materia?
Detallazo aparte, el de la agente policial desnudada y ultrajada en su feminidad. Cero comentarios.

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Para la próxima semana anuncian marchas y movilizaciones. Ya veo a paladines de la libertad tipo Ledezma, Colomina y Américo Martín frotándose las manos. No será para ir a caerse a peñonazos, ¿no? Muy sabroso, estimular a los muchachos a enfrentarse a la policía y sentarse a ver la vaina por Globovisión, ¿cierto?

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Un reciente documental de Alejandra Szeplaki, titulado Pégale Candela, retrata el ambiente general de aquellos años duros (89, 90, 91) en Venezuela, los medios, la UCV y sus alrededores. Hablan allí, fundamentalmente, los dirigentes estudiantiles de ese tiempo, y también su contraparte. Habla también la verdad de las imágenes; el 27-F aparece allí, muy crudamente. En mitad del vendaval de análisis y memorias, asoma de pronto un testimonio muy fuerte, pero no por ello deshonesto. Quien habla es un jefe policial de la época. El hombre se ubica mental y emocionalmente en aquellos tiempos de represión contra los encapuchados de la UCV, y dice (es textual; estoy viendo el documental en este instante):
“La policía era el primer instrumento para demostrar que el Estado no iba a permitir ningún bochinche. Nuestra primera línea era casi siempre la UCV, especialmente los jueves (…) donde era ya casi una práctica recibir disparos y nosotros disparar hacia la gorra o hacia el arco de la UCV (…) Desde el punto de vista del policía eso era muy emocionante (…) ¡cómo nos gustaba estar allí! Porque recibir tiros permanentemente asediados eso genera una adrenalina que le quema a uno los labios de la emoción. Y cuando decidíamos lanzar un asalto, eso era más emocionante (…) esos policías estaban convencidos de que estaban defendiendo las libertades públicas, que estaban defendiendo la democracia, el estado de derecho. Y que aquellos que estaban disparando eran unos delincuentes, subversivos, encapuchados, que quemaban camionetas y obstaculizaban las vías públicas. Hay que entender a los hombres en su contexto. Cada quien en el aquí y en el ahora”.
Doctrina policial. Así han pensado toda la vida. Sólo que hace 17 años los medios se hacían eco de esa “filosofía” represiva, criminalizaba a los estudiantes y justificaba su encarcelamiento, su fichaje como elementos subversivos y su asesinato. Hoy, estos estudiantes y su extraña destreza para las artes militares son los consentidos de periodistas y analistas de derecha.

Post Data: el jefe policial del testimonio citado arriba se llama Freddy Bernal.
02/06/2006

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