martes, 26 de diciembre de 2006

Juntos, como hermanos (como Caín y Abel)

Primero Justicia es un partido derechista y neoliberal auténtico. Petkoff es lo mismo pero se empeña en hacerles creer a los demás que es socialista. Al lado de Roberto Smith, Primero Justicia y Petkoff parecen discípulos de Stalin. Sosa es una socialcristiana más católica que social. Froilán Barrios es el clásico sindicalero adeco pero sin la templanza que da el haber trabajado alguna vez en la vida con las manos (o tan siquiera el haber blandido una cabilla). Rosales es un acciondemocratista (no es lo mismo que adeco) que de Venezuela sólo conoce al Zulia. El cura Calderón es un idiota. William Ojeda casi ni existe.
¿Es mala la diversidad? En lo absoluto. Pero. Pero. Es interesante ver cómo han logrado una conquista tan importante como la unidad, ayudados por Chávez. ¿Será que en el fondo tienen razón los estúpidos que andan por ahí hablando del 350, al proclamar que enfrentar a Chávez en el terreno electoral es una forma del suicidio? La avalancha de aplausos luego del lanzamiento formal de Rosales se pareció mucho a la anticonsigna romana: Los que van a morir te saludan.
Digámoslo de otra forma. Por ejemplo, con el viejo chiste del Conde: ¿en qué se parece Chávez a Roxana Díaz? En que tú crees que te lo estás cogiendo pero cuando te descuidas te zampa la uña por el culo.
Uy, qué vulgar. Debería haber una Ley Mordaza para las groserías… a menos que las diga Er Conde.

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Tal vez no se acuerdan o no se han dado cuenta, además, del horror con que ellos mismos hablan de las fallas ideológicas y programáticas del chavismo, de su volatilidad, del desdén con que le reprochan el ser un grupo diverso y multiforme. ¿Alguien puede ahora imaginarse el gobierno de un Rosales asediado por aquel montón de ratas arrojándosele encima a la torta del poder, a los cargos ofrecidos, a las prebendas de las que alguna vez fueron dueños y que hoy suspiran por recuperar? Porque vamos a estar claros: es bueno que en las agrupaciones humanas haya de todo, pero ayuda mucho el que en medio de la diversidad y el tumulto algo o alguien funcione como elemento aglutinador. Orden en la pea. Sobre todo cuando los borrachos son díscolos y temperamentales.
¿Qué aglutina y encauza al chavismo por un derrotero más o menos claro? El nombre lo revela. ¿Qué cohesiona al antichavismo? Lo revela también el nombre. Sólo que en el primer caso el magnetismo de un líder y esa rara cualidad llamada disciplina, factor común a militares y militantes de izquierda por igual (elementos que integran al chavismo desde las bases hasta la “alta” dirigencia) hacen que cuando el río quiera salirse de madre allí está la palabra del jefe fungiendo como dique y timón. No me gusta en lo absoluto esta imagen del mandamás y los “arriaos” (por algo no soy militante de nada ni subalterno de nadie) pero hay que reconocer que a este Gobierno le ha funcionado.
En cambio, en el caso del antichavismo, ya hablábamos en otra ocasión de ese sujeto enfermo, criminal y egoísta llamado Antichávez. Decíamos, y repetimos, que el pegamento con el cual sus partes se conservan unidas se llama odio. Su partido, su norte y su ley se llaman Antichávez, o más bien No-Chávez. Mientras están mirando para acá, para la acera de enfrente, se sienten seguros y unidos. Cada vez que alguno de ellos voltea a ver qué tiene al lado lo que ve es otro sujeto despreciable, sólo que no tanto como aquél a quien quieren derribar. Así que Chávez les sirve de pretexto para la unidad; mas les valdría, viéndolo así, que el comandante les dure mucho tiempo más. De claudicar el chavismo como entidad organizadora de las masas y deje de ser Gobierno, el canibalismo se apoderaría de esos fragmentos mal ensamblados de Antichávez-Frankenstein. Y no sería ni malo ver cómo terminan devorándose.

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Un síntoma claro de fragilidad, de esa fragilidad producto de la descomposición interior: el que se hayan dejado ganar por el desconcierto tan sólo porque Er Conde anunció su candidatura. Lo odian por prosaico pero quieren y necesitan amarlo. En el fondo creen que para vencer a Chávez sólo basta ser más grosero y feo. Una vez Roberto Smith se pisó un dedo con la puerta y dijo “Coño”; tuvieron que hospitalizarlo porque la lengua, desacostumbrada a pronunciar esa palabra, se le incrustó hasta la epiglotis. Er Conde, por lo tanto, es el tipo. Él sabe decir coño, puta y mierda, y no sólo eso sino que hace que la gente se ría y además le pague por hacerlo. Así que ya está: apareció el elemento que los sifrinos creen más popular que Chávez, porque Chávez no hace reír tanto.
¿Cerramos con otro chiste del Conde? Aquí les va, pues. Bien gracioso aunque no tan vulgar.
Los más notables entre los opinadores de la derecha que se hacen llamar “analistas políticos” se han ocupado del asunto con una solemnidad que da más risa todavía que los chistes del candidato. Luis García Mora y el Sierra devanándose los sesos para interpretar al hijo ilustre de Musipán, virgen del Valle, y todavía sin decidir si se lo toman a joda o en serio, pero siempre dejando caer el “por si acaso”, el comodín con el que pretenden salvarse del ridículo y de la probable herejía: “Parece un disparate PERO no hay que desdeñarlo”. Y hablan y hablan de la antipolítica, y se sueltan a recordar a Irene Sáez, a Andrés Velásquez y hasta a Fujimori. Impresionante. García Mora no se atreve a expresar frontalmente su obvio desprecio por quien pudiera servirle para algo en un futuro.
11/08/2006

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