miércoles, 20 de diciembre de 2006

La oposición necesaria

Una lógica aplastante recorre las calles de este país: decir pueblo y decir chavismo es más o menos lo mismo. Y decir eso es casi decir que el pueblo finalmente tiene el poder. Del lado de allá sólo puede verse una espantosa confusión, una rabia de esa que envenena por dentro a quien la posee y la muerde cotidianamente. No es para menos: los ciudadanos merecen, necesitan y tienen el derecho de participar en los procesos que le construyen el suelo, pero para ello hace falta un liderazgo (individual y colectivo) que los oriente, les indique el camino, o al menos se lo proponga. Y lo que uno percibe en el liderazgo del antichavismo es la mancha constante de la derrota, la malignidad y el cansancio.
Salvo por el recrudecimiento del antiproselitismo (ese ejercicio consistente en creer que aparecer en la televisión todos los días hablando mal del Gobierno es una buena estrategia para ganar credibilidad y después votos), nada hace pensar que la oposición derechista venezolana tenga algún plan coherente, inteligente y viable para desplazar al chavismo del poder y de las querencias que le prodiga el pueblo. Esto, a pesar de su pinta superficial de maravillosa bendición del destino, contiene una noticia buena y varias no tan buenas o definitivamente malas.
La buena es que finalmente, al menos en las instituciones fundamentales del Estado, no habrá, o no debería haber, un factor que obstaculice la aplicación de las leyes que han de construir el futuro y la supresión definitiva de todo cuanto de perverso tenía el orden a cuyo derrumbe asistimos. Así de sabroso e importante está esto: los bolivarianos tenemos a la mano todos los instrumentos existentes para dejar de tener un Gobierno más y dejar entrar la revolución de una buena vez en esas instituciones tocadas de cultura adeca hasta los tuétanos.
La malas noticias son unas cuantas (casi tantas como las buenas). Yo quisiera enumerar dos. Van: en la desesperación de su Apocalipsis, la derecha puede ensayar algunas jugadas en el home, algunas comiquitas indeseables por violentas. Otra: el partido de Gobierno, que no es exactamente un partido sino una maquinaria electoral, pudiera perder el control de sus propios apetitos y convertirse en un asunto incómodo para los bolivarianos no emeverristas. Hay síntomas de ello: remítanse a las declaraciones de los partidos minoritarios de la AN (PPT y Podemos, sin ir más lejos) ante la decisión que le dio forma a la nueva directiva; remítanse a las reacciones de tantos líderes sociales de grupos de base cuando se seleccionó a los candidatos a las elecciones de concejales.
Sucede también que esa situación puede ser el inicio de un estado de cosas absolutamente sano urgente y necesario: la construcción de una oposición bolivariana, capaz de darle continuidad a nuestro Proceso en el futuro, cuando el MVR “se canse” de gobernar.
¿Imposible?

13/01/2006

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