martes, 26 de diciembre de 2006

La sonrisa de Enrique Mendoza

Por definición, y si hemos de creer que política es eso que perpetran a diario los herederos de AD-Copei y demás fenómenos anteriores o simultáneos, la política pudiera llamarse arte del engaño. Hace ya rato los venezolanos nos acostumbramos a la percepción de que el político es un disfraz ambulante, un sujeto que miente por vocación y se mimetiza por necesidad. Y ¿qué puede haber de grave, novedoso o fuera de registro en ello, si ya Sun Tzú recomendaba al débil tratar de parecer fuerte, y al fuerte tratar de parecer débil? ¿Por qué espantarse de que en el siglo XXI siga habiendo sujetos prestos a seducir a las masas a punta de ilusionismo y actitudes performadas, si es público y notorio el hecho de que Maquiavelo creó la ciencia política sin siquiera llamarla por su nombre?
Parece normal entonces el que un político mienta; al igual que la actuación, la prostitución y en algunos casos la literatura, la política es un oficio cuyos practicantes se ganan la vida a punta de embustes. A ellos la sociedad les paga por mentir. Aunque de vez en cuando suceden cosas como que un carajo que aspira a ser político suelta una verdad tipo “Por ahora los objetivos no se han logrado en la ciudad capital”, y “me hago responsable por este movimiento bolivariano”, y entonces la Historia comienza a cambiar, y ciertos paradigmas a derrumbarse. Cuando un político dice la verdad y con ellos conquista corazones y voluntades, los que se empeñan en mentir empiezan a verse como material desechable, como objetos del pasado que tal vez no valga la pena eliminar para siempre pero sí es conveniente sacarlos de circulación y apartarlos allá abajo en el sótano, en lugar seco y fresco y fuera del alcance de los niños: remedio antiguo, jarabe tóxico. Un adeco en campaña no es una amenaza para la estabilidad sino un problema de salud pública.

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Es que estuve recordando la fatigosa noche-madrugada en que esperábamos los resultados del Referendo Revocatorio, y de pronto apareció en esa pantalla el gafo del Enrique Mendoza, “líder” de un aparato llamado dizque Coordinadora Democrática y eximio servidor público que durante el Gobierno de Carmona ordenó cerrar a VTV. Ya entonces uno conocía eso del mentir como arte y la capacidad de algunos para llevar hasta límites dantescos el desparpajo, el cinismo y la manipulación, pero de todas formas aquello era como demasiado fuerte. El Mendoza, entrevistado por Carla Angola en Globovisión, se empeñaba en parecer optimista mientras decía: “No puedo dar resultados porque la Ley me lo prohíbe, pero esta sonrisa te lo dice todo”. Acto seguido sacó de las profundidades de una gaveta de mierda donde alguna momia guarda sus toallas sanitarias, una mueca fea y mojonera que parecía cualquier cosa menos una sonrisa, pero cuya presentación en palabras informaba: “Estoy contento. Ganamos”. Recuerdo que Carla Angola estalló en el júbilo bobo propio de las narradoras de noticias entrenadas para verse radiantes y felices incluso cuando leen la noticia de una masacre en Bagdad. Unas horas más tarde el CNE dio los resultados y la realidad se encargó de bajar la llave de la poceta, llevándose en un mismo desagüe a la seudosonrisa de Mendoza, a la sonrisa y media de Carla y a las esperanzas de la derecha.
Después vino el llamado glorioso de la Coordinadora al pueblo venezolano para que desconociera los resultados, saliera a las calles a caernos a tiros a los negros, los locos, los mariguaneros y los indios, y derrrrribara al rrrrrégimen por las malas. Quince soplapipes quemaron unas bolsas de basura en Altamira y Caurimare, pero olvidaron quemar también la basura que cargan en el cerebro. Hasta ahí llegó la rebelión.

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¿Y para qué echo este cuento que ya eché alguna vez, más o menos con las mismas palabras? En primer lugar, para que sepan y entiendan, compatriotas, que hay señales de que van a repetir el acto: sonrisa Pépsodent todo el mundo antes y durante el día 3 de diciembre, y en cuanto den los resultados, la sorpresa y la indignación: “¡Pero cómo que perdimos, qué burla es esta! Leopoldo Castillo, tú eres testigo: tú me viste riéndome”. La sonrisa de Enrique Mendoza convertida en prueba irrefutable de la victoria: el país y la comunidad internacional deben creer lo del fraude, porque ¿cómo es eso de que alguien está riéndose desde hace un mes y hasta las siete de la noche de hoy, y de pronto este CNE vendido va a decirle al sonriente que perdió?
Y en segundo lugar, hermanos, por algo lo suficientemente grave, coñoemadre y aterrador como para seguir leyendo estas líneas como un chiste: esa clase política, y sobre todo el sustrato de la base, ha comenzado a decir la verdad. Y la verdad no anuncia nada bueno: el instinto y las instrucciones están empujando a los militantes y simpatizantes de la oposición a alegrarse con la condena a muerte de Saddam Hussein, y a establecer un paralelo entre la trayectoria de éste y la del presidente Chávez. Quien quiera ignorar estas señales que las ignore, pero ya han comenzando a decir claramente que a todo Hussein le llega su horca, y que como Chávez es Hussein según los esquemas de EEUU, entonces…
Ríanse un rato más de la sonrisa del Mendoza si así lo desean, pero no descuiden ni por un instante la sonrisa que asoma a los labios del sifrinaje cuando se imagina a Chávez en el pellejo de Mussolini o Hussein. Pendientes con lo que revela esa mala entraña, compas.
10/11/2006

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