martes, 26 de diciembre de 2006

Negligentes enseñando a burros

Contra lo que ordena creer un arraigado sentimiento de culpa social, según el cual quien no va a la academia (escuela, liceo, universidad) es un burro, hay cosas que no se aprenden en ella. Más: mucho de ese conocimiento útil que nos ayuda a los seres humanos a sobrevivir, a crear y a vivir con dignidad es inhibido por la academia.
Hace poco escuché a un licenciado en comunicación social decir, en un programa de radio, algo que me produjo primero risa y luego espanto: “Los periodistas sí podemos garantizar un trabajo ético. Para algo en la universidad vimos una materia llamada precisamente así, Ética”. Según este pobre infeliz, leer unos libros y pasar unos exámenes es suficiente para “aprender” cosas como la honestidad, la solidaridad, la sensibilidad social y el amor. ¿Vale la pena explicarle a ese estúpido (a estas alturas, cuando ya es inevitable que se sienta superior a los demás por haber recibido un título en el Aula Magna) que, cuando mucho, sus lecturas lo enseñarán apenas a teorizar sobre esos temas?
Bella la fórmula: usted agarra a un vergajo de esos, tipo Guaicaipuro Lameda, capaces de traicionar a su mamá si esto le ayuda a ganarse unos centavos o a escalar posiciones políticas, lo pone a leer el libro de Sabater y ya, el sujeto está listo para poner en práctica un comprotamiento ético. Cómo no.

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El domingo pasado, en El Nacional (cuerpo D-Siete Días, página D3) hay un aviso en el cual se anuncia que la UCAB y El Nacional han de organizar e implementar el Primer Programa de Estudios Avanzados en Periodismo. Pasemos por alto el espantoso error contenido en el nombre mismo de la iniciativa, y observemos que, justo en la página de al lado y en la anterior, la D1 y la D2, está publicado un reportaje sobre los fusiles Kalashnikov, cuyo comienzo es una joya que habrá que ampliar en una gigantografía y colocarlo en todas las escuelas de periodismo de este país: “Ya se sabe qué ocurre cuando un arma como el Kalashnikov se produce de manera incontrolada: es usada para perpetrar matanzas, mutilaciones, abusos sexuales, torturas y otros actos delictivos”. ¿Qué elemento contendrán esos fusiles, que cuando se producen en gran cantidad suelen impeler a los hombres a actuar de manera tan baja y criminal (cosa que además, según la periodista, sabe todo el mundo)?
Y más adelante, la apoteosis: “El informe titulado AK-47 (...) advierte que el Kalashnikov tiene un alcance máximo de 800 a 1.000 metros, pero que su precisión sólo está garantizada si es utilizado por un experto; de lo contrario, las heridas que puede producir son terribles pues las balas poseen un movimiento giratorio cuando penetran el cuerpo humano. Las consecuencias son heridas mortales o lesiones que pueden causar daños de por vida. Están advertidos, pues, cuidao con vainas: si usted es un experto tirador podrá matar gente con ese fusil, pero si no lo es lo más probable es que les produzca heridas terribles o incluso la muerte.
El “reportaje” se titula: “Venezuela producirá el arma ‘preferida para matar’” y, como es lógico suponer, consiste en un largo alegato contra el Gobierno por haber comprado las armas, y también por existir. En el sumario, sin ir más lejos, puede leerse una especie de acertijo, dramático por su ingenuidad pero también por la increíble (y casual, por supuesto) similitud con unas declaraciones recientes del departamento de Estado: “Ahora que el Gobierno ha decidido renovar el arsenal del país, también valdría la pena preguntarse: ¿quiénes son más o menos transparentes al momento de negociar la compra de equipos militares?”.
Júrenlo: mentalmente, los enfermos que todavía creen en lo que El Nacional les ordena, se respondieron de esta manera a esa pregunta: “Chávez no es transparente. Está comprando armas malucas”.

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Concedámosles a la periodista y a sus jefes (quienes, a fin de cuentas, dejaron pasar este insólito trabajo como uno de los principales de la edición) la razón en algo esencial: las armas son malas porque están hechas para matar gente. Ajá. Ahora, ¿de dónde sacó la autora del “análisis” que los fusiles comprados por Venezuela impelen a los hombres a cometer abusos sexuales y torturas? ¿O es que el dato fue dejado caer allí por pura casualidad? O mejor: ¿quedarán burros tan animales en la vida que, al leer sandeces como esas le cojan aun más rabia al Gobierno?
Vamos a tenerlo claro desde ya: cuanto se publique en el periódico de Otero tiene por objeto malponer a sus 20 ó 30 lectores contra el chavismo, eso ya lo sabemos. Pero hay que ser muy estúpido para venir a reflexionar como lo desea el espíritu que movió a la publicación de ese “trabajo periodístico”. A ver: en los países donde tienen el Kalashnikov se han cometido crímenes. Por lo tanto, Chávez compró esos fusiles para que en Venezuela también haya crímenes.
Esto, pasando por alto las cándidas contradicciones menores. Por allá arriba anuncia que, “según expertos”, esa arma debe ser utilizada sólo por profesionales y sujetos altamente entrenados. Y más abajo: el fusil “es confiable, ligero y relativamente fácil de manejar y ensamblar”.
Y este intento de manipulación, muy malintencionado como todo en ese periódico, pero muy ingenuo también al final. Dice que uno de los aspectos que hacen atractivo al fusil es que su precio, “al contrario del petróleo”, está en baja. Tan sutil como un mamut en una cristalería.

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El caso es, compas, que el periódico cuyos editores permitieron que apareciera semejante saltimbanqueada en sus páginas, ahora anda organizando programas de estudios avanzados de periodismo. Perdón: EN periodismo. Un día de éstos amanece Leopoldo Castillo dictando clases de ética.
14/07/2006

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