martes, 26 de diciembre de 2006

Periodistas y licenciados

Un periodista es alguien que ejerce habitualmente lo que entendemos por periodismo, se gane o no la vida con ello, esté al margen de la Ley o no.
Quien estudió Comunicación Social en alguna escuela de eso mismo obtiene un título: licenciado en Comunicación Social (llamemos a la carrera CS). El poseedor de uno de estos títulos sólo es periodista si se aplica a ejercer la profesión. Miles de venezolanos hay que tienen un flamante título (ganado a punta de quemarse las pestañas para pasar un grupo respetable de materias, grupo al que los académicos mientan pénsum) pero no ejercen el periodismo: esos compatriotas no son periodistas sino licenciados en CS, título que no es una deshonra pero que no convierte en periodista a nadie.
No todos los licenciados en CS son periodistas y no todos los periodistas son licenciados en CS.
La comunicación social se aprende en las aulas. El periodismo se aprende en la calle y en las salas de redacción.
El periodismo, al contrario de lo que sucede con la prostitución, no marca para siempre a quien la ejerce una vez: una persona (macho o hembra) que cobró por sus servicios sexuales una vez es prostituta para toda la vida, pero si usted hizo uno o doscientos reportajes hace veinte años y ahora se dedica a los negocios, usted no es ya periodista. Posiblemente sea licenciado en CS si tiene su título, pero no periodista. Así que dejen de estar llamando periodistas a los señores licenciados Levy Benshimol, José Vicente Rangel, Willian Lara y Desirée Santos Amaral. No sean jalabolas.

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El pasado lunes tuvo lugar un encuentro importante y definitorio, aunque no definitivo, entre periodistas y licenciados en CS. El evento en el cual ocurrió la cosa fue el anuncio del jurado que ha de escoger los trabajos merecedores del Premio Nacional de Periodismo. Conforman este jurado María Isabel Neumann, Jesús Sotillo, Asalia Venegas, Zaida Rauseo y Nelson Castro. Todos ellos son licenciados en Comunicación Social, pero dos de ellos no son periodistas, aunque quizá lo fueron alguna vez.
Entre las notas “normales” del encuentro, destaca el que el ministro William Lara (otro licenciado en CS que ya no es periodista) haya hecho énfasis en el carácter plural del Consejo Consultivo del ente que designó al jurado. Es decir, resaltó el hecho de que hayan podido conversar como adultos un grupo de personas chavistas y antichavistas, lo cual, ciertamente, es digno de ser destacado: “Venezolanos y venezolanas de posiciones político-ideológicas contrapuestas discutieron civilizadamente hasta llegar a un consenso unánime”, dijo Lara.
En la misma onda de unidad y agárrense-de-las-manos, tanto Lara como Levy Benshimol, presidente de un cadáver insepulto llamado Colegio Nacional de Periodistas, defendieron la Ley de Ejercicio del Periodismo vigente en Venezuela. El artículo que hermana a los señores licenciados en una opinión unánime es el número 2, el cual reza que para poder ejercer el periodismo “todo ciudadano debe poseer un titulo universitario en Comunicación Social o carrera afín, y debe estar inscrito en el Colegio Nacional de Periodistas, y si es de una universidad extranjera debe validar el título”. Al ser interpelados al respecto por varios periodistas que ejercen su labor en medios comunitarios y alternativos, la diputada y ex periodista Desirée Santos le puso la guinda a la torta: “Esa Ley fue ratificada por la Corte Suprema de Justicia” (dime tú), y entonces sí comenzó el episodio sabroso del encuentro.

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El momento cumbre se produjo cuando Benshimol soltó desde el fondo de las tripas: “Para ejercer la profesión de periodista profesional, se requiere preparación, formación, capacitación y formación como ciudadanos”: asústame, que tengo hipo. Y esta otra: “Cualquier persona puede escribir en los diarios, pero para ejercer esta profesión, se requiere tener mucha intelectualidad y dominio de las herramientas tecnológicas, y por ende exige mayor formación de la persona que quiere ejercer la profesión”. En un arranque de bondad, además remató con otra pieza de colección: dijo que existe una propuesta en el Colegio para formar a los periodistas alternativos, instándolos a asistir a las escuelas de Comunicación Social.
Dice una nota de Aporrea que el periodista López Simbai, de la agencia de noticias API, cuestionó la Ley de Ejercicio de Periodismo en Venezuela, pues según este caballero contradice los principios universales relativos a la libertad de expresión. Dijo: “Lo dicho por el írrito directivo del Colegio Venezolano de Periodistas colocaría a los periodistas alternativos como ciudadanos de segunda clase. No puede ser que el único país que obliga a las personas (a colegiarse y ser graduado) para ejercer el periodismo es Venezuela”.

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Si algún título cinematográfico hubiera que ponerle a la velozmente descrita escaramuza, ese debería ser: “La Ley contra los ciudadanos”. Allí quedó claro que existe una institución caduca defendiéndose a sí misma o a sus lamentables restos cadavéricos, y al portavoz de un ministerio que representa a un Gobierno que se llama (y es llamado) revolucionario defendiendo exactamente lo mismo, y defendiendo a otra institución burguesa, cuartorrepublicana, ineficiente y represiva, y como tal en franca decadencia, como lo es la academia. Las universidades venezolanas están graduando licenciados en Comunicación que no saben comunicarse, ni en forma oral ni por escrito. No lo digo por hablar pendejadas sino porque he sido compañero de trabajo y coordinador de docenas de ellos, en distintos periódicos y una agencia de noticias de este país, y el lamentable manejo de su herramienta principal (el idioma castellano) da más vergüenza que risa. Hay excepciones, pero esa es la regla general: las escuelas de “periodismo” gradúan a cualquiera que en condiciones normales de ética y autorrespeto deberían estar en quinto grado aprendiendo qué mierda es un adverbio, para qué sirve un conector, qué coño es eso del qué galicado.
En una Revolución genuina todas las instituciones deben ser derrumbadas o al menos ser puestas bajo cuestionamiento. El Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela está infestado (no infectado, aunque ciertamente la cosa parece una infección) de funcionarios que quieren cuestionarlo todo menos a la institución que les dio su título: todo lo que nos legaron los adecopeyanos es una plasta de mierda, menos las instituciones que les otorgaron sus títulos a Lara, Santos Amaral, Moncada, Chávez, Jesse, Diosdado, Villegas, Salcedo y mejor agárrenme porque voy a llenar 50 páginas con una lista de revolucionarios de verdad y otros de embuste.
Tarea pendiente: hablar de por qué no todos los medios comunitarios y alternativos son dignos representantes del periodismo que merecemos. Esa va.
12/05/2006

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