martes, 26 de diciembre de 2006

Se parece al Chema, pero…

En estos días ando aplicado a trabajar en un proyecto con el que soñaba, inlcuso desde muchacho: ver las historias escritas con estas manos trasladadas a una pantalla, grande o pequeña. Una televisora que no mencionaré todavía (pero que no son Globovisión, ni VTV, ni Venevisión, ni RCTV, ni Televén, ni CMT, ni Puma TV, ni Catia…), para no salpicarla ni salpicarme con la pava propia de los anuncios adelantados, me ha propuesto adaptar al formato serie televisiva unas crónicas rojas que escribí en el pasado, en los diarios El Nacional y El Mundo (cuando éstos eran periódicos informativos de verdad). Van tres guiones escritos. Son tres historias que dibujan a Caracas y a la descomposición institucional, pero sobre todo policial, producto del cinismo de la llamada democracia representativa.
Una de esas historias involucra la muerte de un ciudadano llamado José María “Chema” Saher, como el recordado guerrillero falconiano. Buena parte del conflicto implícito en la historia reside en el hecho de que a ese hombre, desde niño, se le educó y aseguró que era hijo del Chema de los 70, pero su familia y allegados insisten en que el Chema no tuvo hijo alguno.
En todo caso, quiero aclarar, para efectos de la polémica e incomodidades que probablemente ha de originar su narración cuando salga en pantalla, que a pesar de tener una base real muy fuerte y muy evidente, la versión televisiva ha de ser una ficción. Ficcionar la Historia siempre ha traído esta clase de contratiempos, sobre todo cuando el ejercicio se lleva a cabo sin la destreza o la honestidad propias de quien quiere diferenciar realidad y fabulación. Así que aclaro, por anticipado: no serán el Chema ni su presunto hijo los personajes de la versión que ha de aparecer en pantalla, sólo que la historia guardará similitudes con aquella realidad y aquellas circunstancias.
Aquí abajo quiero compartir con ustedes la sinopsis de esa historia, sin duda la más impactante de todas ellas (por triste, por cinematográfica, por su tono de denuncia). Se llamó, cuando la publiqué en El Nacional, La segunda muerte del Chema Saher. Ahora llevará otro nombre, por respeto a la Historia y a los personajes involucrados en los hechos reales.

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El Chema Saher fue un guerrillero muy querido y recordado. En algún monte venezolano, una mujer da a luz a un muchacho; ella asegura que es hijo del Chema, y le pone su mismo nombre. El guerrillero no tiene tiempo de conocerlo o de confirmar la noticia, porque es torturado y asesinado por el ejército. Cuando esto ocurre, el niño tenía siete años.
El muchacho creció con el orgullo de ser hijo de tan romántico personaje, pues su madre se encargó de inculcarle recuerdos e historias. La familia y amigos del guerrillero aseguran, todavía hoy, que Chema no tuvo hijo alguno; vaya conflicto de identidad y de figuras paternas las que cargó encima.
El niño es llevado a Cuba, donde estudia Medicina. Luego de años de pasantía como médico internacionalista por varios países de Centroamérica, regresa a Venezuela. Estuvo unos años por Ciudad Bolívar, un poco a la sombra, un poco haciéndose sentir. Hasta que su destino explotó, en noviembre de 1997. La Disip recibió informes de que una avioneta había sido secuestrada por tres hombres. Cuando la aeronave aterrizó, en una pista clandestina de Santa Elena de Uairén, un comando de uniformados la abordó y procedió a detener a los plagiarios. Uno de ellos resultó ser un caballero identificado como Danilo García Noroño. Un hombre cuya verdadera identidad era José Manuel Saher, venezolano, de 38 años de edad, médico obstetra graduado en Cuba y presunto hijo del Chema legendario, el del martirio de 1967.
El médico va preso; en la cárcel es largamente acosado y torturado. Una semana antes de su prevista excarcelación, ordenada por el tribunal de la causa, lo incomunican. El hombre encuentra colaboración en otros reclusos y consigue lanzarle por una ventana del penal varias cartas (arriba, una copia del facsímil que me mostró su mujer al momento de hacer la denuncia), donde cuenta, en detalle, quiénes son sus torturadores y quienes lo han amenazado de muerte. Dos días antes de salir en libertad, en efecto, lo terminan de asesinar; su martirio fue un lento asesinato.
Nunca se supo si de verdad este pana era hijo del Chema, pero se llamaba como él, pensaba como él, tenía su temperamento, se sentía de verdad hijo suyo y continuador de sus luchas. Así que el Chema murió dos veces, con 30 años de distancia temporal, a manos de la misma política criminal del Estado burgués.
19/05/2006

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