domingo, 11 de febrero de 2007

Adiós a la escalera

Esta es la simple historia del fin de una escalera. Interesados en leer sólo historias trascendentales o escandalosas, favor abandonar la lectura en este punto.

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Hay historias macro, microhistorias, historias personales, regionales, locales; hay anécdotas, hay cosas que contar. A todas esas variantes y ejes de la Historia solemos pasarles por el lado (o ellos a nosotros) sin darnos cuenta de su grandeza. Sólo cuando el hilo de su cotidianidad, su monotonía hecha hábito y costumbre, se ven abruptamente modificados y nos descolocan, le damos alguna importancia, nos percatamos de su valor y de su oculta potencia.
Sucede con los países, con las ciudades, con el lugar donde vivimos, con los efectos personales. ¿Cuántas veces al día recordamos la almohada con la que dormimos hace 20 años? ¿El cepillo? ¿Los platos, la puerta desvencijada que prometemos a cada rato cambiar pero que llegó para quedarse? Un poco más arriba en la cadena de la organización humana, en las ciudades y países, basta que cierren una calle o implanten una ley nueva para que entendamos algo que se dice fácil pero no se internaliza: todo cambia. Amamos la libertad pero trastabillamos en presencia de medidas que violenten lo estático.
Lo sentimos en los movimientos cotidianos. Siempre el mismo ademán al abrir la nevera y llenar el vaso, al tomar la chaqueta del mismo lugar, al escoger las llaves correctas para cada reja y cada puerta, sin siquiera mirarlas. Un día ponemos las llaves en otro lugar o alguien las mueve, y se produce una pequeña crisis: pierdo unos minutos, entro en confusión y a veces en pánico, comienzo a sospechar de los niños de la familia, busco bajo la cama. Al final las llaves “aparecen” y casi nunca culpamos al extraño fantasma que jugó a echarnos en cara un entuerto: la condición de animales sujetos a una cárcel invisible hecha de reglas y automatismo. La nemotecnia del día a día no está hecha de trabajo cerebral ni de sentimientos sino de costumbres corporales.

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Acaba de pasar en el lugar donde vivo. Desde que llegué a La Cañada, hace 26 años, era preciso utilizar una escalera que comunica los espacios comunes del superbloque 20-21 con la parada del transporte público. Supe que la escalera está en ese lugar desde que fue diseñada y construida la parroquia que hoy se llama 23 de Enero: desde 1957. Durante medio siglo la gente se acostumbró a subir y bajar por allí. Fueron 50 años de ejecutar el mismo movimiento mañanero: salgo del bloque, bordeo la escuela, cruzo la calle ciega y subo las escaleras. Nadie le compuso una canción a esos escalones, ni tenía por qué hacerlo; nadie que no quiera pasar por loco o enfermo diría en voz alta que esa construcción le produce algún afecto. Aunque sí se le mencionaba en mal tono cuando se deterioraba y la gente corría el riesgo de rodar cuesta abajo.
Pues bien, hoy pasé por allí y ya no existe la escalera. Hay una nueva, a unos diez metros. Frente a la que ya no existe, una señora, de las que seguramente tenía largas décadas utilizándola, se detuvo unos segundos. Muchos segundos. Luego volteó y descubrió la novedad.




Esa costumbre de su cuerpo tenía una antigüedad de medio siglo, pero el fantasma del desconcierto llegó para cumplir con su misión: todo cambia. La gente, la cotidianidad, los países, el tránsito desde la casa hasta el transporte.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

JR, demoler una escalera y levantar otra se hace en por lo menos dos dias, sobretodo por el encofrado.
Digalo ahi, confieselo. Usted y la senora, la senora de su cronica, se habian perdido del 23 durante ese tiempo.
Juntos o no, quien sabe. Un asunto de paramicrohistoriadores.

Anónimo dijo...

¿Qué costará el mantenimiento de una escalera mecánica?

edgar.

Anónimo dijo...

De nuevo yo...
Cuanto puede costar unas cuantas escaleras mecánicas y sus mantenimientos al año, seguramente habrá muchas cosas que solucionar antes de darle paso a esta idea seguramente muchas otras ideas para mejorar nuestra calidad de vida, pero en este caso esta idea no es por un capricho estético sino por un servicio habilitado para las personas mayores o lisiadas.
bueno eso, a lo mejor yo cayéndome a coba.

"consejos comunales"
poder en la administración y no sólo a resolver el peo teórico.