sábado, 10 de febrero de 2007

Habilitante, pueblo y rebelión

Acostumbrados ya a la molestosa rémora, al parecer incurable, de que la derecha siempre considerará malo todo lo que hagan Chávez y el chavismo, es preciso para nosotros, en esta acera, abordar ahora los temas urgentes y también los importantes de largo plazo desde una óptica más aguerrida. Llamémosla también sana. Este estadio de nuestra historia nos convoca a un capítulo demasiado importante de la rebelión comenzada en 1989 (o tal vez en 1814, o antes), y no es mala idea empezar por decir con la boca y escribir al rompe, moléstese quien se moleste (y si se molestan, pues mejor):

  • 1) que Chávez es el líder actual de nuestra rebelión como país, pero eso no lo convierte en dueño de esa rebelión.
  • 2) Que es bueno contar con un líder aliado en Miraflores, pero si por “democracia participativa y protagónica” vamos a entender que sólo una orden de ese compatriota puede autorizarnos a hacer la Revolución, estamos mal.
  • 3) Que la habilitación para que el Presidente legisle en materias importantísimas para el país no fue un acto de desprendimiento por parte de los señores diputados sino el reconocimiento de que esa institución llamada Asamblea Nacional es inoperativa e irrecuperable. La ecuación se cae de podrida: si les sirvió a los adecos no nos sirve a nosotros.
  • 4) Que esa otra institución macro llamada Estado burgués también está en decadencia y en proceso de descomposición, y que eso incluye el sistema de elecciones, la Presidencia de la República, la Fuerza Armada, la policía y todo ese aparato que nos encasquetaron en forma de “contrato social”, contrato rarísimo ya que yo no recuerdo haber firmado nada que me obligue a mostrarle la cédula al primer tombo que me la pida en la calle, y no recuerdo tampoco hacer firmado nada mediante lo cual acepto que mi identificación esté contenida en un papel plastificado llamado cédula.
  • 5) Que la Presidencia sólo se salva, por ahora, del mencionado proceso de derrumbe institucional que abarca a todas las formas de poder y de dominación, porque quien la ejerce en este momento sabe qué cosa está ocurriendo en el país y en el mundo, y parece estar actuando en consecuencia. Bueno, al menos eso creía yo ciegamente hasta que al hombre se le ocurrió decir que va a raspar gobernadores y alcaldes, función que sólo le corresponde al pueblo. Así que veremos.
  • 6) Al igual que el Estado, y junto con su catástrofe estructural, se están viniendo abajo los símbolos, mitos y representaciones humanas de los demás poderes formales establecidos: el empresariado, la Iglesia, los partidos, los medios, la universidad, los sindicatos. Todo ese aparato que ha servido sólo para oprimir a muchos en beneficio de una élite cumplió un ciclo, y es hora de inventarnos la estructura o antiestructura que sustituirá lo precedente.
  • 7) Que la alternativa ante todo ese interesante espectáculo de demolición de poderes no es, en lo absoluto, apresurar el fin del Estado Nacional, sino su conservación coyuntural como el escudo que ha de protegernos de las voracidades imperiales. Es una contradicción y lo acepto, y creo que expresarla, decirla, verbalizarla, es una excelente forma (tal vez la única) de comenzar a superarla: creo que la misión es construir un pueblo sin empresarios ni Estado opresores, pero si desmantelamos lo que existe nos traga vivos el imperio, o los imperios.

Se aceptan comentarios. La discusión debería ser abierta.

***

A todos nos gusta hablar en términos de poder popular, en términos de socialismo y de democracia. Pero no todos aceptamos, llegado el momento de profundizar, la idea de que el pueblo puede conducirse sin jefes: “yo hago la Revolución si el comandante me da permiso”, parece ser el eslogan del momento. Lo cual viene a ser una justificación para que nos llamen (a todos, sin discriminar) oficialistas. Feo insulto para un pueblo que es o parece ser libertario. Aquí es cuando se levanta un güevón allá en la tribuna y grita: “Este quiere un chavismo sin Chávez”. Esos son los más peligrosos. Quien habla así es porque está a punto de traicionar la causa.
Revolucionario es quien entiende y ejerce la rebelión como un acto de pueblo. Oficialista es quien cree que los ministerios y alcaldías pueden perfeccionarse y mejorarse colocando allí "buenos gerentes". Revolucionario es quien se está preparando desde ya para impedir que se lleven a efecto las programadas elecciones para alcaldías, gobernaciones y juntas parroquiales. Oficialista es quien está pensando en lanzarse a candidato.
Revolucionario es quien se plantea la necesidad de prescindir también de las elecciones presidenciales; oficialista, quien opina que eso es imposible porque la Constitución no contempla esa posibilidad. Revolucionario es quien entiende que esto que fluye no debe culminar cuando concluya el mandato de Chávez, sino permanecer en el tiempo, hasta que sea posible la tarea mayor de construir un nuevo tipo de sociedad; oficialista, quien cree que es posible hacer una revolución con leyes adecas, funcionarios adecos, mentalidades adecas y procedimientos adecos. Como por ejemplo ese de llamarse cooperativista pero no mover ni una uña si el Estado no le inyecta recursos. Cochino dinero.
Hora de enseriarse: esto es una lucha entre revolucionarios y conservadores, no entre chavistas y escuálidos. El chavismo está plagado de conservadores y reaccionarios. Quien viva en Caracas y crea no haber visto a la reacción, aproveche ahora: el metro a Los Teques es rápido y es barato.

3 comentarios:

hectorpal dijo...

Vale. Para ti el estado-gobierno superpoderoso habilitado es un mal transitorio necesario. Puedo entender tu logica. No entro a discutir que si o no que no...

Pregunta: no crees tu que estás un pelo solo en esa optica? A mi no me parece que Chávez vaya en esa dirección. Por lo mismo de que es el quien quisiera raspar a los gobernadores, etc.

Supongamos que Chávez está de acuerdo. No crees que te quedas un pelo solo?

Tema aparte. Cual es el estado final y cuales son los estados intermedios de esto que propones? Se parece a alguna forma politica discutida (no se, alguna variedad de anarquismo) o crees que es completamente diferente?

Lorenzo Albano F. dijo...

Pero yo no la entiendo en absoluto...

Bajo que logica puede un Estado superpoderoso, burocratico y represivo dar lugar en un futuro, a la ausencia de burocracia y represion?

JRD: Que yo sepa nadie ha firmado ningun "Contrato Social", ni siquiera el contrato segun el cual debemos pagar impuestos. Y la unica razon por la cual pagamos impuestos y mostramos la cedula (y la razon por la que tenemos una cedula, tambien) a un policia es porque si no lo hacemos, nos meten en una celda o aun peor.

Creeme, a esas cosas yo no les tengo ningun afecto... Podre reconocer la necesidad de un Estado muy minimalista... pero hasta ahi...

Y mira si creo que lo puedo matar alimentandolo! De indigestion tal vez?

JRD dijo...

Tranquilo, hlp, ya uno creía en estas cosas antes de saber que existía Chávez. Por eso me gusta insistir en que la revolución venezolana ha de ser una construcción de pueblo y no de jefes. Este punto en que estamos no es el ideal, pero es el que más cerca nos ubica de lograr una situación revolucionaria genuina.

Albano. Yo sí veo signos de que este Estado superpoderoso, represivo y burocrático está conducido por gente que quiere hacerlo menos de todo eso. La convocatoria incesante a organizarse en núcleos locales y acráticos llamados Consejos Comunales es una señal muy clara. O a lo mejor es que prefiero creerlo, así como otros prefieren sentirse víctimas y mártires de una dictadura asfixiante.
Y sí, me sé el chiste del contrato social sin papeles y el otro chiste de Hobbes y tal, no te tomes mi ignorancia al pie de la letra. A veces me da por estar informado.

Creo que la única diferencia entre tu posición y la mía es que tú crees que la única alternativa a la desaparición del Estado es la creación de un monstruo peor que tu pana Leviatán, una cosa controlada por empresarios y tecnócratas. Entre lo que existe y una pesadilla donde Cisneros y Granier controloen mi vida, me quedo con el Estado. Cagao de la risa.