jueves, 12 de abril de 2007

Homenaje a la intuición (*)

(*)= lo que sigue es un texto de mi autoría, el cual sirvió de introducción al libro Del 11 al 13. Testimonios y grandes historias mínimas de abril de 2002, recién publicado por el Fondo Editorial Fundarte.
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Contra lo que insinúa el título de este libro, las historias aquí contenidas no comienzan el 11 ni terminan el 13 de abril de 2002. Pueden interpretar ese título como un ardid publicitario y por lo tanto un poco tramposo, pero tengo una coartada: es ley básica del curso de la humanidad el que nada comienza de pronto y nada muere sin avisar. Lo que sucedió el 11 tuvo causas y el desenlace del 13 tiene consecuencias. Las personas, así como los países y sus procesos, tienen un largo pasado, y éste está sembrado de hitos tan lejanos y rebuscados que pueden parecer casualidades.

Ejemplo práctico: usted no está leyendo estas líneas gracias exclusivamente a los alzamientos del 92, el triunfo del 98 y las diversas conspiraciones de la derecha. Para que usted se encuentre hoy en este trance, un camionero nacido en Mérida tuvo que desviarse de su camino un día lluvioso de 1957, y arribar sin proponérselo a una población del Guárico que no había visitado jamás (San José de Guaribe). Necesitado de información para retomar la ruta, de un café y probablemente también de cariño, se fijó en una india maravillosa que con el tiempo le dio varios hijos. El último de ellos pasó por una cantidad incalculable de eventos tan azarosos como ese, antes de ser llamado por Fundarte para que escribiera un libro de testimonios sobre la gesta popular de 2002. El 11 de abril no comenzó ese día que indica el calendario sino mucho antes, probablemente en el mástil de alguna de las carabelas.

El testimonio más antiguo que encontraremos en las páginas que siguen habla del adolescente que era en 1956 Luis Emilio Morín, un caballero que le ha pasado por el mero centro a nuestro huracán social y político desde entonces hasta nuestros días. El más reciente habla de una renuncia tardía: el periodista Leo Felipe Campos abandonando a toda carrera una empresa (RCTV) de la cual estaba hastiado, en enero de 2003.

Resulta obvio que abril de 2002 fue un episodio muy importante (tal vez el más importante, pero al fin y al cabo uno más) dentro esa larga cadena que es nuestro Proceso, la cual se remonta, según nos hemos acostumbrado a aceptar, al momento en que los europeos decidieron colonizar estos parajes.


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Algunos tropiezos tuvo la recolección de información y luego el ensamblaje escrito de este libro. Uno de ellos es de orden discursivo y resultó en una lección inolvidable: a pesar de que a los testimoniantes se les consultó casi exclusivamente sobre lo que hicieron, lo que vivieron y sintieron desde sí mismos, desde el pellejo propio que han de comerse los gusanos, a ninguno se le escapó la otra dimensión de los hechos, ese algo que fluía más “arriba” mientras el pueblo se agolpaba en Llaguno, Fuerte Tiuna o Miraflores: todos se dedicaron, en algún momento, a hablar de la historia “macro”, del papel de los militares, de la traición, de la intervención del imperio, del “golpe mediático”. Al principio lo asumí con preocupación, pues un libro que pretende registrar ese movimiento telúrico llamado pueblo no debería terminar lleno de loas y alabanzas a Chávez, Baduel y un par de ministros. Pero luego comprendí de qué se trataba: ese otorgarle créditos a la historia grande en desmedro de las historias menores no tenía origen en la excesiva adoración del héroe sino en la pura intuición histórica, ese guiño formidable del inconsciente colectivo que aquí se activó para reconocer, no de forma calculada o ensayada sino debido a cierto impulso secreto de la sangre, que quien rescató al Presidente no fue el soberano sino una acción combinada de pueblo, Fuerza Armada y descomposición moral del enemigo.

Otra peculiaridad que noté a lo largo de todas aquellas conversas es que a todos los compatriotas entrevistados se les borró el día 12 de abril. A todos, y eso me incluye; tengo la sospecha de que nos sucedió, si no a todos, al menos a buena parte de los venezolanos. Lo recordamos debido a percances suficientemente dramáticos (la autocoronación de Carmona, el asedio y agresión contra Rodríguez Chacín y Tarek William Saab, la turba sifrina frente a la embajada de Cuba), pero en un primer momento no recordamos qué hicimos, dónde estábamos. Todos los testimoniantes, al hacer el ejercicio de organización cronológica de aquellos días, confundieron el momento de la defensa de Miraflores con la jornada en que la misma multitud esperó el regreso del Presidente.

El otro escollo fue la excesiva uniformidad de los testimonios, pues estos fueron bastante parecidos entre sí: los preparativos, la llegada a Miraflores, la violencia, la retirada, la resistencia en las calles y después el júbilo. Fue preciso más de un forcejeo, más de una terapia de relajamiento con el protagonista para excitar la memoria y hacerlo dar con detalles olvidados. Si no se relaja, Alicia no hubiera recordado las palabras mágicas de su menor hijo, a quien oyó hablar por primera vez en su vida como un adulto, justo el 11 de abril; si no es frente a un inofensivo café y hablando en confianza, Jesús Arteaga no hubiera rescatado el momento horrendo en que escuchó a una periodista celebrar que el 12 Venezuela entraba en una etapa de libertad; si no le pido que deje de hablar como un locutor, el pana Carlos Ceballos no me hubiese contado nunca sobre su vecino, un sexagenario que el día 12 colapsó y se le echó a llorar de desazón en el hombro.

Es viejo el dicho: este es un país de memoria frágil.


El pueblo versus los demás


¿El pueblo? ¿Y qué cosa es el pueblo? ¿Quiénes lo integran? ¿Qué individuos o grupos quedan fuera de la definición y bajo qué criterios?

Es universalmente aceptada la noción de pueblo cuya base o punto de partida contiene estos elementos clave: porción de la humanidad sometida a explotación, exclusión, vejación y/o genocidio por parte de hegemonías o potencias políticas, militares y económicas. El pueblo es el ente colectivo depositario de las injusticias más antiguas y crueles de la historia. En esa definición básica la presencia de su opuesto, las hegemonías, hace que la multitud informe se vea con algo más de nitidez: el pueblo es esa mayoría cuyo trabajo, segregación y exterminio han garantizado históricamente el confort de unas minorías. Espero sepan perdonar la relación con el concepto de clase social desarrollado por varios marxismos.

Acotaciones que sirven como complemento: temas raciales, conciencia de clase, individualismo; proclividad, actitud y aptitud frente a la rebeldía, intuición histórica.

Este libro pretendía ser apenas un compendio de relatos sueltos y más o menos inconexos, pero terminó siendo un registro de los dos últimos ingredientes: de cómo una parte del pueblo, la que ha captado intuitivamente el mensaje de un proceso en marcha, un liderazgo excepcional y una Revolución posible, echó mano de su natural libertario y contribuyó con la continuación de una tarea que la hegemonía económica venezolana estuvo a punto de truncar, específicamente los días 11 y 12 de abril de 2002.

***

Un poco más tarde, en octubre de ese mismo año, un grupo de militares se instaló en la plaza Francia de Altamira, en Caracas, y mediante una truculencia retórica quisieron asumir para sí la condición de pueblo. Invocaban para ello el artículo 350 de la Constitución vigente:

El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos.

En un país acostumbrado por siglos de historia patria y narraciones oficiales (y también por una sólida cultura televisiva y cinematográfica, aporte del siglo XX a la formación de nuestros códigos sociales, a nuestra conducta ciudadana) a que el protagonista es un hombre con “voz de mando”, rara vez una mujer o un niño y casi nunca un pueblo, tenía que resultar verosímil (aunque incómodo) el que semejante aberración estuviese ocurriendo, y que tanta promoción tuviera de los medios.

Aunque no era genuina, parecían genuinos la actitud y el pronunciamiento de aquellos sujetos, precisamente por la costumbre mecánica y automática de emparentar protagonismo con héroe blanco, altivo y de uniforme. Allí estaban y eran reales: especímenes de gestualidad señorial, acostumbrados a mandar y a imponerse, blandiendo la Constitución e invitando a la gente a derrocar al Gobierno. Lo incómodo e inaceptable permanecía semioculto en aquel escenario de perifollo, y sólo la intuición histórica de un pueblo tenido por ignorante pudo ponerlo en evidencia, y a la postre derrotarlo: aquellos hombres y sus seguidores no podían ser pueblo precisamente por lo señorial, por la propensión a mandar y a ser obedecidos, por la blancura de sus ademanes y por lo falso que la palabra pueblo les sonaba al pronunciarla.

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Y, finalmente, ¿qué es eso de intuición histórica? ¿Por qué pesa tanto y por qué no tiene sinónimos fáciles? Un buen ejercicio para percibir este otro concepto extraño y nebuloso es fijarse en ese grupo humano, dentro de Venezuela, que cumple con los “requisitos” para ser considerado pueblo, y que en aquellas horas dramáticas estuvo del lado de la reacción y de las hegemonías en el trance del derrocamiento del Presidente de la República. También hubo pueblo del lado de los enemigos del pueblo en 1814 y sus alrededores: como todas las luchas en las que se definen los grandes cambios la guerra de independencia fue una matanza entre hermanos, y el año de Boves debe ser recordado como aquel en el cual una parte del pueblo activó una democracia primaria y brutal para arrasar a otra, la que quiso ubicarse o quedó ubicada del lado de la dominación, en el lado perverso de la historia.

La intuición viene a ser entonces el factor que informa y convence a una parte de la masa de cuál es el tiempo histórico que surge o insurge y cuál el que se queda atrás. Bolívar, revolucionario a punta de tanto indagar y soñar pero conservador en esencia, por origen y por definición, estaba rezagado, confundido en sus todavía informes nociones de patria y revolución, hasta que Boves le enseñó, mediante lecciones de espanto, qué cosa es democracia y cómo funciona la rabia de los oprimidos. Ningún valor histórico hay que otorgarles a las falsas banderas que Boves decía defender. Las únicas coronas que sus huestes tenían entre ceja y ceja eran las del degüello, la violación y el saqueo, venganza primitiva en una guerra primitiva. El espíritu que despertaba en aquellos campos nada tenía que ver con cortes, castillos ni reyes. Llamarse realista fue para aquellas hordas el primer acto de invasión y usurpación a la brava: el cimarrón se apropiaba del título de defensor del rey con la misma actitud con que hacía suya a la doncella. Violo los títulos sagrados y después violo a sus féminas.

Bolívar no comprendió del todo este raro entresijo que unía a pueblo y a antipueblo, y tampoco ese otro llamado insurrección popular, hasta que sobrevino la batalla de Urica. La revelación le llegó luego de una muerte fundacional: algo muy extraño, una misteriosa anomalía de la historia tenía que estar produciéndose, para que a un ejército le mataran al jefe de un lanzazo y sin embargo el ejército continuara su labor de exterminio hasta ganar la batalla.

La salida más fácil para la historiografía, ante el fenómeno de Urica, ha sido repetir la idea canónica que pretende ensalzar al héroe por encima del colectivo: es más cómodo y políticamente correcto sentenciar que el terrible asturiano ganó incluso la batalla en la cual le dieron muerte, que reconocerle al pueblo su primera victoria en una batalla sin necesidad de jefe. Entre la figura de un conductor (incluso éste, reducido o elevado a monstruo por la convención) y la de un elemento integrado por miles de rostros y el doble de manos, es preferible confrontar al individuo. Personalizar en él el miedo, las rabias y la admiración, en lugar de nombrar siquiera al sujeto colectivo.

Un poco más de detenimiento y uno termina dando con la pista correcta: Urica demostró que un pueblo enfurecido es capaz de ganar batallas incluso cuando su líder o jefe circunstancial ha muerto.
O cuando lo secuestran y confinan en La Orchila con alguna intención inconfesable.

8 comentarios:

YABRINA dijo...

PRIMERO QUE NADA DUQUE FELICITACIONES POR EL LIBRO PERO NO SOLO A TI SI NO A TODOS LOS COMPATRIOTAS QUE DIERON FORMA Y VIDA AL MISMO. CUANDO LEI LO DE LA MISION BOVES ME PASO ALGO A LO QUE TU LLAMAS "INTUICION HISTORICA", PORQUE SIN SABERLO LO INTUIA Y SIN NINGUNA DUDA HICE UN VOTO PARA SUMARME A ESA NUEVA MISION Y ME PUSE A INVESTIGAR EL TEMA, QUE ESTA VAINA ME DIJE (Y ME DISCULPAS MI IGNORANCIA) PORQUE SI, EN ALGUN MOMENTO HABRE ESTUDIADO ALGO RELACIONADO CON BOVES Y AQUELLO ME SONABA ALLA EN EL FONDO DE MI CABEZA PERO COMO DICE NINA ALLA ARRIBA "YA ENTENDI LO DE MISION BOVES" UN PUEBLO NO ES UN LIDER UNA REVOLUCION NO ES HOMBRE UNA PATRIA NO SON UNOS SIMBOLOS Y POR ULTIMO FELICITO A ESTE PUEBLO VALIENTE QUE
UNA VEZ MAS EN AQUELLOS DIAS DIO
EJEMPLO DE LO QUE ES UN "PUEBLO"

¿DONDE SE PUEDE COMPRAR EL LIBRO?

Anónimo dijo...

Hola Duque. Ayer por aporrea leí una promoción del libro. Había unos números telefónicos, pero llamé en varias oportunidades y o estaba ocupado o no atendían. Resumiendo, donde se consigue el libro.
Saludos.
German V.

elsoberanomanda dijo...

Duro y frontal en "En Confianza". Dedo en la perra llaga trisoleada, cero prosa lameculera del pueblo en trance extático ante el neoprócer: hablar de 1814.
Si esas vainas no se dicen, otras vainas no sucederán jamás. Mejor una patada por ese culo a una conciencia de plástico. Duele menos en el orgullo.
Un abrazo, compa. Tenía este blog olvidado. Salúdame a los cayapos.
Franco Munini.

Anónimo dijo...

Hola Sergio, puso el enlace a tu sitio en sitios amigos de america (venezuela) en el nuevo sitio de la patria grande http://nuke.lapatriagrande.net que proximamente se va atransferir en www.lapatriagrande.net
chao un saludo revolucionario

Ney dijo...

Grandisimo Duque, saludos de parte de este humilde comeniños, te vi en la entrevista con Ernesto Villegas, muy buena tu intervencion sobre aquel 11 con 13, sin duda por la calle del medio.

Dame pistas para conseguir el libro de Fundarte por favor.

Mil gracias y seguimos en la lucha.

Ney

Anónimo dijo...

LLamé al telefono que dan y me indicaron el viernes que este libro se consigue en las Librerías Kuai Mare.Me parece una excelente idea Duque y te felicito. Espero que lo que escribes en el mismo sea en el tono de las lineas de este blog.

Rosa Elena Medina

JRD dijo...

Herman@s, muchas gracias por el interés en el tema. El libro, de momento, puede conseguirse sólo en la sede de Fundarte,edificio Tajamar (Parque Central), PH. Creo que también en la librería Macondo, en el CC Chacaíto.

Saludos a todos.

Anónimo dijo...

...."Es viejo el dicho: este es un país de memoria frágil"...NO SOLO ESTE PAIS TODO EL CONTINENTE,EL HEMISFERIO,EL MUNDO;YA SABEMOS QUE LO QUE CUENTA ES LO QUE NOS CUENTAN LO QUE CONVIENE A LOS QUE PAGAN LAS CUENTAS EN EFECTIVO O EN SANGRE PREFERIBLEMENTE E HISTORICAMENTE PUES CON ESTA SE HA ESCRITO CLARO ES MAS FACIL QUE EL HEROE SEA UNO LIQUIDABLE PREFERIBLEMENTE EN EL SENTIDO MERCANTIL Y FUNERARIO A TENER QUE RECONOCER A LOS PUEBLOS COMO HEROES EN LA ALDEA GLOBAL LA SOLA IDEA DEL PUEBLO HEROE ES MOTIVO DE EXTERMINIO Y ANTE ESTA IDEA CUALQUIER MOTIVO ES MEDIATICAMENTE ENSALZADO CASI QUE SACRAMENTADO,"CON MI OSO NO TE METAS" ES UNA MAXIMA QUE TIENE MUCHA FUERZA MEDIATICAMENTE INCULCADA,LO PEOR A MI MODO DE VER ES QUE LOS DUEÑOS DEL FAMOSO OSO HAN GANADO ADeptos NO SOLO AQUI EN EL BRAVO PUEBLO SINO EN TODA LA ALDEA GLOBAL HACIENDO CREER AL GUEVON DE A PIE QUE LA LUCHA POR LA ¿LIBERTAD?ESTA AL LADO DE ELLOS Y CONTRA LOS OTROS GUEVONES DE A PIE A LOS QUE EL FAMOSO OSO NO HA HECHO OTRA COSA QUE DEVORARSE LOS "PABLO PUEBLO" EN NUESTRA ALDEA GLOBAL,ASI HA SIDO Y SEGUIRA SIENDO MIENTRAS SIGAMOS ACEPTANDO MAXIMAS A FAVOR DE LOS O$$O$ CRIOLLO$ Y TRAN$NACIONALE$ TARARAAA-TAN-TAN..CON EL CARIÑO DE SIEMPRE TU PANA.TO BE CONTINUED