miércoles, 25 de abril de 2007

Los enfermos privados

Quien compra paraguas en cantidades industriales es porque siente a la lluvia como cosa inevitable.
Quien está de acuerdo con la construcción masiva de burdeles es porque tiene a las putas entre ceja y ceja.
Quien está de acuerdo con la construcción de cárceles es porque se acostumbró a la proliferación de delincuentes.
Quien está de acuerdo con que se construyan más hospitales está de acuerdo con la proliferación de enfermos.
Quien promueve la existencia y los planos poderes de las clínicas privadas es porque planificó hacerse rico con las enfermedades, reales o ficticias, del prójimo, o se trata de uno de estos prójimos dispuesto a dejarse estafar y asesinar por un médico.


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El ser humano agrupado en sociedades capitalistas perdió la capacidad de autocurarse: esa te la compro, Ramón Mendoza. El lamentable espectáculo de la aplaudidera artificial que se desata en los actos de inauguración de hospitales y clínicas revela el sustrato profundamente suicida de estas sociedades: el gentío que aplaude al cortarse o desatarse la cinta se ha acostumbrado a la idea de que algún día ha de enfermarse, y por lo tanto es un paciente o cliente potencial de uno de esos establecimientos.

Alicia me enseñó que la salud debe ser preventiva. Que tal es el proceso correcto de salud: prepararse para vivir sano y no resignado a enfermarse. La medicina como vía para que no nos enfermemos y no para llegar al hospital cuando ya tenemos los órganos licuados de tanto MacDonald y tanto alimento envenenado. Yo no veo que estemos avanzando hacia ese ideal. He visto cada pancarta y cada imagen televisiva celebrando la inauguración de hospitales, mi hermano…


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Hace unos meses, cierto bobo disfrazado de analista político me reclamaba (a mí, ni más ni menos) el hecho de que, luego de sufrir un accidente de tránsito, a Jorge Rodríguez lo hubiesen llevado malherido a la clínica Ávila y no al Hospital Clínico Universitario. Así como lo leen: como yo soy chavista, tengo la culpa de que a Jorge lo hayan trasladado a la clínica que quedaba a una cuadra del lugar del accidente y no al hospital infecto que le quedaba a media hora. En opinión del bicho ese, Jorge tenía que podrirse o morir desangrado en el sitio del siniestro o en el traslado, pero nunca (óyeme bien: NUNCA) osar ensuciar con su sangre de negro y de caroreño el pulcro piso de un centro de salud hecho para ricos y para antichavistas. Bueno, y además yo soy el culpable de que alguien hubiera llevado al negro caroreño para la clínica. Qué vergas, ¿ah?

En su condición de sifrino por origen y antichavista por sobreexposición mediática, le dolían al sabio en cuestión varias otras cosas, la primera de las cuales tenía que ver con lo que ya se ha asomado arriba: todavía hay burros o enfermos que piensan que existe y debe existir una “medicina privada”, eficiente y veloz, a la cual sólo tiene derecho la gente que tiene mucha plata, y una “salud pública” inservible de mierda, que es lo que nos merecemos los hijos de Natividad y de Ramona y el mamagüevo que vende empanadas frente a la Plaza Bolívar, además del ser humano a quien le dio la gana de ser chavista y/o funcionario del Gobierno. Otra: Jorge dizque andaba en un carro marca Audi, cosa que si apareció en El Universal debe ser mentira, pero que en todo caso si fuera verdad no tendría por qué condenar a nadie a muerte.

¿O es que debemos matar a los médicos que asesinan a la gente en las clínicas privadas (y que sí tienen derecho a exhibirse por la ciudad en sus Audis y demás naves espaciales) después de exprimirle el último céntimo a la cobertura de su seguro, si es que lo tiene? ¿Por qué no hacemos un referendo a ver si aprobamos o aunque sea proponemos una Ley que sentencie a muerte a los hijos de puta de la clínica Ávila y afines, quienes pretendían negarle la atención médica a Jorge Rodríguez porque no tenía seguro ni millones con qué pagar los primeros auxilios? Si en vez de Jorge Rodríguez, figura pública, le hubiera tocado el mismo trance al hijo del perrocalientero, ¿no le hubieran metido un patadón por el culo para que se fuera a morir en otra parte?

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Hermanos de la Misión Boves y movimientos afines: ¿le echamos bolas a ese referendo? ¿A que empezamos a recoger firmas y 20 millones de venezolanos aprobamos esa Ley en tiempo récord? ¿Por qué esperar a que Chávez lo decrete? ¿No dizque el poder reside ahora en el pueblo?

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En ocasiones anteriores hemos hablado en este espacio de un monigote de apellido Délamo (o D’ Lamo, no sé cómo se escribe ni se pronuncia ese apellido de mierda, pero en todo caso se trata de un carajo que lame y obliga a otros a lamer), quien es dueño del negocio más lucrativo de este país después del de vendedor de caña: el bicho es jefe o presidente de una cámara de la educación privada. Difícilmente hay estafador más eficaz que este loco, como no sea el orquestólogo “maestro” Abreu: Délamo ha convencido a sus víctimas, a la pobre gente rica que tiene a sus chamos estudiando en planteles privados, de que es muy importante subir y subir hasta el infinito las tarifas de los colegios, porque el día que esos precios bajen o se mantengan la calidad de la educación va a bajar. Es tan arrecho este viejo oligofrénico en su argumentación, que muchos representantes han salido a manifestar contra el Ejecutivo porque éste ha anunciado que el Délamo y sus estafadores deberían cobrar menos.

Pues bien, en estos días, desde las catacumbas de la “medicina privada”, ha saltado al ruedo un saltimbanqui con similares aptitudes, aunque obvia y definitivamente más tímido que el que lame. Se trata de un Douglas León Natera (sonoro ese nombre, ¿ah?), presidente de la Federación Médica de Venezuela. El tipo salió a cuestionar el anuncio gubernamental de darle un parao a la grosería de los seudomédicos de las clínicas, pero de una forma más bien tibia: “Okey, regulen la vaina, pero de común acuerdo con nosotros”, ha dicho. Es decir, con los médicos-mercaderes; ni de vaina propuso ni propondrán él ni el Gobierno consultar a la gente del pueblo al respecto. Pero hubo en sus declaraciones una cosita sucia, un sedimento repulsivo del cual poca gente se ha percatado: el hombre protesta por la comparación que se ha venido haciendo entre “la medicina privada y la pública, cuando la verdad es que la salud es una sola”, tras lo cual podría decirse que en eso estamos de acuerdo con el tipo, pero entonces, ¿por qué si la salud es una sola hay que cobrar una tarifa en el hospital y otra en la clínica, coñoetumadre?

miércoles, 18 de abril de 2007

Un poblado Integral en gestación

Ramón Mendoza y parte de sus Cayapos, aparte de la soñadera, andan construyendo vainas, dándole barro y corporeidad a sus proyectos más raros. Quienes no los hayan oído nombrar o no los recuerden pueden obtener algunos datos fundamentales suyos aquí y aquí.
Pues bien, andan en esto ahora:



Ellos llaman a esa fulana ciudad o modelo de ciudad Poblados Integrales. En cada una de las veinte hectáreas que integran a este, el fundacional, habrá una casa con su conuco. Habrá una casa comunal, espacio para cría de animales. Esta semana instalan dos molinos de viento, los cuales le proporcionarán energía eléctrica y aprovechamiento del agua subterránea que tienen a 11 metros de profundidad. Las casas serán construidas por los mismos pobladores (y por los panas que vayamos a llenarnos de barro hasta las cejas para fabricar diez o quince bloques de adobe) con materiales nobles: en el clima llanero el cemento y el zinc son una aberración.
El cuento de la energía eólica (energía limpia) suena sabroso en tiempos de etanoles y gasolinas: un molino puede producir 900 kw de electricidad en un mes. Si usted revisa su recibo de electricidad, se encontrará con que, incluso despilfarrando energía y metiéndole con todo al televisor, la nevera, la computadora, el sonido, la lavadora, la secadora y otras yerbas, rara vez consumirá 500 kw. Con un uso racional y compartiendo esos aparatos entre todo el poblado, el molino del carajo puede resolverle la vida a un gentío, sin contaminar y sembrando una cultura del uso racional de los recursos.
Les decía en el video que es un privilegio asistir al nacimiento de una ciudad, llámese ésta poblado o lo que sea que vaya a ser. Es un acontecimiento raro, la verdad. Dentro de un siglo hablamos, a ver si la cosa valió o está valiendo la pena.
Respuesta a la pregunta que está revoloteando desde ya en el cerebro de alguno de ustedes: no, estos panas no han tenido apoyo alguno del Gobierno. ¿Lo tendrán en el futuro? Veremos.

jueves, 12 de abril de 2007

Homenaje a la intuición (*)

(*)= lo que sigue es un texto de mi autoría, el cual sirvió de introducción al libro Del 11 al 13. Testimonios y grandes historias mínimas de abril de 2002, recién publicado por el Fondo Editorial Fundarte.
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Contra lo que insinúa el título de este libro, las historias aquí contenidas no comienzan el 11 ni terminan el 13 de abril de 2002. Pueden interpretar ese título como un ardid publicitario y por lo tanto un poco tramposo, pero tengo una coartada: es ley básica del curso de la humanidad el que nada comienza de pronto y nada muere sin avisar. Lo que sucedió el 11 tuvo causas y el desenlace del 13 tiene consecuencias. Las personas, así como los países y sus procesos, tienen un largo pasado, y éste está sembrado de hitos tan lejanos y rebuscados que pueden parecer casualidades.

Ejemplo práctico: usted no está leyendo estas líneas gracias exclusivamente a los alzamientos del 92, el triunfo del 98 y las diversas conspiraciones de la derecha. Para que usted se encuentre hoy en este trance, un camionero nacido en Mérida tuvo que desviarse de su camino un día lluvioso de 1957, y arribar sin proponérselo a una población del Guárico que no había visitado jamás (San José de Guaribe). Necesitado de información para retomar la ruta, de un café y probablemente también de cariño, se fijó en una india maravillosa que con el tiempo le dio varios hijos. El último de ellos pasó por una cantidad incalculable de eventos tan azarosos como ese, antes de ser llamado por Fundarte para que escribiera un libro de testimonios sobre la gesta popular de 2002. El 11 de abril no comenzó ese día que indica el calendario sino mucho antes, probablemente en el mástil de alguna de las carabelas.

El testimonio más antiguo que encontraremos en las páginas que siguen habla del adolescente que era en 1956 Luis Emilio Morín, un caballero que le ha pasado por el mero centro a nuestro huracán social y político desde entonces hasta nuestros días. El más reciente habla de una renuncia tardía: el periodista Leo Felipe Campos abandonando a toda carrera una empresa (RCTV) de la cual estaba hastiado, en enero de 2003.

Resulta obvio que abril de 2002 fue un episodio muy importante (tal vez el más importante, pero al fin y al cabo uno más) dentro esa larga cadena que es nuestro Proceso, la cual se remonta, según nos hemos acostumbrado a aceptar, al momento en que los europeos decidieron colonizar estos parajes.


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Algunos tropiezos tuvo la recolección de información y luego el ensamblaje escrito de este libro. Uno de ellos es de orden discursivo y resultó en una lección inolvidable: a pesar de que a los testimoniantes se les consultó casi exclusivamente sobre lo que hicieron, lo que vivieron y sintieron desde sí mismos, desde el pellejo propio que han de comerse los gusanos, a ninguno se le escapó la otra dimensión de los hechos, ese algo que fluía más “arriba” mientras el pueblo se agolpaba en Llaguno, Fuerte Tiuna o Miraflores: todos se dedicaron, en algún momento, a hablar de la historia “macro”, del papel de los militares, de la traición, de la intervención del imperio, del “golpe mediático”. Al principio lo asumí con preocupación, pues un libro que pretende registrar ese movimiento telúrico llamado pueblo no debería terminar lleno de loas y alabanzas a Chávez, Baduel y un par de ministros. Pero luego comprendí de qué se trataba: ese otorgarle créditos a la historia grande en desmedro de las historias menores no tenía origen en la excesiva adoración del héroe sino en la pura intuición histórica, ese guiño formidable del inconsciente colectivo que aquí se activó para reconocer, no de forma calculada o ensayada sino debido a cierto impulso secreto de la sangre, que quien rescató al Presidente no fue el soberano sino una acción combinada de pueblo, Fuerza Armada y descomposición moral del enemigo.

Otra peculiaridad que noté a lo largo de todas aquellas conversas es que a todos los compatriotas entrevistados se les borró el día 12 de abril. A todos, y eso me incluye; tengo la sospecha de que nos sucedió, si no a todos, al menos a buena parte de los venezolanos. Lo recordamos debido a percances suficientemente dramáticos (la autocoronación de Carmona, el asedio y agresión contra Rodríguez Chacín y Tarek William Saab, la turba sifrina frente a la embajada de Cuba), pero en un primer momento no recordamos qué hicimos, dónde estábamos. Todos los testimoniantes, al hacer el ejercicio de organización cronológica de aquellos días, confundieron el momento de la defensa de Miraflores con la jornada en que la misma multitud esperó el regreso del Presidente.

El otro escollo fue la excesiva uniformidad de los testimonios, pues estos fueron bastante parecidos entre sí: los preparativos, la llegada a Miraflores, la violencia, la retirada, la resistencia en las calles y después el júbilo. Fue preciso más de un forcejeo, más de una terapia de relajamiento con el protagonista para excitar la memoria y hacerlo dar con detalles olvidados. Si no se relaja, Alicia no hubiera recordado las palabras mágicas de su menor hijo, a quien oyó hablar por primera vez en su vida como un adulto, justo el 11 de abril; si no es frente a un inofensivo café y hablando en confianza, Jesús Arteaga no hubiera rescatado el momento horrendo en que escuchó a una periodista celebrar que el 12 Venezuela entraba en una etapa de libertad; si no le pido que deje de hablar como un locutor, el pana Carlos Ceballos no me hubiese contado nunca sobre su vecino, un sexagenario que el día 12 colapsó y se le echó a llorar de desazón en el hombro.

Es viejo el dicho: este es un país de memoria frágil.


El pueblo versus los demás


¿El pueblo? ¿Y qué cosa es el pueblo? ¿Quiénes lo integran? ¿Qué individuos o grupos quedan fuera de la definición y bajo qué criterios?

Es universalmente aceptada la noción de pueblo cuya base o punto de partida contiene estos elementos clave: porción de la humanidad sometida a explotación, exclusión, vejación y/o genocidio por parte de hegemonías o potencias políticas, militares y económicas. El pueblo es el ente colectivo depositario de las injusticias más antiguas y crueles de la historia. En esa definición básica la presencia de su opuesto, las hegemonías, hace que la multitud informe se vea con algo más de nitidez: el pueblo es esa mayoría cuyo trabajo, segregación y exterminio han garantizado históricamente el confort de unas minorías. Espero sepan perdonar la relación con el concepto de clase social desarrollado por varios marxismos.

Acotaciones que sirven como complemento: temas raciales, conciencia de clase, individualismo; proclividad, actitud y aptitud frente a la rebeldía, intuición histórica.

Este libro pretendía ser apenas un compendio de relatos sueltos y más o menos inconexos, pero terminó siendo un registro de los dos últimos ingredientes: de cómo una parte del pueblo, la que ha captado intuitivamente el mensaje de un proceso en marcha, un liderazgo excepcional y una Revolución posible, echó mano de su natural libertario y contribuyó con la continuación de una tarea que la hegemonía económica venezolana estuvo a punto de truncar, específicamente los días 11 y 12 de abril de 2002.

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Un poco más tarde, en octubre de ese mismo año, un grupo de militares se instaló en la plaza Francia de Altamira, en Caracas, y mediante una truculencia retórica quisieron asumir para sí la condición de pueblo. Invocaban para ello el artículo 350 de la Constitución vigente:

El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos.

En un país acostumbrado por siglos de historia patria y narraciones oficiales (y también por una sólida cultura televisiva y cinematográfica, aporte del siglo XX a la formación de nuestros códigos sociales, a nuestra conducta ciudadana) a que el protagonista es un hombre con “voz de mando”, rara vez una mujer o un niño y casi nunca un pueblo, tenía que resultar verosímil (aunque incómodo) el que semejante aberración estuviese ocurriendo, y que tanta promoción tuviera de los medios.

Aunque no era genuina, parecían genuinos la actitud y el pronunciamiento de aquellos sujetos, precisamente por la costumbre mecánica y automática de emparentar protagonismo con héroe blanco, altivo y de uniforme. Allí estaban y eran reales: especímenes de gestualidad señorial, acostumbrados a mandar y a imponerse, blandiendo la Constitución e invitando a la gente a derrocar al Gobierno. Lo incómodo e inaceptable permanecía semioculto en aquel escenario de perifollo, y sólo la intuición histórica de un pueblo tenido por ignorante pudo ponerlo en evidencia, y a la postre derrotarlo: aquellos hombres y sus seguidores no podían ser pueblo precisamente por lo señorial, por la propensión a mandar y a ser obedecidos, por la blancura de sus ademanes y por lo falso que la palabra pueblo les sonaba al pronunciarla.

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Y, finalmente, ¿qué es eso de intuición histórica? ¿Por qué pesa tanto y por qué no tiene sinónimos fáciles? Un buen ejercicio para percibir este otro concepto extraño y nebuloso es fijarse en ese grupo humano, dentro de Venezuela, que cumple con los “requisitos” para ser considerado pueblo, y que en aquellas horas dramáticas estuvo del lado de la reacción y de las hegemonías en el trance del derrocamiento del Presidente de la República. También hubo pueblo del lado de los enemigos del pueblo en 1814 y sus alrededores: como todas las luchas en las que se definen los grandes cambios la guerra de independencia fue una matanza entre hermanos, y el año de Boves debe ser recordado como aquel en el cual una parte del pueblo activó una democracia primaria y brutal para arrasar a otra, la que quiso ubicarse o quedó ubicada del lado de la dominación, en el lado perverso de la historia.

La intuición viene a ser entonces el factor que informa y convence a una parte de la masa de cuál es el tiempo histórico que surge o insurge y cuál el que se queda atrás. Bolívar, revolucionario a punta de tanto indagar y soñar pero conservador en esencia, por origen y por definición, estaba rezagado, confundido en sus todavía informes nociones de patria y revolución, hasta que Boves le enseñó, mediante lecciones de espanto, qué cosa es democracia y cómo funciona la rabia de los oprimidos. Ningún valor histórico hay que otorgarles a las falsas banderas que Boves decía defender. Las únicas coronas que sus huestes tenían entre ceja y ceja eran las del degüello, la violación y el saqueo, venganza primitiva en una guerra primitiva. El espíritu que despertaba en aquellos campos nada tenía que ver con cortes, castillos ni reyes. Llamarse realista fue para aquellas hordas el primer acto de invasión y usurpación a la brava: el cimarrón se apropiaba del título de defensor del rey con la misma actitud con que hacía suya a la doncella. Violo los títulos sagrados y después violo a sus féminas.

Bolívar no comprendió del todo este raro entresijo que unía a pueblo y a antipueblo, y tampoco ese otro llamado insurrección popular, hasta que sobrevino la batalla de Urica. La revelación le llegó luego de una muerte fundacional: algo muy extraño, una misteriosa anomalía de la historia tenía que estar produciéndose, para que a un ejército le mataran al jefe de un lanzazo y sin embargo el ejército continuara su labor de exterminio hasta ganar la batalla.

La salida más fácil para la historiografía, ante el fenómeno de Urica, ha sido repetir la idea canónica que pretende ensalzar al héroe por encima del colectivo: es más cómodo y políticamente correcto sentenciar que el terrible asturiano ganó incluso la batalla en la cual le dieron muerte, que reconocerle al pueblo su primera victoria en una batalla sin necesidad de jefe. Entre la figura de un conductor (incluso éste, reducido o elevado a monstruo por la convención) y la de un elemento integrado por miles de rostros y el doble de manos, es preferible confrontar al individuo. Personalizar en él el miedo, las rabias y la admiración, en lugar de nombrar siquiera al sujeto colectivo.

Un poco más de detenimiento y uno termina dando con la pista correcta: Urica demostró que un pueblo enfurecido es capaz de ganar batallas incluso cuando su líder o jefe circunstancial ha muerto.
O cuando lo secuestran y confinan en La Orchila con alguna intención inconfesable.

domingo, 8 de abril de 2007

Poder de disuasión

Dudo que en toda Venezuela consiga el conductor que sale a viajar (es decir, a jugárselas a ver si regresa vivo de su viaje) una advertencia tan conclusiva, diáfana y lapidaria como esta:



El letrero se encuentra a varios kilómetros de San Carlos, estado Cojedes, rumbo a San Rafael de Onoto (Portuguesa). Quiero decir: se encontraba, porque al regresar tres días más tarde pudimos ver que el letrero había sido derribado... por un vehículo que se salió de la carretera justo en ese punto. Hay otros idénticos en varios lugares de Cojedes, pero este en particular, el de la fotografía, quedó partido en dos. No nos detuvimos a tomar esa fotografía.
Parece que el poder de disuasión que da la contundencia no es suficiente para evitar tragedias. Seguiremos muriendo en las carreteras del país mientras averiguamos qué otra cosa hace falta.
Por supuesto, ya vendrán los sabios de la derecha a explicarnos que Chávez es el responsable de esas muertes. Al igual que la locura homicida de la proliferación automotor, la enfermedad del Todo-es-culpa-de-Chávez parece que tampoco tiene cura.

miércoles, 4 de abril de 2007

Casi toda La casa del Perro y reflexiones sobre abril

Usted la recuerda. Usted la extraña. No se haga el loco: usted quisiera estar leyendo La casa del Perro, pero cuando pulsa sobre el enlace aparece una vaina de Banesco o un recuadro a manera de epitafio que informa dizque Not found.
Usted suspira por aquellos debates a veces de altura y a veces primarios. Recuerda las mentadas de madre, las contradicciones del autor y de los visitantes, las espantosas erratas, los ataques gratuitos. A usted eso no se le olvidará jamás.
En fin. Acabo de descubrir que existe un servicio o sistema donde usted puede recuperar entradas antiguas, blogs completos o semicompletos así los haya borrado. Me pegué a él desde Alexa y obtuve un archivo bastante completo de la entrañable Casa donde yo ladraba. El sistema de llama Wayback Machine y este es el enlace:

http://web.archive.org/web/*sa_/http://casadelperro.blogspot.com

Las fechas que verán en la lista remite a actualizaciones del blog en períodos específicos. No entiendo por qué razón, el sistema sólo registra las actualizaciones desde agosto de 2005 hasta el 22 de mayo de 2006. La casa del Perro fue descontinuada y suprimida de la red unas horas después de conocerse los resultados de la elección presidencial del 3 de diciembre de 2006, por consideración y lástima hacia los fans de "Elbú" Rosales.
Ya que estamos en eso y también estamos en abril, le recomiendo entonces pulsar en el enlace de arriba la fecha correspondiente al 15/04/2006 (también puede hacerlo en este otro). Allí encontrarán mis reflexiones de ese momento sobre el drama de 2002, las cuales no han variado, y también una crónica sobre los padres de Gonzalo Jaurena, quien hoy 4 de abril cumple 18 años de asesinado por la "democracia" que ciertos hijos de puta añoran.
Acá al lado, en la columna de la derecha, tienen también una pestaña titulada CasadelPerro, que contiene varios de los artículos publicados en ese blog. Pero una cosa es ver el texto copiado y pegado y otra muy distinta ver al bicho resucitado o al menos aparecido, como un fantasma incómodo.

Pequeño problema: no pueden abrirse los cuadros de los comentarios. Pero no importa. Todos cuantos entraron allí a convencerme o acusarme de algo salieron coñaceados y revolcados. Es sabroso tener la razón.

martes, 3 de abril de 2007

El cura sádico de Barquisimeto

Hace dos años tuvo lugar en Barquisimeto uno de esos hechos que lo llenan a uno de esa clase de rabia que llega y se instala allí para quedarse: es imposible volver a dormir tranquilo cuando uno se entera de que un hombre abusa sexualmente de un niño de cinco años, y que la Justicia se empeña en dar todas las vueltas y maromas posibles para que ese coñoemadre permanezca en libertad, o al menos sin ser condenado.

El autor de la salvajada es sacerdote; en algún momento del juicio se descubrió que el caso de Barquisimeto es apenas uno en su currículum, pues al ver al sujeto detenido y reseñado otras madres se animaron a denunciarlo por casos anteriores. Poco que hacer: es difícil demostrar una violación años después de sucedida, pues no queda evidencia viva a la cual acudir. Es la palabra de la víctima contra la del victimario, y en este caso la del victimario vale más porque todo lo que un hombre de sotana suelta por la jeta es sagrado e irrebatible. ¿Verdad, Castillo Lara? ¿Verdad, Dupuy? ¿Verdad, Porras?
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La alta jerarquía eclesiástica de este país lo apoyó incondicionalmente cuando estalló el caso en los periódicos y ahora, cuando se ha anunciado que la rata que hoy nos ocupa puede salir en libertad debido al retraso en el proceso, sigue haciéndolo. Ha dicho el arzobispo de Barquisimeto: “Él sigue gozando del apoyo de la arquidiócesis. Todos estamos convencidos de que es inocente”.
Según los sagrados pontífices de este país, aquello no fue sino una “venganza política” contra el susodicho cura marico. Al parecer este bicho se aplicó a cacerolear y a azuzar a la gente que iba a su iglesia para que se uniera al sabotaje de diciembre 2002, y se cree o lo creen tan importante que, al verlo acorralado y descubierto, la Iglesia se sacó de la manga esa tremenda carta: no es que el tipo sea un violador, es que el Gobierno lo está persiguiendo porque es un héroe y Chávez tuvo que inventarle un cuento para que no le restara popularidad.

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Hemos leído en el diario Panorama que el cura sádico permanece en el internado judicial de San Felipe, en Yaracuy; allá fue a visitarlo su pana el arzobispo de Barquisimeto, otra joya más de apellido Chirivella, y miren qué tierno el comentario que hizo: “Le asignaron una buena habitación, aunque es estrecha, pero duerme tranquilo”.

¡Pobrecito, nojoda! Un cuarto tan estrecho para ese pobre hombre. ¿No se dan cuenta que Dios necesita un espacio más grande y le será entonces muy incómodo ir a visitarlo? Yo les pido formalmente a las autoridades de la Dirección de Prisiones que saquen enseguida a ese tipo de allí urgente. Creo que los pasillos abiertos y llenos de hombres hacinados que hay en cualquier cárcel pueden sentarle bien. Además, él necesita estar entre pecadores. ¿Cómo si no va a predicar el bien y a salvar almas? ¿Por qué tienen aislado a ese risueño pastor que, por lo demás, ha demostrado tenerles un cariño fuera de serie a los niños?
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Esto es contigo, Castillo Lara. Esto es contigo, Baltasar Porras. A mí me parece que ustedes andan así como equivocados al querer convencer a la gente con ese cuento de que aman la paz, la pureza y la virtud del ser humano. Uno entiende que entre bomberos no se pisen la manguera y entre curas no se pisen la sotana, pero en el caso del cura sádico de Barquisimeto se les ha ido la mano. A ti, Castillo Lara, que tan larga has demostrado tener la lengua a la hora de empatarte en la fantasía de los Poleo y soltarte a decir que te declaras en desobediencia, ¿no sería bueno que clamaras así de alto y así de recio y así de audaz contra ese aberrado? ¿No te parece, viejito jodedor, que antes de limpiar la casa de los demás debes tener limpia la tuya propia? ¿No te da pena, bicho? ¿A cuánta gente has de mandar a partirse el lomo en guarimbas y demás mamelucadas para que el horrendo caso del cura marico de Barquisimeto, que en breve estará libre en las calles, pase por debajo de la mesa?

Octubre 2005

lunes, 2 de abril de 2007

Vísceras, bilis y cerebro (que también califica como víscera)

Aquí al lado, a la izquierda, encontrarán un enlace al foro de debates de este blog. Seguiré "filtrando" los comentarios para cada entrada, pero ahí al lado podrán echar para afuera todo eso que los carcome, y también las inquietudes genuinas (quienes las tengan, o mejor dicho, quienes quieran y sepan cómo expresarlas).
Por supuesto que las reglas son las mismas que ya ustedes saben:

  • Ataques personales y gratuitos contra foristas, incluyendo al moderador, van pa fuera. ¿Qué es un ataque personal y/o gratuito? Va un ejemplo. Usted opina que Eduardo Lapi es un asesino hijo de la gran puta. Si un forista que no sean Lapi, su familia o su abogado, viene a insultarlo a usted por tener esa opinión, está atacándolo gratuitamente. Lo mismo si a usted le zampan un insulto personal por opinar que Chávez es un buen o mal presidente, por oponerse a la masacre que prepara EEUU contra Irán, y cosas por el estilo.
  • No respondo interrogatorios ni interpelaciones. Aquí vienen unos cuantos idiotas que se acaban de leer los diálogos socráticos o que ven muchas series gringas de esas donde los interpelados sólo pueden decir "Sí" o "No", y quieren venir a aplicarme esas fórmulas para silenciar oligofrénicos.
  • No me hago responsable por los crímenes de Hitler ni de nadie más, háyanse perpetrado estos en la vida real o sean producto de la mente enferma de algún forista envenenado por Globovisión o por Noticiero Digital.

La gráfica que acompaña esta invitación, y que estará también fija allí al lado, donde se enlaza la página del foro, es la obra de Enver Cepeda, Homenaje a Llaguno. La he colocado allí como un recordatorio de las cosas que suelen pasar cuando decidimos no debatir con argumentos, o cuando nos hemos cansado de hacerlo y queremos pasar a otros estadios de la inevitable confrontación de clases.

domingo, 1 de abril de 2007

Lapi y la "justicia"

Cuando yo leo o escucho "Lapi" mi cerebro activa cierto mecanismo de alarma y me hace entender, casi como un sentimiento autogenerado, qué cosa es la injusticia, qué cosa es la impunidad, qué cosa es el asco.
Con la zeta al final, el fonema debería remitirme a la niñez debido a la evocación de los Mongol. Pero ya no hay remedio. Lapi me trae a la memoria un caso de asesinatos en serie, el increíble retorcimiento judicial que permitió que sus asesinos (incluyendo a Lapi, autor intelectual de los mismos) quedaran impunes, y la absolución "moral" de la cual gozó gracias a un compadre suyo y al poder de los medios.
Hacia 1998 transmitían por televisión (por su Erre-Ce-Te-Ve) un programa llamado "Justicia Para Todos", una farsa mediática (reality show, lo llaman, con la esperanza de que suene más elegante) consistente en que dos personas o bandos en pugna simulaban ante las pantallas un juicio oral como los que uno ve en algunas series gringas. Por lo general eran gente del común, muy pobre la mayoría, que al desnudar sus miserias en pantalla frente al seudojuez, un bobo alegre llamado Julio Borges, desnudaba también la miseria de un gentío con problemas similares o meras ansias de verle el hueso a los demás. En el momento más esperado del programa, el Borges vejaba y le gritaba repetidamente "¡Usted se calla!" a la persona que se le iba antojando culpable.
Un espectáculo grotesco. Pobre contra pobre; un pobre salía de allí inculpado, un pobre salía airoso pero señalado y el super juez Julio Borges salía con una imagen pública de héroe de embuste, y también con la cuota inicial del nombre de un partido político. Primero Justicia se construyó sobre el trámite de la destrucción moral de docenas de ciudadanos.

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Un día la cosa prometía cambiar porque ya no se trataba de un caso de pobre contra pobre, sino de un puñado de madres adoloridas contra el entonces gobernador de Yaracuy, Eduardo Lapi, mafioso de mierda y asesino en serie. El caso a ser ventilado en el programa era real y doloroso: las múltiples ejecuciones judiciales (asesinatos, ajusticiamientos sumarios, fusilamientos) en contra de varios jóvenes a quienes la policía del estado etiquetó como delincuentes y condenó a muerte sin fórmula de juicio. Porque todas las policías son así: criminales, brutales, inhumanas. Una de aquellas viejas, destrozada por el asesinato de sus dos hijos, me contó después, allá en El Nacional, la tremenda impresión que le produjo el ver a dos metros de sus narices, en la antesala del set de RCTV (tremendo canal, ojalá que no lo cierren) , como el asesino Lapi y el "juez" Borges se unían en profundo y fraternal abrazo. Los tipos se conocían de antes o de atrás, habían estudiado juntos. La escena estaba servida para el "Justicia Para Todos". Para todos los poderosos hijos de la gran puta de este país.
Ni falta hace recordar el curso del programa: el "¡Usted se calla!" no era para el acusado sino para las madres acusadoras. Al final quedó claro qué entiende la derecha por "Justicia": las acusadas fueron las madres por atreverse a acusar a semejante hombre probo, y quien quedó absuelto por el inmenso poder de los medios fue Lapi. Ni modo: si dicho coñoesumadre fue absuelto por la justicia formal no cabía esperar otra cosa de una justicia de utilería made in RCTV. Lapi Lapi Lapi: cero. Otro tierno juego de palabras infantil que ahora asocio con ideas de repulsión, por culpa de este par de mamagüevos que pretenden todavía controlar las instituciones del Estado.

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Lapi ha sido ayudado a salir de la cárcel por el mismo sistema de justicia que lo absolvió en la vida real. Este país sigue lleno de las mismas policías corruptas, los mismos seudojueces, los mismos seudoperiodistas que ahora celebran la fuga de este criminal como un logro de las "fuerzas democráticas". Aquí huele a Revolución, pero ese olor todavía viene de lejos.
Cada vez va siendo más necesaria la activación de la Misión Boves. Estén pendientes, que esa va. Este sistema hay que derribarlo, o al menos depurar sus ruinas si es que vamos a construir otro. Barrer la podredumbre que nos legó el Estado burgués, y contra la cual no podremos hacer una Revolución, y ni siquiera un Gobierno decente, si seguimos respetando las leyes de aquel Estado.
Somos y seremos chavistas hasta la muerte. Pero antes de que esta tenga lugar hay unas tareas pendientes por cumplir. Ya tendrán noticias.