domingo, 2 de marzo de 2008

Homenaje a Héctor Serrano; cese la represión contra el 23 de Enero

Esto pretende ser un breve tributo al caballero que falleció en la colocación de un explosivo contra la sede de Fedecámaras, Héctor Serrano.

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Héctor Serrano no era un agente de la CIA, como dicen por ahí una cuerda de mamagüevos que creen estarle haciendo un favor al Gobierno divulgando especies estrambóticas y retorcidas. Tampoco es un terrorista al servicio del Gobierno, como decidió divulgar la mierda en pasta de la derecha venezolana.

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Héctor Serrano fue un camarada impulsivo, voluntarista y voluntarioso que cometía errores, como todos nosotros. La única diferencia entre ese compa y uno mismo es que yo he cometido errores graves y he tenido la oportunidad de pagarlos y vivir para contarlo; él cometió este error y (qué le vamos a hacer) ese error fue mortal. Si hubiese sobrevivido a ese error seguramente a esta hora le estaríamos diciendo: “¿Pero tú estás loco, gran carajo? ¿No ves que cada acto de estos se le achacarán al Gobierno así éste salga a reprimirte y encarcelarte?”. Pero ese caballero está muerto y a estas alturas, visto el desenlace, no queda sino hacerle un reconocimiento: Héctor Serrano murió en su ley. Se jugó en la ruleta de la vida la posibilidad de armar un verguero colocándole un explosivo a Fedecámaras, y la suerte le fue adversa.

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Héctor Serrano no era un experto explosivista sino un sujeto sin destreza alguna en la manipulación de este tipo de materiales y sustancias. Pero esto no les dice nada a quienes hoy se mean sobre su cadáver con sus “inteligentes análisis”: para los hijos de la gran puta del chavismo y del antichavismo que se han ocupado del asunto, Héctor Serrano era un terrorista de la CIA o un terrorista de la Metropolitana, según el marico o burra que esté declarando. Tampoco les dice nada el hecho de que cualquiera obtiene una chapa de ese cuerpo policial en estado de descomposición. El antichavismo se gozará por mucho esa fiesta. Por varios meses o años culparán al Gobierno por este atentado, o por no reprimir al pueblo chavista más de lo que lo reprime.

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Héctor Serrano es un hombre que no sólo soñó, como muchos de nosotros, con meterle un niple por el culo a la cantidad de hijos de puta que sometieron a burlas y a increíbles vejaciones al cadáver de Danilo Ánderson, sino que además se aproximó a su anhelo: no le metió en el niple en el culo a nadie pero le volvió mierda la fachada del edificio al emblema y foco purulento de ese cáncer llamado gremio empresarial venezolano. Yo he soñado con tener cara a cara a uno de esos ricachones y meterle una patada en las bolas o zamparle un tiro en su inmensa barriga llena de mierda, pero es probable que no lo haga nunca. Porque uno en el fondo, aunque se diga iconoclasta a irreverente, tiende a obedecer a ciertos convencionalismos y a normas morales.

También es probable que uno sea un cobarde, un carajo indeciso y falto de decisión para dar pasos graves y dramáticos como ese de asesinar a un miembro de ese clan enemigo que esclaviza, humilla y jode a los pobres esclavos en este puto país capitalista.

Acúsenme de cobardía, eso es. Pero al menos trato de actuar distinto a los “analistas” que en lugar de reconocerle valor al camarada muerto van y le zampan una etiqueta sin que les importe una mierda el dolor de sus familiares.

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Esto no consiste en un homenaje a su acción ni una declaración de apoyo o acuerdo con el acto de colocar bombas para amedrentar o intimidar.

Es simplemente el reconocimiento de que ese ser humano fallecido tuvo el valor de realizar un acto que es expresión de la rabia de un pueblo. Un pueblo a quien los poderosos, los medios en manos de los poderosos, y los pobres bobos que sirven de instrumentos y repetidores del discurso de los poderosos, suelen humillar, insultar, ningunear, reducir a la condición de sujetos que actúan sólo por una paga.

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Danilo Ánderson fue despedazado por un kilo de C-4 y quienes organizaron ese asesinato, el crimen político más espantoso del último medio siglo en Venezuela, son héroes de la televisión de derecha, viven en Miami o se están gozando en sus mansiones el fruto de su hazaña.

Un hombre y alguno que otro grupo organizado de la parroquia 23 de Enero se movilizan para protestar contra el enemigo que nos masacró con particular saña el 11 y 12 de abril, y ahora el 23 de Enero vuelve a ser blanco y objetivo de esa práctica absurda del allanamiento y la persecución.

Señores de los cuerpos de “seguridad” e “inteligencia” (así los llaman, no tengo la culpa): el enemigo de esto que queremos construir no está en el 23 de Enero.

¿Hará falta otro bombazo para que entiendan, cuerda de güevones, que el verdadero enemigo huele a perfume y usa bombas más poderosas que un maldito niple?

3 comentarios:

Ivan Sotomayor dijo...

Saludos, Duque.

"Yo he soñado con tener cara a cara a uno de esos ricachones y meterle una patada en las bolas o zamparle un tiro en su inmensa barriga llena de mierda, pero es probable que no lo haga nunca. Porque uno en el fondo, aunque se diga iconoclasta a irreverente, tiende a obedecer a ciertos convencionalismos y a normas morales."


Lo que pasa, Duque, es que ud. y yo somos personas que pensamos con la cabeza fría: siempre con la tendencia a sortear las situaciones de la menor manera posible y sin "irresponsabilidad".

Todavía estamos atados (y no es que sea del todo malo) a valores morales pacifistas y humanistas que nos hacen reconocerle al enemigo su derecho de existir.

Nosotros no somos hombres genuinamente libres...

Nosotros no somos guerrilleros.

Hasta la victoria siempre.

Valodia dijo...

Camarada, me solidarizo y hago mías sus palabras en este caso.

Enhorabuena! Excelente su manera de escribir: creativa, simple y llana, pero sobre todo combativa!

Lo invito a pasearse un rato por mi blog, su blog, para que se aburra un rato!

http://valodia1917.blogspot.com/

Saludos!

Anónimo dijo...

“…Y bien. ¿Cómo debemos enfrentarla? ¿Con el lenguaje franciscano de las florecitas y con el balido de una oveja perdida?”

“…Esta sociedad es implacable, feroz y rígida contra todos nosotros y nosotros tenemos una culpa grandísima que es precisamente ésta: no ser lo suficientemente implacables contra ella…”

“…Una extenuada minoría que comprende en toda su integridad esta tragedia humana, que en vez de las lágrimas- tienen ya la mirada seca de tantos sufrimientos- no vierten otra cosa de los ojos que relámpagos y destellos, en vez de disentir y de criticar y de lanzar al viento inútiles imprecaciones, se han prefijado encaminarse por las sendas más desconocidas de esta tierra sublevándose ellos mismos sin esperar el despertar de los otros.”

“…Ellos son como el anunciador toque de diana. Son ellos mismos los atalayas corajudos que avanzan hacia el desierto de la incomprensión para buscar aquel oasis donde poder saciar todas las aspiraciones insatisfechas y encontrar un suelo fecundo del cual emanen las esperanzas y promesas” Severino Di Giovanni


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Estos son fragmentos de un texto de Severino Di Giovanni; el “idealista de la violencia”, el anarquista de la dinamita vindicadora, de la propaganda por el hecho, uno de los máximos representantes de los “anarquistas expropiadores” y de los “anarquistas terroristas” en América latina, revolucionario y rebelde que muere frente a un pelotón de fusilamiento gritando “viva la anarquía” helándole la sangre al pelotón.

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“…¡Acción!

“…La marea alta de la reacción internacional no hace otra cosa que subir vertiginosamente. Amenaza con arrollar irremisiblemente todas nuestras defensas.”

“…Ella, la reacción negra y sanguinaria, cínica y homicida, sádica y obscena, se ha encaminado a gran carrera con las perspectivas de nuestras metas para aterrar, aniquilar, incendiar, matar todo brote de resurrección.”

“…Podemos -si queremos- triturar la prepotencia de ellos bajo la poderosa maza de nuestra santa ira, aplastarla y arrollarla con el alud de nuestra rebelión.”

“…Martilleemos furiosamente todas las paredes de la opresión. Grabemos en nuestras armas vindicadoras el grito de ¡Acción! en todas las murallas de la defensa estatal.”

“…Formemos y entretejamos en nuestra sangre y en nuestras fibras la nueva conciencia rebelde que deberá hacer resurgir nuestra vilipendiada y escupida dignidad.”

“…Elevemos con todas las fuerzas de nuestros seres la llama de la fe, la luz del ideal, la virtud revolucionaria que han sido siempre las mejores esperanzas de nuestro movimiento.”

“…¡Y a accionar!”

“…Para vindicar a todos los caídos, para liberar a los amenazados por la rabia de todas las reacciones”

“…Tengamos siempre presente que los caídos, los mártires, los héroes, la idea, sólo se honran con esta palabra: ¡Acción!” Severino Di Giovanni



Salud, alegría y anarquía
Luis TB(A)SM