viernes, 28 de marzo de 2008

La SIP, la libertad y las responsabilidades

Existe, más allá de los mares, más allá de las fronteras y más allá de la ética, una cosa llamada Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), especie de club de viejos verdes, propietarios todos ellos de medios de comunicación. Tras muchos años sin nada de qué ocuparse (los dueños de los medios han sido por décadas los dueños de nuestros pobres países, así que la vida les languidecía fácil y sabrosa) saltó al ruedo el fenómeno que les ha llenado la agenda: ahora no saben hablar de otra cosa que no sean Chávez, la Revolución bolivariana y los esfuerzos por la integración latinoamericana protagonizados por Cuba y Venezuela.

Vista en perspectiva, la situación resulta interesante, y para las almas descuidadas pudiera resultar también sana: aquel combo de momias que antes se reunía sólo para sobarse mutuamente el ombligo ahora le han encontrado una razón de ser a sus reuniones periódicas: luchar contra Chávez y contra el comunismo. Ganada la lucha contra el ocio. Y algo más: ha servido este “renacer” de la SIP para que algunos venezolanos antichavistas viajen como nunca antes, se den a conocer allá afuera, vendan en los auditorios mayameros una imagen seductora de perseguidos: ¡qué atractivo resulta para la gusanera un bichito empaltosao asegurando en público que Chávez lo quiere matar, cará!

Pero para nosotros, curiosos vigilantes de las andadas de la derecha convertida en show ambulante, la situación tiene otro valor: cada vez va quedando más claro que las fuerzas que se han activado contra Venezuela y contra el relanzamiento de nuestra identidad, no son fuerzas que ejercen una oposición digna que reacciona desde lo latinoamericano, sino simples piezas de las cuales se vale Estados Unidos para intentar permanecer aquí en plan de dueños de almas y riquezas. Triste rol el de las marionetas.

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Mi percepción del asunto era, grosso modo: “es mentira que los dueños y directivos de los medios sean responsables de lo que dicen y hacen sus periodistas: éstos saben lo que dicen, saben cuál es la función de sus manipulaciones y mentiras en la guerra actualmente en curso”. Debo rectificar en este momento, y precisar que, aunque cada uno de ellos debe (o deberá, o debería: la impunidad es el mayor privilegio de la derecha y el sifrinaje de este país) responder por sus crímenes contra el país, contra el periodismo, contra el honor de las personas y contra la verdad, es preciso establecer diferencias, sobre todo de jerarquía, entre los payasos y los dueños del circo. Cierto que más de un payaso ha escalado posiciones, pero siempre hay que saber distinguir entre el maquiavelismo y el comemierdismo más pueril; entre la mente avezada que sabe cuánto daño puede hacer su discurso, y el pobre pendejo que se lanzará a asaltar a Miraflores creyendo que al frente de la tropa marchan sus comandantes (no, nadie recuerda ya el 11 de abril).

En concreto: hay diferencias claras entre el papel conspirativo de Nelson Bocaranda y el gafo del Unai Amenábar; no es lo mismo la histeria ilustrada de Marta Colomina que la histeria mongólica de las reporteras y anclas de Globovisión; no están en el mismo paquete el refinamiento cortesano y jalabolas de Julio César Pineda y la falsa sabiduría, tirando a retraso mental severo, de la redacción de El Universal en pleno; no es lo mismo un rolitranco e Teodoro como el Petkoff o un increíblemente Roberto como el Giusti, y un pobrecito Osío como el Cabrices. Si le echan bolas, los segundos pudieran llegar a ser como los otros en el futuro. Pero todo parece indicar que no será así: güevón es güevón de nacimiento y así se queda hasta que se muera.

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En ese abismo cualitativo que existe entre uno y otro grupos pergeña una fauna de bolsas, atorrantes, mojoneaos y trepadores de oficio, militantes o herederos de aquella generación boba que mancilló a los 80, y que hoy hace el papel de segundona por mucho que se disfrace de protagonista. Algunos de ellos conducen programas muy vistos o escuchados en su círculo social, escriben a veces, se dejan ver en fiestas, cocteles o algún que otro foro. Son esos infelices que no fueron tan bien formados como para ser manipuladores estelares tipo Petkoff, Giusti o Bocaranda, pero están un poquito por encima de los reporteros rasos que repiten como loros y nada más que eso. Tienen hasta nombre: César Miguel Rondón, Elizabeth Fuentes, Kico y sus dos cauchos de repuesto, el Miguelito de RCTV, la María Párraga.

Los tres grupos han perpetrado infinitas coñoemadrías desde sus tribunas propias o prestadas, y seguirán perpetrándolas. Y el Gobierno, a estas alturas, está atado de manos: o permite que estos sujetos y sus jefes lo llenen de sombras, o le caerá encima una acusación de genocidio si intenta un día darle un palmetazo en el dorso de la mano a alguna de estas joyas.

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La SIP suele implorarle a la OEA que “vigile a Venezuela”. Y “vigilar”, en ese organismo que todavía le tiembla a Norteamérica aunque ya se hayan atrevido a votar contra algunas de sus propuestas, significa enviar aparatos gringos para que vengan a acabar con esto a cañonazos. Tan predecibles son que ya sabemos qué ocurrirá durante su reunión acá en Caracas: seguirán reforzando la fábula de que en Venezuela no hay libertad de expresión y que los periodistas son perseguidos. A nosotros aquí dentro nos da risa porque vemos y sabemos qué cosas ocurren en realidad en materia de prensa. Pero allá afuera hay gente emocionadísima porque, interesada como está en hacer ver que esto es una dictadura, ha encontrado en los propagandistas del martirio unos agentes importantes de preparadores del escenario final: mientras haya un Globovisión y unos alegres viajeros diciendo que aquí la cultura y los intereses gringos están en peligro, habrá allá quien les financie la lengua y las mentiras.

jueves, 13 de marzo de 2008

Así terminará el plan “Negocia con la burguesía”; así terminará la revisión de las supercomputadoras de Uribe

Hace poco Chávez habló de “negociar con la burguesía e inculcarle sentimientos nacionalistas” como un acto que no niega el hecho de hacer una revolución. Dijo además que no fueron vainas de él: lo aprendió de Lukashenko y de Fidel Castro. Sería muy mezquino no reconocerles, a él y a los funcionarios ejecutores de su Gobierno, que durante este primer trimestre de 2008 se han dedicado a serles fieles a ese principio, o más bien a esa estrategia. Después de saludarle y desearle todo lo mejor para su familia, paso a decirle que el objeto de la presente es hacer una tímida aproximación a la pegunta: ¿cuál es el fin de esa estrategia? Y esta otra, más amarga: ¿sabrán Chávez y el Gobierno que ese fin (si es el que sospechamos) no será logrado?

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Hace unas pocas semanas el Presidente y varios personeros de su entorno se declararon opuestos a la acción repudiable de grupos anárquicos (creo que también nos llamaron “anarquistas”: ¡gua!) que, en lugar de acatar dócilmente las líneas del líder, se dedicaban por su lado a hacer vainas al margen del gusto de los señores ministros. Y vaya, uno acepta el regaño cuando la acción objeto del reproche tiene que ver con explosivos o violencia. Pero caramba. Que a la gente se le señale por marchar y concentrarse 1) para protestar contra Globvovisión; y 2) para homenajear al pueblo rebelde que se alzó el 27-F-89, ya comienza a sonar raro.

Quiero recordar, por cierto, lo que sucedió el 27-F-2008: varios grupos organizados convocaron a esta marcha y la misma fue desautorizada pese a haber sido solicitado el permiso respectivo hacía semanas. En cambio, los estudiantes de derecha sí fueron autorizados a marchar el mismo día, a la misma hora y desde el mismo sitio. Así que los “anarquistas” y anárquicos somos más despreciables que los niños neonazis que marcharon para protestar porque la Universidad ha de llenárseles de negros, por la suspensión de las pruebas internas. Eso se llama hacerle concesiones a la burguesía: nueva línea maestra del Estado revolucionario.

Hace unas horas se anunció que serán desalojadas las personas que han tomado (invadido) edificios y terrenos ociosos en Caracas. Hace cuatro años esas tomas (invasiones) eran consideradas por los gobiernos municipales y el nacional actos genuinos de un pueblo con derecho a los espacios de la ciudad. Hoy son consideradas perturbaciones pues hay delincuentes en las invasiones (como si en los edificios de Los Palos Grandes, La Lagunita y El Cafetal no se planificaran y perpetraran crímenes contra el pueblo y las instituciones). Eso se llama hacerle concesiones a la burguesía: nueva línea maestra del Estado revolucionario.

Hace unas horas también fueron desalojados de un fundo en Yaracuy varias familias de campesinos, que se instalaron allí en cumplimiento de su derecho natural y constitucional a convertir un latifundio en tierra productiva. Hace cuatro años esas tomas (invasiones) eran consideradas por los gobiernos municipales y el nacional actos genuinos de un pueblo con derecho a trabajar la tierra. Hoy son consideradas perturbaciones del “orden” y atentados contra la propiedad privada. Hay una Ley de Tierras sobre la cual se mean los terratenientes cada vez que les provoca. Eso se llama hacerle concesiones a la burguesía: nueva línea maestra del Estado revolucionario.

Hace unas horas (¡también!: el día miércoles 12 de marzo de 2008 fue un día muy activo de negociación con la burguesía) el Gobierno tuvo largas jornadas de conversaciones con los “sectores productivos” (las burguesías, los empresarios, los dueños de los medios de producción, los artífices del exitosísimo plan de desabastecimiento artificial que sufre Venezuela: los dueños del país). Esto puede interpretarse como sea, pero para mí tiene un solo nombre: al Gobierno lo convencieron de que no es posible satisfacer la demanda de alimentos en Venezuela sino mediante mecanismos y políticas CA-PI-TA-LIS-TAS. Hace unos meses el Gobierno amenazaba con expropiar, con meter presos a los acaparadores, con crear un sistema alterno de producción y distribución, con satisfacer la demanda de alimentos a punta de importaciones. Hoy, el Gobierno acepta escuchar a esos acaparadores y conspiradores y termina convencido de una falacia horrenda, gigantesca, aunque convincente porque suena a concertación y diálogo: “Es preciso crear una mesa de trabajo, donde el Ejecutivo nacional y la industria privada puedan discutir en forma abierta sobre la producción de alimentos y buscar soluciones”. Las palabras pertenecen al presidente de las Empresas Polar, Lorenzo Mendoza (El Universal, 13 de marzo de 2008).

Eso NO se llama hacerle concesiones a la burguesía (nueva línea maestra del Estado revolucionario) sino algo mucho más monstruoso, humillante y vomitivo: el Gobierno ha desistido de ensayar alternativas que nos hubieran conducido hacia el socialismo, y se ha dejado convencer de que sólo el capitalismo, los capitalistas, los enemigos del pueblo, son capaces de frenar el desabastecimiento que ellos mismos crearon.

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Otra de Lorenzo Mendoza (en El Universal): “…reconoció como un logro gubernamental el aumento del poder adquisitivo de los venezolanos, lo que ha impulsado la demanda en los últimos años, pero agregó que esto debe ser acompañado por incentivos para que esa demanda pueda ser satisfecha con producción nacional”.

Volvamos al principio. ¿Qué busca el Gobierno y qué ha de obtener en realidad?

Ya que no estamos en el pellejo de Haiman El Troudi ni en el de Chávez, hablemos con suposiciones y condicionales. Si el Gobierno pretende retractarse y olvidarse de construir el socialismo, va en el camino correcto. Si el Gobierno pretende que la burguesía con la cual se ha desatado a negociar le dé un tratamiento digno, respetuoso o tan siquiera compasivo, debería ir sabiendo que eso no va a ocurrir. Lo único “bueno” que obtendrá el Gobierno a cambio de una rendición tan palmaria y concluyente como esa de darles a los empresarios la razón y la oportunidad de seguir enriqueciéndose, será las gracias y una palmada en el hombro. Así deben leerse las declaraciones de Mendoza: tú me devuelves mis privilegios y te olvidas del socialismo, y yo le declaro a los medios que tú sí eres de pinga: aumentaste el poder adquisitivo de los venezolanos. Tan sólo eso. Una felicitación que apareció en un párrafo escondido por alláaaa lejos. Nada de titulares ni aplausos: un parrafito apenas.

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Si en el “caso” venezolano la política consistiera en dialogar, ceder y presionar hasta encontrar puntos de acuerdo; si el procedimiento más eficaz para no reventar o terminar reventado fuera la negociación; si los gestos de buena fe fueran gestos de buena fe y no fintas macabras para luego proceder a zamparte la puñalada por la espalda, ya Hugo Chávez y su Gobierno se hubiesen salvado del ametrallamiento al que los tienen sentenciados la derecha y las hegemonías políticas, militares y corporativas del planeta. Los elementos mencionados suelen funcionar en política, cómo no. Pero esas semillas no prenderán en Venezuela, por varias razones Una: este pedazo de comarca que habitamos es el charco de petróleo más grande de la tierra. Dos: la derecha no se conformará con que el Gobierno les entregue el jugoso negocio de los alimentos, porque el objetivo de ellos es el poder, no unos piches reales.

El Gobierno seguirá cediendo. Los “anarquistas” y anárquicos seguirán llevando palo de ese mismo Gobierno. Los empresarios seguirán llenándose de billete. Los gringos seguirán escarbando en las computadoras de Uribe. Al próximo grito de Chávez empezarán a salir de esas computadoras de fantasía los elementos de ciencia-ficción que han de sentenciar a Chávez como narcotraficante y terrorista.

Cuando la coñacera estalle y la derecha venga por el Presidente para aplicarle diez o veinte cadenas perpetuas, no serán Diosdado Cabello y los otros que se han llenado de poder y de billete a costa de Chávez quienes pondrán el pecho para defenderlo. Pueden ustedes jurarlo, anotarlo en letras de titanio; registrarlo en papel Biblia, grabarlo en la más monumental montaña de granito: quienes saldremos a defender a ese caballero cuando caiga en desgracia seremos nosotros, los malditos y maldecidos, los “anarquistas” y anárquicos; los güevones que creemos en una Revolución y no en un Gobierno que negocia con burgueses; los malvestidos, malhablados y peor educados; los pendejos que llevamos leña de los cuerpos policiales y aun así salimos del trance gritando “Viva Chávez”; los mamagüevos pelabolas que jamás aspiramos ningún monopolio como no fuera el de ser tratados con dignidad; nosotros los pendejos, los pobres soñadores sin paltó y corbata; esta parranda de desobedientes, insurrectos, inconformes malditos, maldecidos, maldicientes y güevones que todavía hoy tenemos las bolas de creer en la posibilidad de hacer una Revolución, cuando otros se están encargando de mandarla a la mismísima mierda.

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domingo, 2 de marzo de 2008

No lo conocí pero lo vi en acción. Homenaje instantáneo a Julián Conrado

Julián Conrado. Foto: Pedro Ruiz. San Vicente del Caguán, agosto 2000.
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El año 2000, luego de algunos contactos y peripecias más o menos inocuas, y otras más o menos impublicables, fui a parar con el fotógrafo Pedro Ruiz a San Vicente del Caguán, en el sur de Colombia (la foto acá a la izquierda la hizo Pedro en esa ocasión). Nada grave: ese pueblo es capital del municipio escogido por las FARC y el Gobierno de Pastrana para unas negociaciones de paz. Lo llamaron Zona de Distensión o Zona de Despeje. Llegar allá era un asunto fácil, incluso legal. Pedro y yo intentamos complicarlo un poco, pues decidimos no salir por avión, como habíamos llegado, sino por tierra. Pero esa historia la dejaré para después. Como dejaré para después las implicaciones de esta acción, que ya el Gobierno de Colombia ha bautizado como heroica, necesaria, etcétera. Igualmente toda la gente que odia a Chávez. El día que Chávez diga que Shakira baila rico los antichavistas dirán que esa mujer no sabe bailar. Esperaremos más reacciones e información para proceder a meter la cuchara en la sopa.
En las afueras de aquel pueblo selvático, donde las putas paseaban de día en el tren-gusano del carrusel infantil por todas las calles, y de noche eran sorteadas junto con una botella de aguardiente en el botiquín El Mexicano (nosotros compramos cuatro tiquets: 2.500 pesos cada uno), nos presentaron a varios miembros del Estado Mayor de las FARC-EP. Entre ellos estaba el trovador Julián Conrado, quien murió ayer en la misma acción del ejército colombiano donde cayó Raúl Reyes.
¿Qué tanto sé yo de este sujeto taciturno y por qué me da la gana de homenajearlo? No sé mayor cosa sobre su persona, pero le rindo tributo porque además de combatiente era un músico de valía, un compositor y arreglista excepcional. Un tipo que pudo haber tenido eso que en las sociedades capitalistas llaman "éxito" (dinero, televisión, propiedades, esclavos), pero en lugar de ello se fue a la selva a dar las batallas de su verdad. Guitarra en una mano y fusil en la otra. Entre las balas, y no entre el oropel de los vallenateros entregados a la industria musical, compuso unos vallenatos inmensos que ya colgaré en este blog. Conservo un disco de canciones farianas, en el cual destacan las suyas, las de Lucas Iguarán y Cristian Pérez.
Mientras consigo el disco y me aplico a subirlos, copio y pego aquí abajo un material en el que se le puede ver y oír:

Acá, un video de Julián,
interpretando Arando la Paz
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Aquí, las canciones farianas. Especial atención a Canto a los Pobres
y El Mosaico de Julián:



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En Blogalaxia:





Homenaje a Héctor Serrano; cese la represión contra el 23 de Enero

Esto pretende ser un breve tributo al caballero que falleció en la colocación de un explosivo contra la sede de Fedecámaras, Héctor Serrano.

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Héctor Serrano no era un agente de la CIA, como dicen por ahí una cuerda de mamagüevos que creen estarle haciendo un favor al Gobierno divulgando especies estrambóticas y retorcidas. Tampoco es un terrorista al servicio del Gobierno, como decidió divulgar la mierda en pasta de la derecha venezolana.

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Héctor Serrano fue un camarada impulsivo, voluntarista y voluntarioso que cometía errores, como todos nosotros. La única diferencia entre ese compa y uno mismo es que yo he cometido errores graves y he tenido la oportunidad de pagarlos y vivir para contarlo; él cometió este error y (qué le vamos a hacer) ese error fue mortal. Si hubiese sobrevivido a ese error seguramente a esta hora le estaríamos diciendo: “¿Pero tú estás loco, gran carajo? ¿No ves que cada acto de estos se le achacarán al Gobierno así éste salga a reprimirte y encarcelarte?”. Pero ese caballero está muerto y a estas alturas, visto el desenlace, no queda sino hacerle un reconocimiento: Héctor Serrano murió en su ley. Se jugó en la ruleta de la vida la posibilidad de armar un verguero colocándole un explosivo a Fedecámaras, y la suerte le fue adversa.

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Héctor Serrano no era un experto explosivista sino un sujeto sin destreza alguna en la manipulación de este tipo de materiales y sustancias. Pero esto no les dice nada a quienes hoy se mean sobre su cadáver con sus “inteligentes análisis”: para los hijos de la gran puta del chavismo y del antichavismo que se han ocupado del asunto, Héctor Serrano era un terrorista de la CIA o un terrorista de la Metropolitana, según el marico o burra que esté declarando. Tampoco les dice nada el hecho de que cualquiera obtiene una chapa de ese cuerpo policial en estado de descomposición. El antichavismo se gozará por mucho esa fiesta. Por varios meses o años culparán al Gobierno por este atentado, o por no reprimir al pueblo chavista más de lo que lo reprime.

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Héctor Serrano es un hombre que no sólo soñó, como muchos de nosotros, con meterle un niple por el culo a la cantidad de hijos de puta que sometieron a burlas y a increíbles vejaciones al cadáver de Danilo Ánderson, sino que además se aproximó a su anhelo: no le metió en el niple en el culo a nadie pero le volvió mierda la fachada del edificio al emblema y foco purulento de ese cáncer llamado gremio empresarial venezolano. Yo he soñado con tener cara a cara a uno de esos ricachones y meterle una patada en las bolas o zamparle un tiro en su inmensa barriga llena de mierda, pero es probable que no lo haga nunca. Porque uno en el fondo, aunque se diga iconoclasta a irreverente, tiende a obedecer a ciertos convencionalismos y a normas morales.

También es probable que uno sea un cobarde, un carajo indeciso y falto de decisión para dar pasos graves y dramáticos como ese de asesinar a un miembro de ese clan enemigo que esclaviza, humilla y jode a los pobres esclavos en este puto país capitalista.

Acúsenme de cobardía, eso es. Pero al menos trato de actuar distinto a los “analistas” que en lugar de reconocerle valor al camarada muerto van y le zampan una etiqueta sin que les importe una mierda el dolor de sus familiares.

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Esto no consiste en un homenaje a su acción ni una declaración de apoyo o acuerdo con el acto de colocar bombas para amedrentar o intimidar.

Es simplemente el reconocimiento de que ese ser humano fallecido tuvo el valor de realizar un acto que es expresión de la rabia de un pueblo. Un pueblo a quien los poderosos, los medios en manos de los poderosos, y los pobres bobos que sirven de instrumentos y repetidores del discurso de los poderosos, suelen humillar, insultar, ningunear, reducir a la condición de sujetos que actúan sólo por una paga.

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Danilo Ánderson fue despedazado por un kilo de C-4 y quienes organizaron ese asesinato, el crimen político más espantoso del último medio siglo en Venezuela, son héroes de la televisión de derecha, viven en Miami o se están gozando en sus mansiones el fruto de su hazaña.

Un hombre y alguno que otro grupo organizado de la parroquia 23 de Enero se movilizan para protestar contra el enemigo que nos masacró con particular saña el 11 y 12 de abril, y ahora el 23 de Enero vuelve a ser blanco y objetivo de esa práctica absurda del allanamiento y la persecución.

Señores de los cuerpos de “seguridad” e “inteligencia” (así los llaman, no tengo la culpa): el enemigo de esto que queremos construir no está en el 23 de Enero.

¿Hará falta otro bombazo para que entiendan, cuerda de güevones, que el verdadero enemigo huele a perfume y usa bombas más poderosas que un maldito niple?