http://discursodeloeste.blogspot.com/2007/02/este-hombre-es-todo-un-pueblo.html
Par de videos referenciales:
Hora de definiciones. De decir con la palabra lo que deberíamos estar “diciendo” con la sociedad.
Por definición, los gobiernos no pueden ser revolucionarios. O se gobierna o se hace
¿No podemos llamarnos revolucionarios entonces quienes apoyamos al Gobierno de Chávez? Depende de lo que hagamos en la perra calle, en nuestros espacios de lucha, aparte de apoyar al Gobierno.
Han salido al ruedo algunas voces que nos echan en cara una presunta falta al pundonor revolucionario. Suele el enemigo interpelarnos así: “Si tan rebelde eres, ¿cómo es que apoyas a un tipo que quiere quedarse en el poder para siempre?”. Medio en serio y medio en joda (porque no siempre hay que tomarlos en serio) es preciso responderles: no ha habido mayor acto de rebeldía de parte nuestra, en o que va de siglo, que elegir y reelegir, apoyar y seguir apoyando a un sujeto feo como nosotros, mal hablao como nosotros, irresponsable como nosotros, tierrúo como nosotros. Poner en Miraflores a un bicho de uña como nosotros, en lugar de devolverle el pretendido manjar de la presidencia a un tecnócrata, sifrino, patiquín balurdo o relambepipe, es el acto más malandro, transgresor y contracultural que hemos perpetrado como colectivo en la última década.
La medida de nuestro triunfo y del triunfo de nuestra rebeldía es lo mal que la están pasando las almas conservadoras. Viene y se produce un evento como el del 15 de febrero y uno duda que haya sido una victoria nuestra. Va uno y prende el televisor en Globovision, les mira el rostro a los declarantes y listo, es evidente que ganamos nosotros.
Cuando ellos nos felicitan y se aplican a adularnos es porque hicimos algo mal. La fanfarria amarillista de Globovision es el himno a nuestras victorias cotidianas.
¿Significa lo anterior que estamos en presencia de una genuina Revolución? Por supuesto que no.
Repita conmigo: o se hace gobierno o se hace una Revolución, pero no se puede hacer ambas cosas a la vez.
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Otro comodín de ellos, los que se llaman demócratas y sujetos de avanzada (en oposición a nosotros, los tiránicos y retrógrados, los atrasados): “Esto no es una democracia porque no se están tomando en cuenta los indicadores que la cultura occidental establece para llamar democrático a un Gobierno”.
Anoten pues. Sujeto de avanzada: alguien que se deja imponer condiciones y esquemas por parte de la fulana “cultura occidental”. Sujeto retrógrado y conservador: el que piensa otros caminos y no se deja arriar por la “cultura occidental”.
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Un Revolucionario genuino, cuando tiene la posibilidad de desempeñar un cargo público, se dedica a utilizar las posibilidades, recursos, infraestructura y salvoconductos que su “alta investidura” le permite controlar, pero no para apegarse a las malditas leyes adecas en vigencia sino para infringirlas, baipasearlas, pisotearlas, ignorarlas. Pienso como ejemplo en el Barrio Adentro de sus inicios, el que parió Freddy Bernal: un montón de médicos para todas las comunidades pobres, al margen y por encima del dinosaurio ministerial y del pantagruélico “sistema de salud”.
Quien toma el control del Estado y se contenta con administrarlo es porque no tiene instalado el chip necesario para impulsar o tan siquiera respaldar una Revolución. Alguien que se dice Revolucionario pero es incapaz de violentar las leyes vigentes por miedo a que lo llamen corrupto, no es un Revolucionario sino un burócrata.
No hay Revolución sin actos revolucionarios.
O se gobierna o se hace una Revolución. ¿En qué punto de su drama o de sus posibilidades se encuentra el Gobierno de Chávez?
Supongamos que ocurren cosas extraordinarias (como las muchas que suceden en tiempos agitados y confusos) y llegamos al punto en que este Gobierno se torna revolucionario. ¿Cómo? Quizá llevando a cabo acciones destinadas, no a administrar al Estado (este Estado adeco, liberal-burgués, que nos ladilla) sino a derribarlo. ¿Es posible? En teoría es posible, y es además lo deseable. Supongamos entonces que a la administración Chávez llega un funcionariato decidido a acabar con la payasada del Estado adeco maquillado con boina roja. ¿Podrá entonces producirse una Revolución desde el Gobierno?
Yo creo que no. Que ya no es posible. Con 40 por ciento del país dispuesto a oponerse a todo cuanto proponga el chavismo, ya no será posible que el Gobierno lleve a cabo las transformaciones dramáticas y decisivas necesarias para impulsar una llamarada transformadora. Al menos no será posible a corto plazo ni pacíficamente. ¿Qué vía queda entonces?
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Y volvemos: el Gobierno no puede hacer una Revolución.
Carta bajo la manga y nueva definición: nosotros como pueblo oprimido sí podemos. De hecho lo estamos haciendo, de manera focal, dispersa y quizá demasiado silenciosa, pero esa Revolución subterránea se está dando, está galopando.
Nosotros (el pueblo; dígalo así, camarada, en primera persona) somos hacedores de revoluciones por antonomasia. Es nuestra naturaleza, nuestra misión histórica: suprimir las relaciones aberrantes que han sumido a la humanidad en un sistema indigno, y avanzar hacia la democracia plena. En Venezuela hay actos y hechos revolucionarios dignos de ser registrados. Es una tarea pendiente: detectar y registrar esos saltos adelante de nosotros como pueblo.
¿Nos toca entonces apoyar el Gobierno y al mismo tiempo hacer pequeñas revoluciones que han de hermanarse con las otras? Correcto: que nuestro aliado mande allá abajo en Miraflores mientras nosotros lo revolvemos todo aquí arriba, donde se mueve (o debería moverse) la multitud.