viernes, 19 de febrero de 2010

El enemigo

El único ente capaz de derrocar a Hugo Chávez es el pueblo. Cuando lo haga no será de manera violenta sino en un trámite eleccionario. No será la derecha antichavista la que ha de desalojar al chavismo del control del Estado. El poder económico hizo ya todo lo posible para sacar a Hugo Chávez del poder de manera violenta. Lo logró por un rato en 2002, pero ya no volverá a conseguirlo.
Paradójicamente, es probable que alguien de derecha sea presidente después de Chávez, pero no será porque sus méritos, discurso o propuestas le vayan a resultar simpáticos al pueblo pobre que ha despertado, sino porque la depauperación, erosión o quiebra de la credibilidad del chavismo harán que la gente busque otras opciones.
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Cuando el Pueblo salga a saquear (y es probable que lo haga) el espíritu de esa justa rebelión no será antichavista ni antiestado, sino antiespeculación y antiestatus. El pueblo no sale a saquear a los ministerios ni a Miraflores ni a la Asamblea o al Ejército o a los hospitales o escuelas: el pueblo saldrá a saquear comercios. El motivo de sus rabias muchas veces es el político mentiroso, pero en el caso venezolano ha de ser también el multimillonario y el que acumula o acapara. No deberían entonces los ricos y aspirantes a ricos (la clase media) ilusionarse con que un estallido social va a acabar con el chavismo y a dejarlos quietos a ellos. Pero los ricos chavistas y la clase media chavista tampoco deberían quedarse tan tranquilos, porque si bien el pueblo no ha tomado conciencia de que ellos también son enemigos, hay formas organizadas y orgánicas del pueblo pobre que sí tiene claro el chiste: enemigo es también ese "camarada" que viene a hablarme de socialismo embutido en un traje millonario y escondido en un carro último modelo.
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Decíamos en otro artículo: “el sifrinaje venezolano sueña con un sacudón o 27-F antichavista, y hace y seguirá realizando intentos para que éste ocurra. Pero se quedará esperándolo. La razón: el 27-F (…) fue una insurrección del pueblo contra la alianza monstruosa Gobierno-Poder económico-Comerciantes especuladores. (…) Pero hoy esa poderosísima alianza ya no existe. Eso que conocemos como El Poder está dividido y ya no caerá íntegro sobre el pueblo”.
Esto último hay que tenerlo presente sobre todo en momentos en que otra vez hay factores jugando a un desborde de violencia callejera, tratando de propiciarlo. Los elementos a recortar y colgar en un cuadrito (o mesa de noche o cabecera, quienes tengan de eso) son los siguientes:
  • • Antes: el poder económico formaba una unidad férrea e impenetrable con otros poderes o derivaciones de su propia hegemonía: instituciones del Estado (Ejército, policías, órganos de inteligencia, instituciones), medios de información, medios de producción, sindicatos y gremios, gobiernos fornáneos y sus formas de asociación, iglesia, mafias culturales: todo eso que llaman “las fuerzas vivas”.
  • • Ahora: aunque el poder económico todavía controla y domina buena parte de cuanto moviliza al país y a sus aparato de producción, ya no cuenta, al menos en teoría, con la totalidad de las instituciones del Estado, y esto incluye la capacidad de fuego, el monopolio de la violencia (fuerzas militares y policiales, etc.). Tampoco cuenta con la totalidad ni con el abrumador control sobre los medios de información.
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El primer punto no es hipotético, semejante atmósfera irrespirable la vivimos. La padecieron quienes tenían planes de organización contra los poderes (Yumare, El Amparo). La apoteosis del Poder en su faceta más espantosa ocurrió el 27 de febrero de 1989. Sobre esto han llovido millones de litros de tinta, pero poco se ha hablado del motor interno más escalofriante de la masacre: si usted se roba un televisor y su dueño lo asesina por ello, quiere decir que ese televisor tiene más valor que la vida humana (su pobre vida de pobre que “atentó contra la propiedad privada”). Ese absurdo, esa depravación, se reprodujo miles de veces en espantosa serie de actos de “justicia” cuyo móvil tácito dice: “Con lo mío no te metas”.
El Poder, cuando está al servicio de un solo bando (la hegemonía de los que tienen, pueden y dirigen) tritura de muchas formas. Los únicos capaces de reaccionar y colocar la “otra versión” en la opinión pública por lo general eran individualidades, pero nunca una estructura, como no fueran los microscópicos partidos de izquierda, y derivaciones de éstos en el movimiento estudiantil. No hay que esforzarse mucho para verificar que eso también ha cambiado.
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El segundo punto, que es la situación actual del Poder, presenta interesantes peculiaridades. El Pueblo oprimido cuenta con aliados, formación, experiencia acumulada y recursos que harán inviable un aplastamiento de la naturaleza de febrero 89. O tal vez hagan peor ese aplastamiento: a un pueblo organizado habrá que destruirlo más dramática, metódica y maquiavelianamente. Ya no estamos solos y ya no somos tan pendejos. Consciente de ello, la derecha anda preparándose y preparando a la opinión nacional e internacional para que, ahora y cuando ellos retomen el control del Estado, la etiqueta “chavista” sea una acusación gravísima que incluya narcotráfico, terrorismo, corrupción, demencia y proclividad al magallanerismo.
Ese aplastamiento tendrá que ser sangriento, largo, laborioso y sobre todo costoso en términos políticos.
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Escenario feo. Si Chávez hace cumplir su promesa de no permitir que el Ejército dispare contra el pueblo, los bloques en que se han dividido Pueblo y Poder se enfrentarán en todos los ámbitos de la guerra (o batalla o escaramuza o coñacera simple). Si ese escenario se prolonga en el tiempo y en el territorio nacional, y el bando sublevado consigue financiamiento en el exterior, la situación no tiene otro nombre: se llama guerra civil y al final de ese estado crítico Chávez permanecerá en el poder.
Si el escenario prende y se disipa en pocas horas o días, se producirá una situación de caos similar a abril 2002 y al final de ese estado crítico Chávez permanecerá en el poder.
¿Y si Chávez no logra que el Ejército y los cuerpos represivos acaten la decisión de no disparar contra el pueblo? El Gobierno perdería legitimidad, se produciría una masacre como la de 1989 y Chávez tendría que desalojar el poder.
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Hoy como ayer la seña es la misma: no dejar de soñar pero no dejar de actuar y construir (y destruir lo que nos esté estorbando), porque hay cosas por hacer en la vida real.

2 comentarios:

Ivan Sotomayor dijo...

Qué más,Duque.

A ratos me dan ganas de experimentar (tan sólo por un ratico) eso de ser del otro equipo. Pero se me quitan por la desilusión que produce el hecho de que en Venezuela todavía no hay suficiente cultura política.

Mucha gente votó por Chávez creyéndolo un gerente que iba a administrar el poder como si fuera una fábrica, y a punta de dádivas. Y que iba a sacar al ejército a exterminar malandros y bla, bla, bla.

Los del otro equipo, en vez de buscar fallas en la administración pública, se dejan arrear por los medios de comunicación y repiten mariqueras como que vamos hacia el castrocomunismo, y que el gobierno nos va a quitar nuestroshijos y etc.

El peo es grande: el enemigo está intacto desde que llegó Chávez al poder. El capital sigue mandando, porque todavía el pueblo piensa y repite que "si no trabaja, no come".

Las herramientas para empezar a liberarnos están ahí. Sólo tenemos que hacer uso efectivo de ellas.

JRD dijo...

Eso, no intentes más el experimento. Por mucho que uno coja arrecheras y tal siempre vamos a ser de este equipo, y ya sabemos que la cosa trasciende eso de "chavismo-escualidismo". Uno puede cambiar dde preferencia electoral pero nadie se cambia de clase sin traicionar lo más cercano y lo más hondo. Hay ricos y aspirantes a ricos (la clase media) que lo han hecho y resultan ser ejemplos formidables de humanidad: Che, Ghandi, Zamora, otros. Pero cuando un pobre traiciona a los suyos el rersultado es repugnante, lamentable.
Quédese aquí pues. El partido continúa.