viernes, 10 de septiembre de 2010

La misión de la próxima Asamblea Nacional (o de su fracción revolucionaria, si la hubiere): comenzar a morir

Va la idea principal que mueve estas reflexiones: si en mis manos estuviera el poder de decidir cuál es la misión de la próxima Asamblea Nacional (o la facción de la Asamblea que uno supone o prefiere revolucionaria, o de izquierda, o aunque sea chavista) yo exigiría de los asambleístas que comiencen el proceso de demolición de esa institución y el traslado del poder a la multiplicidad de asambleas de ciudadan@s que podrán conformarse. Ese poder no está en mis manos. Me corresponde entonces mostrar el aspecto y vocación de cosa posible de ese íntimo deseo, que por cierto es el deseo de muchos sujetos libertarios de este país y del mundo: el anhelo de una sociedad que supere la organización convencional (presidente, gobernador, alcalde, consejos, juntas) y se atreva a dejar que la gente se organice territorialmente o en función de saberes e ignorares comunes.
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Tiene su dificultad el responder a la pregunta aparentemente simple: “¿Cuál es la misión de la Asamblea Nacional que será elegida el 26 de septiembre?”. Hubiera sido menos engorroso responder a la pregunta colateral: “¿Por quién y por qué usted votará el 26 de septiembre?”. Fácil: yo votaré por los candidatos del chavismo porque no es conveniente que la derecha antichavista recupere ningún espacio de poder en Venezuela. ¿Y qué hay de la derecha chavista, esos diputados pesuvistas que al cabo de un rato saltarán a su bando natural? Ya de ella nos ocuparemos cuando se digne salir del clóset, y esperemos que eso ocurra rápido y no se dé la bomba que se dio Henri Falcón. Pero ese no es el objeto de estas líneas.

Rebasado y superado otro detalle, como el criterio de autoridad (¿quién soy yo para estar determinando qué debe hacer la Asamblea Nacional?) vale la pena ponerse un poco cínico como corresponde a todos los opinantes habituales: este artículo no pretende fijar, ni crear, ni imponer un criterio o medida de lo que deberán hacer los señores asambleístas una vez comiencen sus funciones, ya que si usted quiere saber eso puede consultar la Constitución y el reglamento interno de la AN. El “problema” es que por lo general las leyes y reglamentos recogen el deber ser en tiempos normales, convencionales; ese tiempo bostezante y fatuo de las sociedades en las cuales el Estado y los poderes hegemónicos (económicos, culturales y religiosos; partidos y sindicatos) forman una unidad monolítica, y los esclavos debemos adaptarnos a lo que hay, y en el más triste de los casos estar contentos de ser esclavos. Las leyes, constituciones incluidas, funcionan o pueden llegar a funcionar sólo donde reina ese concepto de gloriosa normalidad tan caro y grato a los poderosos: abajo, cadenas, gritaba el señor, y el pobre en su choza libertad pidió: los ricos derriban lo que sea a punta de gritos, y al pueblo se le dice que al menos puede seguir pidiendo.

Pero hoy no vivimos ese tiempo fatuo sino el tiempo de una sociedad sumida en un ensayo de Revolución, en una etapa de nuestra historia cuya generación de seres vivos puja por echar las bases para un cambio profundo. Vivimos un tiempo formidable en el cual ese coloso ineluctable que la raza humana llama poder hegemónico, está fracturado: hoy el Estado y el poder económico, cabeza y motor de las hegemonías, viven un proceso de confrontaciones y tensiones. En la jefatura del Estado se encuentra un sujeto que poco o nada le concede a los poderosos de siempre; negocia con ellos, no puede o no se atreve a liquidarlos, pero la tensión está allí y lo bueno de todo esto es que Estado y burguesías no forman ahora la potente unidad destructora de iniciativas libertarias que existía hace una década. Por debajo de ellos, el pueblo oprimido está aprovechando, o al menos ha sido llamado a aprovechar, esa batalla de colosos que sucede “allá arriba”, para desatarse a crear formas de organización “aquí abajo”.

Aunque parezca narrativa fantástica o utópica, es hora también solicitar de los revolucionarios (y aspirantes a demostrar que lo son) la audacia necesaria para admitir que, en los últimos años, el futuro nos ha alcanzado ya varias veces. Hay soñadores que hacen cojonudas y poéticas formulaciones con la esperanza de no estar vivos para cuando sean posibles, pero vaya: las asambleas de ciudadan@s están contempladas en la Constitución vigente, las comunas en construcción contemplan también formas de autogobierno en pequeñísimos territorios. Y, en cuanto a la Asamblea Nacional, ya está dicho, aunque no ejecutado en toda su profundidad, el concepto “parlamentarismo de calle”. ¿Qué cosas tienen que suceder para que el pueblo le meta mano a esa letra muerta y le inyecte vida?

Las revoluciones son actos al margen de la ley y muchas veces contra la ley. El soñador que llevamos dentro nos hace imaginar el momento glorioso en que una asamblea de ciudadan@s irrumpe en el hemiciclo, sede de esa anquilosada y moribunda Asamblea, y se apropia de las funciones de unos diputados que desde ahora, desde antes de ser votados en elecciones, ya son detestados por quienes les entregarán su voto. Todas las consultas y mediciones indican una sorprendente tendencia del votante chavista a desconfiar de los candidatos del PSUV, comparable sólo con el franco rechazo del antichavismo a los aspirantes antichavistas. Conclusión lógica: salvo casos en los cuales sí se ha dado el surgimiento de liderazgos emergentes, nuevamente los venezolanos votaremos a favor o en contra de Chávez el 26 de septiembre.

Pero la soñada toma de la sede de la AN pudiera ser innecesaria o sustituible por otros actos. La convulsión llamada “proceso bolivariano”, esta maltrecha e imperfecta pero querida revolución nuestra, nos otorga derechos y potestades mediante las cuales el pueblo puede ensayar formas inéditas de organización. Respuesta a la primera pregunta del primer párrafo: la misión del chavismo en la próxima Asamblea Nacional será adaptar el funcionamiento de lo que queda de AN a las nuevas formas de organización (comunal y otras). A la AN, lo mismo que la viejo Estado que todavía respira, es morir con toda la dignidad posible (si quiere) para darle paso a otras dinámicas, donde el ser humano pobre le busque salidas al laberinto que está heredando de este mundo gobernado por ricos. Tratar de fortalecer la Asamblea o intentar disfrazarla de “Asamblea Revolucionaria” sería ir contra la corriente histórico-social que moviliza a la humanidad pobre en este siglo. Tratar de salvar la Asamblea Nacional es ponerle curitas a un cadáver que hace rato empezó a descomponerse.

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Contrariamente a lo que indica el lenguaje utilizado por la convención, el 26 de septiembre no se elegirá una Asamblea Nacional sino dos bandos con misiones y visiones distintas

La derecha “meterá” unos diputados en la AN el 26 de septiembre, de eso no queda ninguna duda. La misión que tendrán esos diputados será que la Asamblea Nacional funcione. Si de verdad el proyecto llamado “bolivariano” tiene vocación revolucionaria, y si de verdad existe coherencia entre el espíritu del PSUV y la organización comunal que se ha propuesto y formulado al país, la misión de los diputados del chavismo debería ser evitarlo. Si viviéramos lo que arriba se denominó “tiempos normales” la misión tendría que ser fortalecer la Asamblea, perfeccionar su funcionamiento: mantenerla viva como instancia de representación. Pero puesta en la mesa la idea de “democracia participativa y protagónica” ya comienza a carecer de sentido, incluso semánticamente, seguir insistiendo en elegir representantes.

Mantener la vigencia de una Asamblea Nacional, cuando ya están abiertas las compuertas para que se conformen y organicen cientos de miles de asambleas territoriales y temáticas (las asambleas de gente que no vive en el mismo sitio pero que trabaja, disfruta y construye de acuerdo con intereses comunes) es una contradicción que ha sido necesaria, pero que es preciso suprimir o ir suprimiendo con cierta urgencia.

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El proceso venezolano está en un momento crucial para dar un salto revolucionario: hacer que los conceptos “parlamentarismo de calle”, “organización comunal” y “democracia participativa y protagónica” se activen en dramática organicidad. Que dejen de ser discurso y pasen a ser territorio para la praxis.

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El lema que más me impactó de las pasadas elecciones primarias del PSUV, en las cuales se eligió a los candidatos del chavismo, fue aquel que invocaba el ejemplo de Fabricio Ojeda. Juan Contreras, candidato del circuito que aglutina al 23 de Enero, Sucre y Catedral (y creo que una parroquia más), les dijo a los caraqueños que el diputado que nos merecemos debe ser como Fabricio Ojeda. Meses después de esas declaraciones lo suscribo: los diputados revolucionarios (si los hubiere) deben tener clara su misión histórica, e inmolarse, pero no necesariamente quitándose la vida o exponiéndola hasta hacerla blanco de los asesinos, sino exterminando a la institución para la cual fueron electos. Será una buena ocasión (y quizá la única) para poder decir, sin que nos sintamos hipócritas: vivan los diputados, muera la Asamblea Nacional.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Duque, estoy de acuerdo pero, esta cultura, Venezolan@, surgida de otras que tenían un Cacique y Rey que los mandara no pude existir sin un Presidente que los mande, desmande, engañe y quiera.
Abrazos
Jesús Corral, ciudadano de este país.

PuebloSurcpp dijo...

La Asamblea Nacional es una herencia pesada de la IV República y así eligiéramos a candidatos como Fabricio Ojeda, tendría que renunciar porque esa estructura vieja, anquilosada, podrida, donde sólo se habla, se vota y se cobra, se pierde todo contacto con la realidad. Sigue siendo exactamente la misma estructura que pretende convertirse en la voz de los oprimidos, quienes nunca hemos tenido ni necesitado que alguien nos represente.

En los últimos años hemos gozado de una tregua donde a los revolucionarios no nos persiguen como se hacía con muchísima frecuencia en tiempos de adecos y copeyanos. Podemos dormir en nuestras casas y con nuestras familias sin temer que nos allanen o detengan. De la misma manera, como pueblo y con nuestra participación hemos conquistado confianza y espacios donde nuestra voz y acción son importantes. Más allá de las leyes que se discutan y aprueben en la Asamblea, descubrimos que somos capaces de ser constructores de nuestro propio futuro.
La verdadera revolución nos la jugamos todos los días en las cosas que hacemos y dejamos de hacer, en los espacios que conquistamos y construimos, en las peleas que damos, en los sueños que concretamos. Entonces, más allá de la Asamblea, la última palabra la tiene el pueblo organizándose, construyendo, cuestionando, proponiendo, haciendo, reivindicando los logros alcanzados hasta ahora y fustigando para tener más protagonismo en el hacer de esta Patria Grande. ¿A quién se le ocurre que para hacer la Revolución hay que pedir permiso?
Imaginen ustedes, por ejemplo, que yo vaya a votar; me corresponde Lara. Y como no está en discusión por quién hipotéticamente votaría, me saqué la lotería: Reyes Reyes (exgobernador que aún no responde por más de 100 ejecuciones extrajudiciales en su gobierno) y Pedro Carreño, que aún no ha tenido tiempo para saber cómo está conformado cada Municipio del Estado porque no es de aquí. Vistas así las cosas, mi pana, no voy a votar porque sería como ir a una marcha a gritar Uh, ah, Chávez no se va… y más ná.
Saludos. La Guara

PuebloSurcpp dijo...

La Asamblea Nacional es una herencia pesada de la IV República y así eligiéramos a candidatos como Fabricio Ojeda, tendría que renunciar porque esa estructura vieja, anquilosada, podrida, donde sólo se habla, se vota y se cobra, se pierde todo contacto con la realidad. Sigue siendo exactamente la misma estructura que pretende convertirse en la voz de los oprimidos, quienes nunca hemos tenido ni necesitado que alguien nos represente.

En los últimos años hemos gozado de una tregua donde a los revolucionarios no nos persiguen como se hacía con muchísima frecuencia en tiempos de adecos y copeyanos. Podemos dormir en nuestras casas y con nuestras familias sin temer que nos allanen o detengan. De la misma manera, como pueblo y con nuestra participación hemos conquistado confianza y espacios donde nuestra voz y acción son importantes. Más allá de las leyes que se discutan y aprueben en la Asamblea, descubrimos que somos capaces de ser constructores de nuestro propio futuro.
La verdadera revolución nos la jugamos todos los días en las cosas que hacemos y dejamos de hacer, en los espacios que conquistamos y construimos, en las peleas que damos, en los sueños que concretamos. Entonces, más allá de la Asamblea, la última palabra la tiene el pueblo organizándose, construyendo, cuestionando, proponiendo, haciendo, reivindicando los logros alcanzados hasta ahora y fustigando para tener más protagonismo en el hacer de esta Patria Grande. ¿A quién se le ocurre que para hacer la Revolución hay que pedir permiso?
Imaginen ustedes, por ejemplo, que yo vaya a votar; me corresponde Lara. Y como no está en discusión por quién hipotéticamente votaría, me saqué la lotería: Reyes Reyes (exgobernador que aún no responde por más de 100 ejecuciones extrajudiciales en su gobierno) y Pedro Carreño, que aún no ha tenido tiempo para saber cómo está conformado cada Municipio del Estado porque no es de aquí. Vistas así las cosas, mi pana, no voy a votar porque sería como ir a una marcha a gritar Uh, ah, Chávez no se va… y más ná.
Saludos. La Guara

hectorpal dijo...

Lo que siempre me pregunto ante la propuesta de las asambleas comunales como reemplazo a la asamblea nacional es:

1) como se aprueban las leyes? más en general, como tomar la decisión agregando/sumado los resultados de cientos de asambleas?

2) como se evita que ese proceso no aplaste a las minorías? En venezuela el principio de la representación de las minorias podía usarse para eso, pero en la situación actual eso en la práctica desapareció. Se que querrás llamar minorías a los burgueses, y yo pasaré a nombrar a los LGBT, pero también están los que no les parece XYZ del proceso, aunque sean del proceso. Es decir, como haces para que la gente que en todo el pais que tiene una idea sobre como el proceso debería ir hacia W se vea representada?

Curiosidad sincera. Tratando de entender la propuesta.

JRD dijo...

1) ¿Y por qué se supone que debemos sumar los resultados de las asambleas? ¿Por qué se supone que una asamblea realizada en Barlovento u oriente tiene que guardar armonía con las realizadas en Mérida o la Sierra falconiana? Todas las regiones tienen características particulares (geografía, clima, componente social) y hay que empezar a desprenderse de las nociones ridícula de Patria y Nación que pretenden zamparle las mismas normas a llaneros y caraqueños (y por supuesto, las normas se confeccionan en Caracas).

2) Yo creo que existen una sola mayoría y una sola mionoría: los explotados y los explotadores. Si usted es gay, negro, indígena, cojo, gordo o supermacho no lo agrupa en ninguna parte: si usted tiene esclavos hay que liquidarlo y excluirlo; si usted es un esclavo y quiere cambiar este planeta pues véngase. De su condición o preferencia individual se ocupa usted. La división artificial de las sociedades es una trampa de las clases altas y medias para dividir al pueblo: Sobre los gays y otras divisiones artificiales de la sociedad

hectorpal dijo...

1) Evidentemente entre mi Barlovento y la Sierra Falconiana hay montones de cosas en las que no hay que agregar, pero en algunas sí. Nombra una, la que te parezca que requiera consenso. Como hacemos en ese caso? (Me resisto a poner algún ejemplo de salud, educación, seguridad, derechos laborales, para que no ataques un ejemplo concreto. Elige tu alguna cosa)

2) En efecto ciertas diferencias son exacerbadas para dividir más. Y también es cierto que si usted es rico, esas diferencias las sufre menos, o en tu vocabulario no las sufre. Con lo cual quedan, siguiendo tu argumento, los ricos/explotadores y los demás.

El tema es que también hay estructuras dentro de ese grupo de los demás que perpetuan la situación actual, y que por tanto mucho del antagonismo se manifiesta también puertas adentro de los no-explotadores.

Es por eso que en teología de la liberación, cuando antes se hablaba sólo de pobres/explotados y explotadores, ahora hay también teología de la liberación se habla de teologia feminista, teologia de los pueblos originarios. Por ej, la teologia feminista sospecha de las estructuras y las lecturas que se hacen, incluso por sus compañeros que estan del lado de los pobres/explotados, y eso crea tensiones internas.

No te me quedes pegado en la teologia, Dios, la iglesia, los poderes, etc. El punto del ejemplo, es que hay varias tensiones, incluso entres quienes se juntan con conciencia de ser explotados.

Por eso valía el ejemplo que te ponía en otro comentario, en este post, donde me preguntaba como hacia una corriente "minoritaria" del proceso, que aparece dentro de montones de asambleas del pais, para hacerse escuchar como grupo de gente preocupada.

Lo de las minoria LGBT, etc, son solo ejemplos porque se refieren a grupos que aparecen naturalmente, pero la misma dinámica política lleva a la conformación de otros grupos y no solo por intereses.

hectorpal dijo...

Por cierto, lei tu nota titulada "Sobre los gays y otras divisiones artificiales de la sociedad".

Como lo pones allí parece que los procesos de apoyo o denuncia son atómicos, blanco/negro.

Cosas como: "a la compañera hay que dejarla hablar, no porque sea mujer hay que reirse de sus preocupaciones". Al tipo aquel no hay que acusarlo de marico, sino decir concretamente en que está pelao.

Que tiene que ver con: aquellos llamados compañeros que tienen tiempo hablando en contra de la idea XYZ, hay que escucharlos porque son personas. (Si quieres allí apellidas "personas del proceso" para que el ejemplo no te haga reaccionar de acuerdo al riesgo que tenemos todos de quedarnos en una parte del ejemplo que no es a la que queria referirse el interlocutor)