lunes, 7 de marzo de 2011

La anti-Barbie

Busco y busco la explicación más gráfica sobre por qué Lina Ron es emblema, retrato y expresión del momento social venezolano, y lo único que me viene a la mente es un chiste de mierda del Conde del Guácharo (y maldita sea la gracia que me hace). El tipo dijo una vez que Lina era una muñeca Barbie, pero hecha por el INCE.
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El chiste, corrosivo y por supuesto lanzado con intención vejatoria, dio en el blanco, en el centro exacto de uno de los mitos o totems sobre los cuales se sostiene la cultura venezolana del entretenimiento, y por extensión, la patética autoestima de una clase media trasladada vía televisión a la población más pobre. Uno aparta todo el trasfondo misógino y racista de la declaración y lo que queda es esta otra dosis de prejuicios de clase: el INCE (hoy INCES) sólo produce vainas chimbas, de dudosa o mala calidad. Nada que ver con la empresa que produce a las modelos esas, caras, famosas, apetecidas: perfectas (la perfección es una virtud estética, y sólo eso). Los esclavos al servicio de industrias capitalistas producen vergas con estándares de calidad más altos que los esclavos al servicio de seudoindustrias manejadas por el Estado.
En esa escala de "valores" Lina Ron, la mujer, no iguala ni de santa vaina a la muñequita, estereotipo, prototipo y arquetipo de la fémina capitalista que se precie: si eres mujer y quieres que se te respete debes tener el culito así, las piernas así esbeltas, las tetas así como esculpidas, el cuerpito de plástico y el cerebro de plástico, o mejor: nada dentro de la cabecita de plástico. Debes tener todo un armario de ropas y disfraces, un marico llamado Ken que al parecer te coge de vez en cuando o no te coge nunca (según la voluntad y fantasías de las coñitas que te manejan la vida), una casa rosada y un himno: I'm a Barbie girl in a Barbie world: world in plastic: is fantastic!
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Durante el paro de diciembre 2002-enero 2003, aquel inefable presidente de Fedecámaras llamado Carlos Ferdandes se ganó el apodo "Deque", porque discurseaba así: "Queremos decirle al pueblo de Venezuela de que ya el paro es total en todas las principales ciudades. Eso quiere decir de que el régimen ya ha perdido el control de las actividades vitales del país. Todo parece indicar de que es inevitable la renuncia del presidente..."
Un comentario de Lina en Venezolana de Televisión: "Ay por favor, hasta yo sé que no se dice de que..."
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Lina Ron era fea, era vieja (las sifrinas no envejecen: pasan de ser adolescentes y jóvenes a ser damas), era negra, orientarrr, de vaina era bachiller y hablaba así golpiao y sabroso, ¡perdón!, sabroso no: con palabras obscenas y ofensivas a los oídos de esa gente tan pulcra, esas mujeres que se criaron y crecieron jugando con Barbies de verdad. Traducción: Lina Ron era una mujer de carne y hueso, no un producto de laboratorio. Una tipa que frente a las cámaras hablaba y se comportaba igual que en privado. Una mujer ordinaria, y tampoco es casual que en el lenguaje racista y coñoemadre que nos impuso la televisión el adjetivo ordinario (que en realidad significa común y corriente, popular, cotidiano y si acaso vulgar, del vulgo o pueblo llano) haya pasado a significar feo y chabacano. Lo ordinario es denigrado y mal visto porque los ricos y aspirantes a ricos se creen extraordinarios. Usted pone a Iris Valera al lado de María Corina Machado y ya su subconsciente manipulado y vuelto mierda por la "cultura" de lo artificialmente bello y fino le indica cuál de las dos es ordinaria.
Es decir: vulgar.
Y vulgo es pueblo.
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En un mundo en el cual las masas enardecidas, la horda rabiosa, el pueblo más pobre y más vejado por siglos está acostumbrándose al protagonismo, al ejercicio cotidiano, callejero y concreto de una política vigorosa y democrática, y también a imponer valores estéticos distintos; en una Venezuela y en un planeta donde lo pretendidamente bello y distinguido está siendo pateado y rebajado a la condición de espectáculo ridículo y blanco de burlas y salivazos, Lina Ron tenía que convertirse en fenómeno de masas, en personaje controversial, odiado y querido. Lina Ron era la mujer-pueblo, alma difícil de definir o de asir en pocas palabras: la clase de mujeres cuya energía aplasta e incomoda a quien creció conservador o pacato: la mujer brava, peleona, chistosa, incoherente y contradictoria, pero inmensa en su volatilidad. A los individuos de las clases acomodadas las mujeres como Lina Ron les repugna y les remueve las lombrices; a los pobres, en cambio, nos genera afecto y ardoroso agradecimiento.
¿Agradecimiento? ¿Qué cosa tiene que agradecerle el pueblo de Venezuela a Lina Ron? Sin ir más lejos, nos regaló la verificación de que la fuerza, la honestidad, el desparpajo llamado rabia y el no abandonar jamás la conciencia del origen (la comprensión del dónde naciste, dónde creciste y dónde te formaste) son los únicos requisitos para pertenecer al segmento de la humanidad que ha de salvar, mediante su insurrección, al planeta y a la especie.
Si usted es o ha sido pobre, lo sabe, y además entiende que el mundo que nos aplastó masivamente debe ser sustituido por otro, usted es de la gente de Lina Ron.
Si usted nació rico o clase media, lo sabe, y además entiende que el mundo que aplastó masivamente a una clase distinta a la suya debe ser sustituido por otro, usted es de la gente de Lina Ron.
Si usted es pobre o rico, y cree que la salvación consiste en que, para salvarse y mejorar, los desposeídos deben competir con sus iguales para derrotarlos y desplazarlos, ganar mucha plata con que mudarse del barrio y de la casa humilde, y convertirse en un profesional engreído que se disfrazará de ejecutivo o gerente, se amarrará al cuello una corbata y le comprará una Barbie a su hija, entonces métase su Ken por el hueco del culo y quédese de aquel lado de la historia: usted no es de la gente de Lina Ron. Probablemente sus ademanes lo emparenten con el Conde del Guácharo, pero usted no es de la gente-pueblo a la que pertenece Lina Ron. Usted es un ejemplar humano perteneciente a una cofradía que hoy domina al mundo (ese mundo que se encargó de volver mierda) pero que poco a poco irá desapareciendo y dejando un rastro lamentable en la historia humana.
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¿Y qué decir del júbilo idiota del antichavismo estándar, que cree ver en el homenaje de Chávez a su querida Lina Ron una contradicción, por aquellos vergajazos y carcelazos que el presidente le lanzó el año pasado y aun antes? Previsible: es la misma gente que dice que en el chavismo no se discute ni se debate ni se confronta ardorosamente, y que todo el mundo se le cuadra sin reservas ni dignidad al jefe. Es la misma gente modelo Ken-Barbie que dice creer en la pluralidad pero no entiende cómo a pesar de discusiones y coñazas uno puede amar al camarada que no piensa o actúa igual.
Va un video que le hice a Chávez al salir de la plaza de Lina Ron (dizque plaza "Andrés Eloy Blanco"), ayer (06/03/2011). No quiero comentar (ni hace falta que lo haga) las cosas que ese tipo le inspira al pueblo más sencillo:


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¿Realmente murió Lina Ron? Parece que sí, pero eso no tiene que ser para siempre.
Si usted quiere presenciar en vivo el emporio, la cantera de donde salió esta rara joya de la política venezolana (y donde están formándose miles o millones de Linas más), váyase una mañana de sábado o domingo a los mercados populares de Cumaná, San Félix, Carúpano o de cualquier pueblo pobre de Venezuela; zambúllase en el disfrute de su verbo candeloso, déjese llevar por la energía de esa zona donde la raza humana es hervidero y potencia, sucumba a la enormidad del humor oriental a mansalva:

--Epa vieja, aquí mi compai dice que la cabeza a mero es mejor que la cabeza e pargo pa hacé un sancocho, qué dice usté.
--Cómo se ve que no han probao la cabeza er pipe...

O lo que es lo mismo: para qué lamentarnos de la muerte de Lina Ron, si el espíritu de pueblo que la hizo posible, ese al que le hizo honor, sigue vivo, valeroso y curvero por todos los recodos y todos los caminos.