miércoles, 27 de julio de 2011

Nosotros, los desplazados

Anotaciones para un artículo o ensayo sobre el futuro

En uno de mis artículos recientes, un comentarista anónimo de este blog me interpelaba acerca de la siguiente cuestión. En Veneuela hay dos o más bandos políticos que sienten la necesidad de imponerse (electoralmente y/o de otras formas) a los otros, porque creen que sus respectivos proyectos apuntan hacia la construcción de una sociedad mejor. Vengo yo y los llamo “parranda de güevones”, para provocarlos, y él me dice:

1) ¿somos una parranda de güevones porque no creemos en lo que tú crees o hay alguna otra razón de más peso? 2) Cuando hablas de que esta parranda de güevones "no se puede suprimir volteando para otro lado", ¿estás insinuando de alguna forma que es necesario suprimir a la parranda de güevones? 3) ¿por medio de cuál método se va a suprimir a la dicha parranda?

Hoy releo esas preguntas, quizá porque todos de alguna manera nos hemos planteado el país de esa manera (ganar: eliminar al otro), y me encuentro con que revelan más cosas que la respuesta que exigen.

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El antichavista automático quisiera que no hubiera ni un chavista en Venezuela, y el chavista automático quisiera que no existiera aquél. La sacadera de cuentas, las proyecciones y ejercicios como los que hace El Nacional (la burda interpretación de votos absolutos y porcentajes de los votos de Chávez a lo largo de varias elecciones, para “demostrar” que viene en picada) tiene un probable origen en las pendejísimas experanzas de que un día el bando de ellos será una aplastante mayoría y nosotros desaparezcamos o quedemos reducidos a una cofradía microscópica e insignificante.

Que nosotros soñemos eso es un ahnelo que habrá que valorar dependiendo del para qué: ¿para qué los queremos tan poquitos? ¿Para obligarlos a vivir las bondades de nuestro proyecto o para aplastarlos como si fueran arañas? Que ellos lo sueñen es entendible porque ya una vez lo disfrutaron y les encantó. La pregunta es: ¿podremos nosotros o podrán ellos desaparecer al respectivo adversario? ¿Es eso en realidad lo que queremos nosotros (reducirlos a cero)?

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No es fácil trabajar con la vista puesta en el futuro. Muchos prefieren creer (tal vez por impulso inconsciente) que esto que llamamos Venezuela es una fotografía invariable que tendrá en 30 años los mismos elementos (habitantes, conductores) que ahora. Que quienes estamos vivos hoy presenciaremos el fin y la resolución de los conflictos, contradicciones y cosas por corregir. "Un día", sueña el antichavista, "saldrá Chávez del poder y entonces ya no habrá delincuencia (perdón: 'inseguridad', como los medios han ordenado llamar al problema), desempleo, corrupción ni calles llenas de basura". El chavista piensa: "Un día los escuálidos se cansarán de votar contra Chávez, se irán a Miami o se suicidarán y entonces habrá ganado la Revolución".

¿Con cuál de los dos me quedo? Fácil: con el culo de Beyonce. ¿O con el de Shakira? Aprendan: ese sí es un dilema serio.

A casi nadie le agrada la idea de estar construyendo un edificio cuyo acabado final no verá jamás, porque no le alcanzará el tiempo. Construir sociedades (la sociedad justa hacia la que vamos) es tarea ardua, de varias generaciones y no de una sola. El tiempo de las sociedades es lento y sus ciclos son inasibles por una sola generación; el tiempo de un ser humano alcanza apenas para echar las bases y quizá construir una columna del edificio. Somos tan egoístas que pretendemos o queremos que esa sociedad ideal que soñamos estará lista un día de estos, y que cuando Chávez o un gerente vergatario nos la entregue terminada entonces nos dedicaremos a disfrutarla.

Desde esta tribuna: ¿Cómo es esa sociedad alternativa que soñamos? Una en la cual mis tátara-tátara-tátaranietos (el humano del futuro) no sean esclavos ni amos de los tátaranietos de los escuálidos de hoy, porque no existirán uno u otro bando: no será necesario esclavizar a nadie para ser feliz o buscar eso que llaman felicidad. Donde la palabra "riqueza" no nos dibuje en la mente el signo del dólar ni un cofre lleno de oro ni una Hummer ni una mansión con piscina, necesidades artificiales para cuya consecución es preciso que haya fábricas, ciudades hacinadas y hombres humillados y triturados por el trabajo esclavo. Ahora, para que esa nueva sociedad exista tengo que eliminar al adversario. ¿Cómo? ¿Metiéndole un tiro? No, porque el capitalismo no se acaba con balas. Podemos empezar a acabarlo, sí, preparando a las generaciones que vienen para un mundo en el cual ya no habrá petróleo burriao que despilfarrar, y por lo tanto el modo de vida actual tendrá que cambiar drásticamente.

Al final todos (ellos y nosotros) seremos desplazados, eliminados. Y la cosa ya comenzó: no es que “seremos” sino que estamos siendo desplazados, lentamente. Poco a poco va envejeciendo y/o desapareciendo la generación que vivió el Sacudón, los triunfos del 98 y el 2002. En 2012 saldrá a votar una masa de muchachos que hoy tiene de 16 a 18 años de edad. Ellos bostezarán o se rascarán la nuca cuando les nombremos a Carlos Ortega o Carmona Estanga. Una generación para la cual el 27 de febrero de 1989 y abril de 2002 son historia antigua, porque son momentos que no vivieron o que no recuerdan. ¿Estamos preparados para captarlos desde ya con el relato de un proyecto para el futuro, o seguiremos intentando conmoverlos con la epopeya de nuestra sangre derramada y de un pasado difuso?

lunes, 25 de julio de 2011

Caracas, van 444




Caracas nació con el germen de su propia destrucción incrustado: nació como ciudad medieval y esclavista y hoy es una ciudad capitalista, la más grande y rejodida de un país saqueado por siglos.
¿Es inútil soñar, pretender o intentar salvarla o tan siquiera humanizarla? Sí, porque todas las grandes ciudades capitalistas de Latinoamérica fueron diseñadas para que unos pocos vivan bien a costa del sacrificio y la segregación de las mayorías: los seres humanos pobres, los sirvientes, esclavos y nómadas excluidos.
Estos últimos tenemos inscrita en nuestra bitácora de luchas la tarea enorme de construir felicidad y afectos mientras se construye otra sociedad. Nuestra lucha es un largo intento y menos mal que la meta es el camino; si hubiera un llegadero definitivo el esfuerzo colectivo sería inútil y su único resultado sería el desconsuelo. Tal como en la vida de los individuos, las conquistas por celebrar están en el camino y no en una meta: ¿para qué tanto esforzarme individualmente si al final voy a morir y esa es la única y concluyente llegada? En el camino está la dignificación de la gente; la salvación de la ciudad no está en ninguna parte. Es necesario y urgente trabajar por y con las personas, no con una ciudad que no fue creada para quienes creemos en otra forma de vida.

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Caracas es un campo de concentración donde a los esclavos se nos ha impuesto la misión de autodestruirnos en fábricas, oficinas y calles de la indigencia para garantizar el confort de un puñado de burgueses. Caracas es templo y territorio apto para adecos, esta ciudad fue hecha a su imagen y semejanza y no es casual que Antonio Ledezma haya obtenido tal cagalera de votos en las últimas elecciones municipales: el espíritu de esta ciudad todavía le rinde culto a monstruos del pasado.

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Las ciudades latinoamericanas son un remedo macabro de grandes capitales europeas y por lo tanto es inútil e irresponsable creer que imitando a París un día comenzaremos a parecer parisinos. La historia europea es distinta a la nuestra y por eso nuestras ciudades nunca serán como aquellas. A la gente que se maravilla y se llena de esperanzas por la fórmula que funciona en una Amsterdam sin pobres a la vista, sólo hay que recordarle que el confort europeo se debe directamente a nuestra miseria. Ellos están bien porque nosotros estamos mal. Ni los procesos históricos, ni el componente social, ni el clima, ni la geografía de ellos se parecen a los nuestros. Nunca seremos iguales y nunca las medidas que les sirven a ellos nos servirán a nosotros.
¿Quién fue el que dijo que es preciso inventar o de lo contrario erraremos? No es un eslogan, es un camino: o hacemos algo que nazca de aquí adentro o seguiremos muriendo de imitación y de anhelos cosmopolitas.

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Por supuesto que el fenómeno de la destrucción de Caracas tiene beneficiarios. La clases medias y altas ha implantado fórmulas para mantenerse dentro del caos y a costillas del caos, y una de las más perversas consiste en chantajear a la sociedad con la promesa o la ilusión de que la ciudad es salvable si pone a su servicio unos cuantos gerentes, profesionales, planificadores..Después de muchas décadas de aplicar esta estafa ya a mucha gente le suena lógico y "normal" (aunque no puede verificarlo en la realidad) que si un muchacho entra a la universidad y se gradúa con buenas notas ya es candidato a salvador de la ciudad. Miles de planificadores summa cum laude han salido de las universidades y las ciudades van peor, pero la gente sigue creyendo que metiendo a los jóvenes a estudiar la ciudad se salvará algún día. Opera a favor de esta leyenda lamentable la eterna postergación del futuro, el "si" condicional: Caracas está vuelta mierda PERO SI fuera gerenciada por un profesional honesto y buen planificador las cosas serían distintas. O más bien: "Deja que llegue un gerente eficiente a gobernarnos pa que veas como Caracas será como Niuyor".
Mientras tanto, en el puto presente que no deja espacio para teorías o creencias en lo sobrenatural, el paradigma del Gran Planificador y Urbanista excelso dentro del proyecto chavista reside en la figura macilenta y ultrapotable de un Farruco Sesto que de verguita logra convencer a Chávez de que en Caracas cabe otra Caracas: otra tragedia dentro de la desgracia. La inyección de curare dentro del chorro de cianuro.

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Los habitantes de Caracas claman por un futuro pero los grandes planificadores y gerentes (socialistas) invierten su mayor esfuerzo en maquillar el pasado. Vayan al centro histórico y disfruten del espectáculo de las edificaciones del poder colonial remozadas y limpias. Ni se asomen por los restos de la "casa" de la vieja Inés Castro en San Pablito de Mamera: visiten la Casa Natal del Libertador. No se acerquen ni a 100 metros de distancia de donde vivieron William, El Diablo y Valentín en Macayapa:



No, mejor emociónense hasta las lágrimas viendo obras en el Teatro Principal. Homenaje al pasado esclavista y mantuano (guzmancista en el menos triste de los casos): las casas de los vendedores y compradores de esclavos africanos están relucientes y el Gobierno nos invita a mirarlos con amor, orgullo y reverencia; las casas de los actuales esclavos de todos colores (descendientes de aquellos) están escoñetadas.
Reconocimiento: el Gobierno les ha dado casas a miles de personas que perdieron la suya (incluidas estas personas que produjeron el video anterior), pero arrecha saber que mientras tantos esfuerzos, recursos y respetos del Estado burgués van a las casas de los esclavistas muertos todavía queda gente sin casa que vive en refugios. Y ¿qué quedará de la memoria de los esclavos y sirvientes muertos si esos ni siquiera tenían casa?

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¿Cómo se está intentando salvar a Caracas, a este cuerpo en estado de descomposición donde 5 millones de almas apretadas y empujadas al consumo y la violencia son demasiadas para los pocos recursos disponibles? Vale recordar esta medida monstruosa:
Proyecto Tuy IV: intento desesperado por echarle chorritos de agua a una urbe que no se volverá habitable ni que le regalen todos los Amazonas y Orinocos.

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Esto, en lo que respecta a la visión "socialista" del problema. Ya verán qué nos tiene reservado la reacción neonazi. Madre santa, protégeme.
Acá puede percibirse lo peor del síndrome "Vota por mí y salvaré a Caracas":
Durante una de esas alocuciones televisadas que le provocan a uno haber estado presentes y con un arma en la mano, ese estúpido de oficio llamado Leopoldo López (para ese entonces alcalde de Chacao) invitaba a los caraqueños a votar por su partido en la contienda por cargos regionales y municipales. Adivinen qué: él también aseguraba (y todavía se lo debe creer) que era capaz de convertir la capiutal en una ciudad guao, o sea: miamor con te quiero. Todo eso estaba bien, no ha sido la primera ni la última vez que uno ha escuchado güevonadas por el estilo. Pero, increíblemente, este coñoesumadre estaba destinado a ir más allá, a partirla en diez, a reventar todos los moldes del descaro aplicado al proselitismo político. Dijo (les juro por mis viejos muertos que lo dijo): "A ver. ¿En qué municipio de Caracas se vive mejor?".
Yo sé que ya ustedes entendieron el chiste, pero no puedo aguantarme las ganas de explicarlo: este maldito estaba insinuando que si él fuera alcalde o gobernador o rey de Caracas, en La Charneca y El Guarataro la gente viviría como vive la gente en La Castellana. Que el confort y la abundancia del municipio más chic de Venezuela se debe a que él es un tremendo gerente, y no a que los habitantes de ahí nacieron con sus problemas básicos (y otros más) resueltos.

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¿Y qué hacer entonces? ¿Cómo debe transitarse ese camino caraqueño que no lleva a ninguna meta? ¿Entregarnos al fatalismo del que no espera nada de nada porque igual se va a morir? No, porque el camino, que es la meta, se está transitando desde el pueblo y no desde el Gobierno: desde la destrucción y la construcción espontánea de la gente y no desde el escritorio de los burócratas y genios de la "Caracas dentro de Caracas".
Dato: la propuesta de construir una sociedad comunal es clave. Un país más pendiente de sus gobiernos comunitarios que del Gobierno central o estadal. Es el camino, está trazado y comenzado a transitar. Por ahí vamos, esa es nuestra historia: la que estamos inventando y no la que nos están trazando los ricos y poderosos, como el parlamento repugnante de una película donde siempre los pobres terminamos perdiendo.
Con la gente de el23.net hemos discutido largamente este asunto: estos compas están orgullosos del barrio como construcción de gente buena, enérgica y violenta. Dicen ellos que la sociedad del futuro debe ser y funcionar como los actuales barrios y no como las urbanizaciones de clase media o para millonarios y aristócratas. Dice El Cayapo: "No podemos anhelar para el futuro que la humanidad viva en barrios como los actuales, ya que estos son los campos de concentración donde el capitalismo condenó a vivir a los esclavos. Que en esos campos de concentración la gente se las ha arreglado para ir construyendo afectos y momentos gratos es una cosa, pero mientras haya barrios de gente pobre habrá urbanizaciones de ricos explotadores".
Cierto: uno asocia el barrio con temperamento caribe, música sabrosa, hembras-pueblo, carcajada y guerreros en formación, y es maravilloso que eso sean los barrios dentro de la tragedia del capitalismo. Pero en el futuro no deberían hacer falta los guerreros porque no debería haber guerra. Cuando haya sido liquidado el ansia de ser explotador y la necesidad de vender el cuerpo (alimento d ela esclavitud) entonces tendremos cancha para decidir entre todos si vale la pena permanecer en las casas, calles e infiernos que nos construyó esta época pavorosa que está muriendo, o si vale la pena el esfuerzo de ir a reencontrarnos con la tierra que abandonamos por meternos a urbanos y cosmopolitas.
"Pasarán más de mil años, muchos más": no es un bolero, es el ritmo de la historia humana y hay que acostumbrarse también al hecho de que no estaremos vivos para cuando esa discusión acerca del barrio necesario tenga sentido.

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Feliz cumpleaños 444 pues, Caracas, hasta donde eso sea posible.

martes, 5 de julio de 2011

5 de julio de 1811: ¿qué hacía el pueblo pobre mientras sus amos gritaban “independencia”?

Este texto de mi autoría fue publicado el 05-07-2011 en el suplemento Bicentenario 200 - Edición Especial del diario Ciudad Caracas.
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Si nos atenemos a la noción de “pueblo” que define al ser humano pobre, explotado, excluido o segregado, lo primero que es preciso anotar, con las miras puestas en el rescate de la historia del pueblo de Venezuela en el período republicano, es que hacia 1810 el pueblo era cerca de 90 por ciento de la población. Están incluidos acá los esclavos de minas y plantaciones, la servidumbre y los pulperos y pequeños comerciantes. Estos últimos eran mayoritariamente canarios; los primeros, negros y mestizos. No eran todos venezolanos, pero había una circunstancia o característica que los aglutinaba en un mismo grupo social: el profundo desprecio de los dueños del país (blancos peninsulares y criollos) hacia ellos, por su origen y condición.

Aquellos seres humanos (pulperos canarios, sirvientes y esclavos) hermanados por la miseria, la esclavitud y el odio de los poderosos poco después fueron separados y desgarrados mediante un ardid que todavía funciona: el proselitismo, la demagogia, la conducción interesada hacia fines y cataclismos ajenos a los intereses de clase de las mayorías.

Así, poco después del 5 de julio de 1811 asistimos al conocido holocausto en el cual dos porciones del mismo pueblo se despedazaron mutuamente defendiendo u hostilizando en contra de ideas, propuestas o nociones de las cuales no sabía un carajo: ni los “realistas” pobres habían visto nunca a ningún maldito rey y por lo tanto no tenían que profesarle ningún afecto, ni los “patriotas” pobres sabían qué cosa era eso de “patria”, "nación" ni “república”, como no fuera algo que le interesaba mucho al patrón y por lo tanto había que defenderlo o salir a buscarlo.

“La esclavitud honrada y laboriosa…”

La estrofa hímnica puede que haya servido para embaucar a millones durante mucho tiempo:

"¡Abajo cadenas!, gritaba EL SEÑOR
y EL POBRE EN SU CHOZA libertad pidió…"


Pero hoy por hoy todos sabemos, o deberíamos saber, que el rico señor nunca pensará ni anhelará lo mismo que nosotros los pobres en nuestras chozas. Eso es así hoy, y vaya si lo era en julio de 1811.

En un palmario y desgarrador bando de los próceres de la Primera República, hecho público el 26 de julio (15 días después de la firma del Acta de la Independencia) queda constancia de lo que significaba el pueblo pobre para la élite que se hizo con el poder defenestrando a la también criminal España. Ante la preocupación generalizada en las castas gobernantes por la proliferación de esclavos fugitivos que se dedicaron a emboscar a propietarios y comerciantes, el Supremo Poder Ejecutivo creó un cuerpo para neutralizarlos. Traducción para esta época: un cuerpo destinado a cazar a todo negro o pardo que estuviera fuera de las plantaciones. Dice el bando: “LA ESCLAVITUD HONRADA Y LABORIOSA NADA DEBE TEMER de estas medidas de economía y seguridad, con que el Gobierno procura el bien de los habitantes del país". Esclavo que se portara bien e hiciera su trabajo estaba a salvo; los malandros de mierda que se negaban a cumplir con el sagrado deber patrio de  trabajarles a sus dueños, iban a llevar plomo.

Celebraciones y rebeliones

En Caracas el pueblo más pobre se inclinó mayoritariamente hacia la facción de los independentistas. La ciudad era más bien pequeña y no había que hacer grandes esfuerzos para que la gente viera y escuchara, en la sede de la Sociedad Patriótica, a los oradores más connotados del momento. Allí se hablaba de patria, independencia y gloria, y por mucho que esos conceptos no significaran nada para un sirviente allí estaban la pasión de Miranda, Bolívar, Ribas y Paúl, entre otros grandes propagandistas y vendedores de ideología, para hacerlos atractivos, convocantes, importantes: necesarios. Todo el influjo magnético y enardecedor que el verbo de aquellos ciudadanos esclarecidos podía ejercer sobre el ánimo de aquel pueblo sin herramientas para argumentar o replicar estalló el día de la ceremonia del 5 de julio de 1811 en la iglesia de San Francisco, sin ir más lejos.

Según la historia que nos impusieron aquel fue un acto pulcro, moderado, recatado, aristocrático, elegante, pasteurizado y homogeneizado. Este testimonio de H. Poudenx da otra visión de la participación del pueblo, desde las ventanas y tribunas que daban al salón donde se discutía si Venezuela se independizaba o no: "Cuando van entrando los diputados a ocupar sus puestos amenazan de muerte a los moderados. Nunca tanta gente se había visto allí, ni jamás se observara en los oyentes el porte descomedido que en la ocasión tuvieron. Vítores y aplausos ruidosos y sin fin resonaban cada vez que tornaba o dejaba la palabra un diputado republicano: las opiniones equívocas eran acogidas con risotadas, silbos y amenazas...".

Lo ocurrido después de pronunciadas las palabras del presidente del Congreso, Juan Antonio Rodríguez (en la que anunciaba que quedaba "declarada solemnemente la Independencia absoluta de Venezuela") es descrito por un espantado José Domingo Díaz: "Aquellos jóvenes (se refiere el autor a los esclavos, servidumbre, pueblo pobre y excluido) en el delirio de su triunfo corrieron por las calles: despedazaron y arrastraron las banderas y escarapelas españolas: sustituyeron las que tenían preparadas, e hicieron correr igualmente con una bandera de sedición a la Sociedad Patriótica (…) En todo el día y la noche las atroces pero indecentes furias de la revolución agitaron violentamente los espíritus sediciosos. Yo los vi correr por las calles en mangas de camisa y llenos de vino, dando alaridos y arrastrando los retratos de Su Majestad, que habían arrancado de todos los lugares donde se encontraban. Aquellos pelotones de hombres de la revolución, negros, mulatos, blancos, españoles y americanos, corrían de una plaza a otra, en donde oradores energúmenos incitaban al populacho al desenfreno y a la licencia. Mientras tanto, todos los hombres honrados, ocultos en sus casas, apenas osaban ver desde sus ventanas entreabiertas a los que pasaban por sus calles. El cansancio, o el estupor causado por la embriaguez, terminaron con la noche tan escandalosas bacanales".

Una carta de Juan Germán Roscio a Andrés Bello reseña un acto de audacia poco conocido o totalmente desconocido: "El mismo día en que se instauró el poder ejecutivo fueron sorprendidos y arrestados algunos pardos en una junta privada que tenia, acaudillada de Fernando Galindo, con el objeto de tratar de materias de Gobierno y de la igualdad y libertad ilimitadas".

Como en toda Revolución, junto a lo más conservador y pacato suele relumbrar (y ser reprimido, aplastado, silenciado) lo más libertario y adelantado a su tiempo. ¿Por qué los venezolanos pobres, el común de la gente, no recordamos con orgullo y gratitud a este Fernando Galindo y a sus pardos en rebelión?

El ejemplo de Caracas… ¿Y por qué no otro?

Por cierto que Vicente Emparan, aquel Capitán General defenestrado en abril de 1810, escribía ese mismo año: "Si ya no están los mantuanos arrepentidos de su desatinada insurrección, muy poco pueden tardarse en arrepentirse; pero siempre será tarde. Como quiera que los mulatos y negros son 10 ó 12 por un blanco, habrán éstos de sufrir la ley que aquéllos quieran imponerles; y siempre están expuestos a los mismos desastres que sufrieron los franceses dominicanos: tal es la felicidad que se han traído los insurgentes de Caracas con su revolución".

La síntesis de este presagio se produjo poco después: la Guerra Social (1813-1814) fue su escenario, y José Tomás Boves el conductor de las rabias del pueblo.

Así que en 1811 el pueblo pobre convocado por los mantuanos de Caracas se volcó en celebración violenta. Pero en otros lugares (incluso dentro de la misma Caracas) la violencia no fue celebratoria sino de rechazo a los nuevos jefes del país, es decir, quienes habían sido sus jefes más cercanos. Otra vez el himno, portavoz de toda una ideología, incita a seguir “el ejemplo que Caracas dio”. Porque los ejemplos de Los Teques (un alzamiento de pulperos canarios) y Valencia (los negros y pardos) fueron distintos: allí no hubo celebración por la independencia tan anhelada por los criollos esclavistas sino turba y saqueo: sacudón puro y simple que luego fue aprovechado por conservadores españoles para alzarse “en nombre del Rey”.

En nombre del Rey: esa misma figura a la que acudieron los independentistas en 1810, aquella “Junta Conservadora de los derechos de Fernando VII”.

Pero los próceres de la independencia nunca serán llamados realistas; sólo los pobres insurrectos, los pobres manipulados, los pobres en rebelión, hemos merecido desde siempre las peores acusaciones e insultos. Historia patria no es historia del pueblo: esta es oscura y narrada en voz baja; la otra es celebrada y glorificada con pompa y escándalo.

viernes, 1 de julio de 2011

Lágrimas por sangre: la guerra continúa con Chávez o sin Chávez

Compinches, camaradas, panas chavistas al borde de la depresión. Entendamos algo: nosotros estamos en GUERRA contra un enemigo sucio y poderoso. Esa guerra no ha entrado aún en su fase bélica (es decir, no ha llegado la hora en que nos mataremos en las calles) pero ellos y nosotros hemos asumido una singular variante del ceremonial consistente en matar al otro: desearle la muerte y contentarnos cuando una de esas balas metafísicas alcanzan al enemigo, o a uno de ellos. Ellos celebran nuestro dolor y nuestras lágrimas; nosotros se los cambiamos por sus lágrimas y dolor. Lágrima por lágrima, por ahora; vendrá el tiempo de cambiar lágrimas por sangre. Lógica de la guerra, y ninguna guerra es mansa, limpia o cándida (y menos la lucha secular de clases, la de opresores contra oprimidos): burgueses y cimarrones nos odiamos hasta el exterminio. Y entre hermanos de luchas nos queremos hasta la rabia del adiós.

Habrá quienes se dejen moderar o silenciar por los sentimientos religiosos y convencionalismos sociales, pero en mi caso (y acá me toca hablar en primera persona), ateo y antisocial como soy, no siento ninguna necesidad de ocultar que me contenta la muerte o la desgracia de los ricos, de sus agentes y aliados. Ah carajo: todos, los de este lado y los de allá, sentimos y pensamos exactamente lo mismo. Sólo que la religión y las normas de convivencia no dejan a algunos expresarlo abiertamente. Así que no se extrañen ni se duelan de la felicidad del enemigo ante la explosión, justo en el blanco, de un misil de la naturaleza en el cuerpo de Hugo Chávez. Ellos están felices hoy; mañana estarán (otra vez) compungidos y tristes.

Porque todavía no se termina esta guerra. Mañana cambiaremos bala por bala; hoy apenas cambiamos sus lágrimas por las nuestras. Vamos bien: tenemos un plomo en el ala pero nadie ha dicho que para luchar hay que andar volando: plomo en el ala, tracción de sangre en estas patas de caminar.
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Dato histórico: el pueblo venezolano SIEMPRE se subleva, se sale de cauce, se suelta a la anarquía y a la destrucción, cuando sus conductores legítimos o impuestos cesan en funciones, mueren o pierden el control del orden convencional de la sociedad: cuando ya no obtienen reconocimiento ni por el afecto del pueblo ni a través del miedo. Sucedió el 5 de julio de 1811 (Sacudón contra blancos criollos y españoles de espanto cuando se declaró la independencia); sucedió el 5 de diciembre de 1814 a la muerte de Boves; sucedió en 1830 a la muerte de Bolívar; sucedió en 1936 en ausencia de Gómez; sucedió en 1958, degollina bestial al largarse Pérez Jiménez; sucedió el 27 de febrero cuando la figura del presidente y del régimen quedaron disueltas a los ojos de la gente; sucedió el 12 de abril de 2002 cuando Chávez fue secuestrado y un burro domado en la cúpula empresarial del país anunció que era el rey de Venezuela.

Antichavistas: harían bien en no jugar o fantasear con la idea de que Chávez va a quedar fuera de juego y ustedes van a proclamarse jefes de nadie en esta mierda. Rueguen que el único muro de contención entre las rabias acumuladas nuestras y el confort de ustedes no se resquebraje. La historia no muestra otro camino: cuando nos quedamos sin figura rectora o ésta se pervierte, corre la sangre.

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Pronóstico 1: Chávez derrotará esta vez al cáncer (parece que ya lo ha derrotado). Es decir, saldrá vivo de este trance.

Pronóstico 2: el antichavismo buscará la forma de colocar en la calle la matriz según la cual la incapacidad de Chávez para ejercer la presidencia es permanente, y dejará colar el lema: "Es hora de que gobierne una nueva generación".

Incertidumbre 1: no sabemos si Chávez quedará en condiciones de asumir y encarar una campaña feroz y vigorosa como la de 2012. De esa circunstancia dependerá en buena medida la victoria o derrota electoral del chavismo.

Incertidumbre 2: no sabemos cuándo mierdas el chavismo no oficial, eso que gusta de llamarse "movimientos sociales" y hasta "Poder Popular" entenderá de una maldita vez que la Revolución no se hace en Miraflores sino en la perra calle, y que esté o no esté Chávez al mando hay que empezar a inventar y diseñar las formas de organización mediante las cuales esa Revolución ha de continuar su avance. Porque a final de cuentas, algún día cercano o lejano:

Chávez morirá

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Dilema incómodo y único: ¿debemos EXIGIRLE a Chávez que siga sometiéndose a los bombardeos del enemigo como presidente? ¿Por cuántos años más? ¿No lo estaremos matando? ¿Sería una demostración de madurez nuestra el comenzar a asumir que nuestro guerrero más visible tiene derecho a descansar, o a pelear desde trinchera menos exigente?

Es lo que hay. Aguante allá, mi pana Chávez. Aquí seguiremos en lo mismo, como lo hemos hecho por 500 años.