Pero se atraviesa un detallazo: hace rato la tasa de natalidad de Europa está descendiendo a una velocidad pasmosa, lo cual quiere decir que la población está envejeciendo. Hay más ancianos que jóvenes, y a éstos les importa demasiado la vida chévere e independiente como para ponerse con esa ladilla de procrear y criar muchachos. Al respecto los Estados han tomado algunas medidas, una de las más impactantes es la de ofrecerle dinero a las parejas por embarazarse. En España, usted preña a su mujer y le dan 2.500 euros (al cambio en el mercado negro venezolano, unos 18 mil bolos fuertes, 18 millones de los viejos). Esta medida pasmosa originó una caricatura formidable del semanario humorístico El Jueves: el príncipe Carlos pegándose a la princesa y comentando: “¿Te das cuenta? Si quedas preñada esto es lo más parecido a trabajar que he hecho en mi vida” (ustedes recuerdan el caso). Los ejemplares de la revista fueron recogidos y la página web de la revista clausurada. Eso es lo que llaman democracia en los medios derechistas venezolanos.
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Una investigación de la Universidad de Sheffield, en el Reino Unido, aporta estos datos:
“Las generaciones más jóvenes, el grupo de
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Por supuesto que uno confronta esta dramática realidad con la reciente aprobación de una Ley que criminaliza a los inmigrantes que osen entrar a la Unión Europea, y se le disparan varios suiches en el cerebro. En este cerebro sucio y malintencionado de uno, la primera reacción que estalla, y que expresamos acá bajo riesgo de que nos crucifiquen las feministas, es la siguiente: agradecidos deberían estar los europeos de que ingresen hordas de negros, latinos y asiáticos, porque éstos sí no tendrán reparos en preñarles a las mujeres. Agradecidos deberían estar los varones de Europa por la invasión de mulatas divinas, originarias de esta porción de la tierra donde está el futuro de la humanidad, porque no hay frío escandinavo ni neblina londinense que despoje a una morena dominicana de sus propiedades afrodisíacas. Lo que a ellos les parece feo y repulsivo (ese negrero llegando a las costas en cayucos o pateras) no es una enfermedad sino su fórmula salvadora, el remedio a su anquilosamiento. Ese hombre destrozado y desesperado es el regalo del instinto humano de permanencia a una Europa que necesita urgentemente una transfusión masiva de sangre. Al condenar con cárcel y expulsión a los africanos que buscan entrar a sus tierras sólo están cerrándole la puerta a la salvación, o más bien retrasando su llegada. Quizá no se han dado cuenta de que estos movimientos migratorios son la respuesta de la naturaleza a los procesos que amenazan con liquidar a la raza humana, y no un capricho de un puñado de locos sin rumbo: mientras Asia, África y América Latina hierven de hormonas en un festival de pieles ardorosas, Europa languidece y se extingue. La pulsión humana se supervivencia ha propiciado esta oleada vigorosa de gente en busca de gente.
Es que hasta desde el punto de vista inmundo del capitalismo les es provechoso, ya que allá ven a los no europeos, no como seres humanos sino como “mano de obra”, como ejecutores del cochino trabajo que el hombre blanco ya no quiere realizar.
¿Qué precio tendrán que pagar? Uno demasiado barato: tendrán que acostumbrarse a la idea de que al cabo de unas décadas la población de Europa no sea de color blanco cadavérico sino que tenga matices, formas, colores, sabor, sazón. Aquello que Europa nos hizo hace cinco siglos con sangre y fuego, África se lo puede devolver pero con humanidad: hoy el Caribe es una danza esteatopígica (vayan búsquenlo en el diccionario) y el hombre europeo es un asunto plano y sin sabor.
El hombre del futuro es multicolor.
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¿Será que los gringos lo entendieron mejor y hace más tiempo? ¿Será por eso que los neoyorquinos se sienten orgullosos de su condición de sociedad múltiple, multiforme y heterogénea? ¿Por qué mientras los candidatos presidenciales norteamericanos buscan codearse y retratarse con las comunidades latinas, así sea para captar votos, en las grandes ciudades europeas los nazis despedazan al latino, al africano y al asiático al que consideran un invasor?
Sólo preguntas, hasta ahora.
Los antichavistas, como siempre, ya les tienen respuesta: para ellos, si Chávez está contra la Ley de Inmigración, entonces ésta es buena. Y listo. Resuelto el problema.