martes, 26 de diciembre de 2006

La triste bandera de los tontos útiles

La pelea sorda (y ni tan muda) por un puesto en la lista de la “unidad” de la oposición dejó unas cuantas víctimas vociferantes, unas cuantas almas frustradas y mucha amargura. No es que uno crea que en tales batallas todo deba terminar con una satisfacción unánime; donde hay confrontación hay ganadores y perdedores, y queda claro que estos últimos tienen derecho a protestar, a llenarse de excusas y hasta a ponerse bravos con los ganadores. El gran titular de El Nuevo País del lunes 19 de septiembre es un interesante eslogan: “Carlos Ortega arrecho”. En letras pequeñas, la Poleo explica que Ibéyise Pacheco ofendió al antiguo sindicalista al decir, cuando anunciaba las postulaciones, que la oposición había aceptado la de Ortega “a pesar de sus aciertos y errores”. Como puede verse, hay quienes consideran un insulto horrible eso de que alguien les recuerde su condición humana: ¿equivocarme yo? ¡La tuya!
A propósito de Ortega, si ustedes no han leído la carta en la que explica las razones de su renuncia a la candidatura a la Asamblea, deberían hacerlo. Es de mala entraña contarle a alguien una película antes de que vaya a verla, pero a estas alturas es inevitable citar la frase más rotunda y despechada de ese documento, dirigida por cierto a Primero Justicia. Dice Ortega: “Espero que disfruten de la campaña electoral, ya que seguramente no disfrutarán de sus curules”. Otro maravilloso eslogan producido por el radio de influencia del hombre que Picaba y se Extendía todas las noches a las 7, en cadena privada de televisión. Debería meterse a publicista.

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A lo que iba cuando hablaba de víctimas: hubo señores cuyos nombres han alcanzado alguna sonoridad entre los antichavistas y que quedaron fuera, y no sé por qué el primer nombre que me viene a la mente es el de Timoteo Zambrano, aquel inefable caballero que en su tenaz combate por la libertad de este país llegó a anunciarle al mundo la desaparición de Marisabel Rodríguez de Chávez, pocas horas antes de que ésta “apareciera” muerta de la risa en un centro comercial de Barquisimeto. Pues el caso es que, si uno se ubica mentalmente en la acera escuálida, puede percibir que este sensacionalista Timoteo hizo más méritos que otros que sí aparecen en la lista “unitaria” de la oposición. Una vez más no sé, no entiendo, no me explico, por qué a esta hora me viene a la mente el nombre de Isa Dobles.
Pero, si de víctimas cantadas vamos a hablar, es hora de preguntarse algo cuya respuesta ya sabe cualquiera medianamente despierto: ¿qué cosa tuvo que pasar para que la “unidad” opositora dejara como las guayaberas manga larga a Gabriel Puerta y a los restos mortales de su club de fans, llamado alguna vez Bandera Roja?

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En 1988 Gabriel Puerta Aponte estaba preso en el cuartel San Carlos; seis años estuvo el hombre pagando por su participación en el caso Niehouse y por ser activista de izquierda, y a los adecos les molestaba que se dijera que en Venezuela había presos políticos (ve tú cómo da vueltas el mundo). Al acercarse el momento de las elecciones, su partido quiso realizar una maniobra similar a la que ejecutó la Liga Socialista con David Nieves en 1978: convertirlo en candidato y eventualmente en diputado para que, por vía de la redención popular, pudiera salir de prisión. David Nieves lo logró. Gabriel Puerta no llegó a participar porque, dos meses antes de los comicios, a Jaime Lusinchi le dio la gana de indultarlo y ya Bandera Roja no tuvo necesidad de hacer el ridículo en la fiesta de la guanábana: sólo lo que oliera a AD-COPEI tenía chance en ese tiempo de la democracia burguesa.
Han transcurrido 17 años desde aquel episodio sin trascendencia, y hete aquí a Gabriel Puerta diciéndole que sí a todo cuanto dicen sus amos, es decir, sus carceleros de hace tres lustros: Bandera Roja se ha convertido en una especie de amplificador de los deseos de Ramos Allup y Enrique Mendoza. Y vaya que se ha esforzado; en los momentos duros de 2002 y 2003, durante el mes y pico de tensión de las guarimbas, y cada vez que hay que quemar algún caucho para darle aspecto de manifestación popular a las rabietas de los sifrinos, Bandera Roja está allí aportando sangre, aportando juventud, aportando sangre, aportando consignas, aportando sangre, aportando bulla de pueblo, aportando sangre…
La energía popular, esa gasolina de alto octanaje que sólo los oprimidos somos capaces de regar en las calles a la hora de agitar, desestabilizar y meter miedo; es decir: eso que le falta al escuálido promedio porque los cojones no le alcanzan, fue el aporte de Bandera Roja al golpismo de las clases acomodadas. El pago por esa sangre y por esa entrega está a la vista: Gabriel Puerta clamó por un espacio candidatural al lado de sus admirados “compañeros” de la derecha, y en respuesta, a la hora del reparto, le metieron un patadón en esa zona de la espalda que los deslenguados llamamos culo.
Hablar en este tono de una gente que alguna vez fue vanguardia es triste. Pero más triste es que la realidad lo obligue a uno a hacerlo.

21/09/2005

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