Cabe señalar desde ya lo que nos parece más inquietante de todo esto. Ha convocado el camarada Presidente a los campesinos para que se organicen "junto a la Guardia Nacional". La palabra y la intención del Presidente son buenas, pero cuando uno escarba en el fango de la realidad en las regiones se encuentra con que uno de los cuerpos cómplices de los terratenientes y poderosos son efectivos de la Guardia Nacional. La cultura de la entrega incondicional a los ricos, la puesta "a la orden" de las autoridades regionales (tribunales, fuerzas militares y policiales, medios de infromación), el sistema de "fuerzas vivas" al servicio de los dueños de la tierra y las instituciones, son una realidad y una dinámica que se han galvanizado durante décadas en las mentes, en el cuerpo y en las formas de organización social en las regiones, y eso no cambiará porque el Presidente de la República dé una orden.
Quienes nacimos y hemos vivido en los pueblos y ciudades de eso que llaman "la provincia" sabemos cómo funciona: nuestra región se respeta y no nos gusta que los caraqueños venga a decirnos cómo es que deben funcionar las cosas. Una actitud respetable y genuina cuando se trata de la organización social y humana para la vida (¿cómo alguien de Caracas va a saber más que yo y quienes vivimos en mi ciudad la mejor forma de organizarse y construir nuestra vida cotidiana? ¿Por qué un caraqueño tiene que venir a enseñarme a vivir si su ciudad es el mejor ejemplo de la negación de la vida?), pero nefasta y repugnante cuando se utiliza para defender castas, privilegios, mafias y depravaciones.
Lo que está sucediendo con los dirigentes campesinos es algo que va más allá de la liquidación física de unos hombres y mujeres, no se limita al asesinato, no se detiene con la muerte. Hay algo más profundo y devastador que el simple acto de pagarle a un sicario para que joda a un dirigente y es el acoso legal. El chiste es así, en tres sencillos pasos:
1) En 2001 el Gobierno promulga la Ley de Tierras. En el estado X, los campesinos organizados en cooperativas acatan el llamado-mandato de tomar tierras ociosas para ponerlas a producir.
2) Los terratenientes, a quienes les importa un pepino que el Gobierno haya promulgado una ley que favorece a los pobres y les quita privilegios a los poderosos, reaccionan violentamente intentando amedrentar a los líderes de las tomas mandándoles sicarios y después a las autoridades policiales o militares.
3) Si fallan en su intento de hacer desalojar las fincas mediante la violencia y la amenaza, lo hacen acudiendo al sistema de "justicia" de la región. Los campesinos son criminalizados y aqu´pi entran en acción los medios de comunicación de la derecha. Actualmente hay más de 1.500 campesinos imputados, vejados y sometidos a régimen de presentación por tribunales locales y regionales, por el espantoso delito de apegarse a la Ley de Tierras.
Cuando las tres vías fallan o no resultan suficientes para que el terrateniente quede satisfecho entonces viene el trámite del asesinato físico.
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Esto es posible y funciona así por algo que viene a ser el mero centro, el meollito, el lugar del ayayay, el "punto G" de la impunidad de los asesinatos y el acoso de campesinos: resulta que en la ciudad equis el fiscal que investiga el asesinato y el juez que dicta sentencia son panas de la infancia, compinches, tal vez hermanos, del dueño de la finca y la fábrica, del comandante de la Guardia Nacional, del alcalde, del cura, del dueño de la radio, del director de la escuela y el liceo. Ellos nunca se van a tirar, jamás se echarán paja Ellos estudiaron juntos, se cogieron e intercambiaron a las mismas burras, se conocen los secretos, la hermana del juez es hoy la mujer del comerciante millonario y esa dama fue cuando joven novia del jefe de la policía. Ellos nunca se van a tirar piedras entre ellos, jamás se echarán paja, nunbca en la vida traicionarán esos lazos. Esos lazos son irrompibles. Poco importa si hoy algunos de ellos son chavistas y otros antichavistas porque esto es un peo de clases: todos ellos, por cierto y para completar el cuadro, tuvieron por sirvientes, albañiles, choferes y esclavos a los padres y abuelos de esos campesinos que hoy están jodiendo con la tomadera de tierras. El drama de la guerra clasista en todo su esplendor: por mucho que se hable de revolución pacífica, un pelabolas jamás le ha de ganar por la vía limpia y legal a un potentado.
A pesar de todo, que Chávez (otra vez, el tipo en persona, y más nadie en el puto Gobierno) esté intentando algo concreto para que se acabe la matanza de campesinos es una noticia de enorme importancia, algo que hace pensar que el laberinto puede tener una solución. Pareciera entonces que no hará falta acudir a medidas dramáticas o desesperadas, como la que hemos estado discutiendo informalmente y quizá irresponsablemente. Yo no estoy muy seguro de que debamos seguir hablando en términos de paz mientras los hijos de puta terratenientes nos están matando. Cada vez creo menos en esas iniciativas hippies que convocan a agarrarnos de las manos con unas velas y unas canciones y unos discursos bonitos, mientras el enemigo nos está echando metralla y pistola. Creo que si ellos van a seguir matándonos pues entonces que la guerra sea en serio y vamos a poner muertos los dos equipos, ese juegüito de que ellos ponen las balas y nosotros los muertos ya no puede continuar. Y si el resultado de llevarse por delante a diez o veinte ricos es que se joda la paz social pues que se vaya a la mierda la paz social. Si vamos a seguir llorando muertos pues que ellos lloren a los suyos también. A llorar todo el mundo en esta mierda.
Por si no se han dado cuenta, la solución que propone Chávez incluye ese elemento dramático del cual muchos de los nuestros prefieren no hablar. Ese elemento son las armas. En control del Estado, pero armas. De esas que hacen pum y matan gente. Chávez (como siempre, otra vez) toma a veces decisiones choretas, imperfectas, pero la mayoría de las veces (como ahora) tiene en su mente la respuesta correcta. La salida al vacilón de los ricos que matan y los pobres que lloramos.