sábado, 26 de diciembre de 2009

Disculpa pública a l@s muchach@s de Ávila TV

Esta manía de ser claro e implacable al informar u opinar me viene de muy lejos, seguramente de las entrañas a flor de piel de unos padres y un hogar que estalló en pedazos precisamente por eso: cuando uno anda por la vida despedazando al mundo más temprano que tarde viene el mundo y te despedaza, o lo intenta. Lo llaman temperamento, síndrome kamikaze, propensión a no guardarse nada o casi nada, apego patológico a la transparencia así ésta te deje ver las debilidades y los miedos.

Hace unos días un compa me invitó a fijar posición respecto a la situación actual de Ávila TV. Y naguará, el muchacho que es llorón y la mae que lo pellizca. Me fui al blog del pana y eché un largo vómito sobre las vainas que vi, oí y padecí, o simplemente detecté, en los dos meses y medio que trabajé en ese canal. Hice también un análisis de lo que ha de ocurrir o está ocurriendo con la estructura de ese canal. Hasta allí todo en orden.

Me he comprometido, sin embargo, a publicar esta declaración en la que reconozco varios errores e injusticias cometidos al calor de mi exposición. Luego de dos conversas cruciales con gente de Ávila, me he comprometido a pedirles una sincera disculpa a los trabajadores que mencioné o aludí en forma agresiva o grosera, y también a las formas organizadas de lucha y defensa que los trabajadores están llevando a cabo.

Estas son las razones por las cuales me retracto, y por las cuales le he solicitado al administrador del blog que alojó mi bestial descarga, que la retire de la sección de comentarios:


1) El tono acusador, hiriente e implacable es bueno usarlo contra el enemigo, y yo no tengo razón alguna para considerar enemigo a nadie dentro de Ávila TV (así haya un puñado de personas allí que se han dedicado a vituperarme a mis espaldas).

2) Hace ya varios meses que no trabajo en Ávila TV ni participo en ninguna de sus actividades formales o periféricas, y por lo tanto no puedo hacer exposiciones donde pareciera demostrar que conozco el canal mejor que sus trabajadores actuales.

3) A mí se me invitó a apoyar las luchas de los trabajadores y en lugar de hacerlo descargué contra ellos acusaciones y señalamientos que debieron permanecer o ventilarse en privado.

4) Ávila TV vive un difícil momento de transición que hace peligrar el espíritu de su proyecto original, y por lo tanto es un error estratégico grave, y también un acto desconsiderado, el someter a las lupas del burocratismo y de los enemigos externos los flancos débiles (reales o ficticios) de los trabajadores y sus formas de organización.

5) Sea cual fuere mi opinión acerca de Ávila y su gente, cometí una injusticia al desconocer la legitimidad de las luchas de los delegados, acciones asamblearias y otras en las que los trabajadores han de intentar salvar y conservar el experimento más hermoso de la televisión hecha en Venezuela.

Así pues, esto es una disculpa pública. Comprenderé la dureza de los comentarios y respuestas que vienen de parte de los trabajadores de Ávila TV, y supongo que vienen duro.

martes, 24 de noviembre de 2009

La patria, la invasión gringa y la guerra con Colombia

Noto en el chavismo una preocupación, en algunos genuina y en otros puro teatro, ante la perspectiva (hipótesis o probable escenario) de que Estados Unidos nos invada a coñazos de misil. Dicen que las bases gringas que instalarán en Colombia son para eso.
Hay otra preocupación por ahí reflotando, hija o hermana gemela de la anterior, según la cual la coñiza ha de ser primero o al mismo tiempo con Colombia. Vamos primero con lo de la invasión, y después le damos a lo del peo con Colombia.

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El Sambil de La Candelaria será inaugurado en los próximos meses. Es ese mismo centro comercial que el presidente Chávez ordenó parar “de inmediato” varias veces. Allí dentro habrá un MacDonald's y otras franquicias más de las muchas que financian la miseria y la guerra en el mundo, pero el chavismo oficial ha dicho que, previo acuerdo con la familia Cohen, será un centro comercial socialista porque allí dizque habrá salas para eventos y culturales y tal. Quedan todos cordialmente invitados a su fastuosa inauguración.
Eso sí: cuando usted, chavista-pesuvista, vaya a inaugurar "eso" que nos han vendido como un Centro Comercial Socialista pues relájese y goce, como recomienda el sádico del chiste: abre las piernas, respira hondo y entrégate, güevonote, y acostúmbrate a la idea de que la invasión gringa ya empezó sin echar ni un solo tiro. Anda, sigue mirando al cielo y al océano esperando portaaviones y bombas, y no veas la bomba capitalista cobrando auge en la "Caracas Socialista". Sigue cayéndote a mojones.


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Que se sepa, los gringos invaden países para imponerles sus reglas, su way of life, para minar de empresas capitalistas los territorios ocupados y para que el gobierno tal no deje de venderle petróleo. ¿Qué falta les hace venir a echar tiros donde pulula tanto mamagüevo que viene a hablarte de socialismo montado en una camioneta blindada, y a exigirte conductas éticas mientras otorga permisos para seguir construyendo sambiles? ¿Para qué un misil sobre una ciudad cuya juventud le rinde culto a la droga y donde Antonio Ledezma tiene seguidores? ¿No es ese el ideal de joven pujante, chévere y exitoso que Hollywood nos vende a cada rato? ¿Qué way of life nos van a imponer si aquí los chamos siguen soñando con ser profesionales, mudarse del barrio para-mejorar-su-calidad-de-vida, donde el sifrineo juega a sus anchas en las urbanizaciones y en los cerros?

Este blog se llama El Discurso del Oeste por homenaje y en honor de una vocación caraqueña: la invasión de las clases medias y altas por parte de la estética, los ímpetus y el atavismo migratorio de las clases más bajas, las cuales han desplazado y seguirán desplazando cultural y territorialmente a la sifrinería, desde un oeste cultural (y no necesariamente geográfico) hacia el este. Pero cuando esa invasión y ese empuje tienen su artillería más pesada en prácticas y elementos culturales del capitalismo (la buhonería, el reggaetón, el malandreo concebido como práctica gangsteril y no como dato de rebeldía) entonces vale preguntarse para qué coño sirve desplazar territorial y culturalmente a los sifrinos, si igual van a sustituirlos gente pobre, pero capitalista por impulso vesánico.

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Así que ya estamos invadidos. No sigamos esperando el portaaviones porque ese bicho está aquí instalado hace años y con sus anclas entronizadas, galvanizadas, petrificadas en las ciudades y en los cerebros del venezolano de las grandes ciudades y otros más de los campos. Vamos ahora al cuento de la guerra con Colombia.

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La Historia oficial nos ha acostumbrado (¡adoctrinado!) desde que somos República para que consideremos a la patria una verga superior. La Patria, según el cuento que nos han metido en el cerebro, es lo único superior a ese otro elemento ineluctable e insuperable: Simón Bolívar, de quien por cierto se dice que es su pae.
Bolívar es el padre de la patria, pero insultar a Bolívar no es tan grave como meterse con su hija. Un traidor a la patria merece la cárcel; meterse con Bolívar si acaso merecerá algún reproche moral. Con todo, prácticamente no hay un venezolano de a pie que no opine que Bolívar fue el hombre más heroico, más valiente, más inteligente, más infatigable, más universal, más arrecho; el de verbo inigualable, el de pensamiento más alto, el que nunca mentía, decía groserías o cometía errores; el que tenía el pipí, machete, paloma o güevo más grande, el que cuando no la ganaba la empataba. Quien opine algo distinto a eso pues simplemente le cae encima el calificativo de ignorante o loco, pero hasta ahí. Pero ¡ay verga!, si usted se mete con la patria...

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En el discurso estándar que se dice defensor de lo venezolano sobresale un postulado que quiere ser inconmovible: cuando Venezuela o su representación sale a fajarse en alguna arena de confrontación en el exterior, hay que estar con los nuestros. Así usted sea caraquista es de mal gusto que le vaya a Puerto Rico cuando enfrente al Magallanes. Así funcionó siempre. Pero en estos años, gracias a la sinceración de las posturas políticas, que en realidad y por sobre todas las cosas son profundamente clasistas, se ha desatado un fenómeno que relega a un segundo plano aquello de la patria: simplemente, el antichavismo (cuyo discurso y orientación originarios les pertenecen a las clases medias y altas) espera que Chávez diga A para proceder a decir Z. Si Chávez le mienta la madre a Uribe hay que estar con Uribe; si Chávez pone en órbita un satélite o se coge a una top model hay que buscar la forma de decir que eso es malo o que no es ninguna hazaña; si un programa del chavismo le salva la vida a miles de niños hay que obviar eso y afincarse a hablar de los niños que no se salvaron; si una carajita venezolana gana una medalla de bronce en las olimpiadas hay que hablar del fracaso del resto de la selección; El Nacional siempre consideró a Ramón Palomares un poeta de voz vigorosa y verbo luminoso, pero cuando se supo que es chavista entonces ahora dice que es un viejo marico sin talento para nada. ¿Magglio Ordóñez? Gran pelotero antes, güevón y traidor ahora. ¿Edwin Valero? Noqueador excelso, campeón mundial invicto ante cuyas peleas hay que paralizar las calles. Ah, el tipo se tatuó el rostro de Chávez en el pecho: fuentes que prefirieron conservar el anonimato aseguran que el boxeador le cayó a coñazos a la mamá. A Jorge tortoza lo mataron el 11 de abril y dos días después los periodistas de derecha instituyeron un premio con su nombre. Se descubrió que era chavista: ya no se hable más de Jorge Tortoza y el fulano premio pues láncenlo en los containers de mierda del olvido.

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Apéndice: al Abreu y a Dudamel los aplaude el enemigo porque reproducen una estética, un sistema y unos contenidos que le dan continuación a la sociedad que construyó el enemigo. La música que hacen las orquestas esas repiten y perpetúan el legado de una Europa que en su altiovez le ha impuesto a nuestros pueblos una noción de Cultura que nos humilla, nos desaparece y nos niega. Por eso tanta felicidad en Viena, San Francisco y Londres: miren qué bien nos imitan los monos estos. Miren cómo se vomitan en los tambores y se ponen en cuatro patas ante la batuta. Es el mismo síndrome que movía al antichavismo a respetar el "trabajo" de aquel Vielma Mora que reinaba en el Seniat: lo querían y admiraban porque hacía a la perfección algo a lo que el capitalismo y la derecha le rinden culto: la gerencia, el cobro de impuestos, la administración del capital. Y del lado de acá, montón de chavistas orgullosos de la labor de este bicho, así como hay chavistas que aplauden a Dudamel porque creen que su éxito personal es producto de la Revolución.

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Pare la oreja en Venezuela y diga si no escucha estos dos estribillos:
1) Patria: lo que diga Chávez.
2) Patria: lo que niega a Chávez.

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¿Y qué hay de la patria verdadera? ¿Y si hay más de una patria?
¿Existe o existió esa mierda alguna vez?

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Guerra con Colombia. Estalla la coñacera, plomo para allá y plomo para acá, los ejércitos se movilizan, los aviones rocían de plomo pueblos y ciudades; mariquerón, patá y kung-fú por donde quiera; el clarín de la patria suena y retumba en el cielo de nuestros libertadores la consigna:

SANGRE O MIERDA: VENCEREMOS

Saltan los adoradores de la patria a ponerte en el dilema: "Ajá, estalló el mierdero. ¿En qué bando estás tú?", tú sabes, esperando que uno se equivoque para joderlo o mandarlo a joder.
Mi respuesta: yo no tengo por qué meterme en una probable o eventual guerra entre dos ejércitos burgueses, defensores de dos Estados burgueses. Si mi patria es un asunto donde hay amos y esclavos, explotados y explotadores, entonces esa guerra no es conmigo ni con los míos. Esa patria no me pertenece, así que no tengo por qué defenderla. Si alguien considera que hay que matarse por una patria que al final va a seguir defendiendo negocios e intereses grupales pues que se maten esos mamagüevos por sus privilegios.
¿Significa eso que a la hora de los tiros iré a enconcharme? No, porque entonces será una ocasión estelar para desatar otra guerra. Nuestra guerra. La guerra clasista, la guerra social. Tal como en 1813-1814, cuando el lenguaje dominante nos imponía una presunta "guerra de independencia" donde eras realista o patriota, habrá que poner en juego el espíritu bovero que nos ubica en la realidad: la guerra que debe desvelarnos no es entre países o patrias o ejércitos o naciones sino entre dominados y privilegiados. Esa guerra no está por venir: ya comenzó. Cuando estalle esa coñaza y me pongan a escoger entre un maldito multimillonario venezolano y un campesino de Colombia, yo me cuadro con el colombiano. No me importa la nacionalidad ni la puta patria, me importa la redención de los pobres, la emancipación del hombre sometido a permanente vejación. Si llega a estallar esa coñaza mi trionchera no estará en la frontera sino en algún lugar desde donde mis armas puedan alcanzar a un rico o jalabolas de los ricos. No me verán en La Guajira sino en El Cafetal o en Las Mercedes. El enemigo está ahí. Y el enemigo del pueblo colombiano está allá, en las zonas exclusivas para blancos cachacos, políticos de alcurnia y narcotraficantes.

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Decía Coto Paúl en 1811:
¡La anarquía! Esa es la libertad, cuando para huir de la tiranía desata el cinto y desanuda la cabellera ondosa. ¡La anarquía! cuando los dioses de los débiles –la desconfianza y el pavor– la maldicen, yo caigo de rodillas a su presencia. ¡Señores! Que la anarquía con su antorcha de las furias en la mano, nos guíe al Congreso, para que su humo embriague a los facciosos del orden y le sigan por calles y plazas gritando ¡libertad! Para reanimar el Mar muerto del Congreso estamos aquí en la alta Montaña de la santa demagogia. ¡Cuando ésta haya destruido lo presente y espectros sangrientos hayan venido por nosotros, sobre el campo que haya labrado la guerra se alzará la libertad!

Ni más ni menos: ¿para qué reconstruir una patria, si la humanidad lo que espera es la destrucción de lo presente y la construcción de algo más justo y hermoso?

martes, 17 de noviembre de 2009

Gente hermosa, gente en Revolución

Ya antes he hablado de Los Cayapos. Resulta que uno de ellos se ha animado y acaba de poner en la red su propio blog (clic aquí).
Aparte, vengo de lanzarme una travesía por el país en compañía de unas locas deslumbrantemente bellas, y conocido a otra gente deslumbrantemente bella también. Uno es machista por formación, imitación y condicionamiento reflejo, así que no me sale natural decir que conocí a un hombre hermoso. Pero vaya, en ese viaje conocí a José Rondón. Si usted no conoce a ese señor usted no sabe qué es fuerza, qué es personalidad, qué es la Revolución y qué es impulso humano de evolución y grandeza. Conózcalo (aunque sea superficialmente) aquí:

José Rondón: La casa del hombre


jueves, 12 de noviembre de 2009

Todavía somos chavistas

Según las encuestadoras más implacables convertidas en fichas de propaganda contra el Gobierno, todavía la guerra sucia y los efectos de la crisis no logran que la empatía de nuestro pueblo con su presidente baje de 50 por ciento. Pero no hay que hacerse el pendejo ante la detección de rabias callejeras, de un descontento producto de situaciones reales, y otras exacerbadas o confeccionadas por los medios de la derecha. Pocas veces me he dedicado en este espacio a hablar desde mi condición de sujeto afecto a un Gobierno más imperfecto que el coño, pero el más apegado al pueblo que he conocido. Hago hoy una de las pocas excepciones en esa dirección, porque hoy Chávez y el chavismo militante se enfrentan a un momento difícil en su relación con las masas populares.



Los chavistas estamos sometidos permanentemente a los ataques de una maquinaria de propaganda y guerra de opinión pública en la cual el enemigo es experto, y nosotros unos pobres aprendices. El enemigo tiene más de medio siglo perfeccionando las artes de destruir la imagen del otro, y nosotros apenas unos pocos años experimentando con las formas alternas de comunicación, la guerrilla mediática y la democratización de las herramientas de la información. Muchos soportamos esos ataques, pero quien no sabe de militancia ni conoce el origen y esencia de esta guerra que vivimos hoy puede sucumbir a la desesperanza, a la desilusión y al pesimismo.

Estas son entonces mis razones para permanecer en esta acera de la historia, y no allá enfrente adonde van a parar los impresionables, los indecisos, los de convicciones frágiles y en general los cagones que creen que ser revolucionario es una fiesta consistente en vestirse de rojo y gozarse las riquezas del país. Pero también va a parar allá mucha gente honrada, humilde y honesta. Esa que hoy anda medio arrecha y que probablemente en unos meses vuelva a recuperar la fe en el proyecto, y no sólo en el Presidente.

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Si yo tuviera que defender al proyecto chavista a partir de los conceptos convencionales de una sociedad fatalmente condenada al capitalismo, mi dictamen tendría que ser adverso al proyecto que ha puesto Hugo Chávez en la mesa. Si yo quisiera que los hospitales funcionaran, que la gente fuera a misa los domingos, que la policía matara o encarcelara a los delincuentes (delincuente: sujeto que atenta contra la propiedad y la tranquilidad de la “gente de bien”), que los indigentes no se dejaran ver en las avenidas céntricas y lugares de esparcimiento de las clases medias y altas; si yo quisiera que los pobres respetáramos y consideráramos entidades superiores a los ricos, a los curas, a los militares, a los periodistas, a los gobernantes, a la gente que aparece en televisión y a los funcionarios públicos; si yo creyera que el mundo funciona bien pero que podemos mejorarlo ubicando a unos gerentes probadamente exitosos en cargos públicos estratégicos, o entregándole a unos empresarios el control de las funciones del Estado, y metiendo en la cárcel o matando a los comunistas; es decir: si yo quisiera que esta sociedad en estado de descomposición funcionara, yo sería de derecha. Sería antichavista. Votaría a favor de cualquier partido de los autodenominados “democráticos”. Estaría muy preocupado por los millones de dólares que el país produce o deja de producir, y porque a un multimillonario lo castigan o lo multan por promover golpes de Estado desde su televisora particular.

Pero a la sociedad venezolana no se le puede medir hoy con los mismos parámetros con que se mide a otros países. En Venezuela se han roto algunas condiciones que lo mantenían inmerso en cierta conveniente noción de “normalidad”, entendida esta como un estado de cosas en las cuales los esclavos estamos contentos de serlo, y por lo tanto los esclavistas viven tranquilos y ninguna turbulencia perturba las aguas donde navegan sus yates.

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En 1814 una horda enfurecida de miles de esclavos y sirvientes al mando de un asturiano llamado José Tomás Boves llegó a libertar a un pueblo oprimido. Como los liberados eran sirvientes y castas consideradas inferiores, la historiografía no lo registra como liberación sino como hecatombe. En aquel entonces, Boves emitió un bando según el cual los ricos mantuanos debían inclinarse en respetuosa reverencia cuando se toparan en la calle con un negro, pardo o zambo. Eso no era ni es “normal”: lo normal es que los negros y pobres nos inclinemos ante los blancos y poderosos.

Yo soy chavista porque, al igual que en 1814, los venezolanos estamos asistiendo a un proceso de destrucción de una “normalidad” embustera, tramposa e impuesta; una “normalidad” que considera ofensivo el que a un empresario lo cite la policía, la Fiscalía o el poder legislativo a una interpelación o a someterse a una investigación: los Estados burgueses sólo investigan a los pobres. Con Chávez en el poder las figuras de autoridad, comenzando por la propia figura presidencial, han recibido la bofetada que las ha rebajado a su condición humana más simple. Un cura, un militar, un periodista, un empresario, un multimillonario, un músico de renombre, ya no son abordados en las calles para ser alabados y glorificados y para que den autógrafos, sino para ser interpelados en su condición de ciudadanos comunes. Con el chavismo en el poder comenzó un sano proceso de humanización de lo que antes era santificado e idealizado: hoy sabemos que del Presidente para abajo todo el mundo fornica, defeca, llora de dolor o tristeza, tiene imperfecciones y debilidades.

Es verdad que todavía Chávez le hace muchas concesiones a la burguesía, que todavía los oprimidos lo somos y los poderosos son unos cuantos más. Es verdad que Chávez es bolivariano, aunque a ratos parece bovero o bovesista. Pero con Chávez, en Venezuela ha comenzado un proceso de desacralización de las jerarquías, paso esencial para la construcción de algo que le resultará muy anormal a los “normales” del momento: la democracia. Esa construcción que ha de ser algún día el Gobierno del Pueblo, y no un entresijo de postulados entre los cuales destaca aquel según el cual la empresa privada puede vejar al sujeto de la democracia, que es la gente pobre que necesita vender su fuerza de trabajo para sobrevivir en esta selva. Soy chavista porque Chávez ha catalizado con relativo éxito el proceso de destrucción de una sociedad que la humanidad debe abandonar urgentemente como opción.

miércoles, 28 de octubre de 2009

¿Necesitamos más agua? Pues sigamos asesinando ríos

Artículos referenciales:
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Agua y energía: las grandes ciudades vuelven a mostrarnos su fragilidad, colapsando por esos flancos. Y por supuesto, dependiendo del bando en que se mueva cada quien, han salido ya los "sabios" a contarnos lo que debió hacerse a tiempo, o lo que se está haciendo para salvar a las ciudades. No parece haber voluntad ni cojones (disculpen las feministas y feministoides la referencia sexista) para agarrar ese toro por los cachos correctos: estas ciudades monstruosas no hay que salvarlas ni planificarlas sino desmontarlas. Las ciudades industriales le sirvieron al capitalismo dutante un rato, pero ahora, en plena debacle del sistema, es absurdo seguir pensando que (perdón: es absurdo que quienes nos llamamos o nos creemos o nos sentimos revolucionarios sigamos pensando que) poniéndoles unas curitas y unos adornos marca "Che Guevara" a Caracas ésta va a convertirse en una ciudad socialista. Es ridículo seguir soñando con la otra sociedad, esa donde el ser humano pueda reencontrarse, y al mismo tiempo ufanarse de la tronco de autopista, las troncos de petrocasas, el tronco de edificio, la tronco de negociación con los dueños del Sambil, la tronco de industria automotriz que vamos construyendo mientras por otra parte se levanta el ferrocarril.
De la energía eléctrica y la energía en general nos ocuparemos luego. Mientras tanto, vamos con lo del agua.

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Hay noticias malas que vienen en envoltorios que las hacen parecer buenas. Por ejemplo, el avance de los trabajos que han de culminar en un acueducto en las montañas de Guatopo para que Vargas, el Tuy y parte de Caracas tengan más agua. Siempre suena hermoso escuchar que a la gente le resuelven los problemas. Pero, ¿qué tal si para resolverle el problema a una gente terminamos destruyéndole la vida a otra gente?
Esta es la historia: Hidrocapital construirá un embalse allá arriba en la cuenca de un río formidable llamado Cuira, y de allí saldrá una tubería de 70 kilómetros que llevará el agua de los ríos afluentes a algunas zonas de Caracas y aledañas. Para que eso sea posible, varias de las 600 familias (unas 6 mil personas) que viven, trabajan y crecen en la zona deberán ser desplazadas de sus hogares y enviadas lejos del lugar donde nacieron y han crecido generaciones. Ya les han marcado un número en sus casas con brocha gorda; nadie les ha explicado si ese número indica el orden en que sus moradores van a ser desalojados de allí, ni si van a ser desalojados por las malas. Porque por las buenas parece que no están dispuestos a irse. Detalles de la alarma y lucha de las comunidades de Guatopo contra esta estupidez, en el blog de Cafecao (clic aquí).
El título de este artículo quiere resumir lo que parece ser la “lógica” de las grandes ciudades industriales, cuna y continuación del capitalismo: con tal de construir megalópolis, somos capaces de arrasar la naturaleza que en condiciones ideales le sirve al ser humano de sustento. Como que no queremos salvar al ser humano sino a las ciudades que le vuelven mierda la vida. Las grandes ciudades son campos de concentración donde los obreros (esclavos) y los amos (patrones) están obligados a convivir, apretados y relativamente cerca de todo lo que huela a medio de producción y a centro comercial. Esta relación con el medio ambiente nació con el capitalismo, y a ella seguimos amarrados, aun cuando se supone que construimos el socialismo u otra sociedad distinta.
Los venezolanos tenemos la desgracia extra de que nos impusieron como emblema cultural una novela medio coñoemadrita ella: Doña Bárbara es la metáfora del hombre “civilizado” que llega al campo a imponerse a la “barbarie”. No sólo en la literatura glorificamos a Santos Luzardo, también lo hemos hecho en nuestra historia política, en los movimientos demográficos, en la vida cotidiana: hoy 80% de la población vive en las grandes ciudades y todo lo que huele a campesino y a labores de la tierra nos produce como cosita. La expresión “Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebra” nos sale de la boca con una sonrisa. Pocos nos damos cuenta de que esa sonrisa es una burla macabra contra nuestras posibilidades de salvación: cuando termine el deslave del capitalismo necesitaremos volver a la tierra, allá al monte y a la culebra, para reencontrarnos como seres humanos.
Unas 600 familias han de ser desplazadas porque Caracas, Vargas y el Tuy necesitan el agua de las montañas de Guatopo. Un tubo inmenso de 70 kilómetros y 3 metros de diámetro será colocado desde un embalse que se construirá en la cuenca de varios ríos maravillosos afluentes del Cuira, hasta la represa de Taguaza, allá donde termina Barlovento y la vía se bifurca rumbo al Tuy y a Caracas. El monstruo de metal y concreto le robará a aquellos ríos magníficos 12 mil litros de agua por segundo. Esa agua vendrá a ponerle una curita al cáncer mortal que son estas ciudades inviables: Caracas, El Junquito, Vargas y el Tuy se alimentarán artificialmente de las aguas de este Parque Nacional, en cuyo corazón se construirá un embalse con capacidad para 700 millones de metros cúbicos.
Y el colofón: en ninguna parte se menciona el hecho pavoroso de que para realizar el proyecto deberán ser sacadas de la zona unos seis mil seres humanos. ¿Para qué Barrio de Petare o Charallave serán obligadas a marcharse esas personas? Allá han ido unos burócratas a marcar con números negros las casas que serán destruidas o cubiertas por las aguas del embalse. Sin derecho a pataleo: 6 mil personas tienen que perder su identidad, su relación de pertenencia con la comunidad, su derecho a vivir una vida en contacto con la naturaleza, porque a unos caraqueños les dio la gana de decretar que 5 millones necesitan el agua de la montaña para seguir construyendo el espejismo de una Caracas que no puede más. Que ni con un océano será posible de humanizar, ya que la sed de nosotros no es de agua sino de justicia y humanidad.
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Un visitante-comentarista (Carlos) me dejó este video de Bob Marley acá abajo en la sección Comentarios. Maraca e video, compa, y qué oportuno y pertinente. Ahí se lo dejo:



jueves, 15 de octubre de 2009

La policía no tiene salvación

Artículos referenciales:
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Esto lo escribo movido, conmovido y sobre todo arrecho por la detención ilegal, torturas y vejaciones sexuales por parte de la Disip en contra de Mairim Delgado, mujer de 29 años, militante del PSUV y estudiante de Educación en la UCV. No porque la condición de militante y estudiante le otorgue más derecho a la dignidad, sino porque este caso revela que mientras unos nos empeñamos en hablar y pensar en términos de Revolución otros no pueden quitarse el adeco corrupto de encima.

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Hace unas semanas, un compa que trabaja en el Consejo General de Policía me extendió una oferta de trabajo. La Policía Nacional está formando a quienes serán sus funcionarios fundadores, y el Consejo (ente adscrito al Ministerio de Interior y Justicia) ha puesto empeño en darles a los agentes formación en Derechos Humanos y en otros aspectos de lo que debe ser la “visión” del nuevo policía. Audaces los compas, pensaron en el hijo de Ezio Duque para que fuera a echarles unos cuentos sobre la policía que conozco. Me pongo en el pellejo de la institución y los docentes y digo: sobre lo que no debe ser la policía. Suena bien, ¿ah?
Pero estuve unos días imaginándome a mí mismo en un aula de clases descargando el discurso transgresor-alterno-bovero en la cara de unos muchachos cuya aspiración en la vida es ser policías, y decidí que la aventura no valía la pena. Yo no creo que ninguna policía sea o pueda ser buena en el sistema en que vivimos, así que ponerse a adoctrinar gente con criterios de construcción de otra sociedad, pero contando con unos compatriotas que están ansiosos por ir a servirle a la sociedad actual, es una pérdida de tiempo. Se atraviesa además ese recóndito sentido de la honestidad que uno guarda por ahí, y que le impide ganarse una plata haciendo cosas inútiles o en las que no cree.
Yo no creo que los funcionarios de la nueva policía vayan a ser “mejores” que los actuales, por la sencilla razón de que la sociedad para la cual van a “trabajar” es la misma sociedad descompuesta que pudrió a los anteriores. La comprobación inolvidable de la conexión profunda entre clases acomodadas y cuerpos policiales a su servicio es aquella marcha del 11 de mayo de 2002, cuando el sifrinaje se lanzó a marchar en apoyo a la PM, a agradecerles y a celebrar con ellos el habernos masacrado un mes atrás. Era una delicia ver a tanta niña rosadita pidiéndoles autógrafos a los hijos de puta que nos ametrallaron, nos ametrallan y nos seguirán ametrallando.
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Tengo además suficientes y demasiado contundentes testimonios de policías solidarios, buena gente, tipos sencillos y honestos; agentes que tienen más o menos intacto su sentido de la humanidad y de la justicia. Agentes que, por lo mismo, son enviados a trabajar como funcionarios administrativos, de oficina. En el código de las policías este es el castigo subliminal para los güevonotes, los gochos, los estúpidos incapaces de matraquear, de extorsionar y de pegarle un tiro a quien no pague vacuna. “Bueno”, en el diccionario de los policías, es sinónimo de gafo.

Para ser un policía de verdad, ese que sale a la calle a enfrentar a los malandros, hay que ser malandro también: hay que ser un coñoemadre. Una lógica que parece hecha a la medida: al hampa se le enfrenta con tipos rudos que también son hampa. El problema es que no todos los ciudadanos que andan por la calle son delincuentes, y por lo tanto no tienen por qué calarse que un puñado de mamagüevos disfrazados los sometan a vejaciones en nombre de la moral, las buenas costumbres y no sé qué mierda de orden público y tal. Alguien les dijo a estos hampones de uniforme que ellos son “la máxima autoridad en las calles”, y que por lo tanto ellos están allí para humillar a los ciudadanos, no para servirles. El “criterio de servicio público” es algo con lo cual se limpian el culo: ellos se acostumbraron a que su misión en las calles es demostrar que son más arrechos que los demás.

A los policías y a sus clones frustrados, los vigilantes privados (pobres y explotados todos ellos) se les inculca profundamente, sin necesidad de decírsela con palabras, la siguiente instrucción: los tipos de tu condición, tu aspecto y tu extracción social son sospechosos. Cuando veas a un carajo igualito a ti (pobre como tú, negro como tú, mal vestido como tú), jódelo. En algún post anterior conté cómo un agente de Policaracas quiso hacerme caer en una trampa muy de moda desde hace tiempo: me agarró en Chacaíto después de comerme la luz roja del semáforo y me preguntó que dónde vivía. Cuando le respondí que en el 23 de Enero se llevó la mano al cinto y pregunto: "Ajá, ¿y qué haces por aquí tan lejos?". Le respondí: "Atracando".
La policía es un ente en descomposición dentro de un sistema también en descomposición. Es la carroña a medio digerir en el estómago del zamuro muerto. Usted no hace nada con aplicarle curitas y paños calientes a ese cuerpo putrefacto, porque el cuerpo que lo aloja está pudriéndose también.

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Para los mercaderes de la represión ha sido fácil vender la conocida fórmula: ¿Hay más delincuencia? Pues saquemos a la calle más policías. La policía acaba con el crimen, reza una sentencia en la que casi todo el mundo cree a ciegas. Los años 90 se encargaron de echar por las letrinas ese embuste abominable. Esa fue la década en la cual la descentralización propició la fundación de un cuerpo policial por cada municipio. La aparente paradoja resalta con una claridad que deslumbra: en los años 90 se multiplicó por varios miles la presencia policial en las calles, y sin embargo en esa misma década el crimen violento se disparó hacia arriba en espantosa carnicería. De 2.800 homicidios ocurridos en 1990 saltamos a más de 9 mil en 1994, el año más violento de la historia criminal venezolana. Y la paradoja es sólo aparente, porque a estas alturas ya deberíamos saber que el crimen no se combate con policía.

La gigantesca hipocresía de los dirigentes antichavistas ha encontrado un aliado muy poderoso en ciertas fallas estructurales que al Gobierno chavista le ha costado superar. El discurso del antichavismo se las ha arreglado para organizar así las “ideas”: el Gobierno gasta dinero en el exterior mientras usted es atracado en la calle, no le alcanza el sueldo y los hospitales están sin medicinas. Lindo discurso para unos recoñísimos que, cuando estaban en el poder, jamás se ocuparon de los hospitales, de la seguridad ni del ingreso de las clases populares. Dicen los repentinos sabios de las ciencias sociales (los antichavistas metidos a analistas) que el Gobierno debería utilizar lo invertido en gastos militares para dotar mejor a las policías o “mejorar” las que existen. A unos hijos de puta enfermos por la plata les parece que todo se resuelve con plata. Creen que el factor que jodió a la humanidad es el que va a salvarlos: dales plata a los policías y entonces la seguridad ciudadana mejorará, dicen. Como si no estuviera claro que si a un policía, a un médico o a cualquier servidor público hay que pagarle muy bien para que no se meta a delincuente, entonces es mejor pegarle un tiro en la cabeza y acabar con esa comedia. El combustible de la gente que trabaja para servirle a la gente debería ser la ética y el sentido de humanidad, no la plata. Pero para que eso ocurra hace falta que hagamos una Revolución.

¿Será que le damos?

martes, 13 de octubre de 2009

Abaleado por orden de terratenientes de Machiques el cacique Sabino Romero Izarra, dirigente de la etnia yukpa

  • En el mismo ataque a tiros cayó asesinado Eber Romero Valbuena, hijo del cacique Olegario.
  • Ocurrió hace unas horas en la comunidad Chaktapa cerca de Machiques, estado Zulia.
  • La niña Marilyn Romero (12 años de edad, hija de Sabino Romero) y otro niño también fueron heridos de bala.

Justo un día después del Día de la Resistencia Indígena la familia del cacique de la etnia yukpa Sabino Romero Izarra (quien ha sido amenazado de muerte varias veces, un hecho denunciado una y otra vez ante todas las instancias legales, en los medios de información alternativos y del Estado) recibe un macabro regalo de parte de las poderosas mafias de terratenientes que se sienten dueñas de Perijá. Hace unas pocas horas han sido abaleados en la comunidad de Chaktapa. Hasta ahora se sabe de un muerto (Eber Romero Valbuena, yerno de Sabino) y de tres heridos, entre ellos el propio Sabino, su hija Marilin, de 12 años y otro niño de quien no tenemos más detalles.
El año pasado, en un ataque similar, fue asesinado el padre de Sabino, José Manuel Romero, un anciano de 102 años de edad.
Desde la propia comunidad llega la siguiente información: la Guardia Nacional está apostada en el sector Cuesta de Padre, y está impidiendo el traslado de los heridos a Machiques, adonde tampoco estarán seguros Romero y su familia. La voz de alerta es para que se traslade a los heridos a Maracaibo, por razones que es preciso decir sin adornos: si Sabino y su familia se quedan en Machiques los van a matar. Allí los terratenientes tienen todo el apoyo del sector económico, oficial y de un sector corrompido de la Guardia Nacional "bolivariana".

Ayer nomás, 12 de octubre, Lusbi Portillo, de la Sociedad Homo Et Natura, hacía el siguiente análisis sobre el fraccionamiento de las tierras de los yukpa bajo el aspecto de "entrega de tierras", acto celebrado con grandes aplausos ayer mismo, día de júbilo según la nomenclatura épica del momento.


Transcribimos acá el artículo de Portillo, copiado de Laclase.info:

Este 12 de Octubre nada tendrán que celebrar los pueblos indígenas que habitan la Sierra de Perijá

Lusbi Portillo (Sociedad Homo et Natura)

En los últimos 50 años los Yukpa y los Barí perdieron más 85% de su territorio en Venezuela. Y aún hoy los minúsculos espacios donde sobreviven están de nuevo amenazados por los mega proyectos portuario vial minero-carboníferos del Estado venezolano y las transnacionales.

Todas las tierras de los indígenas Barí y Yukpa ubicadas en el sureste del piedemonte de la Sierra de Perijá, están dadas en concesiones mineras. Pues hasta el mes pasado sólo Corpozulia había renunciado a 6 Lotes de carbón y fosfatos números XXXIX, XLIX, L, LI, LII y LIII ubicados en las comunidades Yukpa Maraca, Botoncha, Río Yaja, Kasmera, Shiraji, Guamo-Pamocha, Chaktapa, Chaparro, Karañi, Tukuko, Paraya, Tontayonto, Shukumo y Mareba, según Gaceta Oficial 39. 274 martes 29 de septiembre 2009, páginas 11-15, esto significa un total 28 mil hectáreas de 125.956,80 dadas en concesiones en el piedemonte perijanero, más 29.072,90 hectáreas de cuatro empresas de capital privado para hacer un total de 155.029, 70 hectáreas.

Este encadenamiento de proyectos amenaza también a los Wayúu del Socuy, Maché y Cachiri que habitan la parte norte de Perijá, en el municipio Mara. Desplazados hace 40 años de la cuenca de los ríos Guasare para la construcción de la mina Paso Diablo y Norte y hoy amenazados en sus nuevos territorios por la creación de la una nueva mina Casa Blanca y Aljibe de la empresa irlandesa Compañía Carbonífera Caño Seco, C.A. y otras tantas de las empresas Venezolana de Minas, C.A. VENMINCA y Suramericana de Minas, C.A. SDM

El estado Zulia, como otras regiones del país, está ubicado dentro del funcionamiento de uno de los nueve Ejes de Integración propuesto por la banca regional y mundial a través de la Integración de la Infraestructura Regional Sur Americana IIRSA/TLC, para reestructurar de nuevo América del Sur desde los intereses de las corporaciones multinacionales y de Estados Unidos.

Los intereses militares en la frontera, los supuestos derechos de terceros, conjuntamente con estos megas proyectos mineros los que, hoy 12 de octubre, no le impiden una vez más al Gobierno Nacional entregarle a los indígenas Yukpa los títulos colectivos de tierras saneadas “sin minas ni ganaderos”. Así como desde el 2006 hasta la fecha son estas mismas razones las que no les han permitido al Gobierno nacional entregarles al pueblo Barí títulos de propiedad colectivas de su territorio.

La actuación de la Comisión Nacional de Demarcación del Hábitat y Tierras de los Pueblos y Comunidades Indígenas y con ella el Estado Venezolano, les niega a estos pueblos Amerindios, los derechos reconocidos sobre la noción de hábitat indígena como en el artículos número 2 de la Ley de Demarcación y Garantía del Hábitat y Tierras de los Pueblos Indígenas, “La totalidad del espacio ocupado y poseído por los pueblos y comunidades indígenas, en el cual se desarrolla su vida física, cultural, espiritual, social, económica y política; que comprende las áreas de cultivo, caza, pesca fluvial y marítima, recolección, pastoreo, asentamiento, caminos tradicionales, caños y vías fluviales, lugares sagrados e históricos y otras necesarias para garantizar y desarrollar sus formas específicas de vida”; y como “tierras indígenas” “Aquellos espacios físicos y geográficos determinados, ocupados tradicional y ancestralmente de manera compartida por una o más comunidades indígenas de uno o más pueblos indígenas.” En segundo lugar, les niega la posibilidad recuperar las tierras expropiadas a sangre y fuego por los ganaderos colonos durante la fundación de Machiques. Esta comisión intencionalmente les desconoce el derecho que poseen los pueblos indígenas a volver a sus territorios expropiados.

El Estado gobierno pretende fraccionar el territorio del pueblo Yukpa entregando este lunes 12 de Octubre de 2009 en mano de Sergio Rodríguez sólo 45 mil hectáreas a 33 comunidades ubicadas en la cuenca del río Apón en los sectores Shirapta, Aroy y Tinacoa, dejando por fuera el 90% de las comunidades ubicadas en las cuencas de los ríos Negro, Yaza y Tukuko. Siguen pendientes los derechos humanos territoriales del pueblo Yukpa. Ya se escuchan rumores que varios dirigentes Yukpa de estas tres comunidades solicitaran la nulidad de estos títulos.

Para poder cumplir con los derechos humanos territoriales de los pueblos Yukpa y Barí el Estado gobierno debe derogar o eliminar las concesiones mineras y pagar las bienhechurías de varias haciendas y parcelas solicitadas:

EL PUEBLO YUKPA. SECTOR TINACOA: solicita sus tierras ocupadas por las haciendas: potrero Los Andes de la hacienda El Mango, hacienda Cuibas. SECTOR AROY, solicita sus tierras ocupadas por las haciendas: Puerto Nuevo, El Cofre, San Salvador, La Sierra y Alto la Piedra, vaquera El Mamón y vaquera Guayaquil de la hacienda La Esperanza. SECTOR SHIRAPTA, solicita sus tierras ocupadas por las haciendas: El Capitán y la vaquera Erapsha (Campo Alegre) de la hacienda La Esperanza. SECTOR TOROMO, cuyas tierras se encuentran ocupadas por las haciendas Medellín, Maracay, La Lucha, El Higuerón, Campo Libre y La Victoria. SECTOR KASMERA, solicita sus tierras ocupadas por las haciendas: Wariompa, Aguas Calientes, Maracas, Maraquita, Rancho Alegre, Medellín; están ocupadas las haciendas: Paja Chiquita, Brasil, Kusare y Tisina. SECTOR TUKUKO, solicita sus tierras ocupadas por las haciendas: potrero Los Andes de la hacienda: La Fron­tera, Galaxia, Brasil, La Victoria, Majumba, Las Palmas, Perijá, Playa Bonita, Las Lilas, Cambuche, La Sierra, La Gran China, Ceilán, Delicias, La Piscina, Las Lomas, Rancho Quemao, Rosario, Cordillera, Calvario, vaquera Delicias de la Hacienda Panamá, Santa Isabel, potrero de la Hacienda Santa Rosalía, Altamira, El Carmen, parcelas de La Gloria, Barranquilla, San Salvador, Materita, par­celas de La Estrella. PUEBLO BARÍ; constituido por las comunidades: Bokshi, Orokori, Okshidabú, Ihtanbobó, Araktohba, Somemé, Ishirakbayiroo, Saimadoyi, Barisakba, Dakuma, Bachichida, Kugdayi, Karañakaek, Yegbachi, ubicadas dentro de la zona demarcada por la pica barí solicitan el reconocimiento oficial de dicho lindero y la afectación de las mejoras y bienhechurías de varias parcelas y las haciendas El Rodeo, Puerto Estrella, El Diamante y Puerto Rico. LA COMUNIDAD KUMANDA solicita la afectación de las mejoras y bienhechurías del fundo El Socorro y potreros de la hacienda San Ricardo, y el lote de montaña donde se encuentra los conucos y lugar de casería y recolección. La comunidad LAS COMUNIDADES BAKUGBARÍ Y BUAHSSAGDARI, solicita la afectación de las mejoras y bienhechurías de los fundos Los Bohíos, Buena Esperanza, La Unión, El Paraíso, La Esmeralda, La Virtud, El Carmen, San Pablo, parcelas ubicadas en la antigua hacienda Los Toronjos, San Gregorio y El Oriente. LA COMUNIDAD KOKDAKINKAE solicita la afectación de las mejoras y bienhechurías de potreros de las haciendas Nueva América, Monterrey y Junín. LA COMUNIDAD SENKAE solicita título colectivo de las tierras que Las haciendas Alga y El Rosario y las parcelas San Miguel, las de Roberto Méndez y Ciro Fernández. LA COMUNIDAD DUGDUDARI solicita la ampliación de sus tierras con la afectación de las mejoras y bienhechurías de Las haciendas Alga y El Rosario y las parcelas San Miguel, las de Roberto Méndez, Ciro Fernández y la parcela de Elena Cohen. LA COMUNIDAD AHDOUBARI, solicita las parcelas de Luis Iguarán y Eligio Chacín, LA COMUNIDAD ASOGBAKAA solicitan la ampliación sus tierras con la adquisición de la hacienda Caño Negro y LAS COMUNIDADES ARUUTATAKAE Y KAÑAGUATO las haciendas la Platanera y Corubal.

miércoles, 7 de octubre de 2009

La clase media no debe seguir intentando contar la Historia del Pueblo

Hace unos pocos meses, cuando trabajaba en Ávila TV, me solicitaron que les diera el discurso de bienvenida a la EMPA (Escuela de Medios y Producción Audiovisual) a la cohorte de muchachos y muchachas que recién ingresaba. Me metí en aquel salón lleno de chamos, les vi la cara, les vi la ropa, los oí hablar, y decidí soltarles uno de los discursos que llevaba en la cabeza para la ocasión. Desde la primera frase los entrompé por el medio de la calle: “A ustedes se les nota que han pasado hambre. Que los viejos de ustedes, al igual que los míos, han pasado hambre también y se han ganado la vida trabajándoles a los ricos. Ustedes y yo somos unos pelabolas”. Les miré la cara a todos esperando la reacción. En los párrafos finales de este artículo les termino de echar el cuento.

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Yo no soy cineasta, cinéfilo, crítico de cine ni estudiante de lo mismo. Yo soy un tipo que de vez en cuando ve unas películas y se forma un juicio sobre ellas. Tal vez no manejo muchos ni mayores ni suficientes criterios cinematográficos, artísticos o estéticos como para decir que soy un experto en cine o en nada que se le parezca o relacione. Pero sucede que, aparte de un par de ojos que han de tragarse los gusanos o el glaucoma, manejo ese tipo de elementos de juicio, criterio o mala intención que me hacen sospechar que unos reales estuvieron bien o mal gastados en determinada película. Y algo más: la convicción de que nuestra historia como pueblo no puede seguir contándola la clase media.

Esa fue la presentación personal de mí mismo. Ahora, mi opinión personal de lo que es la película venezolana “Zamora”: es una plasta de mierda que nunca debió haber sido rodada y mucho menos subvencionada por el Estado venezolano. Dicen que a Chávez le encantó la película y que recomendó verla. Me importa un coño. Esa película es un bodrio y si usted está pensando ir al cine a verla mejor ahórrese esos reales.

Antes de “Zamora”, la última película venezolana que me hizo salir arrecho de la sala de cine fue “El Caracazo”. Ambas fueron dirigidas por Román Chalbaud, en ambas participaron más o menos los mismos actores y en ambas se nota al menos una tara inaceptable para alguien que se dice creador: el empeño obvio, evidente y vergonzoso de hacer que el discurso repita y reproduzca la visión de la Historia que tiene el presidente Hugo Chávez para serle complaciente. Iba a decir “para jalarle bolas”, pero he decidido ser respetuoso en este artículo.

Luis Britto García ha contado cómo fue que le rejodieron el guión original. Le creo.

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Yo no quiero juzgar al Román Chalbaud cineasta porque a mí el cine venezolano y mundial me importan un pepino, dos tomates y un ají. Es decir, me importa un coño si la cinematografía de tal o cual país o industria están en pleno auge o en decadencia. En general cuando yo voy al cine es porque me distraigo bastante con el culo de Jennifer López y Angelina Jolie, gozo una bola con los efectos especiales de ciertas películas hechas para impresionar con eso y me río con las payasadas y chistes malos de Jim Carrey. A lo mejor eso me descalifica para emitir juicios concluyentes sobre el cine-arte, pero no sobre el cine-negocio, el cine-industria y el cine-discurso político, que son los temas de este artículo.

A mí me parece una aberración que se haya gastado el billetamen que se gastó para poner en las pantallas una película mal contada donde no queda claro por qué Zamora era querido por las clases oprimidas, no queda claro por qué en ciertas escenas uno ve pasajes reciclados de “La Oveja Negra” y “Pandemónium” y no queda claro si el José Antonio Páez reducido en la película a ricachón entregado a los placeres sensuales tuvo un pasado glorioso. Yo creo que Chalbaud oyó a Chávez decir que Páez era un traidor y entonces él, para complacer a Chávez, construyó un Páez estúpido, flatulento y amanerado, algo así como un Milos Alcalay del siglo XIX (y maldita sea, hasta se parece físicamente a Alcalay el actor). No tengo noticias de cómo ni bajo qué criterio se construyeron los personajes, pero alguna intención debe haber en el hecho de que Páez y Juan Crisóstomo Falcón sean sólo un par de gordos burgueses y maricones, Zamora un tipo que enamoraba a las nenas con sólo mirarlas y tocarse el ala del sombrero, y Daniela Alvarado una doncella a quien el General de Hombres Libres le zampó una hija en el único encuentro que tuvieron, hija que después se convierte, no en un personaje sino en una alegoría: la coñita que le llevaba la espada a Zamora para todas partes pero que nunca se la entregó, por razones que Chalbaud se reserva y que seguramente se llevará a la tumba.

Por cierto, no es casual en lo absoluto que los personajes mejor logrados de la película, y en general de toda la cinematografía nacional, son aquellos bichos afectados y tal: la clase media es super efectiva para narrarse a sí misma. Guzmán Blanco y Juan Crisóstomo Falcón están bien dibujados ahí. Obvio: Chalbaud les conoce el alma a los bichos de su clase y visión del mundo. Él sabe cómo dibujarlos. Obvio también que Martín Espinoza haya quedado como una caricatura.

Ya asomé allá arriba lo que creo que explica ciertas distorsiones, y quiero profundizar en ello: la clase media no debería contar la Historia del pueblo oprimido. La Historia nuestra debemos contarla nosotros. Se atraviesa un detalle: estamos hablando de cine, y el cine es un arte desarrollado y perfeccionado por la clase media. Es un arte sifrino, dominado, manejado, monopolizado, colonizado, secuestrado y explotado por sifrinos de clase media. No debe extrañarnos entonces que la estética y el discurso de ese arte queden siempre o por lo general impregnados de esa aura sifrinoide.

Hay una escena de El Caracazo que me hizo dar con todas las claves necesarias para llegar a esta conclusión. Es la escena en la cual un grupo de gente del 23 de Enero (el coñísimo, no fue capaz de escoger otra parroquia) decide bajar a la avenida Bolívar en pleno mariquerón de la masacre del 28-F, para enfrentar a la represión policial. Cuando llegan a Parque Central, el grupo (encabezado por el actor que, según supongo que supuso Chalbaud, era el que mejor podía representar a un líder popular del Veintitrés: Yanis Chimaras, que en paz descanse) se pone frente al pelotón de pacos y ¿saben qué?, pues todos se arrodillan, se toman de las manos y empiezan a cantar el himno nacional. Sólo a un sujeto de clase media que no salió de su apartamento en El Cafetal (o que no estaba en el país cuando aquel rolo de peo) pudo habérsele ocurrido una escena miserable, estúpida y risible como esa. Y mejor no hablemos del personaje del super héroe y líder de los motorizados de Petare, Fernando Carrillo, y su parrillera, La Coconaza, porque ya me estoy como arrechando.

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Regreso a la EMPA-Ávila TV, al discurso de bienvenida a los chamos.

Después de la provocación, cuando confirmé que tenían una risa o una mueca de aprobación o arrechera cómplice y ninguno me reviró, continué. “Ustedes vinieron a aprender a utilizar una herramienta sifrina y secuestrada por los sifrinos. Ustedes pueden revertir eso y aprovecharla para contar la Historia de nosotros, los pelabolas. Hay un método para lograrlo, y es este: compas, pase lo que pase, triunfen como triunfen o fracasenm como fracasen; gánense la lotería o lleguen a Hollywood y a hacer carrera en estados Unidos o en Europa, por favor hijos míos nunca olviden de dónde vienen. Nunca olviden que nacieron pobres, y que los pobres tenemos una Historia que contar. No dejen que venga un sifrino mamagüevo a contarla por ustedes, pero por sobre todas las cosas, se dediquen o no a hacer cine o televisión, hermanos, nunca olviden de dónde vienen”.

Mi invitación a los cineastas o productores audiovisuales venezolanos, sifrinos y clase media casi todos: en vez de estar recreando dinámicas sociales que no conocen dedíquense a narrar las incidencias de las clases medias y altas. Si usted no vivió en un barrio no puede contar al barrio, por mucho que tenga panas o amores allí, compre drogas allí, rumbee allí, pase unos fines de semana allí. Si usted no es pobre siempre le quedará impostado y ridículo su relato de la Historia de los pobres. Dedíquese a contarnos su clase. O siga estafando a sus compinches de clase haciéndoles creer que La Oveja Negra, Amores de Barrio Adentro y El Caracazo son retrato fieles de la realidad. Pero no nos intenten a joder a nosotros. Aquí los tenemos es pillaos.

lunes, 28 de septiembre de 2009

¿Milicia campesina del Gobierno?

Estamos asimilando y analizando todavía el anuncio de la creación de una Milicia Campesina, por iniciativa o mandato del camarada presidente Hugo Chávez Frías. Es o debería ser una noticia reconfortante para nosotros, preocupados (y ocupados) por la matanza de dirigentes campesinos. Estaremos a la espera de noticias más concretas y de explicaciones cruciales, como por ejemplo la operatividad, jurisdicción, atribuciones y alcance de esa milicia. ¿Será, en su operatividad, como la Reserva Nacional? Es decir: ¿se tratará de una instancia en la cual los ciudadanos reciben formación y adiestramiento militar pero sin tener nunca el control de las armas, como no sea en el entrenamiento? Si esto último es así debemos decir, bajo riesgo de parecer pesimistas o ligeros en medio de un anuncio tan importante, que entrenar a alguien para que sepa usar armas pero no entregarle las armas es como tener mamá pero tenerla muerta. Se estarán formando expertos en combate y en estrategia militar pero esos expertos siempre estarán en desventaja frente a los sicarios si no llevan encima un arma.


Cabe señalar desde ya lo que nos parece más inquietante de todo esto. Ha convocado el camarada Presidente a los campesinos para que se organicen "junto a la Guardia Nacional". La palabra y la intención del Presidente son buenas, pero cuando uno escarba en el fango de la realidad en las regiones se encuentra con que uno de los cuerpos cómplices de los terratenientes y poderosos son efectivos de la Guardia Nacional. La cultura de la entrega incondicional a los ricos, la puesta "a la orden" de las autoridades regionales (tribunales, fuerzas militares y policiales, medios de infromación), el sistema de "fuerzas vivas" al servicio de los dueños de la tierra y las instituciones, son una realidad y una dinámica que se han galvanizado durante décadas en las mentes, en el cuerpo y en las formas de organización social en las regiones, y eso no cambiará porque el Presidente de la República dé una orden.
Quienes nacimos y hemos vivido en los pueblos y ciudades de eso que llaman "la provincia" sabemos cómo funciona: nuestra región se respeta y no nos gusta que los caraqueños venga a decirnos cómo es que deben funcionar las cosas. Una actitud respetable y genuina cuando se trata de la organización social y humana para la vida (¿cómo alguien de Caracas va a saber más que yo y quienes vivimos en mi ciudad la mejor forma de organizarse y construir nuestra vida cotidiana? ¿Por qué un caraqueño tiene que venir a enseñarme a vivir si su ciudad es el mejor ejemplo de la negación de la vida?), pero nefasta y repugnante cuando se utiliza para defender castas, privilegios, mafias y depravaciones.
Lo que está sucediendo con los dirigentes campesinos es algo que va más allá de la liquidación física de unos hombres y mujeres, no se limita al asesinato, no se detiene con la muerte. Hay algo más profundo y devastador que el simple acto de pagarle a un sicario para que joda a un dirigente y es el acoso legal. El chiste es así, en tres sencillos pasos:

1) En 2001 el Gobierno promulga la Ley de Tierras. En el estado X, los campesinos organizados en cooperativas acatan el llamado-mandato de tomar tierras ociosas para ponerlas a producir.
2) Los terratenientes, a quienes les importa un pepino que el Gobierno haya promulgado una ley que favorece a los pobres y les quita privilegios a los poderosos, reaccionan violentamente intentando amedrentar a los líderes de las tomas mandándoles sicarios y después a las autoridades policiales o militares.
3) Si fallan en su intento de hacer desalojar las fincas mediante la violencia y la amenaza, lo hacen acudiendo al sistema de "justicia" de la región. Los campesinos son criminalizados y aqu´pi entran en acción los medios de comunicación de la derecha. Actualmente hay más de 1.500 campesinos imputados, vejados y sometidos a régimen de presentación por tribunales locales y regionales, por el espantoso delito de apegarse a la Ley de Tierras.

Cuando las tres vías fallan o no resultan suficientes para que el terrateniente quede satisfecho entonces viene el trámite del asesinato físico.

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Esto es posible y funciona así por algo que viene a ser el mero centro, el meollito, el lugar del ayayay, el "punto G" de la impunidad de los asesinatos y el acoso de campesinos: resulta que en la ciudad equis el fiscal que investiga el asesinato y el juez que dicta sentencia son panas de la infancia, compinches, tal vez hermanos, del dueño de la finca y la fábrica, del comandante de la Guardia Nacional, del alcalde, del cura, del dueño de la radio, del director de la escuela y el liceo. Ellos nunca se van a tirar, jamás se echarán paja Ellos estudiaron juntos, se cogieron e intercambiaron a las mismas burras, se conocen los secretos, la hermana del juez es hoy la mujer del comerciante millonario y esa dama fue cuando joven novia del jefe de la policía.
Ellos nunca se van a tirar piedras entre ellos, jamás se echarán paja, nunbca en la vida traicionarán esos lazos. Esos lazos son irrompibles. Poco importa si hoy algunos de ellos son chavistas y otros antichavistas porque esto es un peo de clases: todos ellos, por cierto y para completar el cuadro, tuvieron por sirvientes, albañiles, choferes y esclavos a los padres y abuelos de esos campesinos que hoy están jodiendo con la tomadera de tierras. El drama de la guerra clasista en todo su esplendor: por mucho que se hable de revolución pacífica, un pelabolas jamás le ha de ganar por la vía limpia y legal a un potentado.
A pesar de todo, que Chávez (otra vez, el tipo en persona, y más nadie en el puto Gobierno) esté intentando algo concreto para que se acabe la matanza de campesinos es una noticia de enorme importancia, algo que hace pensar que el laberinto puede tener una solución. Pareciera entonces que no hará falta acudir a medidas dramáticas o desesperadas, como la que hemos estado discutiendo informalmente y quizá
irresponsablemente. Yo no estoy muy seguro de que debamos seguir hablando en términos de paz mientras los hijos de puta terratenientes nos están matando. Cada vez creo menos en esas iniciativas hippies que convocan a agarrarnos de las manos con unas velas y unas canciones y unos discursos bonitos, mientras el enemigo nos está echando metralla y pistola. Creo que si ellos van a seguir matándonos pues entonces que la guerra sea en serio y vamos a poner muertos los dos equipos, ese juegüito de que ellos ponen las balas y nosotros los muertos ya no puede continuar. Y si el resultado de llevarse por delante a diez o veinte ricos es que se joda la paz social pues que se vaya a la mierda la paz social. Si vamos a seguir llorando muertos pues que ellos lloren a los suyos también. A llorar todo el mundo en esta mierda.
Por si no se han dado cuenta, la solución que propone Chávez incluye ese elemento dramático del cual muchos de los nuestros prefieren no hablar. Ese elemento son las armas. En control del Estado, pero armas. De esas que hacen pum y matan gente. Chávez (como siempre, otra vez) toma a veces decisiones choretas, imperfectas, pero la mayoría de las veces (como ahora) tiene en su mente la respuesta correcta. La salida al vacilón de los ricos que matan y los pobres que lloramos.

viernes, 25 de septiembre de 2009

A Nelson López lo mataron por 6 mil bolívares

El número 214 de los líderes campesinos asesinados desde 2001 (suman 219 hasta esta fecha) confirmó con su inmolación lo que antes sólo era rumor, sospecha o certeza velada por el miedo: que hay terratenientes multimillonarios financiando la muerte de dirigentes del campo


Al trabajador del campo y líder de su gente Nelson López Torrealba (yaracuyano, 39 años, 4 hijas y uno más en camino) lo mandó a matar el terrateniente Luis Gallo. Nelson estaba al frente de una de las muchas cooperativas de productores campesinos que decidieron recuperar tierras ociosas en el estado Yaracuy, en cumplimiento de la Ley de Tierras vigente en Venezuela. La cooperativa a la cual pertenecía Nelson (Santa Inés del Monte 2021) había rescatado en el año 2005 el fundo Santa Rosa, propiedad de Luis Avendaño, en el municipio Bruzual. Poco después el mismo grupo tomó el fundo Tibana, registrado a nombre de Luis Gallo. Ambas propiedades estaban ociosas, por lo cual calificaban como aptas para su toma o recuperación por parte de los trabajadores según la Ley.

Gallo y varios hombres a su servicio intentaron forzar a los campesinos a desalojar esas tierras. Intentó realizar trabajos en el fundo para crear la impresión de que los campesinos estaban invadiendo terrenos en proceso de producción, luego probó con el amedrentamiento verbal y a punta de disparos. José Gregorio Peralta, compañero de faenas agrícolas y organizativas de Nelson López, recuerda palabra por palabra las amenazas de Luis Gallo contra el dirigente: “No pierdo las esperanzas de matarte”, le repetía una y otra vez delante de testigos. Una de esas veces se lo dijo delante de varios dirigentes y funcionarios en la sede del Ministerio de Agricultura y Tierras. Pocos días antes del asesinato de Nelson hubo un foro en San Felipe, con la participación del presidente de Fedenaga, Genaro Méndez, y el mandamás de Fedecámaras en Yaracuy, Fandor Quiroga. La tónica del encuentro era de un predecible atroz: “la amenaza que para la propiedad privada representan los invasores auspiciados por el Gobierno, y el flagelo de los secuestros”. Detrás de semejantes próceres, en la fotografía que del evento publicó la prensa local, aparece Luis Gallo.

Puede decirse cualquier cosa de Gallo, menos que es un hombre cauto o subrepticio.


La hora final

Vilma Ávila, compañera sentimental y madre de dos hijas de Nelson, recuerda que los días anteriores al 12 de febrero de 2009 lo notaba intranquilo. “Pero él nunca dejó que me metiera en sus asuntos. Yo le respetaba esa decisión, y mucho más después que lo mataron, porque eso de mantenerme alejada y no darme información sobre lo que hacía y los riesgos que corría fue por seguridad para mí y las niñas”. Nelson almorzó en su casa de San Pablo y salió de allí a las 4 de la tarde, se quedó en casa de su madre hasta las 7 y a esa hora se dirigió al caserío La Bartola, donde tenía compromisos de trabajo y otra casa donde ocasionalmente dormía.


El 12 de mayo los movimientos sociales realizaron este mural en el caserío La Bartola. Dos días después, un grupo de hombres armados les ordenó a los vecinos del caserío, bajo amenaza, borar el mural

Guido Galeano, vecino de La Bartola, fue la última persona que habló con Nelson López. Así reconstruye el momento del crimen: “Lo llamé para hablarle de unos animales que él me cuidaba. Estuvimos conversando como 20 minutos frente a mi casa; eran más de las 7 y media de la noche. De repente un hombre se acercó caminando desde el fondo de la calle y cuando estaba como a 5 metros comenzó a dispararle a Nelson. Nunca se paró, le disparaba mientras caminaba. Yo me pegué de la pared y el hombre seguía disparando; nunca pude verle la cara porque los postes de la luz alumbran muy poco y frente a la casa se forma una oscuridad. El asesino siguió caminando hacia fuera del caserío y dicen que ahí lo recogió una camioneta, pero yo no la vi”.

Fueron 14 disparos en total.

Por encargo

El sicariato es una práctica cada vez más usual en los campos. Se dice rápido y suena a especulación, pero el caso de Nelson López destapó inmundicias más graves que ese simple enunciado. El asesino de Nelson López se llama Angel Jesús Vargas y fue capturado en pocas semanas. Confesó que el crimen había sido un encargo del terrateniente Luis Gallo. Alberto Mendoza Merchán, chofer y guardaespaldas de Gallo, también está detenido y reveló que el autor intelectual le encomendó buscar al sicario en Maracaibo y que le ofreciera 6 mil bolívares por el “trabajo”. Rolando Díaz es uno de los ocupantes de la camioneta donde huyó el sicario y está en prisión esperando sentencia; el otro es Agustín Padrino Acosta, quien anda prófugo. Lo mismo ocurre con Luis Gallo, el autor intelectual, quien se dio a la fuga y ha declarado a la prensa aliada del poder económico (El Nacional) que es un perseguido político.

martes, 22 de septiembre de 2009

El periodista imposible y la guerra en curso

Hace dos semanas entrevisté a José Pimentel, dirigente campesino de Cojedes. Setenta y dos horas después lo acribillaron a tiros. Ya antes lo habían tiroteado, en marzo. Con los documentos que me mostró y las cosas que me dijo escribí una especie de crónica sobre la cual un grupo de periodistas profesionales determinó que no era un ejercicio periodístico. Al principio me arreché, pero luego me sentí orgulloso. “Luego” quiere decir el momento en que me enteré de que José Pimentel no registra actividad cerebral y que, por lo tanto, los terratenientes que lo mandaron a matar cumplieron su cometido: aunque sobreviva, redujeron a cero a un tipo enérgico, carismático, buena gente, de los nuestros. Los multimillonarios que lo asesinaron hicieron su trabajo y entonces yo tenía que hacer el que se supone que es el mío: ir a donde los asesinos y preguntarles: “Doctor Zapata, Toledo o Boulton: ¿Usted mandó a matar a Pimentel?”. Tú sabes, para que el coñoemadre me dijera que no. Eso es lo que se llama periodismo. Algo que cumple con esos requisitos llamados equilibrio, objetividad, imparcialidad: principios del periodismo.
Nunca me sentí tan orgulloso de haberme cagado en esos principios, hermosísimos si hubiera justicia en este puto país, pero inviables en una realidad de mierda en la cual decimos que hay una Revolución pero los ricos siguen jodiéndonos y matándonos, como siempre, sin que paguen por ello.


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Al periodismo hecho en Venezuela se lo llevó el coñísimo. No tiene salvación, se jodió irremediablemente. No es el primer artículo o espacio en el cual vomito este dictamen, y cada vez que me asomo a los espacios informativos mi impresión se reafirma. En Venezuela es imposible hacer periodismo, por la misma razón por la cual aquí no hay espacio para la indiferencia. Aquí si usted no está en un bando está en el de enfrente, y si cree que apartándose de la contienda y yéndose a la playa cuando se están decidiendo cuestiones cruciales o importantes usted se ganará la etiqueta de “neutral”, usted está jodido de la cabeza o no ha entendido de qué se trata todo esto: si usted es indiferente, cobarde o sensible a la incomodidad que genera el no declararse de ningún bando usted no es neutral o “ni-ni”, sino un maldito escuálido. Un pobre güevón que seguramente trabaja para un coñoemadre que lo explota y a quien usted considera un patrón chévere porque no le alza la voz y de vez en cuando le da un día libre, como si ese cabrón fuera el dueño de su dignidad, su libertad y su tiempo.
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Todavía me encuentro a gente que me celebra o me reclama lo dicho en un programa de Venezolana de Televisión: que el periodismo falleció de muerte violenta en el instante en que los periodistas antichavistas decidieron que todo cuanto hicieran Chávez y el chavismo está mal, y fue sepultado con más asco que honores el día que los periodistas chavistas decidieron que la mejor respuesta a eso era glorificar todo cuanto hicieran Chávez y el chavismo. Puesto en el centro de la mesa, aprobado y refrendado ese estado de cosas, está claro que en los medios de información de Venezuela no hay espacio para la verdad sino para la coñaza, el insulto barato, la descalificación inmisericorde, el certamen de injurias, la patá poerculo, el ataque gratuito, la invención de mentiras, el mordisco y el salivazo contra el enemigo y sus factores.
Muy ingenuo o estúpido tiene que ser alguien que a estas alturas del campeonato crea viable el ejercicio del periodismo, entendido éste como la hechura potable, transparente y aguerrida de un oficio que busca, respeta y confronta todos los puntos de vista, para presentarle a la ciudadanía la posibilidad de un balance y una toma de posiciones sobre la realidad. Esa forma de hacer periodismo (la única que puede calificar como tal) fue posible en Venezuela durante varios años y nos dejó verdaderas joyas del arte del equilibrio, la pulcritud y la audacia puestas al servicio de la verdad. Eran tiempos en que el país vivía eso que los ricos gustan de llamar “normalidad”: el estado de cosas en el cual los pobres son sometidos a explotación, segregación y vejación permanente por parte del Estado, las corporaciones, la televisión, la iglesia y la policía, y los pobres nos calamos ese güeveteo con aparente tranquilidad, docilidad y/o resignación. Una “normalidad” que también se fue a la mierda el día que los pobres empezamos a romper esa maldición en cómodas cuotas: todavía estamos oprimidos y sometidos pero ya estamos reventando el yugo de la palabra sacrosanta de la iglesia, los medios y muchas veces de la policía, que ya es bastante.
Debo aclarar algo que seguramente no se colegirá de lo que he dicho antes: que el periodismo haya muerto o sea inviable no me parece bueno ni malo, sino simplemente un fenómeno al cual hay que adaptarse. Sincerarse, asumir el barranco en el cual estamos y dejarse de mariqueras: estamos en una fase muy sucia de una guerra que empezaron ellos, los poderosos (llamémoslos para efectos de este artículo “los dueños y directivos de medios de información”) y los sirvientes de los poderosos (llamémoslos “periodistas y esclavos de los medios de información”).
Cito un artículo del cabrón del Roberto Giusti, publicado en la cloaca denominada “El Universal” el 21 de mayo de 2002: “En este país, aunque usted no lo crea, los periodistas y los militares se parecen en algo. Tanto ellos como nosotros, y como casi todo el mundo, en realidad, están sometidos a una serie de normas capaces de desnaturalizar principios universales referidos al comportamieno ético en el ejercicio de su profesión” ... “si usted, periodista, se encuentra en un país donde el toque satánico del caos lo tiene todo revuelto, no puede caer en el chantaje de una pretendida objetividad, en un falso equilibrio informativo que lo mantiene en el mero centro del derrumbe total, inmóvil y feliz, tirándosela de ni ni”.
Nunca estuve tan de acuerdo con este coñoemadre, a quien una vez le espeté un crimen: haberle echado una tonelada de mierda a Jorge Nieves, asesinándolo moralmente un mes antes de que lo asesinaran físicamente. La diferencia entre los hijos de puta como él y los pendejos como nosotros es que ellos saben que estamos en guerra y están actuando en consecuencia, mientras que nosotros (que también sabemos que estamos en guerra) permanecemos inmóviles y jugando a un juego indigno y desesperadamente patético que dice: “Oh, me has agredido, ¿viste, mami, que los violentos son ellos?”. Pero poco a poco cada quien ha ido tomando posiciones en esta guerra maldita y brutal (como lo es toda guerra, por definición). El mundo es una mierda y de esta mierda soy adicto, dice una canción de los raperos de Guerrilla Seca. Los parafraseo con gusto: esta guerra es sucia y de esa suciedad se vuelve uno adicto. Así que antes que salvar al periodismo, me he dedicado a indagar en los adentros y en la Historia cómo se puede ser honesto, responsable y estar blindado en la ética cuando uno está en guerra, ya que en el periodismo no se puede. La respuesta la conozco hace rato: ubicándonos del lado de los pobres y los oprimidos, que somos nosotros mismos. Y ser implacables con ese enemigo, al que hace rato se le pasó la mano.

Ah verga, aprendamos del lumpen:

viernes, 18 de septiembre de 2009

Boves y los poderes destructores del pueblo

Hoy, 18 de septiembre, se cumplen 227 años del nacimiento de José Tomás Boves. Reducido a la categoría de monstruo por la Historia oficial, esa que sólo exalta y glorifica a los constructores de una República burguesa y promotora de privilegios y esclavismos, su conquista fundamental fue haber motorizado en pocos meses lo que no hemos vuelto a lograr en dos siglos: hacer que el pueblo ejerza el poder y con su ejercicio (brutal entonces, despiadado, criminal, del tamaño del odio de tres siglos que la sociedad colonial incubó) llene de pavor a los multimillonarios, a los poderosos, a los propietarios. De Boves ha dicho Juan Vicente González que fue el primer jefe de la democracia venezolana. El dictamen parece exagerado y romántico, pero ciertamente el Taita fue el primer tipo parecido a nosotros que gobernó este país. Las hordas que lo seguían son un importante antecedente de los ejércitos de liberación nacional del siglo XX: más que un ejército, era un pueblo echado a los campos a destruir la vieja sociedad. La vida de este tipo apasionado, loco e bola y rebotao está llena de claves y metáforas. La más importante de ellas es que el día que perdió la vida sus hordas coronaron una victoria. Eso pasó en Urica el 5 de diciembre de 1814. Es decir: con su muerte, este jefe demostró que los pueblos no necesitan jefes para conquistar triunfos. Ese día al jefe lo mataron y sin embargo sus diablos le echaron una pela al Ejército patriota, ese equipo donde jugaban entre otros un poco de bichos llamados Ribas, Bermúdez, Zaraza. Puro cuarto bate. Esa es nuestra verdadera historia y así somos nosotros en realidad: somos una historia llena de bichos oscuros y anónimos capaces de grandes cosas. Los jefes tienen nombres grandes y nadie los olvida; a nosotros nos van a olvidar pero vamos a hacer cosas más grandes.
Aunque algunos nos sintamos bolivarianos (o pensemos que lo somos porque eso fue lo que nos enseñaron en la escuela adeca donde nos formaron), en realidad, y por origen de clase, convicciones, temperamento y sueños, todos somos boveros. La naturaleza de nuestras luchas no se parece a la de Bolívar sino más bien a la de su erncarnizado rival, José Tomás Boves. Y más que a las luchas de Boves, a las hordas que lo seguían. A ese poco de esclavos y sirvientes humillados por tres siglos. "Nosotros somos los mismos, nosotros somos aquellos", dice una canción de Gino González.
Publicamos acá, a manera de homenaje al camarada Taita José Tomás Boves, fragmentos de la obra “Bolívar y la Guerra Social”, justo el que describe el contexto en que se producen el fenómeno Boves y la insurgencia colectiva de los hombres sometidos a esclavitud y servidumbre. Su autor es Juan Bosch (1909-2001), presidente de su país (República Dominicana) en 1963 y derrocado por un golpe militar apoyado por Estados Unidos. Es uno de los intelectuales latinoamericanos más connotados del siglo XX.

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1814 fue el año en que la guerra social venezolana alcanzó su mayor profundidad de horror y destrucción, y por lo mismo es el año determinante en la vida de Simón Bolívar. Las huellas que dejó el 1814 en el ánimo del Libertador iban a producir varias repúblicas americanas. El recuerdo de la ferocidad desatada por los llaneros de Boves le empujó hasta las alturas de Potosí, en los Andes del Sur.

Simón Bolívar había recibido de la municipalidad de Caracas el título de Libertador y el de capitán general de los ejércitos republicanos en octubre de 1813, cuando acababa de cumplir treinta años; y en esos días comenzaba a destacarse en los Llanos como jefe de hombres del pueblo el asturiano José Tomás Boves, que también cumplía treinta años. Como Simón Bolívar, Boves había nacido en 1783*.

Boves era el anti-Bolívar; no porque se enfrentara a éste en la guerra, ni porque él hubiera abrazado la bandera del rey mientras Bolívar abrazaba la de la república; no porque él fuera inculto y el otro cultísimo, él español y el otro criollo, él pobre y Bolívar rico; sino porque Bolívar pensaba y actuaba en términos de sociedad, y por eso su lucha se dirigía a la creación de un Estado, y Boves sentía y actuaba en términos de masa, y esa masa se hallaba en guerra contra la sociedad de la cual había sido parte.

La masa no es la sociedad; no lo es en ningún momento histórico. La masa está contenida en la sociedad, lo que quiere decir que es parte de ella; y nunca la parte es el todo. Puede suceder que la parte insurja y someta el todo a su dominio, pero en situaciones normales la parte no se rebela ante el todo. Si la parte —esto es, la masa— se rebeló en Venezuela contra el todo —es decir, la sociedad— se debió a que los tiempos no eran normales; y cuando lo fueron, antes de la rebelión de la masa, los que se beneficiaban eran una minoría que sostenía a hierro y sangre una organización social intolerable, que no permitía el menor cambio.

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Entregado a su idea de un Estado nacional, creado en lucha contra España, Bolívar no veía a la masa venezolana. Para él, sólo había un enemigo al que combatir, y era Monteverde, representación oficial de España; y cuando Monteverde fue depuesto, el enemigo a derrotar era Cajigal, designado sucesor del capitán de fragata canario. Las partidas que andaban por los Llanos eran, a su juicio, bandoleros que se desbandarían con una operación de limpieza tan pronto quedara aniquilada la fuerza militar realista. Eso explica que Bolívar atendiera más al sitio de Puerto Cabello y a la concentración realista que destruyó en Araure, que al creciente poderío que iba tomando Boves en los Llanos de Apure. Tal vez por eso le resultó tan dura la lección que recibió cuando las masas venezolanas, comandadas por Boves, destruyeron su sueño de un Estado nacional.

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En el misterioso laboratorio de la historia la masa tiene un papel renovador, originado en que es la depositaría de los resentimientos individuales, de las injusticias, las frustraciones, las inquietudes y los dolores que la sociedad, organizada en Estado, provoca en los individuos. De una injusticia, de una frustración, de una inquietud insatisfecha, de un dolor a veces ni siquiera conscientemente valorado, sale una idea renovadora o un deseo de cambio —y a menudo un deseo de destrucción— que va extendiéndose por entre los que sufren, los despojados, los perseguidos, los sometidos, y llega la hora en que esa idea o ese deseo se convierte en una corriente avasalladora, que domina los movimientos de la masa.

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José Tomás Boves o Tomás Rodríguez Boves —o Boves a secas— era el jefe de una masa americana en los primeros años del siglo XIX. A esa masa no podían pedírsele propósitos creadores; y así como ella, era su caudillo. Frente a Boves, Bolívar comandaba el instrumento armado de una sociedad que ya no existía. La lucha, pues, fue el encuentro de un ejército sin base social y una masa convertida en ejército. Años después, esa masa convertida en ejército se pasó a las filas republicanas, y entonces Bolívar la comandó y realizó la obra que había soñado, porque esa masa se integró en la sociedad nueva, que ya no podía ser la mantuana.

En 1813, Bolívar era un romántico que no comprendía la raíz de los sucesos en que él mismo era actor de primera categoría. Hasta el final del Año Terrible de 1814, el Libertador creía, con toda la vehemencia de su alma, en los conceptos abstractos de Nación, República, Libertad, todos escritos con mayúsculas en su corazón apasionado. En 1813, Boves, que era la encarnación de la guerra social y estaba a gran distancia de los románticos, afilaba la lanza con que iba a quedar destruido el sueño de Bolívar.

(…)

La guerra social es un fenómeno de caracteres peculiares. Recuerda a los volcanes activos en que su poder es permanente. Su fuerza no se agota mientras tiene razón de ser en los odios del pueblo, como no se agotan los volcanes mientras tengan lava en las entrañas. Cuando Boves ordenó el ataque a La Victoria, en el mes de febrero, disponía de 7.000 hombres; cuando huyó hacia los Llanos la noche del 19 de abril, le quedaban sólo 400. Y sin embargo al comenzar el mes de junio reapareció en los Llanos a cabeza de miles de seguidores, tan fieros como los que mandaba dos meses antes. El pueblo engrosaba las filas de Boves sin cesar, como aumenta la lluvia el agua de los ríos.