lunes, 26 de mayo de 2008

Entrevista con Alfonso Cano (septiembre 2000)

Cano (izq.) al lado de Tirofijo. Detrás de éste, el Mono Jojoy.
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El nuevo jefe máximo de las FARC concedió a este reportero una entrevista en el año 2000, en una carretera del Caquetá, en las selvas del sur de Colombia. Alfonso Cano es considerado uno de los estrategas e ideólogos del movimiento. Para ese entonces era jefe del Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia, brazo político en construcción por parte de las FARC. Una versión editada y más corta fue publicada en el semanario TalCual en septiembre del año 2000. La reproduzco acá completa por cuanto muchos de los planteamientos allí contenidos conservan su vigencia e importancia. Es preciso, sin embargo, tener presente el contexto de la época, el cual puede resumirse en estos elementos: era el primer año del plan Colombia; el Gobierno de Andrés Pastrana decretó una Zona de Despeje o de Distensión en San Vicente del Caguán para entablar conversaciones de paz con las FARC; el presidente de Estados Unidos era Bill Clinton y justo por los días de la entrevista visitó Cartagena de Indias; el Gobierno de Hugo Chávez estaba en sus inicios y ya la derecha lo bombardeaba con acusaciones de tener vínculos con las FARC

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–¿Por qué las FARC consideraron la necesidad de lanzar un brazo político?

–Colombia está viviendo una crisis profunda, una crisis que es económica, que es social, que es política. Esa crisis ha llegado a tocar las estructuras de los partidos tradicionales y de los partidos alternativos, democráticos o de izquierda. Las propuestas políticas de las FARC tienen mucha simpatía en amplios sectores de la opinión. Y muchos de esos sectores y muchas de esas franjas por una u otra razón no pueden o no quieren participar de la lucha armada. Discutiendo, llegamos a la conclusión de que era el momento. La oportunidad histórica para que las FARC le hicieran propuestas específicas, orgánicas y con claros objetivos políticos de poder a esos sectores de opinión que creen en las FARC.

–¿Está planteado como un movimiento electoral?

–En primer lugar de organización de la gente y en segundo lugar de desarrollar unos planteamientos políticos que encarnen en la cotidianidad de la gente de Colombia. La opción electoral no está al orden del día porque el movimiento es clandestino, pero no nos hemos limitado. Donde haya movimientos cuyos postulados programáticos coincidan con los nuestros y cuyas opciones personales de los candidatos colmen las expectativas nuestras, entonces estamos apoyándolos.

–¿Cuál sería la diferencia fundamental del Movimiento Bolivariano con el experimento que fue la Unión Patriótica?

–Esencialmente, aunque hay circunstancias de modo, tiempo y lugar que también determinan, es su forma organizativa. La Unión Patriótica fue un movimiento amplio desde el punto de vista de su organización, con sedes, con medios de comunicación legales. La Unión Patriótica fue una opción que liquidó el Estado colombiano a los tiros. El Movimiento Bolivariano no tiene esa organización abierta, es clandestina precisamente para defender la integridad física de sus integrantes.

–Sorprende un poco ese concepto de clandestinidad. Las FARC tienen voceros internacionales. Tienen aparatos que funcionan en toda Colombia, han sido reconocidos por el gobierno (de Andrés Pastrana) como un grupo con el cual hay que dialogar. ¿Por qué un movimiento clandestino?

–Porque esta es una propuesta para las masas, para el pueblo, y en Colombia el Estado es un Estado terrorista que desarrolla la guerra sucia como una forma de liquidar a la oposición política. No es posible, en las actuales circunstancias, desarrollar un movimiento abierto, porque sería fácil presa de las balas del paramilitarismo.

–¿Está planteado el lanzamiento de algunos partidos políticos con otro nombre, pero que en realidad obedecen a las directrices del Movimiento Bolivariano?

–No, lo que hemos hecho en este período electoral es tratar de incentivar prácticas políticas democráticas en distintas regiones del país, pero no formar nuevos movimientos. Es ayudarle y contribuirle a gente que ha formado o que tiene movimientos democráticos, pero siempre en el marco del desarrollo de una práctica política transparente.

–La concepción del Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia, ¿en qué se parece y en que se diferencia del movimiento bolivariano de Venezuela?

–Hombre, no conozco mayores detalles del movimiento bolivariano de Venezuela. En cuanto a nosotros, queremos rescatar el ideario, la lucha de nuestro pueblo, y Bolívar está inmerso en la lucha de nuestro pueblo. Hacer de nuestras raíces algo real, vigente, actual, dinámico, porque es sobre esas bases y no sobre ningunas otras que vamos a poder construir el futuro.

–El Plan Colombia está en marcha y ustedes han entendido que se trata de un plan contra las FARC.

–Más que un plan anti-FARC es un plan anti-Colombia. Nosotros somos guerreros y tenemos una concepción de la vida y de la lucha de guerra y guerrillas móviles. Es contra el país, porque se trata de someter la voluntad soberana del pueblo, someterla a los dictámenes del Fondo Monetario Internacional y de la banca internacional para desarrollar toda la política neoliberal que está llevando a Colombia a la crisis. Todo eso bajo la mampara de la lucha antinarcóticos.

–Está previsto que los helicópteros Black Hawk norteamericanos dispararán si les disparan. ¿Quién dará el primer paso en la escalada de la guerra que se anuncia?

–No se puede predecir eso con precisión, pero uno se puede imaginar situaciones. Ellos tienen reconocidamente acá a seiscientos asesores, están distribuidos en distintos batallones. Cualquier día hay un encuentro y puede haber uno de ellos muerto o capturado. El Congreso de Estados Unidos le abrió las puertas a Clinton para que mande más tropa en caso de que lo considere conveniente. Lo que tememos nosotros es que apenas se abrió la compuerta para que empiece la invasión. No la intervención, porque ellos están interviniendo en Colombia desde hace años, sino la invasión militar a través de hombre y de tecnología.

–¿En la estrategia de las FARC está planteado el repliegue hacia otros países en caso de recrudecimiento de la guerra?

–No, esto es un conflicto nuestro, interno. En el caso particular de Venezuela, ustedes deben tener presente que entre 1991, cuando estuvimos allá, y hoy, ha cambiado radicalmente nuestra situación. Cuando estuvimos allá en el 91 las quejas eran por las intervenciones nuestras. Era un problema colombiano inserto en territorio venezolano. Pero este es un problema de los colombianos que tenemos que resolver acá dentro de las fronteras nuestras.

–¿Hay conciencia de parte de ustedes y de parte del gobierno de que lo que viene es ya demasiado grave, que es preciso detenerlo con un urgente cese al fuego?

–El gobierno colombiano está arrodillado frente a los gringos. El Plan Colombia es elaborado en el Pentágono, ellos está entregados a los dictámenes del gobierno norteamericano.

–¿Entonces el interlocutor natural de las FARC debería ser el gobierno norteamericano y no el colombiano?

–Es que ellos son las marionetas y en esa misma medida lo hemos dicho, lo hemos denunciado. El Plan Colombia es ideado y pensado y escrito en inglés. Aquí viene semanalmente el General Wilhelm a decirle al general de aquí, de las fuerzas militares, “Cómo va este gasto, cómo va el otro. Hay que hacer esto, hay que hacer lo otro”, porque el que pone la plata es el que pone las condiciones.

–¿No piensan que a estas alturas los paramilitares han cobrado mucha fuerza y suficiente autonomía para convertirse en un movimiento para tomar en cuenta en una eventual discusión nacional sobre la paz?

–La política militar nunca tiene autonomía, siempre depende de algo más. En cuanto está claro que nos toca pelear con el ejército, los vemos cambiarse el uniforme y ponerse los brazaletes, las capuchas, cambiarse las botas. Los vemos cuando son reforzados con los mismos mandos del ejército oficial. Los oímos hablar por radio intercambiándose necesidades y llamadas de auxilio. Los hemos visto salir de los campos de confrontación en los helicópteros militares, vamos a estar claros. Lo que pasa es que el manejo que le ha dado la prensa, que corresponde a intereses de la oligarquía Colombiana, ha generado lo que usted me plantea. Es un problema de la publicidad, no es más. Para nosotros el interlocutor es el Estado.

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Una receta antinarcóticos

Si algo se le puede pedir a un dirigente de izquierda es que a la hora de los esquemas sea, de verdad-verdad, esquemático. A Cano, quien tiene internalizada una fórmula o propuesta de lo-que-debe-hacerse para acabar con el flagelo de las drogas, no hay que pedírselo con mucho fervor; basta tocarle el tema.

“Hemos propuesto estas fases: una es que hagamos entre todos un plan piloto, y eso se lo propusimos a la comunidad internacional, para ver si es factible erradicar sobre la base de la sustitución de cultivos con horizontes claros para la gente. Dos, estratégicamente le proponemos a la comunidad internacional encabezada por los Estados Unidos que legalicemos el consumo de las drogas y los ingentes recursos que se van a invertir o que se están invirtiendo en la guerra, los invirtamos por un lado en el desarrollo de los países que producen, y en campañas propagandísticas para evitar que la juventud del mundo se meta al mundo de las drogas. Y tercero, para tratar clínica y médicamente a los farmacodependientes”.

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En Blogalaxia:







jueves, 22 de mayo de 2008

El asesinato de Piedad Córdoba (y otros)

Si usted pensaba que el show de las supercomputadoras de Uribe había terminado con el informe de la Interpol, se equivoca: ahora verá cuán efectiva puede ser una computadora irreal.
En ejecución de su profecía autocumplida, la "justicia" colombiana ha echado mano del mito de las computadoras para enjuiciar a la senadora Piedad Córdoba. Es bastante probable que esta mujer sea encarcelada o asesinada (o primero lo uno y luego lo otro). La derecha colombiana puede ser así de repulsiva y así de sanguinaria. A la UP en pleno no le perdonaron el haberse pacificado; a Piedad no le perdonarán el haber contribuido con la liberación de cuatro colombianos, y de haber gestionado la liberación de otros más. Piedad Córdoba ha de ser asesinada por la mafia y el puñado de familias que gobierna a Colombia desde el siglo XIX. Tal vez corra la suerte de no ser asesinada físicamente (tal vez), pero tomen en cuenta que el asesinato moral y el político también existen.

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La acusación: tener vículos con las FARC. Bueno, coñoetumadre, y si no es valiéndose de los servicios de alguien que tenga contactos con las FARC, ¿cómo piensan entonces liberar a los rehenes? ¿A plomo? ¿Como lo han intentado por décadas sin lograrlo?

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Ya circula por Internet una lista preliminar de satanizados, salida de las supercomputadoras que han venido a resolverles casi todos los problemas de opinión pública a Uribe y a los delincuentes que pergeñan en el parlamento. Ya no se hablará de la parapolítica en los medios de la derecha: el espectáculo de una mujer negra despedazada por la cachaquera entronizada en el Palacio de Nariño tiene más raiting, vende más periódicos, estimula más el morbo).

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Han empezado también a aparecer nombres de venezolanos en el cuento ese de las supercomputadoras. Por ahí despuntó el de Amílcar Figueroa, quien a esta hora debe estar carcajeándose por la estupidez del juego bogotano. Yo le recomendaría tomárselo más en serio, porque aquí en Venezuela hay quienes se ha dedicado a aplaudir la vaina, y esos sujetos aspiran a tomar el control de las instituciones por cualquier vía. Ya lo verán: cuando vengan por Hugo Chávez, Estados Unidos y Colombia se disputarán el derecho de descuartizar a quien los puso en jaque durante todos estos años. Y por supuesto, ganará Estados Unidos. Los cachacos de Nariño son de lo más audaces inventando embustes y falsificando todo lo falsificable, pero son cobardes como la mierda a la hora de enfrentar a sus jefes.

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Propuesta: ya que es un delito tener "vínculos" con grupos delictivos, enjuiciemos a toda la mariconera de Primero Justicia, Acción Democrática, Súmate y el partido del burro Rosales, por estar vinculados todos al Gobierno norteamericano. Enjuiciemos al Yongo, a los gremios de ganaderos y terratenientes por sus vínculos comprobados con los paramilitares. Enjuiciemos a las corporaciones de la información por tener vínculos entre ellas mismas y con corporaciones antivenezolanas en el exterior.
Que no se salve nadie: aquí quien no aplaude a los paracos aplaude a la guerrilla. Zampémonos todos entonces un juicio final a lo venezoliche, que es el único juicio que arrojará resultados confiables dado el estado en que se encuentra la puta justicia en el mundo.

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Post Data. Ay mi hermano, si uno no conociera cachacos estafadores y falsificadores en la vida...
Miren esta jugada magistral:

A computadores de paramilitares tuvieron acceso personas ajenas a organismos de seguridad

Yo creo no tener que explicar en qué consiste este gambito de mierda perpetrado por los parapolíticos colombianos: si algún día llegare a quedar ensartado alguien lo suficientemente poderoso en el escándalo de los vínculos con paramilitares, echarán mano de esta nota: "Ah, es que esa computadora la manipularon, vea, ¿se acuerda aquella declaración del Ministro del Interior?".
Y por supuesto, las "computadoras encontradas en poder de Raúl reyes" jamás incriminarán a nadie que no sea quien se quiere incriminar. Tú sabes, esas sí no fueron manipuladas (¿cómo, si no existen?).
Ah verga, en serio, lo dijo la Interpol...

miércoles, 21 de mayo de 2008

Aproximación a la humanidad hacia la que vamos

El grabado me lo robé del blog Balada del Elefante Azul, cuyo autor se lo robó a su vez de otro lugar. Por cierto, en ese blog, justo en ese post que enlazo acá arriba, hay un resumen supercomprimido y superveloz del punto de inicio de estas reflexiones. Y hay otros grabados similares a este de la izquierda. Vayan a visitarlo.
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No se salva un país si la humanidad está descompuesta. No hay salvación dentro de una burbuja aislada. Nadie podrá ser feliz mientras no se extinga (o ayudemos a extinguir) el drama único y planetario llamado Haití, llamado Sudán, llamado África en pleno, llamado tercer Mundo o pobreza. Pero siempre vale la pena el acto de pensar a Caracas, a Venezuela y a América Latina como ejercicios de amor por el ser humano.

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Punto de partida: soñamos con un país en democracia, hechura que no conocemos y que nunca hemos disfrutado porque apenas estamos construyéndola. La meta o utopía alcanzable es una democracia plena, directa, sin jefes individuales, sin amos ni esclavos, sin opresión. Pero la carretera para llegar allá es larga y tortuosa.

La imagen de una carretera por la cual transitamos es un buen método ilustrativo. Esa larga carretera es lo que llamamos “el Proceso”, es decir, el proceso histórico. Más específicamente: el proceso histórico que nos trajo a los pobres y excluidos de la sujeción absoluta a las hegemonías hasta la consecución de unos cuantos derechos y formas de lucha, y que nos ha de llevar a la liberación plena.

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Esta etapa histórica que llamamos Gobierno Bolivariano es un interesantísimo tramo de esa carretera: vamos pasando por un recodo en el cual, si bien no se demolió y sustituyó al Estado Burgués como muchos hubiéramos querido, dimos un formidable salto adelante en materia de crecimiento humano colectivo. Vivimos en una etapa en la cual el Gobierno le consulta al pueblo sobre cada paso importante en la construcción de instituciones. Cierto que, como todo Gobierno, este es imperfecto y arrastra llagas purulentas del Estado y el capitalismo en descomposición. Pero el legado del paso del “chavismo” por el control de las instituciones ha de ser inmenso: a partir de ahora ya nadie vendrá a imponerle Constituciones ni leyes a la gente. El propio Gobierno Bolivariano quiso imponer algunas y hubo resistencia, tanto del pueblo oprimido como de las clases medias y altas en defensa de sus privilegios. Ahora el derecho a la rebelión está plasmado en un papel escrito. Ahora sabemos que aparecer en televisión o hacer televisión no es cosa de seres superiores. Ahora sabemos que un hombre de paltó y corbata no es superior al hombre descalzo y sudoroso que construye edificios. Ahora los oprimidos de este país serán un poco más difíciles de doblegar, someter y humillar.

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El Proceso (la carretera) es el viaje irreversible e inexorable del hombre hacia la democracia directa. A la sociedad sin esclavos ni amos, sin jefes ni subalternos, sin privilegiados ni humillados, sin Dios y sin hombres postrados de rodillas.

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El hombre americano comenzó a transitar esa carretera hacia la democracia (no es de gratis la rememoración del libro de Carlos Irazábal) en algún momento del siglo XVI, cuando comenzó la resistencia natural al transplante de una forma de civilización que de ninguna manera iba a funcionar acá. La América equinoccial estaba organizada o desorganizada de forma natural, de acuerdo con realidades y especificidades sociales, geográficas, políticas y humanas, hasta que llegó el hombre europeo con su propia fórmula en un baúl y la impuso aquí a base de muerte, esclavitud y segregación. La explicación de por qué en Europa pueden encontrarse formas de organización social que funcionan hay que buscarla en el caos nuestro: a Europa la dejaron seguir su propia dinámica vital; a esto que llamaron América le truncaron la suya propia.

Cierto que acá había formas de colonialismo y opresión de unos pueblos sobre otros (como las hubo siempre en Europa), pero ese era nuestro proceso e igualmente había un viaje hacia la redención. Había un pueblo Caribe sin instituciones que resistía el embate de las formas más elaboradas de organización. El Tahuantisuyo pudo haber intentado imponerse en esta región, pero al cabo de un tiempo pudo haber conseguido un punto de equilibrio. “Pudo”: el hombre europeo no le permitió demostrarlo.

No es hora de lamentarnos por haber sido colonizados por Europa, básicamente porque el trabajo (del latín tripalium: instrumento de tortura) que se ejecutó acá es irreversible. Porque no sólo se nos metieron en las instituciones y en las costumbres; en el lenguaje y en la cultura, sino además en los genes. Pero sí es hora de asumir la necesidad histórica de romper radicalmente con esa forma de sociedad que nos impusieron, e inventarnos una nueva. Ensayar un viaje hacia la democracia a la hispanoamericana. El Hombre Nuevo ya nació y está aquí, pero sigue estando sojuzgado por el capital. Por el Estado y las corporaciones.

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Mientras llegamos allá, lo cual es una tarea de varias generaciones, debemos sobrevivir y desenvolvernos en lo que tenemos: un Estado Burgués que, ante el empuje de la ciudadanía, ha debido hacer algunas concesiones, devenidos avances. Desdeñe quien desdeñe a esta etapa llamada Gobierno Bolivariano, nadie podrá negar la enormidad de ciertos hechos históricos nacidos al calor de la noción chavista de país: al pueblo oprimido ya se le instaló a nivel consciente e inconsciente la idea de la “Democracia Participativa y Protagónica”. Se le instaló la conciencia de que los recursos naturales del país son de toda la gente y no de un club de gerentes y ricachones. Se le instaló el amor por las historias locales, menudas y familiares, pese al esfuerzo de un sector oficial por seguir imponiendo la “gran historia” llena de héroes individuales, militares, empresariales, artísticos o culturosos. Se le instaló la certeza de que los antepasados africanos e indígenas son motivo de orgullo y no cursilerías que nos avergüenzan frente a la cultura globalizada y seudocosmopolita de nuestras ciudades.

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Pensar una humanidad que se desarrolle en el capitalismo es ponerle una curita al cáncer. Pensar en una Caracas “bien gerenciada” es seguir creyendo que la democracia es un asunto de gerentes y no de pueblos. Pensar que el viaje hacia la democracia depende de quién gane en un proceso electoral la presidencia de la República es creer que la humanidad se construye desde Miraflores y no desde las calles, los pueblos y las montañas. Pensar una humanidad distinta pasa por deshacer lo que todavía cargamos encima (y adentro) como un lastre: el convencimiento, o tan siquiera la sospecha, de que la ausencia de jefes es el caos. Como si esta sociedad llena de jefes, gerentes y mandones, fuera un canto a la armonía.

viernes, 16 de mayo de 2008

La ciudad ordenada versus la ciudad desordenada

Hace un par de meses tuve noticias de la existencia de un libro de Allan Brewer-Carías titulado “La ciudad ordenada”. La combinación de lo que sugiere el título con el nombre del autor me produjo un ardor asociado a cierto tipo de gastritis. Lo mastiqué unos días y de pronto me encuentro con una reseña que hace Rafael Arráiz Lucca sobre el libro. Y entonces sí me dejé de pendejadas y empecé a acercármele un poco más. A riesgo de que la gastritis degenerara en úlcera sangrante.

Según el resumen más difundido de esta obra, se trata de “un ‘Estudio sobre el orden que se ha de tener en descubrir y poblar’, o sobre el trazado regular de la ciudad hispanoamericana. Una historia del poblamiento de la América colonial a través de la fundación ordenada de ciudades”. Confieso que no lo he leído (ni lo tengo: jamás gastaré 200 mil bolos en un libro ni en nada que le proporcione dividendos a ese hampón de cuello blanco), pero sí que he tenido mi encontronazo con uno de los ensayos a manera de prólogo que contiene el libro, además de media docena de artículos, reseñas o comentarios adulantes, autoría de intelectuales, urbanistas y otros jalabolas sin profesión definida. De modo que no me siento autorizado para comentar la obra propiamente dicha, pero sí para hacerle una autopsia a sus líneas maestras, a lo que parece ser su leit motiv: convencernos de que el hombre europeo quiso hacer una vaina de pinga al fundar ciudades en América, y que entonces vinieron los indios y los negros y les volvieron mierda “su” obra. “Sus” ciudades.

Según reseñan las alabanzas que se volcaron sobre el autor y su libro, Allan Brewer Carías es tan brillante que un día se percató de que el centro o núcleo fundacional de todas las grandes ciudades hispanoamericanas es perfectamente cuadriculado, “a modo de retícula ortogonal”, tiene una plaza principal y frente a ella una iglesia. Segurito que usted no se había dado cuenta de eso: usted es un imbécil, usted seguramente es negro o indígena, usted seguro es pobre y no ha ido a la universidad, así que vaya agradeciéndole a Brewer el haberse quemado las pestañas para revelarle los secretos de ese tremendo hallazgo. Nadie se había dado cuenta de esa mierda hasta que llegó el superabogado y se propuso investigar misterio tan hondo.

Una monografía afín al libro de Brewer, titulada “La Fundación de las Ciudades Hispanoamericanas” (de autor desconocido según una indagación somera en Internet), se dispara esta tremenda sentencia, que es punto de partida de Brewer y otros: “El proceso de población del territorio Hispanoamericano, se llevó a cabo mediante una serie de disposiciones legales que emanaba la Corona en el transcurso del desarrollo de la conquista”. Es preferible entonces entrompar a la idea, precisamente a esa idea, y no necesariamente al personaje, a quien es muy fácil desnudarle la naturaleza de sus ínfulas de amor por la legalidad. Con sólo recordar que sus panas lo señalan como redactor del decreto de Carmona intuye uno por qué se afincó tanto en cierta propuesta: el imperio español lo hizo todo correcta y organizadamente en América, porque lo hizo protegido por leyes escritas. Por sus propias leyes, claro. A eso lo llaman pagarse y darse el vuelto: yo redacto un papel donde dice que es legal meterle un chuzo en la barriga a Oswaldo Álvarez Paz y voy y se lo zampo. Y ya: no me venga nadie a meter preso, aquí tengo este papel que me autoriza.

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A ver qué se trae Brewer con esto del “orden”, y qué cosa significa en realidad. El calificativo “ordenado” aplicado a la ciudad, a seres humanos o a lo que sea, da para mil variaciones y navegaciones por los significados, sobre todo cuando lo aplica quien lo aplicó en esta oportunidad. No hay que tener muy afinados el oído o la mala intención para percatarse de las acepciones más claras que tiene la palabra “orden”: es algo que le impone a usted una autoridad o un ente considerado superior (“ordene, mi comandante; ordene, jefe o patrón; ordene, su señoría”) y es también el resultado de hacer las cosas “como Dios manda”. El ser ordenado camina derechito; el ser libre es desordenado por naturaleza. El ser domesticado necesita de alguien que le ponga orden, que le diga cómo hacer las cosas o que se las tenga hechas; el ser cimarrón y bravío tiene siglos construyendo un orden que todavía no es total y mucho menos perfecto. El sujeto que vive en una quinta de Los Chorros la compró hecha; el sujeto que vive en La Vega levantó ese rancho peleando contra los elementos, contra la policía y contra la estigmatización de los medios y del discurso “ordenado”: el hombre blanco no asesinó indígenas en masa sino que civilizó, evangelizó, fundó; el oprimido no funda sino que invade, enajena, ensucia y afea.

No es en lo absoluto casual ni extraordinario el que un abogado (y sobre todo este abogado) piense que las leyes imponen el orden en las sociedades. En América hubo una matanza espantosa de seres humanos, pero como esa matanza vino autorizada por unos papeles sellados entonces todo va bien. La ciudad ordenada con la que sueña el burgués promedio es una parecida a la que había aquí para el siglo XVII: una cuadrícula más o menos perfecta y más o menos soportable y domeñable por parte de los blancos peninsulares y criollos, y una periferia donde malvivían, proliferaban y se hacinaban los sirvientes y excluidos. La miseria no es un problema sino hasta que se deja ver y sentir. El problema con la desordenada Caracas actual no es que haya miseria, violencia y sobrepoblación, sino que esa multitud miserable le está creando incomodidades a los ricos y pequeñoburgueses.

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Hablando de las dos ciudades que son en realidad Caracas: ¿a que no adivinan por qué La Castellana, La Florida y Santa Mónica son cuadraditas y fáciles de transitar, mientras que El Guarataro, la Carretera Vieja Caracas-La Guaira y Mamera son laberintos eternos?

Leopoldo López se pasará su vida creyendo que él puede convertir a La Charneca en Altamira, porque ignora que la gente ordenada es gobernable y la desordenada no lo es. El lema del habitante del este es: “Tú a mí no me desordenas”; el lema del habitante de los cerros es “Tú a mí no me das órdenes”. Quien aspire a gobernar esta ciudad y no quiera partir de estas verdades se encontrará con que sus “órdenes” acabarán demolidas por la fuerza de la Historia.

jueves, 8 de mayo de 2008

La solidaridad de los pobres; la misericordia de los ricos

Martín Torrijos
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Entre las muchas pendejadas que ha puesto a rodar la clase media, grupo social devenido cantera de racistas y neonazis que se creen demócratas, está aquella según la cual Chávez inventó el odio entre las clases. Que Chávez dividió a los venezolanos. Como “demostración” echan mano de una peculiar visión retrospectiva: antes los pobres nos dejábamos explotar tranquilamente y ahora formamos peo. Antes considerábamos sacrosanta, sagrada e intocable la pulcra majestad de los periodistas y señorones de la televisión, y ahora de pronto los vemos en la calle, rebajados a su magra condición de seres humanos, y los interpelamos, les faltamos el respeto, les agarramos el culo. “Tú a mí no me jodes”, les repetimos.

La convención mediática consideraba a Jaime Lusinchi el mejor presidente de la Historia de Venezuela, hasta que el tipo carajeó a un periodista y entonces “se descubrió” que el tipo era borracho, ladrón y sometido por su amante arribista. El pueblo era considerado por los ricos y los sifrinos, al menos de la boca para afuera, un ser sabio, dueño de su soberanía y sujeto de la democracia. Bastó que se desatara a apoyar a Chávez y que descubriera que los periodistas de academia no sólo se equivocan, sino que son más brutos, sifrinos, racistas y malintencionados que la mierda, para que las cosas cambiaran: el pueblo ahora es una masa ignorante que “cuando recupere la cordura” (así lo han dicho) dejará de votar por el negro ese y su destino pasará a manos otra vez de los grupos dominantes.

¡Qué lindo era aquel país en el cual el pobre se arrodillaba, besaba el anillo de los ricos, tenía prohibido acercarse a menos de 300 metros del Caracas Hilton y consideraba sus representantes a los señores diputados y senadores! ¡Qué nostalgia, coño, aquel tiempo maravilloso en que los malvestidos se apartaban y callaban respetuosamente cuando aparecía el doctor empaltosao! ¡Qué paz, nojoda, se respiraba en el puto país cuando las manifestaciones eran reprimidas a fogonazo y peinilla, y los canales de televisión, los diarios y la radio llamaban hampones a los manifestantes y no a los cuerpos represivos!

Eso es lo que llaman paz: la tranquilidad para los ricos y el patadón por las nalgas al pobre que protesta.

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Dio la clase media con una interesante fórmula: no reconocerle al pueblo chavista su condición de pueblo. A los Círculos Bolivarianos les otorgaron categoría de cuerpo parapolicial, e igual así a los muchos grupos organizados en nuestros barrios. A ellos les aterra entrar a las comunidades pobres, de modo que sólo intentaban hacerlo a través de las pantallas de televisión. Adolorido y desesperado, Fausto Masó se lo restregó en la cara más de una vez: “Ustedes no están haciendo política, ustedes están haciendo televisión”, les decía. Así que se han decidido a caminar por algunos barrios pobres, a dejarse ver, a dejarse pegar unos salivazos (cosa que les viene muy bien porque cada vez que les ocurre dicen que ha sido una agresión del Gobierno), y he aquí que han conseguido crear un efecto o alucinación: uno los ve de lejos y parece que le interesaran los pobres. Que les duele la pobreza. ¿O será que quieren acabar con la pobreza porque creen que haciéndolo se acabará el hampa que los devasta?

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Hace unos pocos días sostuve una conversa con un joven compa, estimado y valioso camarada, que se veía interesado en el discurso de un Francisco Rivero, académico de ultraderecha y filósofo santurrón que quiere parecer cristiano a punta de nombrar a Cristo por todo y para todo. Al amigo le parecía “interesante” que este ejemplar, a medio camino entre un pastor evangélico y un falangista de mala muerte, le reconociera al chavismo la virtud de compactar discurso y acción en un sistema dirigido a ayudar a los pobres. Le alerté sobre el caramelo de cianuro que estaba a punto de comerse y le comenté un análisis que le escuché en Panamá a un compatriota que residía allá en ese momento.

El amigo tenía dos años viviendo en Panamá y ya el país le tenía los testículos largos, por varias razones. Me mencionó varias: el sifrinismo galopante, la falsa prosperidad embaucadora de bobos, el relax generalizado más cercano al agüevoneamiento colectivo que a la paz social (¿le vieron la cara de güevofrío al presidente Martín Torrijos, allá arriba? ¡Mierda! Eso lo explica todo o casi todo), y cierto asuntico que afectaba a su pequeño hijo de cinco años. Este chamín estudiaba allá en una escuela pública, y el proceso de adoctrinamiento al que era sometido iba paralelo con el del país en pleno. Dijo el compa: “Uno se entera por la prensa de que en Venezuela se quiere inculcar, como valor social predominante, la solidaridad. Bueno, marico, en la escuela les inculcan a los chamos como valor supremo la MI-SE-RI-COR-DIA, y en el parlamento hay una interesantísima discusión a ver si se decreta a septiembre como el MES DE LA BIBLIA”. Todo el mundo a leer la Biblia en septiembre. Esa es la discusión y la atmósfera política de un país presidido, el coñísimo de su madre, por un hijo del general Torrijos.

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Diego, hermano: la diferencia entre un rico o clase media y un pobre, es que los pobres somos solidarios por naturaleza. Los pobres nos ayudamos y queremos a nuestros iguales porque es nuestro mecanismo natural de supervivencia en una sociedad como esta. Forzándolo un poco: somos solidarios porque, enfrentados a la clase que nos expolia, no nos queda otra (o nos queda otra peor, que es matarnos). Un sifrino, en cambio, si tiene muy buenos sentimientos, a lo sumo que llegará es a tenernos misericordia. ¿Ya vamos entendiendo la diferencia entre gobernarnos y ser gobernados? ¿Ya sabemos por qué es mejor un pésimo gobernante revolucionario que un “excelente” gerente de clase media?