miércoles, 28 de enero de 2009

Más del antiperiodismo a la venezolana

La compra-venta de mercancías se rige por unos códigos más o menos universales. Un mercader de sábanas puede vender sus productos (si le da la gana) usados, sucios, de colores espantosos, rotos, deformados. Cuando el cliente compra algo y ese algo viene en mal estado, el mercader está en la obligación (a veces penal, a veces puramente moral) de dejar satisfecho al cliente. Le cambia la mercancía o le devuelve los reales. Si el cliente protesta con suficientes ganas, el mercader siempre tiene la opción de decirle: “bueno, si no te gusta mi mercancía ve y cómprasela a otro”.
Una lógica rupestre y llana que funciona al pelo y sin traumas cuando se trata de sábanas. La torcedera de tripas sobreviene cuando la mercancía es la verdad. La realidad. Esa realidad que usted tiene derecho a conocer. Esa cosa que el periodismo tiene la misión de comunicar en forma de noticia.

Lo mismo que el fabricante de las sábanas, el periodista (vendedor de informaciones) moldea el objeto que va a venderle al público, en la forma (presentación) en que le da la gana. Usted, consumidor de noticias (esa mercancía que suple a la verdad) nunca sabrá la verdad absoluta de lo que ocurrió en un lugar en el que no estaba, salvo en determinados casos como por ejemplo un juego de beisbol: usted es testigo directo de la noticia y ningún periodista ni nadie puede venir a engatusarlo negándole el jonrón que vieron sus ojos. Pero en otros casos más dramáticos e importantes, su conocimiento y comprensión del asunto depende de lo que unos mercaderes de la verdad (los periodistas y empresarios de la información) tuvieron a bien fabricar como noticia e “informarle” a usted, cliente sin derecho a pataleo.
¿Sin derecho a pataleo? Sí: usted no tiene derecho a objetar, cuestionar o reclamarle nada a un todopoderoso periodista o dueño de una empresa vendedora de información. Aquí no puede funcionar el “si no te gusta mi mercancía ve y cómprasela a otro”. Sucede que la materia que el periodismo de academia se ha apropiado para convertir en mercancía es un derecho humano inalienable, y es el derecho a saber la verdad, pero la convención burguesa universalmente aceptada ha impuesto una aberración, según la cual lo importante no es la verdad sino el derecho de los periodistas y corporaciones a difundir su mercancía descompuesta.

No se caiga a coba. El periodismo es más importante que la verdad. A Globovisión no se le puede devolver la mercancía: usted prende el televisor, se come su mierda y se calla la jeta, porque cambiar de mercader (de canal, página web o periódico) no funciona, asomarse a VTV es asistir a otro proceso lamentable de deformación de la realidad, e ir a reclamarles algo es un “atentado contra la libertad de información”.
800 billones de moscas no pueden estar equivocadas: come mierda y vive un día pepsi.

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Retomo una idea desarrollada en artículo reciente: según la razón mediática (el imperio de las corporaciones de la información, su señorío sobre la verdad), si usted ha tomado por bandera el antichavismo tiene libertad para todo: para conspirar, para ejercer la violencia, para interpretar esa Constitución que detesta como le dé su gana, para asesinar chavistas y cagarse en el alma y en la memoria del asesinado. Si usted es dueño, directivo o esclavo jalabolas de una empresa que vende información, usted puede hacer lo que quiera con la noticia y justificar lo injustificable. Ahora, si usted es chavista, reprímase, porque cuanto diga o haga será usado en contra del Gobierno. Lo que haga el antichavismo, desde sus legítimas formas de acción política hasta sus crímenes y despropósitos, le será atribuido siempre a la “sociedad civil”. Vaya acostumbrándose a los titulares y “noticias” que llaman héroes a los estudiantes que hoy salen a hacer eso mismo por lo cual nace años a uno lo llamaban delincuente, facineroso, vago y maleante: protestar, formar el gran verguero en la calle cada vez que el Estado quería pasarse de gracioso. Ellos jamás pagarán por eso con sangre. Cuando mucho les echarán un gas inocuo y mañana saldrán en los periódicos y en la tele: “Reprimidos los héroes de la Nación por una dictadura sangrienta”. Hampón de derecha es héroe. Lo decidieron las empresas vendedoras de información. Así que te tragas la interpretación o eres un tarifado del rrrrégimen.
Inevitable traer a colación el recuerdo de Sergio Rodríguez. A este compa lo asesinó un Metropolitano el 23 de septiembre de 1993 en la esquina del Chorro, de un escopetazo, por tratar de romper un cordón policial para acercarse al Congreso. Lo mismo le ocurrió a Yulimar Reyes: muerta por ponerse al frente de la rabia del pueblo el 27 de febrero de 1989. A ellos los medios los criminalizó, aplaudió sus muertes. Lo importante no es ser estudiante sino ser estudiante al servicio del poder económico, de las clases que se sienten predestinadas. Los estudiantes de hoy creen que sus derechos se los deben al padrinazgo de los medios, a unas leyes y a sus “líderes”. Apuesto lo que sea a que ninguno de esos muchachos le reconocerá jamás su actual desenvolverse con total libertad (¿impunidad?) al sacrificio de Sergio Rodríguez y Yulimar Reyes. Y más: no han oído hablar de ellos siquiera. No les interesa. Ninguno sabe que gracias a la sangre derramada de esos y muchos otros jóvenes, el movimiento estudiantil de hoy puede ejercer a gritos y sin miedo el derecho de exigirle respeto a los tombos y al Gobierno. Años atrás ese derecho natural se pagaba con sangre.
Eso no lo saben. Globovisión no se lo dirá jamás. Teodoro Petkoff seguirá llamando “represión” al hecho de que a esos muchachos güevones los espanten con gas lacrimógeno y no con balas de fal. Esa es la generación y la clase social que se sienten ungidas por la providencia a dirigir los destinos del país. Una belleza.

jueves, 22 de enero de 2009

La Piedrita, la violencia, la Guerra de Cuarta Generación y las razones de Estado

En estos días me encontré por ahí con el profesor Vladimir Acosta. Me saludó así: “Epa, ¿tú y que eres el jefe de La Piedrita?”. Estoy seguro de que el profe me lo dijo en son de broma, y sin mala intención alguna, pero dos cosas me relampaguearon en la mente, y lo confieso: la vieja sensación de que a todo el que vive o ha vivido en el 23 de Enero la gente lo asocia de una forma u otra, incluso a veces inconscientemente, con guerrilla urbana, Tupamaros y fusiles; y la otra fue un fresquito de orgullo por ser el destinatario de esa manifestación de la leyenda urbana. Una leyenda que nació al calor del Puntofijismo. Habitante del 23: tirapiedras o delincuente.

Yo no soy militante de La Piedrita ni de ningún otro colectivo organizado del 23 de Enero. De vez en cuando participo en actividades muy específicas de la Coordinadora Simón Bolívar y tan sólo eso, básicamente porque yo me siento incapacitado para militar o participar en agrupación alguna que tenga jefes y jerarquías (la Misión Boves es una agrupación nómada sin dominio territorial definido, y cuyos formulantes y simpatizantes están en todos lados y ninguno anda pendiente de jefaturear a nadie). Pero declaro sentirme orgulloso de haber sido testigo del crecimiento, las luchas y las conquistas de grupos como La Piedrita, Alexis Vive, la Coordinadora, el23.net y Sucre en Comunidad. Esos bichos son mis bichos; sus errores son mis errores y sus conquistas buenos motivos para sentirme contento.

Este artículo quiere ser un homenaje, una declaración de amor o aunque sea un piropo lascivo, a la fama de la parroquia que me recibió a tiros y olor a caucho quemado cuando me vine de Carora, en 1981.



Recuerdo que muchas veces en los años 80, cuando la policía nos abordaba a mí y a mis panas del liceo para pedirnos la cédula al bajar de la camioneta en El Silencio, nos sometía a vejaciones que hoy le provocarían un infarto a los sifrinoides y mamagüevos de la “sociedad civil” y los estudiantes de derecha: nos quitaban la cédula para radiar nuestros datos, nos pegaban contra la pared, nos hacían una requisa de lo más humillante en medio de la calle: nos metían las manos en las bolas y un poco más atrás, nos obligaban a quitarnos los zapatos. Habitante del Veintitrés: sospechoso de cargar drogas o armas.

Esto era allá en El Silencio, donde por lo general la cosa terminaba con la devolución de la cédula y uno como el propio gafo medio arreglándose a la vista de todo el mundo, y salías barato. Porque si la cosa en el este de Caracas el desenlace podía ser peor. ¿En el este? No, de Parque Central para allá: si ibas al cine tenías que decir que vivías por la zona, porque si decías dónde vivías te salía interrogatorio exprés, tenías que explicar muy bien cómo es eso de que vivías en el 23 de Enero y andabas por Sabana Grande. Tenías que negarte a ti mismo, renegar de tu comunidad, porque el hijueputa policía (un coñoemadre negro, pobre y marginal igualito a uno) era capaz de darte unos peinillazos por haber osado infectar con tu asquerosa presencia los pulcros espacios donde vive y se divierte la burguesía.

Ese fantasma está vivo. Hace poco me comí una luz en Chacaíto y el agente de Policaracas que me mandó a parar (y que me matraqueó para dejarme ir) me repitió aquella pregunta vejatoria y sucia: “¿Usted vive en el 23? ¿Y qué hace por aquí tan lejos?”. La mentalidad tiránica adeco-copeyana tiene efecto residual. Sólo que ahora no soy el coñito dócil de hace dos décadas y le respondí, de lo más serio: “Atracando”. El paco se me arrechó y me exigió respeto, pero al menos no me dio la zaparapanda e coñazos que me hubiera ganado en los 80.

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Quien ha militado en la izquierda o al menos tenía los ojos y los oídos alertas hace diez años y más, habrá notado en las paredes de las zonas populares algunas consignas acuñadas por las organizaciones revolucionarias, expresión del pueblo en resistencia, que decían: “A la va violencia de los ricos, violencia de los pobres”. Y también: “Un sistema de violencia con violencia se derriba”. Más que eslogans fabricados de acuerdo con coyunturas y rabias específicas, eran declaraciones que recogían todo un postulado histórico que habrá que reconocerle al marxismo: la existencia de clases sociales (el “orden” en el cual millones de seres humanos son vejados, explotados, segregados, excluidos y perseguidos para que una minoría viva cómodamente) implica de suyo una guerra entre esas clases. Es decir, las clases existen porque hay una guerra entre seres humanos. Someter a un ser humano a esclavitud, servidumbre o cualquier relación de sometimiento es de por sí una declaración de guerra. El oprimido, vejado y segregado tiene entonces el derecho de rebelarse contra ese “orden”. Es un derecho natural, no una convención jurídica (por más que la Constitución lo haya reconocido en cierta forma en el famoso 350).

Dice el antichavismo que antes de 1998 teníamos un país en paz. De bolas: ellos estaban en el poder y nosotros estábamos amordazados. Los amos contentos y la servidumbre conforme con su esclavitud. Qué país más de pinga, ¿ah?, ese en el cual las clases medias y pudientes se sienten tranquilas porque los negros están callados y en su sitio: lavándoles los carros a los profesionales y aristócratas, cuidándoles los muchachos, limpiándoles la casa, cocinándoles, proveyéndoles amantes dóciles al dueño de la casa, haciéndoles de payasos en los estadios, los espectáculos televisivos. ¡Qué paz tan de pinga, carajo, cuando los esclavos no se sublevan contra los amos!

La paz no es el estado de cosas en el cual los esclavos decidimos no sublevarnos contra la esclavitud. Lo que la burguesía, las clases medias y las aristocracias llaman "paz" es una situación en la cual sus sirvientes y esclavos realizan el trabajo sucio, reciben una paga miserable y al cobrarla bajan la frente, satisfechos de verdad o aparentemente satisfechos. Humillarse a cambio de una sociedad "tranquila": permito que me expolies y me ahorro el trámite de hacerte la guerra. "Prefiero la esclavitud a la muerte", es un lema que haría felices a los ricos.

Enero de 2009. El Estado venezolano tiene razones (“razones de Estado”) para rechazar públicamente las actuaciones del Grupo de Trabajo La Piedrita. Al final son razones tácticas y se resumen en esto: en un momento en el cual tenemos una clara oportunidad de demostrar que los violentos y descarriados son ellos (los enemigos, los hijos de los enemigos, echados a la calle como carne de cañón ante el fracaso político de sus padres) resulta un tropiezo, un error grave y balurdo, que sorprendan y capturen a algunos de los nuestros asustando a los niños bien con unas pistolotas en El Rosal; que a los nuestros les haya dado por echar unas lacrimógenas aquí y allá. Así se pierden las Guerras de Cuarta Generación: perdiendo las batallas de opinión pública.

Con todo, en este mismo acto en el cual admito esa equivocación táctica, procedo a quebrar una lanza a favor de la gente de La Piedrita y me solidarizo con ellos, con su impertinente pundonor. Porque el fin de las guerras de Cuarta Generación es allanar el camino rumbo a la guerra convencional. La del plomo, los muertos y el dolor físico. Esa guerra en la cual estará en primera línea la gente de La Piedrita (junto con muchos miles de compas aguerridos), mientras los “estrategas” y analistas de oficina y laboratorio (buenos para la Guerra de IV G.) se esconden o huyen del vaporón.

domingo, 11 de enero de 2009

Todo se vale si usted es un hijoeputa

Y todo juega contra usted si usted es chavista u osa declararle su apoyo a las causas de los pueblos oprimidos en el mundo. Usted puede hacer y decir de todo si usted es antichavista; todo se le permite a sus adversarios (incluso el trámite del asesinato) si usted huele remotamente a chavismo. No es de extrañar que al antichavismo (con dos o tres excepciones irrelevantes) le parezca correecto y justificable el genocidio contra el pueblo palestino, y que denunciarlo y solidarizarse con las víctimas califique como ridiculez.
Quiero recordar la coñaza en la cual fueron asesinados Jairo Gregorio Morán y Oscar Aponte Gómez hace ya seis años (3 de enero de 2003, durante el paro-sabotaje petrolero), una marcha de maricones pervertidos a la que ellos mismos le pusieron por nombre "La Batalla Final". El antichavismo justificó esos crímenes mediante el trámite bastardo del despedazamiento moral de los muertos. En El Universal se publicó una nota, dictada palabra por palabra al "periodista" por un PTJ interesado, según la cual ambos jóvenes fallecidos tenían antecedentes: uno por hurto y el otro por lesiones durante una riña. A la mala zorra de Marta Colomina le pareció que había que arrojar un peor vómito sobre la memoria de los muchachos y les cocinó un expediente basado en chismes y "runrunes".
¿Danilo Ánderson? Casi nada: dos semanas después de su espantoso asesinato Patricia Poleo aumentaba las ventas de su pasquín haciendo burlas, acusaciones y chistes macabros en su contra. Recuerdo un titular: "Danilo era mago: desaparecía el oro". Chavista y ladrón: bien muerto estaba. Todo un canto a la necrofagia y al periodismo entendido como arma de guerra sucia.
En vista de lo anterior, que el palangrista y perturbado mental Alberto F. Ravell le haya mentado la madre y amenazado con darle unos coñazos a un reportero de Ávila TV no pasa de ser un episodio más, bastante tibio por cierto, en el lento pero sostenido proceso de deterioro ético de un conglomerado al que, a falta de proyectos, sueños y proposiciones positivas para el país, le viene bien llamarlo simplemente antichavismo. La partícula anti informa que se está contra algo, pero deja en suspenso el a favor de qué. Todos sabemos contra qué están, pero ni ellos mismos saben qué es lo que quieren.
Aclarando: a mí me gusta este país en el cual todo vestigio de majestad y suprahumanidad de los hombres públicos ha sido pisoteado. Hace sus cuatro años Felipe Mujica también le mentó la madre por TV a Hugo Chávez y no hubo consecuencia alguna para él ni para el canal que transmitió la "hazaña". Siempre me ha parecido que sincerar el odio es más sano que solaparlo o sustituirlo por la hipocresía: yo te grito en la cara mis sentires y me preparo para recibir de vuelta lo mismo; verdugo no pide clemencia y tirapiedras no anda esperando que le echen flores. El problema es precisamente ese: el día que un ciudadano vea a Ravell en la calle y le escupa la cara, lo llame palangrista o le meta una buena patada por ese culo, saldrá este cabrón sin carácter para soportar chalequeos y presiones a acusar al Gobierno de haber perpetrado en él un crimen de lesa humanidad. El gremio periodístico en pleno chapeará con esta nuesva demostración de que en el país no existe tolerancia ni libertad de expresión, y le atribuirá el morado en las naglas de Ravell al discurso del odio que ha fomentado el dictador Hugo Chávez Frías entre los venezolanos.
Lo dicho: si usted es un hijoeputa, tiene libertad para todo. Ahora, si usted es chavista, reprímase, porque cuanto diga o haga será usado en contra del Gobierno.
Y después andan por ahí extrañadísimos de que uno prefiera a este Chávez permisivo hasta lo increíble, que a unos malditos fachos a quienes se les saldrá la clase apenas retomen el control del Estado. De su Estado. Y eso ocurrirá. No hay que ser futurólo para saberlo y afirmarlo: la derecha, el sifrinaje, los empresarios, los adecos y los neonazis volverán al control de SU Estado.
Sí, soy pesimista, y más que eso: realista. Camaradas: ese Estado burgués que fuimos incapaces de destruir les pertenece a ellos. Es cuestión de poco tiempo para que regrese a sus manos. Y los que se pasan la vida hablando de tiranía y luchas por la libertad, pues aprieten ese culo y vayan preparándose para ver una tiranía de verdad. Ya verán de qué se trata una dictadura, cuando estos coñoemadres desalojen al chavismo del poder.
Y repito: esto ocurrirá. Porque si el chavismo ha sido incapaz de partirte o cerrarle el hocico a los candidatos a tiranos, mucho menos podrá hacerlo cuando comience la tiranía.

miércoles, 7 de enero de 2009

Gaza

Miles de comentarios y sentimientos me merece la matanza de palestinos por parte de Israel. Todos ellos merecerían de la derecha de este país las mismas y previsibles respuestas, joyas de la argumentación y las artes del discurso como: "Los nazis mataban a los judíos; por lo tanto quien se mete con los judíos es nazi". Y más nada. Si un negro le agarra el culo a tu mujer y tú le clavas un coñazo al tipo, eres racista. Lógica simple de mentes complejas.
Ni siquiera vale la pena llover sobre el mar de las explicaciones sobre qué es sionismo, qué es el pueblo judío y por qué desatar un bombardeo masivo e indiscriminado sobre todo un pueblo, nomás porque unos sujetos les echaron unos misiles caseros en la frontera, equivale a segregar y matar a seis millones de personas nomás porque nos arrechan los usureros, que fue lo que perpetró Hitler en los 30 y 40. Visto desde Venezuela, o desde cierta Venezuela desquiciada y sin remedio, la cosa funciona así: si a los chavistas les indigna el genocidio en la franza de Gaza, entonces el genocidio no se llama así y lo que está haciendo el ejército israelí es algo bueno.
De modo que por hoy sólo quiero detenerme en dos detalles macabros. Dos actitudes de Israel que sólo revelan una psique retorcida, una enfermedad maligna en el mero centro del motor que nos hace querer a la raza humana. Una, las declaraciónes de un hijoeputa jerarca israelí cuyas señas lamentablemente no conservo, y que iban en esta onda: "Es lamentable que haya bajas civiles en Gaza, pero los pueblos deben hacerse responsables por lo que hacen sus gobiernos". Bello búmerang que ha de volverse contra el pueblo judío, cuyos ciudadanos nacen y crecen con un espanto casi genético a la sola mención del holocausto. Por lo demás, la moraleja se lee entre líneas: ¿quién te manda a elegir gobernantes que no nos gustan?
La otra cuestión a mencionar es el fulano "corredor humanitario" que Israel permitió para que entraran alimentos y medicinas a Gaza. La enorme bondad israelita duró tres horas. Lo suficiente para abrir el corredor, permitir la entrada de un puñado de ayuda y luego zámpale, perro: darle comida, agua y medicinas a las personas a quienes vas a asesinar tres horas después es un procedimiento tan asqueroso como el de los torturadores. Conozco panas a quienes la DISIP despedazó en vida, pero siempre con un médico al lado que le tomaba los signos vitales para evitar que el tipo se quedara pegao en la sesión. Te mantengo con vida para poder seguir torturándote: permito la entrada de medicinas, agua y alimentos para que puedas resistir lo que viene. ¿De qué me vale matarte así sin más, si mi misión es generarte sufrimiento?
Ahórrense las réplicas: NADA justifica el asesinato masivo de ciudadanos. NADA justifica el uso de armas de destrucción masiva contra la población civil. NADA justifica el que se utilice a la ciudadanía palestina para experiemntos con juguetes de uranio empobrecido. Y NADA justifica que sólo a Estados Unidos y sus aliados se les permita violar el invento ese llamado "derecho internacional": lo que Uribe hizo en Ecuador, lo que EEUU hizo y seguirá haciendo en Irak y en todo el mundo, lo que Israel haga contra el Líbano y Gaza, todo está permitido.
Esperen nomás que Irán se ponga otra vez de moda y los gringos empiecen a oler armas nucleares donde no las hay. Esperen nomás...

domingo, 4 de enero de 2009

El futuro de la Revolución son las organizaciones populares prechavistas

A solicitud de la gente del Centro Gumilla escribí este artículo para la revista SIC (veleidosa pero respetable dama septuagenaria y tótem de las revistas sobre ciudadanía, política y sociedad). El texto es una especie de síntesis de las muchas lluvias que he perpetrado en este y otros espacios. Lo escribí y envié a mediados de noviembre, antes de las elecciones, y ellos lo publicaron en el más reciente número de la revista, el cual circuló en diciembre.
Unos panas que lo leyeron dicen haberme sentido aquí cansado o desencantado. Otro más me dijo que estaba escualidíiisimo. Yo simplemete lo siento como lo que pretende ser: una síntesis del planteamiento bovero, nuestroamericano y desobediente que asume a la Revolución como un proceso de siglos y generaciones, y a la rabia como herramienta y patrimonio del hombre oprimido rumbo a su emancipación. Acá voy con lo que tengo, hijo, incluidas mis contradicciones, injusticias y despropósitos.
El tono del primer párrafo tiene su justificación en los términos en que se me formuló la invitación a escribir: el tema era el chavismo, y la perspectiva, la relación chavismo-movimientos sociales.

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Por supuesto que debe haber más de una manera, más de una fórmula, a partir de la cual abordar estos temas de interés general con el tono, la actitud y la metodología del observador, del científico social, del analista encapsulado en un mirador o burbuja. Allá a lo lejos despunta el objeto de estudio y uno lo escruta, lo disecciona, le mete el ojo (no el diente, pues está prohibido para el científico tocar y mucho menos probar ese suculento caldo de cultivo). Pero sucede que en este caso la invitación a abordar el tema del chavismo o los chavismos trae el piquete de la interpelación, ya que uno mismo forma parte del tema de estudio, y no queda más remedio que apelar a la antipática primera persona. Procede entonces arrancar en fa y por la calle del medio: yo soy chavista.

Ya usted, lector antichavista, completó mentalmente la frase: “Tarifado del rrrégimen”. Reacción a la cual procedo a responder mediante el intento de catalogar un fenómeno muy visible que, sin embargo, muchos no quieren ver: que el chavismo no es un monolito de superficie uniforme e invariable; que bajo la denominación “chavista” cabe mucho más que la película pasteurizada y homogeneizada que tanto le gusta al antichavismo y al chavismo oficial. Decir que la Revolución no le pertenece a Chávez se cae de obvio; decir que el chavismo tampoco le pertenece ya es un poco más laborioso de digerir, y requiere de mucho interés por organizar, por poner orden en lo que escuchamos a cada rato de manera caótica y desbarajustada. Y conste que los resultados del referendo de 2007 no han hecho mella en el mito. Los antichavistas simplemente creen que los chavistas no son más que 10 por ciento de la población, y el chavismo oficial sigue creyendo que quien no votó a favor de la Reforma es un traidor. Que hay 3 millones de traidores pululando por esas calles y pueblos.



Uno de los objetivos de esta síntesis discursiva consistirá en practicar una abstracción sobre el rugoso tema de lo que a Chávez le deben los grupos organizados, las expresiones organizadas del poder popular (quiero llamarlos izquierda no partidista); y sobre lo que heredarán en materia de organización popular esa izquierda y el país en pleno del período llamado Gobierno Bolivariano.

El otro objetivo es un subproducto del anterior y tiene que ver con el desmenuzamiento de las relaciones entre el chavismo oficial y las formas de organización prechavistas, o tal vez chavistas no-pesuvistas. Esas mismas que nacieron, maduraron y echaron raíces antes de la aparición de Hugo Chávez en la escena pública (o en tiempos de este Gobierno pero no a su sombra ni bajo su padrinazgo), y las cuales sobrevivirán como focos vivos de la rebeldía y la emancipación; como gérmenes resistentes al ataque del poder económico y del odio clasista de la derecha, cuando el gobierno chavista (también llamado bolivariano) cese en funciones.

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En la última década ha cobrado forma uno de esos fenómenos que pudieran constituir un atentado contra el rigor histórico (y no tan sólo retórico) mínimo necesario para saber dónde estamos parados. Se trata de la asunción, por parte de una enorme masa de personas, de una peculiar convención: el común de la gente, al decir u oír la palabra “Revolución”, siente que se está hablando del gobierno de Chávez. Lo mismo pasa, y seguramente en mayor medida, con la noción de “Proceso”. La gente dice Revolución, Gobierno y Proceso como si fueran una misma cosa, y lo hace con la complicidad de la burocracia gobiernista y del liderazgo de la oposición por igual.

Al chavista-oficialista le conviene esa identificación porque siempre es chévere, “da caché”, llamarse revolucionario y asumir que se es funcionario, no de un gobierno cualquiera, sino de La Revolución venezolana, ni más ni menos. Venezuela está dividida entre escuálidos y revolucionarios; los escuálidos son aquella gente de allá y los revolucionarios son ellos, los que dicen y hacen cuanto ordene el Comandante. ¿Y el chavismo no oficialista, no pesuvista y no automatizado por los dictámenes de Miraflores (ni de nadie)? Esos son los traidores, los cuerda floja. Sobre ellos (que somos nosotros) volveremos más adelante.

Al antichavista dirigente o de base, al pergeñador de partidos tradicionales, al aristócrata de sangre verde tirando a turquesa y al millonario financista de aventuras políticas, también les conviene el mantenimiento de esta fórmula pueril, ya que por boca de su adversario del momento quedan a punto de resolverse asuntos muy incómodos: si la gente termina de creer que “esto” es una revolución (mejor: LA Revolución) entonces será fácil convencerla de que la tal Revolución no vale la pena. Que el sistema capitalista es algo “natural” y representa la paz, el progreso y la democracia, y que la única perturbación en su seno son esos comunistas del coño, que todo lo desajustan.

Todos los errores atribuibles al aparato gubernamental, incapaz de demoler y tan siquiera de superar las taras, imperfecciones y monstruosidades del Estado Burgués, le son achacadas a la Revolución. Así, la Revolución (o el Proceso) es la culpable de la basura en las calles, de las mafias enquistadas en las instituciones, de la proliferación de nómadas y mendigos varios, de la violencia criminal, de la descomposición de los cuerpos policiales. Solución: abandonar la senda del socialismo (la dictadura) y volver a la democracia. No es difícil leer o escuchar en estos días, por cierto, falacias y deformaciones tan ridículas pero tan eficientemente impuestas como esa según la cual socialismo y democracia son construcciones antagónicas. ¿Cuántos milímetros hay entre creer eso y creer que capitalismo es lo mismo que democracia?

Al antichavismo, esa falsa ecuación (proceso=revolución=gobierno de Chávez) le funciona también como terapia de autoconvencimiento: para alguien que asume que Chávez es la Revolución se le da muy fácil pensar que cuando Chávez muera o sea sacado de Miraflores, pues se acabó la Revolución. El Proceso muere con Chávez. Lamentable fantasía.

Para alguien que cree que la Revolución (y el Proceso) arrancó con Chávez y es una creación suya, es muy fácil también creer que todos los revolucionarios, libertarios, diletantes y desobedientes venezolanos nacimos en 1998 o en 1992. Que le somos fieles a la idea y al anhelo de Revolución porque el Gobierno nos paga (todos los chavistas somos tarifados) y que seremos fácilmente neutralizados, silenciados o sacados de circulación cuando el Gobierno de Chávez (también llamado bolivariano, y por favor vayan tomando nota de esta reiterada acotación) cese en funciones.

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Hora de aclarar conceptos.

*Proceso: es la evolución de nuestras sociedades en incesante cadena de eventos, desde el momento en que la hegemonía europea procedió a colonizar y sojuzgar a personas nativas de estas tierras y traídas del África, para activar mecanismos de dominación mercantilista. El Proceso es el registro de cómo nuestro pueblo ha avanzado desde la opresión hacia la democracia directa.

*Gobierno Bolivariano: administración del Estado en la etapa histórica iniciada en Venezuela en 1998. Es el chavismo en el control de las instituciones estatales, bajo la presidencia de Hugo Chávez.

*Revolución: etapa histórica por venir, en la cual el Estado burgués será demolido junto con los paradigmas culturales y relaciones de producción que hacen posible su supervivencia.

Dicho esto, es preciso ahora derivar en otra premisa fundamental para navegar en estas aguas: a quien quiera desencantarse del Gobierno podría bastarle con verificar que no es revolucionario ni puede serlo. No hay Gobiernos Revolucionarios, y esa discusión está tan agotada que incluso se convirtió en chiste popular muy aburrido en el México del PRI (“decir que algo es Revolucionario e Institucional es como decir que una mujer es puta y virgen, que hay candela fría o que existe la Inteligencia Militar”). Primero vienen las revoluciones y luego se constituyen los gobiernos; primero se demuele lo existente y luego (o al mismo tiempo, pero nunca antes) se edifica lo nuevo; primero se derrumba el viejo edificio y luego se construye el otro, sobre bases nuevas. Nosotros tenemos acá el viejo edificio intacto y creemos que ya terminamos el nuevo.

Y más: nuestra ingenuidad nos ha llevado a creer que podemos levantar un edificio nuevo sobre las bases putrefactas de un Estado adeco que hemos sido incapaces de destruir, y a veces tan siquiera de cuestionar. Allí están, incólumes, las instituciones adecas, el ordenamiento jurídico adeco, la cultura adeca, los procedimientos adecos, las inamovibles referencias culturales adecas (Gallegos, Andrés Eloy, Pérez Alfonzo, Sadel, Girón…), la corrupción adeca: vivo y funcionando, el Estado adeco. Pero nos sentimos felices y revolucionarios porque no vemos a los adecos.

En Venezuela pudo haberse iniciado una etapa revolucionaria genuina en 1999, y quizá también en 2002 y 2003, pero tanto el Gobierno como los revolucionarios desaprovechamos esas oportunidades. Un paso importantísimo en ese sentido fue el espíritu y la mecánica procedimental con que se emplementó la Misión Barrio Adentro en sus inicios. Médicos las 24 horas en cada comunidad pobre, viviendo con los pobres: ese fue el primer mandarriazo a las bases de uno de nuestros dinosaurios más potentes, como lo es el sistema de salud. Desde allí debió haber comenzado el desmontaje sistemático de ese monstruo. Pocos meses después, en lugar de matar al monstruo el Gobierno le sirvió en bandeja de plata a su verdugo: adscribió Barrio Adentro al ministerio y adiós revolución en Salud.

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Muchos revolucionarios y libertarios venezolanos, algunos de nosotros chavistas mas no pesuvistas, soñamos con un país en democracia, hechura que no conocemos y por lo tanto nunca hemos disfrutado porque apenas estamos construyéndola. La meta o utopía alcanzable es una democracia plena, directa, sin jefes individuales, sin amos ni esclavos, sin opresión. Pero la carretera para llegar allá es larga y tortuosa.

Esta etapa histórica que llamamos Gobierno Bolivariano es un interesantísimo tramo de esa carretera: vamos pasando por un recodo en el cual, si bien no se demolió y sustituyó al Estado Burgués como muchos hubiéramos querido, dimos un formidable salto adelante en materia de crecimiento humano colectivo. Vivimos en una etapa en la cual el Gobierno le consulta al pueblo sobre cada paso importante en la construcción de instituciones y leyes. Cuando se ha querido obviar ese paso la gente ha reaccionado con firmeza. Estamos en una etapa en la cual la multitud, organizada o no, adquirió conciencia de uno de sus derechos fundamentales: no dejarse arrear por dirigencias de paltó y corbata. Hace unos pocos años era común que media docena de doctores se apareciera con un libraco debajo del brazo y anunciara que esta es la nueva constitución vigente. Ese tiempo se terminó. Ya será imposible, sin que medie una masacre espantosa, que la clase política haga ese tipo de imposiciones.

Aunque deberán pasar muchos años antes de que el discurso dominante reconozca públicamente y verbalice la siguiente verdad, hay que ponerla en la calle desde ahora: de ese tamaño y de esa trascendencia es el legado de la era chavista al Proceso. Al Gobierno chavista (también llamado bolivariano) le debemos los venezolanos el haber abierto las compuertas, o de haberle quitado de encima la espada de Damocles, a formas de organización insospechadas en períodos tan recientes como los años 90 del siglo 20.

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El presente y el futuro de la Revolución, en todo caso, no debe buscarse en las instituciones del Gobierno sino en las formas de organización, en la creatividad, en la explosión de iniciativas que ha tenido lugar gracias a las compuertas abiertas en la última década. Ejemplos prácticos: la toma no tan pacífica de un módulo policial en el 23 de Enero y su conversión en una emisora de radio; la proliferación de este tipo de emisoras que le han abierto al ciudadano no licenciado o titulado la oportunidad de descubrirse como comunicadores sociales; las iniciativas independientes de jóvenes que decidieron ir a las cárceles a dictar talleres de formación de productores radiales y audiovisuales, con lo cual los reclusos han comenzado a recordar que son seres humanos; la proyección e inicio de Poblados Integrales autogestionarios, libertarios y por lo tanto al margen del Estado y las tiranías empresariales; poblados abastecidos con formas de energía limpia y con casas fabricadas con materiales nobles (barro y palmas); la toma de empresas quebradas y su conversión en formas de gestión obrera; la lenta pero sostenida conformación de Comunas y el proyecto en ciernes que quiere dotarlas de Tribunales y Milicias Populares, de formas de gobierno del poder popular no dependiente de los poderes establecidos; experiencias exitosas de combate a la delincuencia común y al narcotráfico en localidades que desde hace rato se llaman “zonas liberadas”. Locuras por el estilo que revelan y resumen en una frase la búsqueda de este artículo: que mientras hay una institucionalidad que se mantiene en precaria sobrevivencia hay una no-institución que bulle y crece desee abajo, sin maquinarias ni cadenas de información a su servicio.

Esas formas de organización, cuyo signo es lo informal y lo no institucional, nacieron antes que Chávez o al margen del gobierno chavista y (por lo tanto) le sobrevivirán, porque no le son dependientes, no forman parte originaria o sustancial de su proyecto. No sucederá lo mismo con los Consejos Comunales y Círculos Bolivarianos y mucho menos con las creaciones del Estado (Misiones).

A esas formas prechavistas de organización popular les tocará continuar funcionando en el proceso rumbo a la Revolución, y les tocará hacerlo como en tiempos idos: clandestinamente, bajo acoso, persecución, criminalización y fuego homicida. Serán tiempos duros, pero queda reflotando la convicción (y tendrán que perdonarme el confeso determinismo histórico) de que el viaje de la humanidad hacia la democracia directa podrá tener obstáculos, pero es irreversible.