Yo he tenido parejas a quienes les he dicho: "Chama, yo te amo, pero..." y dos minutos después ha estallado en llanto o en furia porque lo que le dije después del pero le sirvió para hacer estallar el conflicto y la coñaza. Importa una verga la declaración inicial: lo importante es lo feo, lo maluco, lo que pudre todo y no lo que armoniza. Tal cual, sin diferencia alguna, me sucede con casi todos los artículos de opinión. El contenido del primer párrafo que escribiré después de esta nota o presentación va a ser olvidado, obviado, pasado por alto, ignorado por la mayoría de ustedes, los que van a leerlo. Estoy fatalmente convencido de ello. A causa de ese olvido o pasada olímpica por el mismísimo forro de sus respectivos cuadernos, voy a ser llamado oficialista por los comunistas, escuálido por los oficialistas, pragmático por los idealistas, idealista por los pragmáticos, burgués por los marginales, marginal por los burgueses y loco comemierda por casi todos ellos (ustedes). Solía pasar, cuando en este país se hablaba de política y no sólo de chavismo y antichavismo, que uno leía un discurso o reflexión y se quedaba con lo mejor, con las ideas y datos con los cuales concordábamos. Pero por culpa de vaya-usted-a-saber qué mecanismo de mierda, ahora todo el que lee se queda con lo peor, con lo que lo hiere en lo personal, con lo que genera roncha e inconformidad. Si usted se aparta un milímetro de lo que piensa este u otro opinador, prepárese, porque ese milímetro será usado para picarlo en pedazos, masticarlo, escupirlo y vuelto a triturar: si usted no piensa exactamente igual a alguien, ese alguien lo reducirá a la condición de Judas Hitler Caín Uribe Bush. Así que, estimados Luigino Bracci, Hernán Cano, Aaron Corredor, Marcos Salgado y demás botados de la Radio del Sur, ya estoy preparado para lo que venga de ustedes, y ya me imagino qué es lo que viene porque probé un sorbo de eso en twitter. ¿Qué es una vuelta más para un ventilador? Así que por favor lean la cosa, y cuando yo les dé la señal (la señal es la palabra pero) procedan a olvidar el primer párrafo y a hacer lo que ustedes ya saben: quedarse con lo más feo y lamentable del discurso.
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A mí, en lo personal, como individuo; a mí, que al igual que todo el que se dice revolucionario, socialista y "de izquierda" en este país, opina que los principios son sagrados e innegociables (y después voy y me jarto una pepsicola o una polar), me parece que la decisión del Gobierno de Venezuela de ayudar al Gobierno criminal de Colombia a inmovilizar y exterminar a las FARC y sus alrededores, es una cagada. Es espantoso que se entregue a Juan Manuel Santos a una gente que está continuando una lucha secular del pueblo colombiano. Me parece además un hecho lamentable e inexcusable el que a unos periodistas de la Radio del Sur los hayan despedido por tener esa opinión y haberla expresado al aire.
Voy:
Pero...
una cosa es lo que yo piense, sienta y opine como individuo, y otra cosa es lo que alguien debe hacer cuando está al frente de un Estado. Cuando no están en juego sus principios como hombre sino el rumbo de un proyecto de país.
Ya está, hagan como si no hubieran leído el primer párrafo.
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Recuerdo que hace unos años se discutió mucho sobre el conflicto recurrente entre la ética individual y el interés colectivo, a raíz de un suceso dramático: la muerte de un rescatista (no recuerdo si de los bomberos o de la antigua Defensa Civil) en un entrenamiento en el Ávila. El hombre era uno de seis caballeros que hacían una práctica a bordo de un helicóptero, y a él le tocó en determinado momento colgarse de una cuerda y desplazarse así, volando a varios metros de altura sobre la Cota Mil. Al parecer sobrevino una ráfaga de viento y el aparato perdió su frágil estabilidad, comprometida ya con el peso del rescatista que pendía de la cuerda. El helicóptero se fue de lado y era inminente su estrellamiento contra las faldas de la montaña.
Pero no era inevitable: existe cierto código deontológico o de ética, un acuerdo (no sé si escrito o tácito) entre rescatistas, que permite al grupo optar por el sacrificio de uno cuando la vida de todos está en peligro. Así que alguien allá arriba, en el helicóptero, debió tomar una decisión en segundos, echar mano de un cuchillo y cortar la cuerda.
El equipo se salvó, y el precio de esa salvación colectiva fue la muerte del güevón que colgaba.
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¿La política es una mierda? No sé, pero es la política. Y para colmo muchas veces la ejercen los políticos.
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Los Estados no tienen ética. Los seres humanos sí, y es deseable que los nuestros la respeten y defiendan con el ejemplo, la acción y el discurso, siempre. ¿Qué ocurre cuando un ser humano es puesto al frente de un país, un Estado y un proyecto, y en el ejercicio de ese mandato tiene que escoger entre sus principios individuales y la sobrevivencia del colectivo?
Repreguntemos: llegado el momento de la toma de decisiones graves, ¿es de exigírsele al jefe o mandatario o vocero que actúe según sus convicciones individuales o según convenga al colectivo?
O mejor: el sujeto que elegimos para que se pusiera al frente del proyecto, ¿está allí para demostrar lo fiel que le es a sus principios individuales o para hacer lo que sea necesario para salvar el proyecto?
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Conferencia de Yalta. Que se haya producido, ¿significó que Churchill y Roosevelt se volvieron comunistas o que Stalin se convirtió en afecto a los anglosajones, o que decidieron ser aliados? Pues resulta que ni lo uno ni lo otro: todo lo contrario. Aunque parezca una contradicción, ese tipo de pactos casi siempre se dan entre grupos o personas cuyos puntos de vista o ideologías son irreconciliables. Si usted y yo pensamos lo mismo ¿para qué vamos a pactar nada? Échale bolas tú allá que yo hago lo mismo aquí. Pero si en algún momento me toca compartir la habitación con el enemigo más vale que tengamos un acuerdo, o que nos dejemos de fintas y pendejadas y nos matemos a cuchillo de una buena vez.
Cuando Santos ganó las elecciones en Colombia, a él y a Hugo Chávez, irreconciliables como son sus visiones del mundo, se les presentó una oportunidad de meterse en un ring de boxeo (no ellos individualmente, sino ellos y los países de los cuales son presidentes) o de jugar ajedrez. Ambos sostuvieron un par de encuentros y de allí salió la decisión de jugar ajedrez.
El ajedrez suele ser más lento, caballeresco y misterioso en las formas que el boxeo, pero no por eso es menos sucio. En el ajedrez los peones suelen ser sacrificados para que el rey (símbolo del poder y la estabilidad del reino) no muera y todo se pudra: asqueroso.
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¿Cuál suele ser el objetivo, la meta última de un encuentro acordado entre sujetos, naciones u organizaciones que jamás pensarán ni siquiera parecido? Un pacto de no agresión. La colaboración mutua en algún tema específico. Es decir, la cartilla mínima para no terminar cayéndose a cañonazos: tú por allá y yo por acá.
Estamo en paz y estamos chao: cada uno por su lao.
En un acuerdo, cualquiera que sea, yo hago concesiones y el otro hace las suyas también. Yo me rayo ayudando a un fascista y el fascista se raya ayudandome a mí que soy comunista. ¿Hace falta señalar en qué medida se está rayando Chávez con su "mejor amigo"?
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La pregunta que todos nos hacemos y que nadie ha salido a responder oficialmente: ¿qué cosa tan fea, grande, crucial o monstruosa está concediéndole Santos a Chávez como para que éste haya decidido ayudar a la Colombia de Santos a ganar una guerra? ¿La entrega de Makled y sólo eso?
Le corresponde a Chávez en persona responderlo. Pero casi todo indica que no lo hará. Y que por lo tanto los demás seguiremos teniendo cancha para toda clase de especulaciones y sospechas.
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Caso periodistas de la Radio del Sur. Los compas expresaron su rotunda e indignada inconformidad con la entrega de Pérez Becerra a Colombia en tiempo récord. Dicen que por ello fueron despedidos (nadie ha dicho nada, pero no hay que vivir en el subconsciente de Izarra para deducirlo), lo cual plantea la segunda parte de nuestra discusión.
Los amigos periodistas dicen que les fue violentado su derecho a emitir opiniones, que les fue coartado el ejercicio de la crítica a lo interno del proceso. Vuelvo al primer párrafo (ese que ustedes olvidarán): sí, es asqueroso,
desde mi punto de vista, que a alguien lo aparten de su trabajo por opinar. Pero ese es uno de los riesgos que se corren cuando uno acepta firmar un contrato con el Estado: el Estado le paga a gente para que le sirva, para que anule su individualidad y se convierta en ficha del tablero de ajedrez.
¿No te gusta el rol? No pactes con el Estado. ¿Te interesa, conviene o convence? Pacta. ¿Te parece inaceptable? No pactes. ¿Te parece? Dale. ¿Te asquea? Vete. Ningún Estado o Gobierno del planeta Tierra le paga a nadie para que lo confronte y rechace sus medidas. Todos (léalo: TODOS) contratan gente para que los defienda, justifique, apruebe y aplauda. ¿Por qué vamos a exigirle al Estado venezolano, administrado por el Gobierno de Chávez, que haga lo contrario?
Esto es algo que también será olvidado, estoy seguro: que conste que no estoy hablando de militar o no en la Revolución, sino de trabajar para el Gobierno.
Si el punto de honor de ustedes es la denuncia y protesta contra la política anti FARC y pro Santos (aun consciente de que debe haber razones y concesiones del gobierno de allá que no conocemos), anótenme porque estoy con ustedes.
Pero
si lo que consideran injusto es que el Estado no les pague un sueldo por ir en su contra, están fuera del perol. ¿Les duele que eso ocurra en un Estado Rrrrrrevolucionario? Error: Estado Revolucionario no existe.
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Los Estados no tienen principios ni tienen ética, como los individuos; los Estados tienen intereses y el primero que está ahí para resguardarlos es el Jefe de Estado.
¿Traicionó Chávez sus principios individuales en aras del interés del Estado? ¿Es eso perverso, inteligente o conveniente? Buen tema para otro debate.***
Así que ustedes pueden ir contra ese Estado sucio que tenemos, pero no aspirar que ese Estado les dé un sueldo por enfrentar sus políticas desde adentro.
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¿Quieren un dato para alimentar la polémica? Aquí está, se lo regalo: en ese mismo Estado pergeñan gentes que han permitido que 80 por ciento de la nómina de la cancillería sean antichavistas declarados (dato espeluznante que dio el propio Nicolás Maduro), lo mismo que 70 por ciento de la nómina de CANTV y casi todo el mundo en Telesur. En este canal transnacional los pocos chavistas que trabajan allí tienen que salir a las escaleras cuando van a hablar bien del Gobierno, porque la mayoría antichavista puede hacerles insoportable su permanencia en el lugar. El único chavista bullicioso es un viejo guerrero que pone a Alí Primera a todo volumen todo el día, y nomás está esperando que venga alguien a callarlo para zamparle por la trompa.
¿Quieren polemizar? Empiecen por ahí. Pero no por la petición esa, "
Exijo que me contrates para llevarte la contraria". Por favor.