jueves, 26 de junio de 2008

Macoya de ricos impone aumento de matrículas

Lo que sigue es el editorial del semanario Temas-Venezuela de esta semana. Más revelador, imposible.

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Artículos referenciales:

CAVEP dice que intención del gobierno es asfixiar a la educación privada
Los maleducados
Otra vez los maleducados
Los enfermos privados

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Acotación antes de ir al editorial:

A los padres de niños que estudian en colegios privados los están estafando. La primera señal de este delito horrendo es la naturaleza de la “mercancía” sometida a compra-venta. Dicen los estafadores que la educación en los planteles públicos es un asco, en lo cual tienen razón; en lo que pecan es en hacer creer que la “cosa” que venden en los planteles privados es distinta, es superior, de mejor calidad. Dicen ellos que hay una “educación privada” y una pública, y exhiben como una demostración de la superioridad de la primera el que los niños educados por privados sacan mejores notas y “están mejor preparados”.

Ni de vaina se pasean por los dos puntos clave:

  • 1) los niños pobres, hijos de gente pobre en estado permanente de rebeldía, asisten a planteles públicos, arrastran una carga de hambre, insalubridad y otras condiciones adversas. Por origen, entorno y naturaleza, estos niños no han venido al mundo a reproducir dócilmente esquemas impuestos por una sociedad para niños mimados, sino para violentarlos. Un muchacho que no repite fielmente lo que lee o le dicen tiene que ser reprobado por la fuerza, en la escala miserable y castradora del sistema evaluativo en vigencia. Y ¿a quién le interesan los dictámenes de un orden que te condena a ser esclavo?

  • 2) Los niños ricos van a clases bien desayunados y debidamente estimulados para absorber cuanto el Estado Burgués les inculca en forma de doctrina. Los padres de estos niños se dejarían decapitar defendiendo el embuste de que esos niños están recibiendo “educación privada”, cuando la realidad es que se trata de la misma educación burguesa de siempre, de los tiempos en que los Gobiernos caminaban de la mano con los empresarios. Estos niños, adiestrados al igual que sus padres en las “artes” del amoldamiento dócil a la cultura dominante, impuesta por el hombre blanco y “exitoso”, sobresalen en eso: en reproducir sin problema alguno las indicaciones de una sociedad que les tiene reservado el papel de sujetos dominantes.


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Ahora sí, el editorial de Temas:


En un increíble caso de patología colectiva, un club de estafadores y mercaderes de la educación ha convencido a sus víctimas (clientes), padres y representantes de planteles privados, de que la educación no es un derecho sino una mercancía por la cual hay que pagar, y mientras más se pague por ella ésta será de más calidad. Una estafa monumental a la vista de todo el país, y defendida con argumentos idiotas que pretenden mezclar libertad ciudadana con libertad para hacer negocios a costa de los estudiantes

Nuevamente el absurdo y la prepotencia afloran en las palabras y acciones de la derecha. La enfermedad antichavista ha alcanzado tales abismos de insania mental que sus promotores son capaces de renunciar a sus derechos, o proponerles a otros ciudadanos que renuncien a los suyos, con tal de oponerse automáticamente a todas las medidas del Gobierno nacional. En estos momentos está en desarrollo una protesta subnormal promovida por los mercaderes de una llamada “educación privada”, quienes han convencido a un minúsculo grupo de padres y representantes (es decir, a sus clientes) para que impida que el Ejecutivo le ponga límite a los aumentos de las matrículas o mensualidades en los colegios privados. Ha dicho el Ministerio de Educación que este aumento no debe pasar de 15%, pero los vendedores de “educación privada” han hecho simulacros de asambleas en las cuales sus víctimas (clientes) EXIGEN que ese aumento sea entre 20 y 40 por ciento.

Esto de los mercaderes no es un insulto gratuito: de verdad-verdad, existen agrupaciones de empresarios que se han enriquecido haciéndole creer a la gente que la educación no es un derecho constitucional sino una mercancía por la cual hay que pagar, y que mientras usted pague más dinero la educación será de mayor calidad. A ese negocio repugnante, a ese tráfico de doctrina, se dedican empresas como la Asociación de Institutos de Educación Privada (Andiep), y la Cámara Venezolana de Educación Privada (Cavep), esta última perteneciente a un magnate de nombre Octavio De Lamo.

Este De Lamo ha convencido a sus víctimas, a la pobre gente rica que tiene a sus chamos estudiando en planteles privados, de que es muy importante subir y subir hasta el infinito las tarifas de los colegios, porque el día que esos precios bajen o se mantengan la calidad de la educación va a bajar. Uno se pregunta qué clase de desperfecto emocional puede estar operando en el cerebro de quienes se dejan convencer por discurso tan sórdido y criminal; cómo un representante puede creer que debe pagar (y no sólo pagar sino PAGAR MÁS) por la educación de sus hijos. Hasta que uno hurga en las asambleas que han tomado esta decisión y da con la respuesta: esa decisión no la han tomado los padres y representantes en pleno sino una minoría que se siente con derecho a imponerle decisiones a los demás.

El mecanismo funciona así: De Lamo y sus estafadores convocan a una asamblea con los sujetos más ricos cuyos hijos estudian en los planteles; éstos dicen que el aumento debe ser de 40 por ciento, y los pobres padres y representantes que no pueden soportar estas tarifas tienen que acatar por carambola, por decisión de otros. La otra opción que les queda es someter a sus muchachos al trance siempre desestabilizador del cambio de plantel.

¿Será muy difícil convencer a las autoridades de que estos procedimientos están fuera de la Ley y que es preciso investigar y castigar como se castigan todos los hechos criminales?

jueves, 19 de junio de 2008

Críticos y autocríticos

Por supuesto que son de temer las equivocaciones, la posibilidad de equivocarse, el trance incómodo de tener que reconocer esas equivocaciones cuando estamos permanentemente expuestos al microscopio de un enemigo implacable, insolente, apoyado por los poderes más nocivos de la tierra, los del capital. Pero aquí entre nos (que somos muchos, que somos mayoría y por lo tanto es imposible que nos guardemos secretos), hay que esquivar esos temores y lanzarse por la calle del medio a corregir entuertos. A limpiar de malas hierbas el camino. A quitarle las piedras, los obstáculos. Y no hay manera de comenzar ese proceso de rectificación y limpieza si no damos el primer paso, consistente en admitir que nos equivocamos.

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Necesarísimo paréntesis para hacer una precisión sobre eso de ser crítico y a un mismo tiempo autocrítico.

Cuando Hugo Chávez Frías se montó a hacer su campaña electoral, por allá por 1997, el hombre nos propuso a los venezolanos hacer una revolución. Quienes entendieron ese llamado como una oferta electoral se autocondenaron a no comprender jamás de qué se trataba este período histórico llamado Gobierno Bolivariano, a traicionarlo, a desencantarse al poco tiempo. Es decir, Chávez no engañó a nadie diciéndole: “Epa, vota por mí y yo te hago una Revolución”. Eso hubiera sido una oferta electoral. Lo que el tipo dijo, y sigue repitiendo a estas alturas, es: “Vamos a echarle bolas todos, vamos a hacer una Revolución”. Una Revolución es una construcción colectiva y multigeneracional, no un proyecto que realiza un hombre ni un equipo ministerial ni una generación. Me cago diez veces en quienes creen que las revoluciones las hace un gerente o un comandante. Un hombre solo no puede hacer una Revolución. Un partido político o un equipo de personas tampoco puede hacer una Revolución. Todos los venezolanos vivos a esta fecha tampoco podemos hacer una Revolución: necesitaremos todavía formar a la generación que viene, prepararnos para preparar a los venezolanos muy jóvenes, niños, recién nacidos y aun los que no han nacido. Una Revolución es una tarea fabulosa, monumental. Su razón de ser no es una acción de gobierno sino la construcción de otro ser humano, de otra humanidad.

Un pana me interpelaba hace poco con un reproche: decía que el Gobierno ha fracasado en hacer una Revolución porque las calles estaban sucias y llenas de huecos. Le respondí que eso indicaba también el fracaso nuestro, ya que el carácter colectivo del proceso nos hace corresponsables de los éxitos y de los desaciertos. Me replicaba el pana en estos términos: “Pero un Gobierno tiene que hacer una buena gerencia para poder enamorar a todos los ciudadanos. Hay que seducir a la gente. Imagínate que quieres cogerte una carajita. Como lo que quieres es cogértela, la cosa es muy simple: acércatele y le dices “Mira, te quiero coger. Dame la cuca”. Por más arrecho que tú seas, por más bello que seas, por más real que tengas, lo único que obtendrás será que la carajita te pegue un coñazo. Es eso lo que me estás proponiendo. Como lo que quieres es cogerte la chama, lo que hay que hacer es ahorrarse el cortejo y pedirle directamente que se entregue a los placeres de la carne contigo. Quieres revolución, no buen gobierno”.

Le respondí:

“Revolución no es Gobierno. Imagínate que quieres cogerte a una carajita. La cosa es muy simple: como no te atreves a cortejarla ni a pedirle cuca entonces le echas la culpa a Chávez porque la carajita no te para bolas. Chávez, coñoetumadre, ¿por qué no me enamoras a la muchacha y me la sirves bañadita y perfumadita en la cama? Creo que estamos en Democracia Participativa y Protagónica y quiero profundizarla, pero Bernal es el culpable de ese coñasal de basura que tiene días en la esquina. Tú sabes, esa misma esquina donde yo la coloqué y de donde no la voy a quitar, porque Chávez tiene que enamorar a las carajitas por mí, recogerme la basura, meter presos a los motorizados para que no incomoden a la gente de bien, hacer que yo no sienta malos olores ni me tropiece con mendigos en la Plaza Bolívar”.

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Seguimos en onda autocrítica, asumiendo que somos pueblo y por lo tanto copartícipes de una acción de Gobierno y de un proyecto de país.

Aunque siempre nos gustó aquella expresión de Hugo Chávez, según la cual la voz del pueblo es la voz de Dios, hace rato sabemos llegada la hora de ponernos serios y encarar nuestra historia con más gallardía: la voz de Dios estuvo votando por AD y COPEI durante casi medio siglo. Así que el pueblo sí se puede equivocar. Nosotros, como expresión del pueblo, debemos decírnoslo en voz alta y sin complejos: hemos pelado bolas en ocasiones cruciales para nuestro avance. En concreto, nosotros no creemos sano ni sabio que el pueblo chavista de Lara haya votado por un señor de derecha para hacerlo su candidato. Porque ese señor va a traicionar a Chávez y al pueblo nuevamente, como ya lo hizo en abril de 2002. Y también porque si la lógica del PSUV es cuadrarse con el ganador, por muy asqueroso que éste sea, entonces habrá que preguntarse a quién va a apoyar en Chacao, donde es seguro, más seguro que en Lara, que va a ganar un derechista puro y duro, un protonazi vergüenza del país y de la humanidad.

De momento, este solo ejemplo. Luego vamos por más. Porque los casos abundan y hay que seguir señalando los errores. A ver si pueden corregirse de alguna manera.

jueves, 12 de junio de 2008

Ya casi no hay mandante sino mandatario y los intocables siguen siendo intocables

Todos los gobiernos anteriores a este les imponían decisiones a los ciudadanos, algunas de ellas francamente groseras y tiránicas, y acá jamás las clases medias y altas habían levantado tormentosas protestas y ni siquiera una fracción de eso. Ahora, ante un gobierno al que ellos no se cansan de llamar tiránico pero al cual han visto rectificar, les ha dado por adoptar la pose o el disfraz de los paladines y envenenan la opinión pública con el embuste de que su lucha es contra una dictadura. Antes los reprimían y ellos callaban; ahora se les escucha y respeta y quieren dárselas de guapos. Todo cobarde es escandaloso.

Los “frenazos” más notables del Gobierno han tenido lugar, últimamente, en ámbitos como la educación (nuevo pénsum bolivariano), la comunicación, (cobro de peaje de VTV a las televisoras privadas), la seguridad y defensa (Ley de Inteligencia y Contrainteligencia), el abastecimiento (liberación de precios), el transporte, el tránsito terrestre. Es decir, los escenarios sociales más sensibles del país han visto a un Gobierno tratar de imponer su criterio de autoridad, y poco después retractarse de ello.

A continuación, una lectura inicial del asunto. Pero en vista de que está de moda rectificar, en la segunda parte haré la otra lectura. La que arde y lacera y por lo tanto no se puede quedar aquí adentro. A ver.

Primera lectura:

El Gobierno Bolivariano, en la persona del presidente Chávez, ha rectificado o hecho retroceder decisiones tomadas en diversos ámbitos del quehacer nacional en los cuales, desde siempre, el Estado ha ejercido el puro criterio de autoridad. El Gobierno manda y los ciudadanos obedecen: ese ha sido más o menos el esquema. De un tiempito para acá parece haberse producido un ligero cambio en el esquema:

  • El Gobierno manda y les consulta a los ciudadanos sobre la pertinencia de las decisiones;
  • los ciudadanos discrepan de la decisión y obligan a rectificar.

O también:

  • El Gobierno manda y decide, y se equivoca;
  • los ciudadanos presionan y reclaman;
  • el Gobierno rectifica.

Por mucho que a la figura presidencial se le defina y mencione con el sustantivo “mandatario” (alguien que recibe un mandato del pueblo), la perra realidad es que el presidente siempre ha sido un mandante: alguien que manda. Viéndolo fríamente, resulta que por primera vez en la prostituta vida de este país no tenemos un tirano mandante sino un sujeto que escucha y corrige, lo cual lo convierte, de hecho, casi-casi en un mandatario. Falta mucho para que llegue el momento histórico maravilloso en que los ciudadanos le demos órdenes al mandatario, en que éste no tomará decisiones sin consultar (y más todavía para el momento grande en que en lugar de ser gobernados seamos Gobierno). Nunca hemos tenido tal figura en Miraflores, y nunca habíamos llegado al actual estadio de poder del pueblo. Lo cual ha causado desconcierto en unos, alivio en otros, molestia en otros más.

Vamos ahora con la segunda lectura. La incómoda. La que duele un poco.

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La aplastante mayoría de las rectificaciones del Gobierno han tenido lugar en ámbitos en los cuales las clases medias y altas, y por extensión a los grupos que quieren salir del Presidente y acabar con el proyecto bolivariano, han sido las perjudicadas o incomodadas con determinadas decisiones. Arriba mencionaba al nuevo pénsum bolivariano, el cobro de VTV a las televisoras privadas, la Ley de Inteligencia y Contrainteligencia, el control de precios y las medidas contra el acaparamiento y la especulación, y el tránsito terrestre. De todas ellas, en sólo una ha sido tomada en cuenta la reacción enérgica del pueblo pobre: la revisión de la Ley de Tránsito tuvo lugar el día que los motorizados armaron o amenazaron con armar rolitranco e peo en la Asamblea Nacional. El resto son todas rectificaciones de leyes o medidas que perjudicaban o incomodaban a los ricos, al sifrinaje, a la alta y la pequeña burguesías.

Estas cosas las escribo bajo el influjo de la reunión que acaba de sostener el Presidente con sectores empresariales en el hotel Alba Caracas. Esa misma que fue transmitida en cadena nacional el pasado miércoles. Ese encuentro tuvo como objetivo dar algunas informaciones que atañen al sector privado de la economía, y la más importante entre ellas fue la eliminación del impuesto a las transacciones financieras. El espíritu de la convocatoria no era otro que proponerles a los empresarios (sí, esos mismos que quieren tumbarlo mientras se meten a su costa la pelota de billetes de siempre, o quizá un poco más) una alianza estratégica sobre la base del modelo socialista, en la que no sólo estarán los empresarios, sino trabajadores y gobiernos regionales.

Menos de 12 horas transcurrieron después del final de la alocución, y ya estaba el güevón del Francisco Faraco y otro pendejo más de apellido García, en Unión Radio con el otro oligofrénico de apellido Rondón, buscándole cosas malas a la noticia. Y por supuesto se la encontraron: que reunir a los empresarios para decirles esas cosas era un insulto; que era un abuso meter una cadena de tres horas y media (Faraco dijo que fueron cinco horas, pero como para los medios de comunicación la mentira es costumbre) para dar esas novedades a los ciudadanos, porque hace falta tiempo para leer un buen libro o ver la telenovela. Bueno, y ¿quién coño de tu madre te obligó a ver la cadena, faraco, maraco o marico de mierda?

Todo esto adornado con una bella dosis de insultos, por los cuales hace diez años cualquiera pagaba cuando menos un carcelazo o una ruleteada de la Disip, y por la cual estos tipos hoy no pagarán nada.

Así que tomen nota: si usted quiere que el Gobierno rectifique algún error que le perjudique, trate de ser rico, clase media o mercachifle de la comunicación. Es más fácil, o casi seguro, que en esas condiciones le paren algo de bola.

viernes, 6 de junio de 2008

Otra vez el mito Ni-Ni

Dado lo que dicen que miden las últimas encuestas (que más de 50 por ciento de los venezolanos no se identifica con Gobierno ni con oposición) ahora a los “analistas políticos” les ha dado por resucitar a una especie autodenominada dizque Ni-ni. Si estos pobres pendejos conocieran algo de nuestra historia reciente sabrían que eso que ellos pretenden estar inaugurando no pasa de ser una categoría electoral que tradicionalmente se ha llamado "abstencionistas": aquellos seres a quienes no convence ninguna de las ofertas de ninguno de los candidatos o partidos en una pugna comicial. La trampa es esta: como hay una inmensa masa que no participa directamente en las iniciativas del Gobierno, pero tampoco cree en la oferta de la conspiración y el retorno al pasado (creo que se asumen chavistas por todo el cañón 38%, y opositores, 17), entonces vienen unos estúpidos a asumir para sí la representación de toda esa gente: “Yo soy uno de ellos”, dicen. Estos pretendidos portavoces de las mayorías quieren ser otra cosa. Se creen una especie superior, la paloma de Travolta, la tapa del frasco. Ellos no son ese más de 50% del que hablan las encuestas, sino una microscópica minoría de payasos, a cuyo frente marchan esa equivocación social llamada Kico y toda la cuerda de relambepipes que egresaron de su escuela y de su generación.

Se trata de unos sifrinos tan arrogantes, prepotentes y autosatisfechos que dicen ser depositarios de las poquitas virtudes de los chavistas y de los antichavistas, y que además no tienen ninguno de sus defectos. No son chavistas ni antichavistas: odian a Chávez y a todo lo que huela a pobre, pero tampoco los convence cuanto les ofrecen Primero Justicia, Bandera Roja, Fedecámaras, los adecos, los copeyanos ni el partido de El Bu Rosales.

Están en un limbo y creen que están en el paraíso: incapaces de entender al país, se inventan uno en el cual ellos, los que no tienen nada por qué luchar, los que se sienten fastidiados ante la sola idea de construir un país, son el ideal del venezolano, los ciudadanos perfectos.

Ellos no piensan, ni comen, ni se divierten, ni fornican ni cagan como los demás mortales. Ellos no se parecen a nosotros, esta cuerda de idiotas que hemos cometido el error de tomar una posición clara respecto a lo que ocurre en el país, en lugar de anotarnos en esa patética masturbación mental que ha asumido como himno la cancioncita más pajúa, vacía, irresponsable, sifrina y protomaricona de cuantas se han compuesto en lo que va de mileno: "Yo no soy de derecha, yo no soy de la izquierda", saben, esa oda a la nada y al mongolismo que canta las proezas intelectuales de un güevón cuya única petición es que lo dejen cobrar su quincena pa jartársela en cerveza, y cuya idea de la inmortalidad consiste en que lo encuentren muerto en Choroní. La indefinición como virtud. La exaltación del hermafroditismo. La ausencia de brújula como norte.

Según lo que uno ha leído de sus propias “reflexiones”, y en vista de que tampoco quieren ser llamados abstencionistas, todo indica que se trata de unos escuálidos con sentimiento de culpa, una invención de los medios de comunicación para hacerles creer a los estudiantes de los colegios privados que sólo los periodistas tienen derecho a intervenir en política. Ellos quieren salir de Chávez y darían lo que fuera por lograrlo, pero les da como pena, como "cosita", que por intentarlo se les relacione con alguna hembra tipo Leopoldo López o algún monumento al retraso mental como Manuel Rosales o William Ojeda. A los que tienen esa tendencia indefinida sólo cabe aplastarles en la cara un consejo: defínanse. Es como preferible tener frente a sí a un golpista furibundo y confeso que a esta especie de mamagüevos que ante el primer estornudo de la historia serían capaces de vender a su mamá, con tal de no entrar en discusiones incómodas.

Y dale con la maldita cancioncita para bobos: "Yo mejor me voy, me largo de aquí, me van a encontrar muerto en Choroní". Váyanse a coger burras, pendejos.