sábado, 30 de diciembre de 2006

"Justicia"

Como si a la humanidad le faltaran motivos para sentirse a ratos sombría, Estados Unidos y los espantapájaros que su gobierno colocó al frente de la administración de Irak le regalaron un detallito más, pocos días antes del fin de año. Saddam Hussein fue asesinado por los mismos sujetos y el mismo sistema que lo elevaron al poder. Si los crímenes que cometió el tipo ameritan la pena máxima entonces sus verdaderos responsables, sus autores intelectuales, deberían también ser ahorcados. Pero nadie se atreverá a ir a buscarlos en sus respectivas mansiones de Estados Unidos. Es más fácil deshacerse de los güevones.


Ha dicho Foucault que lo que occidente entiende por justicia es en realidad la institucionalización de la venganza. No se hable más; incluso en Venezuela ha oído uno a cada vergajo que dice "sentir un fresquito" porque mataron a alguien que una vez se reunió con Chávez.

Contra esa mierda seguiremos combatiendo, aquí en mi país y en todas partes.

martes, 26 de diciembre de 2006

Explicación y sugerencias para el uso de este blog

Esta sección que usted está leyendo (CasadelPerro) contiene buena parte de los artículos que aparecieron en un extinto blog así llamado, el cual fue moderado (sin ninguna moderación) por quien esto escribe. Lo que escriba o produzca en cualquier formato a partir de ahora aparecerá en las otras secciones. La etiqueta CasadelPerro funciona entonces como archivo referencial.
Usted reconocerá los artículos publicados originalmente en ese blog porque al pie de ellos encontrará una fecha. Se trata de la fecha aproximada de escritura del artículo (la publicación seguramente ocurrió un par de días después).
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Aquel fue mi primer experimento con la herramienta blog. No desdeño en lo absoluto esa etapa. En todo caso, es un ciclo que considero cerrado. Me dispongo a abrir ahora un nuevo ciclo en la bloguería.
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Probablemente este ciclo me quede igualmente caótico y sospechosamente parecido a la etapa anterior. Esta cosa llamada Blogger Beta hace que uno siga siendo o pareciendo un principiante, dada su insólita complejidad. Lo cual tiene su encanto: ¿no han deseado ustedes regresar a la pureza del instante en que les tocó su primer encuentro sexual? Blogger-Beta ha logrado un prodigio: todos los años de putas, novias, esposas y amantes furtivas quedan suprimidas cuando, al intentar manipular la maldita plantilla, aquello de

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no sirve para un coño: adiós aprendizaje autodidacta de HTML. Es como estimular el clítoris de una mujer y que ésta comience a bostezar. Hay que aprender de nuevo.
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Si usted busca algo que leyó en ese lugar es probable que lo encuentre en esta sección. Los comentarios que hicieron los visitantes no pude recuperarlos. Es una lástima. Sobre todo para quienes dejaron aquí sus hondas reflexiones o balbuceos y creyeron estar ganándose con ello la inmortalidad o algo así.
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Tampoco pude recuperar todo lo que yo mismo escribí en ese mi antiguo y recordado blog (al menos yo lo recuerdo). De hecho, perdí algunos artículos, crónicas y reseñas que hubiera querido conservar o rescatar. Pero no es hora de lamentarse. Además, uno no es de los que se arrepienten de haber hecho ciertas cosas, ni siquiera las malas.

El discurso del Oeste (apuntes iniciales)

Estas notas son el germen de un ensayo en elaboración. Es probable que usted las lea en unos días y encuentre algo nuevo, o que haya desaparecido algún fragmento que leerá hoy o leyó hace poco. Lo único que permanecerá invariable hasta su publicación en papel será el título, el cual, como usted puede darse cuenta si no es ciego o estúpido, es el mismo que le otorga identidad a este blog.

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Caracas está dividida en Este y Oeste. En esta ciudad, Este y Oeste no son puntos cardinales geográficos sino políticos y culturales. La unidad demográfica más al este se llama Petare, y Petare es Oeste.
En el Oeste vivimos, nos formamos o crecimos en conciencia los pelabolas, los excluidos, los seres humanos sujetos a permanente opresión y movilizados en permanente evolución hacia la democracia y la justicia social. El Este lo conforman las clases que nos han dominado directamente o que han obtenido beneficios de nuestra condición de seres explotados o al margen del reparto de las riquezas.
Es obvia la primera observación conque seguramente enfrente el lector a este primer planteamiento: hay pobres en el este y ricos o gente de clase media en el oeste. Cuestión que no le quita validez a la vocación histórica caraqueña: el caraqueño considera Oeste al reducto de los pobres y Este al lugar que han ocupado las clases medias y altas. Es, por tanto, un dato cultural y sociológico, y no puramente geográfico.

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El Oeste representa 80 por ciento de la población y algo así como 70 por ciento del territorio de Caracas. Así que el Este de Caracas es una isla rodeada de Oeste por todas partes.

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La noción de Centro resulta un extraño espejismo, y tiene su origen, obviamente, en el reconocimiento de aquello que fueron las cuadras fundacionales de Caracas (segunda mitad del siglo XVI), y además actual centro político y administrativo de los poderes del Estado. El paradigma geométrico señala que desde el centro se puede controlar más rápida y fácilmente a todos los puntos de la periferia, y este paradigma se ha trasladado a la política de manera un poco irrisoria. La antigua Plaza Mayor ya no es el centro de nada, ni siquiera de la atención de una cantidad representativa de ciudadanos.
Caracas alguna vez fue perfectamente simétrica. Los caraqueños siguen llamando “el centro”, y ya más formalmente El Silencio, a un sector que hoy es tan sólo el vestigio de aquel germen de ciudad, la cual en poco tiempo comenzó a prolongarse hacia los lados, hacia el sur y hacia el norte.
Una poderosa intuición colectiva, imperceptible con los cinco sentidos, ha hecho posible que, aunque no lo sepamos o no lo asumamos como conocimiento establecido, exista un acuerdo general, un pacto profundo y sinalagmático, sobre la existencia de un centro real, y también sobre qué sector de Caracas es el límite entre el Oeste y el Este: se trata del eje Sabana Grande-Chacaíto.
Lo desconcertante de esta intuición que convierte a Sabana Grande-Chacaíto en frontera social y cultural es que coincide con la frontera física que es al mismo tiempo. Esto se puede verificar fácilmente en el papel y en la piel geográfica: si uno toma un plano de Caracas y lo divide en dos mitades exactas, asumiendo como sus extremos a Petare y Gramovén (Catia) lo que queda en el centro exacto, en el punto de doblamiento del papel, es precisamente esa zona. Esta asombrosa verdad no es una convención ni un conocimiento adquirido o impuesto, sino una lógica a un tiempo terrena y supraestructural, que forma parte del subconsciente colectivo de los habitantes de esta ciudad.
Puede hacerse un ejercicio similar con el cuadrado (más bien la especie de trapecio) que resulta de unir con una línea los extremos de Caricuao, Catia, Petare y La Lagunita, pero en ese caso el resultado es una aberración: el centro vendría a ubicarse en algún lugar situado entre Colinas de Santa Mónica, Valle Arriba y Cumbres de Curumo. Pero el ejercicio válido es el anterior, porque en Caracas se habla, se piensa y se actúa en términos de este-oeste. “Norte” y “Sur” son para el caraqueño referencias inusuales; nos hemos acostumbrado a vivir en una ciudad lineal, alargada de oeste a este y no cuadrada. Caricuao pertenece al Oeste; La Lagunita, al Este.

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En esa frontera, ese Centro real pero no formalizado de Caracas, nacido en el siglo XX y llamado Sabana Grande-Chacaíto, se encuentran y desencuentran los dos tipos esenciales (por clasistas) de caraqueños. Según la visión de las cosas de la inmensa mayoría de los habitantes y militantes del Oeste, en el eje Sabana Grande-Chacaíto sólo puede vivir y desenvolverse la gente con ciertos ingresos, el sifrinaje. Es una zona buena para “pavear” un rato, para tomarse unos tragos en alguna tasca o comer en un restaurant considerado caro para el triste sueldo de un trabajador o profesional medio, no especializado. Pero nunca para comprar una vivienda: Sabana Grande-Chacaíto es un lugar demasiado chic y, al menos legalmente, sólo es posible estar por allí de visita.
Para el habitante promedio del Este, por el contrario, ese eje es un reducto infectado de Oeste y de marginales, un lugar espantoso de donde es preciso huir porque “ya no es el de antes”. Tiene mucho que ver con ello el que, en pocos años, la buhonería, la informalidad y la franca apropiación de sus espacios que han protagonizado los excluidos de siempre (mendigos, asaltantes, nómadas de toda índole) han despojado a los cafés y restaurantes al aire libre del encanto burgués y bucólico del cual se ufanaba hasta no hace mucho. Hasta los años 80, quien acudía a los cafés de Sabana Grande iba en cierta forma a desconectarse del bullicio, a ejercer la contemplación y la bohemia.

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En estos primeros años del siglo XXI, grupos de personas del Oeste se apropiaron, mediante súbitas y no siempre pacíficas invasiones, de algunos edificios de apartamentos ubicados en ese Eje. Lo cual no rebate lo dicho hace párrafos atrás sino más bien lo confirma: Sabana Grande-Chacaíto es una porción del Este que la vocación invasora y explosiva del Oeste está destinada a hacer suya, irremediable e irreversiblemente. La gente del Oeste no tuvo nunca recursos para hacerse de manera legal con un apartamento en Sabana Grande, así que poco a poco ha ido perfeccionando medios informales para conseguirlo.
Una revisión somera de los reportajes aparecidos en la prensa durante los primeros cinco años de este siglo, sobre la transformación (“depauperación”, la llama la prensa, vocera de la clase media, con alarma y desconcierto) de Sabana Grande y su entorno, invariablemente comienzan o terminan señalando el mismo síntoma: aquello que la gente “bien” disfrutaba hasta hace poco ahora es un asunto difícil de transitar; el bulevar ha desaparecido bajo un mar de vendedores informales y el pensamiento burgués considera que eso es un problema que sólo puede liquidarse civilizadamente pero por las malas: un gerente con unos valores y una estética clase media, jefe de un cuerpo represivo capaz de hacerle el trabajo sucio, eso de poner “mano firme”. El Este todavía cree que es posible apaciguar y hacer retroceder a los grandes movimientos humanos a punta de leyes, religión y policía.

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La expresión “República del Este” que acuñaron para sí los creadores del conocido aquelarre poético-artístico de los años 70 parte de una íntima convicción: el Oeste (la cochina realidad) quedaba lejos. Tanto, que para ir desde la avenida Sucre (Catia) hasta Chacaíto era preciso tomar un autobús que viajaba una hora larga cuando el tráfico era un escollo soportable. El metro vino a acabar con las distancias, y es en buena parte debido a su vertiginosa subterraneidad (15 minutos de Catia a Plaza Venezuela) el que hoy en día Sabana Grande no sea un lugar apto para sentirse parisiense sino caraqueño, con todas las connotaciones de incomodidad, agobio y peligro que esa condición le sugiere al amante de las evasiones sensuales.
El engreído poeta de jaula de cristal, el intelectual que no soporta el ruido, el niño que al primer estornudo va a recluirse en una clínica, ya no van a los cafés de Sabana Grande porque el asedio de los pedigüeños les parece insoportable. La razón es obvia: el sector Sabana Grande ya fue alcanzado por el Oeste. Los caraqueños más jóvenes de las clases medias o acomodadas difícilmente alcanzarán a comprender por qué diablos el cine ubicado en la Torre Polar (Plaza Venezuela) se llamó desde su fundación “Miniteatro del Este”.

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Dos metáforas sociales fácilmente perceptibles o recordables dan la exacta medida de lo que ha de ocurrirle al Este de Caracas más temprano que tarde. Una es Parque Central, ese conjunto residencial gigantesco que en sus inicios era visto como una expresión del Este entronizada en el Oeste, o al menos como un experimento “estista” muy cercano al centro geográfico. No pasaron más de dos décadas antes de que el espíritu del Oeste hiciera su trabajo transformador y ya nadie viera a Parque Central como ese oasis improbable que soñaban sus planificadores. Hoy en día no es necesario forzar a nadie para que opine lo que resulta obvio: aunque Parque Central está poblado en su mayoría por gente que es o se cree del Este, las dinámicas, la estética y los alrededores hacen de ese lugar una referencia más dentro del concepto Oeste político y sociocultural. Como unidad arquitectónica, esa masa de torres desmesuradas viene a ser el rancho más grande de América Latina.
La otra metáfora es una historia que tuvo un comienzo y un desenlace. Se trata de los primeros años de funcionamiento del Metro de Caracas. Durante mucho tiempo, la última estación que el pasajero encontraba hacia el este era Chacaíto. Cuando la llamada Línea 1 extendió sus operaciones hasta Palo Verde, la línea subterránea que cruza a Caracas dejó de ser un sistema que une al Este con el Oeste, pues ya va de Oeste a Oeste. En ese trayecto, el Este adquiere la categoría de asunto temporal: entre Chacao y La California ocurre un grato accidente durante el cual es posible que el Oeste se encuentre con los ejemplares humanos del Este. Durante siete estaciones los vagones se llenan de Este y unos minutos más tarde quedan vacíos de él, porque los destinos Petare y Palo Verde son Oeste en pleno (con mayor intensidad el primero que el segundo).
Al proceso lo han llamado “ranchificación” o “marginalización”. Si no rezumara tal carga despectiva habría que aceptarlo, aunque sería más justo llamarlo “oestización”.

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Otra metáfora: desde el Oeste y hacia el Este viaja la cloaca en que hemos convertido al río que atraviesa la ciudad. Lo que se siente en la avenida Río de Janeiro a la altura de Las Mercedes es el producto de varios kilómetros (unos 18 en total) de desechos del Oeste, lo cual puede ser una venganza o una premonición. “Estamos invadidos por la mierda”, truena indignado el mesurado habitante de El Rosal a quien le han puesto de vecino a una familia de damnificados. Ese mesurado vecino quizá jamás comprenderá el profundo alcance, la electrizante verdad histórica de lo que sólo quiso ser un insulto.

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La hiperpresencia del lumpen y del excluido terminará llevando más hacia allá, más hacia el este geográfico, el centro de Caracas. ¿Cuánto tiempo ha de transcurrir antes de que el eje Centro San Ignacio-Centro Sambil pase a ser el nuevo centro de la ciudad, el lugar de encuentro e interacción de las clases antagónicas? Hay signos de que el proceso ya comenzó a penetrar esos y otros hitos importantes. La música que se escucha en los locales y puntos de encuentro donde va la gente del Este (en Las Mercedes, Los Palos Grandes, El Cafetal), las emisoras para “la gente joven” (la jerga del Este llama “jóvenes” sólo a los muchachos de clase media) están invadidas ya de hip hop, merengue, reggetón, de esa clase de estética (¿será oestética?) malandra que hace poco era considerada despreciable para el Este.
La música y las culturas del barrio conforman una avanzada cultural importante, que cumplen una función muy específica y fácilmente detectable: penetrar cultural e ideológicamente al Este a través de formas y sonidos, y con ello preparar, “amansar”, allanar las resistencias naturales del Este antes de que se produzca la segunda fase, que es la penetración territorial. Un individuo actual del Este, suficientemente perceptivo y suficientemente fiel a lo que le dictan sus adentros, ha de lamentarse en algunas décadas de la facilidad con que él y los suyos, generaciones atrás, absorbieron las estéticas del Oeste, creyendo que ello no traería consecuencias. Lamentación que será muy acertada. Salvo aquellas que consisten en destruir y arrasar, las grandes invasiones sociales (“desplazamientos”, sugiere el eufemismo) comienzan precisamente así: primero con expresiones culturales cargados de valores y estética, y luego de cuerpo presente. En buena medida, el no haber entendido que las expresiones más enérgicas del Oeste (música, lenguaje, estética u oestética) eran lentos pero irreconocibles caballos de Troya ha de costarle al Este la exclusividad de sus dominios territoriales.

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Esa parte del Oeste ubicada en aquel otro extremo, llamado Petare, empuja también, impulsado por el mismo espíritu y con el mismo encono, en sentido inverso; ya el Unicentro El Marqués experimentó la misma oestización que Sabana Grande-Chacaíto, y la onda expansiva viene arropando, lenta pero indeteniblemente, desde las zonas comerciales y de esparcimiento hasta las residenciales. Ya hay manifestaciones de su avance en el Centro Plaza (Los Palos Grandes) y hace rato que ningún pobre se siente empequeñecido dentro del Centro Comercial Ciudad Tamanaco (CCCT, Las Mercedes).
Así que los dos extremos geográficos del Oeste tienden a unirse. Cuando suceda, o incluso antes, al Este no le quedará más remedio que replegarse hacia el sur. Ya ese movimiento lo ejecutó la seudoaristocracia que se sentía inaccesible e inalcanzable cuando levantaba sus mansiones de fábula en el Country Club. Cuando Chapellín hizo sentir ahí cerca su olor a populacho y los adecos comenzaron a comprar enormes y extravagantes quintas en la misma zona, comenzó el éxodo de la “sangre azul” desde aquel oasis expoliado. El movimiento estratégico que ejecutaron en busca de la salvación de su pulcritud los ubicó en la más exclusiva urbanización La Lagunita, ese sueño multimillonario sin ninguna conexión con el país real, a la cual el Oeste tardará seguramente muchas décadas en rodear e invadir.
Pero ha de hacerlo.
Llámese destino, devenir o impulso vesánico, pero es ineludible, inevitable, irreversible.

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No todo el que vive en el este geográfico es opresor ni todo el que vive en el oeste geográfico es oprimido. La condición de ser del Oeste (bravío y contestatario en defensa de sus derechos) y la del Este (bravío y contestatario en defensa de sus privilegios) se lleva en la mente antes que en la ropa, en el color de la piel o en la cuantía del salario o ingresos. Hay cada marginal en el Este y cada sifrino en el Oeste, mi hermano…
Las clases medias y altas dicen que el país está en crisis porque el Oeste cumple funciones de Gobierno, y esto las perturba. Los pobres decimos que el país está en crisis porque las clases medias y altas (el Este) se han propuesto volver a ocupar posiciones de Gobierno, y eso nos inquieta.
El Este percibe al Oeste como un colectivo ignorante, torpe, violento e inaccesible, y el Oeste percibe al Este amanerado, prepotente, engreído y también inaccesible. Esto hace pensar que las diferencias entre uno y otro son irreconciliables.

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El Este llenó la ciudad de nombres referenciales de gente rica. Las principales plazas, avenidas y otras referencias importantes se llaman con nombres de elementos provenientes de la cultura oficial, de los vencedores. Las excepciones son referencias con nombres indígenas, lo cual es una concesión más ignominiosa que gentil: el nombre de Caracas es el epitafio sobre la tumba de miles de seres humanos que fueron exterminados. Los exterminadores también vinieron del Este.
Una Revolución volcada decidida y honestamente sobre lo caraqueño debería rebautizar los lugares emblemáticos de la ciudad con nombres de anónimos buhoneros, motorizados, chuecos, amas de casa, putas, enanos, maricos, tuertos, borrachos de plaza y autobuseros. De otra manera el homenaje del Oeste al Este cultural será una humillación forzosa y permanente.

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Cree el Este que sus alcaldes y gobernantes son mejores que los del Oeste. Parten de una premisa risible como demostración: el Este tiene problemas menos graves y dramáticos. Ignoran o quieren escamotearnos la realidad: que la gente del Este nació con sus problemas básicos resueltos, mientras que el Oeste es un gigantesco problema por resolver: el Oeste está demasiado ocupado en ganarle la batalla al hambre, la violencia, la mala calidad de los espacios y del agua, lo cual nos ha imposibilitado el triunfo en la batalla por la pulcritud, el ocio placentero y la acumulación de riqueza.

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No es posible reconciliar en una sola comunidad ni en una misma dinámica de justicia al Este y al Oeste; la existencia misma del primero es un perenne salivazo a la cara del segundo. Caracas es expresión de un planeta en el que la mayoría debe partirse el lomo para que una minoría viva cómodamente.
La Caracas que soñamos es una donde todos vivamos en iguales condiciones de justicia y dignidad. Y esto sólo será posible cuando entendamos que harían falta muchos planetas para que toda la humanidad viva con el confort y la abundancia en la que el Este se ha acostumbrado a vivir.
¿Está preparado el Este para vivir con criterio de escasez? ¿Está preparado el Oeste para resignarse a no vivir jamás con el inalcanzable nivel de vida del Este?
Mi respuesta instantánea, y por lo tanto irresponsable, para ambos casos, es no. Está en desarrollo una lucha inevitable en la cual el Oeste ha de imponer una estética más honesta y mundana que la que promueven las “bellas artes” autoproclamadas como cultura, y un estándar de vida mucho más bajo que el que sueña el Oeste levantisco y consumidor (el que vive un Este también consumidor pero además selectivo y segregacionista).

Las candelas que vienen

Cuenta Saramago en su Evangelio que Satanás se la pasaba fastidiando a Jesús de Nazaret, a veces tratando de seducirlo por las buenas y otras más montándole unos apliques monstruosos a ver si le minaba la entereza (la fe, lo llama la gente que es religiosa o aparenta serlo). Hay un momento especialmente rudo de la novela, en el cual Jesús está hecho mierda en el desierto (o no recuerdo si en el momento de trepar por el Calvario) y el diablo aprovecha para incrementarle la jodienda, a ver si lo doblega. Le habla de una parábola conocida. “¿Sabes qué, marico?”, le dice, “Un cordero es un animal muy pendejo. El pastor lo arrea, lo encarcela, le mete unas patadas de vez en cuando, lo engorda, lo utiliza y después lo sacrifica. Bueno, aprieta esos glúteos: tú no eres un elegido ni nada de esa pinga, tú eres el Cordero de Dios”. Espantoso: que tu papá poderoso te utilice para exprimirte y sacarte plusvalía (en este caso, plusvalía ideológica) y después te eche a los perros para que te desguacen.
Ninguna novedad. Cristo es la víctima propiciatoria por antonomasia. Su muerte es fundacional: si al tipo lo hubieran rescatado unos comandos de Galilea, o si le hubiera ganado aquellas elecciones a Barrabás y se hubiese retirado a morir tranquilamente de vejez o de gripe aviaria, el cristianismo no hubiese prendido o no hubiese sido lo mismo. Tal vez el Barrabasismo sería la religión mayoritaria en el mundo, y entonces los recogelatas, motorizados, tuertos, maricos, cogeculos, machos, lambucios, putas, chuecos, lombricientos e indígenas serían los dueños de este planeta.

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Ha habido a lo largo de la historia otras víctimas propiciatorias, pero lo que se fundó tras su muerte física o simbólica no siempre ha sido bueno ni noble ni trascendente ni nada. Manuel Rosales es, a estas alturas y desde hace ya unos meses, la víctima propiciatoria que necesitan los vivitos de ocasión (Teodoro, Quirós, Borges, otros) para poder salir a lamentarse de la derrota, como si de verdad les doliera (siempre es mejor ver derrotado a quien te sacó de la competencia que verse derrotado uno mismo, ¿no?) y volver a manosear el artículo 350 de la Constitución, como si llamarse Pueblo fuera cuestión de ponerse un cartelito en el pecho y montar tienda en la Plaza Altamira para tumbar al Gobierno, pero de risa. Rosales no fue puesto ahí porque sea capaz de agitar masas ni de ganar elecciones fuera del Zulia. Rosales es el muertico que la oposición necesita para poder seguir hablando de la persecución del rrrrégimen. Y sigue sin olvidárseme la acusación del abogado de Carlos Ortega, tras la fuga de éste, y que nadie le ha restregado en la cara con la debida energía: el sindicalero no se fugó sino que el Gobierno lo desapareció, dijo el tipo. ¿Otra víctima propiciatoria?

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Cinco semanas nos separan del 3 de diciembre, fecha importante porque se ha establecido formalmente que las elecciones han de ser entonces. Jugar a imaginarse los escenarios posibles (o ensamblar los que uno sabe o sospecha que andan haciendo metástasis en algunas mentes cancerígenas), en esta recta final, es siempre una tentación. Hay un código tácito que gradúa de “analista” a aquel opinante que vislumbra situaciones en el futuro y acierta (por cierto, según ese código, un tipo como el García Mora que escribe en El Nacional ha sido raspao varias docenas de veces). En el caso que nos ocupa la mitad del mandado está hecha, porque decir en tono de matador de acertijos que Chávez va a ganar es casi como apostar a que Madonna no es virgen. Lo que sucede es que la otra mitad del mandado probablemente ya la decidió un grupo. O dos.
Entonces la adivinadera o pronosticación puede deslizarse por dramáticos barrancos, y a partir de preguntas igualmente dramáticas:

-¿Cuántos candidatos participarán efectivamente en esas elecciones?
-¿Qué táctica desestabilizadora o golpe seco estarán pensando utilizar?
-¿Echarán mano de ellos para antes o para después del 3-D?

Y la más inquietante, perturbadora y misteriosa de todas:

-¿Y si al final deciden participar en las elecciones, y cuando pierdan se quedan tranquilos sin echar ni una piedra ni quemar un caucho?

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Es inquietante la última porque, aunque a los tres o cuatro toletes que integran la dirigencia antichavista los mueve el mismo interés (salir de Chávez e instalar un gobierno de derecha grato a los gringos, a los medios y al poder económico) no han sido ni serán capaces de decidir un camino único para intentarlo. Por el contrario, si usted quiere saber qué larvas están creciendo en la mente torcida de Ramos Allup o en la de Carlos Ortega, basta que escuche a Rosales o a Borges: parecen tener un mismo discurso, pero todo el mundo sabe que a unos el temperamento o el desquiciamiento los lleva a actuar siempre en sentido inverso que el otro. Adeco que se precie no comparte espacios con un lechuguino; lechuguino que se precie trata de parecer adeco pero sin llegar a serlo. Guarimbero que se precie no anda creyendo en elecciones; Poleo y Urdaneta que se precien no le dirigen la palabra a nadie que no sea capaz de meterle medio kilo de C-4 por el culo a un bolivariano, y al final esa sabrosa esquizofrenia impedirá que obtengan el triunfo en cualquier elección… pero no impedirá que al final todos se unan en la grandiosa tarea de desestabilizar y de jugar al combatiente urbano “contra el fraude y en defensa de los votos”.
¿Ya está claro para qué sirve Rosales en semejante fábrica de despropósitos, en tamaño enjambre de caimanes en boca e caño? Ni más ni menos, para venderlo a futuro y en cómodas cuotas como el pobre hombre a quien Chávez no dejó ser presidente. Pobrecito: los libros de texto de Miami hablarán de Rosales como el Jóvito Villalba del siglo XXI, el coñaceao por la tiranía, el ídolo de 26 millones de venezolanos, quienes, en lugar de salir a incendiar al país el 3 de diciembre por su derrota salieron fue a festejar el triunfo de Chávez.

No te digo yo…
27/10/2006

La “izquierda” que le gusta a Bush

La noticia fue reseñada de una manera más bien tibia, tal vez porque los difusores y desguazadores “naturales” de noticias (medios privados y del Estado) no entendieron en su tremenda magnitud la importancia y el alcance del acontecimiento. Que los analistas y pronosticadores-estrella tipo García Mora (quien lleva ya siete años diciendo que, según sus cálculos y agudas observaciones de la realidad, Chávez debería caer en dos semanas) hayan dejado pasar esa bombita, se entiende. Pero que del lado de acá, del lado de los medios y analistas bolivarianos, la cosa no haya generado ni siquiera un chistecito, es para extrañarse y hasta para preocuparse.
La nota, reproducida por El Universal en fecha 4 de abril, se titula Rice: “EEUU no tiene problemas con la izquierda latinoamericana”, y su texto dice:

  • La secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, dijo hoy que su país “no tiene problemas en Latinoamérica con los gobiernos de izquierda, mientras gobiernen democráticamente y les importe mejorar la vida de sus pueblos”.
    En una comparecencia ante el Subcomité de Operaciones Exteriores del Comité de Asignaciones de la Cámara de Representantes, Rice respondió así a la preocupación que le expresaron varios legisladores demócratas sobre una presunta pérdida de influencia de EEUU en Latinoamérica.
    La secretaria de Estado subrayó que los Gobiernos elegidos democráticamente “son precisamente eso”, y destacó que EEUU mantiene “muy buenas relaciones con Brasil, un Gobierno de izquierdas” y, “excelentes” con Chile, donde recientemente asumió al poder la socialista Michelle Bachelet.
    Rice indicó que Estados Unidos tiene una “serie de relaciones fuertes en Centroamérica cimentadas por el Tratado de Libre Comercio”, reseñó Efe.
    En toda la zona, dijo, “tenemos una política que demuestra que podemos trabajar con todo el espectro político” (…)

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Desde la forma de presentar la noticia ya El Universal incurre en la cochinadita antiperiodística a la que nos tiene acostumbrados, jerarquizando la información como le conviene a Andrés Rata y los suyos: la noticia, según ese pasquín tamaño familiar, es que Rice dice estar bien con la izquierda, cuando lo verdaderamente trascendente, lo vital desde el punto de vista de la geopolítica continental, es lo que se dice al pasar en el segundo párrafo: que la bancada demócrata en el Subcomité de Operaciones Exteriores del Congreso está preocupada por la pérdida de influencia de EEUU en América Latina, y que tal preocupación los movió a convocar a la Rice para interpelarla.
El resto, en efecto, es también noticioso, pero sólo si se aborda como el chiste macabro que es: la Rice no encuentra otra forma de defenderse sino diciendo que, contrariamente a lo que todo el mundo piensa y siente, la administración Bush es capaz de llevarse bien con los asquerosos comunistas.
No te digo yo…

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Sin necesidad de ponerse exquisito y pretender que en El Universal aprendan a jerarquizar las noticias de acuerdo con su relevancia, es decir: aun siguiéndoles la corriente, ya la nota da para cuatro o cinco vertientes que no soportan ni el primer cañonazo, máxime si uno se arma de mala intención (como toca responder en tiempos de guerra sucia). Una de ellas es tan evidente que duele en los ojos: ¿se fijaron en lo que Rice entiende por “Gobiernos de izquierda”? Ni más ni menos, los gobiernos que dicen ser de izquierda pero que en la realidad no van más a la izquierda que nuestros adecos autóctonos: si Lula y Bachelet son de izquierda entonces Rafael Caldera es casi Fidel Castro.
¿Quieren otra pregunta malintencionada? Tengan esta, pues: ¿no les parece “raro” que el engendro Rice-Bush entienda por “izquierda”, y les agrade promoverlos como tal, a los mismos Gobiernos y personajes que le gustan a Teodoro Petkoff?
En un corto debate escrito con Teodoro, hace unos meses, yo le indicaba a éste su extraña tendencia a considerar más de avanzada a esa izquierda (porque hay más de una, según su tesis) que se comporta de acuerdo con parámetros de derecha, en contraposición a esa “otra izquierda” que él llama pasional, retrógrada y estalinista, encarnada en Fidel y Chávez. Le decía a Petkoff que llamarse de izquierda y ser de derecha es una aberración y un engaño que ningún pueblo a estas alturas va a calarse, y que es un crimen atribuirle a “cierta izquierda” (que le cae bien a los gringos) la ilusión chilena de bienestar, fabricada mediáticamente a partir de cifras macroeconómicas, conquista indudable de Ricardo Lagos pero a favor del capital, no a favor del pueblo. La “izquierda” que gobernó y que sigue gobernando a Chile no ha sido atacada desde el imperio precisamente porque no es izquierda. ¿Se fijaron, además, en esa parte del cable mencionado arriba, en la que Rice dice que EEUU ha establecido una “serie de relaciones fuertes en Centroamérica cimentadas por el Tratado de Libre Comercio”? ¿Qué socialismo de mierda es ese que se pliega al ALCA y a cuanta propuesta colonialista le zampan por el pecho sus amos del Norte?
Sin necesidad de andar acusando a Teodoro Petkoff de ser un agente de la CIA (estrategia propagandística que me parece una estupidez), ya uno va entendiendo la jugada que están cocinando desde allá desde el norte y también desde aquí adentro: en vista de que el socialismo recorre nuevamente al continente en forma de esperanza de un mundo justo y multipolar, la derecha más asquerosa quiere vendernos sus propuestas como si fueran socialistas. Es viejo el truco del lobo que se disfraza de la abuela para poder comerse a la niña del trapo rojo. Tan viejo es que habrá que ser bien pendejo para caer en esas garras.

21/04/2006

Nuestra derrota diplomática

Hace un tiempo leí una crónica conmovedora del mexicano Juan Villoro sobre el fútbol. Relata el autor que los mayas inventaron un juego de pelota, una especie de balompié precolombino que se juega con las caderas, y en el cual participan dos equipos. Hay indicios de que algunos de estos certámenes eran a muerte, pero hay algo que todavía no se ha podido establecer: nadie sabe si el equipo que era sacrificado en formidable ceremonia era el que perdía o el que ganaba. En el fondo del alma de cualquiera crece irremediablemente el deseo de que se cumpliera entonces nuestra lógica occidental: los vencedores no merecen la muerte; los perdedores, tal vez.
Escribo esta columna horas antes de la jornada del jueves 19, es decir, antes de conocer el desenlace del forcejeo allá en el Consejo de Seguridad de la ONU, si es que hubo ya algún desenlace. Poco o nada en lo absoluto me preocupa si el resultado de la puja fue o será a favor o en contra de Venezuela. Seré más claro: si algo llega a preocuparme no es el que Guatemala o quien sea nos propine una “derrota diplomática”, sino el que la delegación de Venezuela alcance para nuestro país el maldito puesto en el Consejo de Seguridad. Creo que para el país hay algo más importante que defender allá en la ONU y donde sea, y es el honor. Más claramente: no tengo ni poder ni derecho a solicitar que se envíe a los “ganadores” a la pira de los degollados, pero si Venezuela consigue ese escaño en la ONU me voy a empezar a arrechar con este Gobierno. Razones y motivos, a continuación.

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La diplomacia es, por naturaleza y por definición, la sublimación de la hipocresía, la institucionalización de la falsedad, el triunfo de las formas sobre los sentimientos y procederes humanos más genuinos. No es fácil explicar eso de “las formas”, pero se le puede llegar por esta ruta: en el ámbito de las relaciones sociales, el sinónimo más cercano de forma es “manera”. Ser formal: amanerarse. Amanerado: tipo que quiere ser, pero que como no puede (porque es contranatura o porque esas operaciones son caras y riesgosas) entonces se contenta con parecer. La diplomacia es un sistema impuesto por las potencias y por la aristocracia internacional. Mediante ese procedimiento, los representantes de los países pobres deben parecer franceses o ingleses, bajo riesgo de fracasar en las relaciones internacionales.
Un diplomático venezolano que parezca venezolano es una equivocación, un desperfecto, una provocación imperdonable para la “comunidad de naciones” (así llaman a ese club de viejos verdes y apátridas que es la diplomacia mundial). De ese artificio se valió un mamagüevo como el Milos Alcalay para rumbearse los reales del servicio exterior durante largas décadas. Nadie como él para venderse como el diplomático ideal. Porque lo es: los diplomáticos del mundo lo adoran porque logró despojarse de todo vestigio de venezolanidad para convertirse en uno de ellos. Ser diplomático equivale, en su singular código de valores, a “civilizarse”, a bajar de las ramas donde vivimos el resto de los monos que no sabemos comer con cubiertos de plata porque nos pican las encías. Interesados, buscarse el libro La Fiesta del Embajador, de Argenis Rodríguez.
Yo he llegado a oír con estos sucios tímpanos que es una vergüenza para Venezuela tener de canciller a un sujeto que no habla inglés ni otro idioma que no sea la lengua malandra. Y se lo oí decir a unos vergajos que ni el castellano saben hablar. La sensación es la misma que sentí por allá en el 88 (lo juro por mi madre) cuando me enteré de la indignación nacional porque Jaime Lusinchi se llevó a Blanca Ibáñez para España y allá pasó una vergüenza. Sucede que el hotel donde iban a alojarlo era sólo para presidentes y esposas de presidentes; Blanca, pa’fuera. Pues Lusinchi decidió mudarse para otro hotel con su culo. Yo hubiera hecho lo mismo. Pero aquí una cantidad de hipócritas, tipos que con mucho gusto se cogen o les gustaría cogerse a sus secretarias, dijeron morirse de la vergüenza porque “imagínate, qué irán a pensar de nosotros en la culta Europa”. A ver, ¿qué van a pensar, maricones? ¿Que en Venezuela somos borrachos, montamos cachos y que a las secretarias las seducen los hombres poderosos? ¿No les parece el colmo del comemierdismo y la hipocresía simular indignación en un caso como ése? ¿A quién creen que engañan?

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La primera “derrota” internacional de Evo Morales tuvo lugar en la corte española, porque la diplomacia establece que todo el mundo debe comportarse como blanco europeo y ese indio tuvo la osadía de presentarse ante los reyes de España vestido con un trapo made in el altiplano: indio orgulloso, indio raspao como diplomático. Como en los partidos de pelota prehispánica maya, Evo ganó la pelea de la dignidad pero fue sacrificado por los convencionalismos. Evo no está muerto pero lo están cocinando. El “qué dirán” internacional no acepta que las personas sean como son sino como ordena el canon mundial de la aristocracia, ese motor decadente mediante el cual se comunican los Gobiernos. ¿Recuerdan el beso que le zampó Chávez a la reina Margarita? Todavía hay quien se ruboriza al recordar el episodio. Como si uno no saludara así a todo el mundo en Venezuela.
Un diplomático “exitoso” es alguien capaz de besarle las bolas al excelentísimo embajador de Gringolandia o de cualquier otro país, si esto le garantiza la concreción de un negocio o acuerdo, o si le hace ser aceptado en cocteles y reuniones. Mucho de eso hemos visto en estos días de votaciones para el Consejo de Seguridad de la ONU. El ejemplo más gráfico y patético lo he visto varias veces en las pantallas de VTV, en incesante repetición: el momento en que Bolton, el embajador gringo, se acerca a la delegación colombiana y le dirige unas palabras a una joven representante de ese país hermano. Cuando Bolton se levanta la muchacha voltea hacia su compañero de asiento y pone una expresión entre el rubor, el codazo cómplice y la infinita alegría, la cual quiere decir: “No te llevo nada, guón: Bolton me dirigió la palabra”.
Dije arriba que diplomático era sinónimo de hipócrita. Hay casos en los cuales significa ser auténticamente jalabolas. Esa diplomática colombiana no estaba fingiendo alegría ante el gringo: ella de verdad estaba feliz porque Bolton notó que existía (un voto es un voto, por más que sea).

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Julio César Pineda dijo, después de la séptima ronda de votaciones, que “por cortesía diplomática” Venezuela debía retirarse y apoyar a Guatemala. Julio César Pineda sabe mucho de relaciones diplomáticas. Él conoce la importancia de bajar la cerviz en el momento indicado: en el fútbol maya, Pineda se hubiera dejado llenar de goles. La gloria y la muerte son para los ganadores. La pinga. Como dice la canción del Combo del Ayer: ¿Y si no reencarno na? ¿ah?
Recomendación sana a los panas bolivarianos: dejen de estar creyendo que un triunfo diplomático es un triunfo del honor. Todo lo contrario. Guatemala se merece el puesto que aspira, pues su triunfo ha de ser la mejor demostración de que en el mundo de la diplomacia no gana el más justo sino el más jalabolas. Y ese tipo de medallas de cartón, mi hermano, yo no creo que las merezcamos ni que nos convengan.
20/10/2006

Negligentes enseñando a burros

Contra lo que ordena creer un arraigado sentimiento de culpa social, según el cual quien no va a la academia (escuela, liceo, universidad) es un burro, hay cosas que no se aprenden en ella. Más: mucho de ese conocimiento útil que nos ayuda a los seres humanos a sobrevivir, a crear y a vivir con dignidad es inhibido por la academia.
Hace poco escuché a un licenciado en comunicación social decir, en un programa de radio, algo que me produjo primero risa y luego espanto: “Los periodistas sí podemos garantizar un trabajo ético. Para algo en la universidad vimos una materia llamada precisamente así, Ética”. Según este pobre infeliz, leer unos libros y pasar unos exámenes es suficiente para “aprender” cosas como la honestidad, la solidaridad, la sensibilidad social y el amor. ¿Vale la pena explicarle a ese estúpido (a estas alturas, cuando ya es inevitable que se sienta superior a los demás por haber recibido un título en el Aula Magna) que, cuando mucho, sus lecturas lo enseñarán apenas a teorizar sobre esos temas?
Bella la fórmula: usted agarra a un vergajo de esos, tipo Guaicaipuro Lameda, capaces de traicionar a su mamá si esto le ayuda a ganarse unos centavos o a escalar posiciones políticas, lo pone a leer el libro de Sabater y ya, el sujeto está listo para poner en práctica un comprotamiento ético. Cómo no.

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El domingo pasado, en El Nacional (cuerpo D-Siete Días, página D3) hay un aviso en el cual se anuncia que la UCAB y El Nacional han de organizar e implementar el Primer Programa de Estudios Avanzados en Periodismo. Pasemos por alto el espantoso error contenido en el nombre mismo de la iniciativa, y observemos que, justo en la página de al lado y en la anterior, la D1 y la D2, está publicado un reportaje sobre los fusiles Kalashnikov, cuyo comienzo es una joya que habrá que ampliar en una gigantografía y colocarlo en todas las escuelas de periodismo de este país: “Ya se sabe qué ocurre cuando un arma como el Kalashnikov se produce de manera incontrolada: es usada para perpetrar matanzas, mutilaciones, abusos sexuales, torturas y otros actos delictivos”. ¿Qué elemento contendrán esos fusiles, que cuando se producen en gran cantidad suelen impeler a los hombres a actuar de manera tan baja y criminal (cosa que además, según la periodista, sabe todo el mundo)?
Y más adelante, la apoteosis: “El informe titulado AK-47 (...) advierte que el Kalashnikov tiene un alcance máximo de 800 a 1.000 metros, pero que su precisión sólo está garantizada si es utilizado por un experto; de lo contrario, las heridas que puede producir son terribles pues las balas poseen un movimiento giratorio cuando penetran el cuerpo humano. Las consecuencias son heridas mortales o lesiones que pueden causar daños de por vida. Están advertidos, pues, cuidao con vainas: si usted es un experto tirador podrá matar gente con ese fusil, pero si no lo es lo más probable es que les produzca heridas terribles o incluso la muerte.
El “reportaje” se titula: “Venezuela producirá el arma ‘preferida para matar’” y, como es lógico suponer, consiste en un largo alegato contra el Gobierno por haber comprado las armas, y también por existir. En el sumario, sin ir más lejos, puede leerse una especie de acertijo, dramático por su ingenuidad pero también por la increíble (y casual, por supuesto) similitud con unas declaraciones recientes del departamento de Estado: “Ahora que el Gobierno ha decidido renovar el arsenal del país, también valdría la pena preguntarse: ¿quiénes son más o menos transparentes al momento de negociar la compra de equipos militares?”.
Júrenlo: mentalmente, los enfermos que todavía creen en lo que El Nacional les ordena, se respondieron de esta manera a esa pregunta: “Chávez no es transparente. Está comprando armas malucas”.

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Concedámosles a la periodista y a sus jefes (quienes, a fin de cuentas, dejaron pasar este insólito trabajo como uno de los principales de la edición) la razón en algo esencial: las armas son malas porque están hechas para matar gente. Ajá. Ahora, ¿de dónde sacó la autora del “análisis” que los fusiles comprados por Venezuela impelen a los hombres a cometer abusos sexuales y torturas? ¿O es que el dato fue dejado caer allí por pura casualidad? O mejor: ¿quedarán burros tan animales en la vida que, al leer sandeces como esas le cojan aun más rabia al Gobierno?
Vamos a tenerlo claro desde ya: cuanto se publique en el periódico de Otero tiene por objeto malponer a sus 20 ó 30 lectores contra el chavismo, eso ya lo sabemos. Pero hay que ser muy estúpido para venir a reflexionar como lo desea el espíritu que movió a la publicación de ese “trabajo periodístico”. A ver: en los países donde tienen el Kalashnikov se han cometido crímenes. Por lo tanto, Chávez compró esos fusiles para que en Venezuela también haya crímenes.
Esto, pasando por alto las cándidas contradicciones menores. Por allá arriba anuncia que, “según expertos”, esa arma debe ser utilizada sólo por profesionales y sujetos altamente entrenados. Y más abajo: el fusil “es confiable, ligero y relativamente fácil de manejar y ensamblar”.
Y este intento de manipulación, muy malintencionado como todo en ese periódico, pero muy ingenuo también al final. Dice que uno de los aspectos que hacen atractivo al fusil es que su precio, “al contrario del petróleo”, está en baja. Tan sutil como un mamut en una cristalería.

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El caso es, compas, que el periódico cuyos editores permitieron que apareciera semejante saltimbanqueada en sus páginas, ahora anda organizando programas de estudios avanzados de periodismo. Perdón: EN periodismo. Un día de éstos amanece Leopoldo Castillo dictando clases de ética.
14/07/2006

La derecha y América Latina

Un cierto regocijo puede percibirse claramente entre reaccionarios, conservadores y especímenes similares. Entre las cosas que los entusiasman se encuentran los signos de un cierto repliegue de los movimientos progresistas que han alcanzado el poder en América Latina. Ni razón les falta para que les asome una sonrisa: Lula está más o menos frito, a Lucio lo compraron, a Humala lo congelaron con aquel tobo de agua fría; Kirchner es más europeo que socialista, la sobrevivencia de Cuba (dicen) depende de la vitalidad de un caballero de cuyo intestino grueso está pendiente todo el planeta; a Evo lo están cocinando, la personalidad de Duarte es casi tan gris como su cabellera, la izquierda de Ecuador es más incongruente que la de Bolivia y Nicaragua está muy cerca de Estados Unidos (más cerca que Irak, que ya es decir bastante) y más cerca aun de un México que se parece a ciertas niñas dulces y resbaladizas al humedecerse: uno cree que sí, pero a la hora de la chiquita deciden que no.
¿Y nosotros qué? ¿Nos hacemos los gafos después de este vendaval de señales (si es que de verdad ese vendaval trae tanta fuerza) o terminamos de despertar y activamos un plan de emergencia? ¿Y cuál plan, si se puede saber?

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Hay dos actitudes extremas posibles, contrapuestas entre sí, ante semejante avance de la reacción. La primera de ellas consiste en mantener un discurso y (más desconcertante todavía) una conducta triunfalista y relajada, convencido como en efecto estamos por acá de la victoria de Chávez en diciembre. Convencimiento que pasa a convertirse en inútil fantasía cuando creemos que la inmortalidad e in-mar-ce-si-bi-li-dad (guao) del líder es un hecho, y que por lo tanto nosotros podemos tranquilamente descuidar la retaguardia: cruzamos los brazos y esperamos a que pase el autobús de la eternidad. Pelea ganada, champaña descorchada.
La otra actitud, si bien resulta más dramática y presta a provocarnos una úlcera, la siento preferible a la anterior: es el síndrome Miguel Salazar, periodista y editor a quien entrevisté en la emisora Al Son del 23 (94.6 en Caracas), y quien en su vigorosa convicción de que está por pasar algo muy feo y nadie en el Gobierno se da cuenta, le abre más compuertas al fatalismo que a la precaución. Mi última pregunta en la entrevista fue: “¿Qué escenario esperamos entonces? ¿Qué puede pasar?”. La respuesta: “Lo peor”. Miguel impide que uno se haga siquiera ilusiones; el efecto dominó es de una infalibilidad asombrosa y lo que está por ocurrirle a Lula es un buen ejemplo de lo que puede ocurrirle a Chávez, si es que antes no le ocurre lo que a Allende o Lucio Gutiérrez. Un general se lo dijo; un encapuchao de tres soles de quien ya se han burlado algunos, pero que seguramente tiene más información que usted y que yo, pobres ciudadanos desamparados.
No quise decírselo en el acto, pero cuando salí de la emisora me puse a mirar para arriba, buscando en el cielo las señales del primer misil.

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Nos asusten o no los vaticinios más sombríos, es preciso detenerse aunque sea a mirar las insoslayables crisis políticas que afectan a países hasta ayer nomás territorio nuestro, bolivariano o en vías de entrar en la onda del ejemplo que Caracas dio. Hay que fijarse básicamente en Bolivia. Porque su proceso interno actual se parece tanto al sabotaje petrolero, y la gestión de Evo es tan incipiente y por lo tanto tan frágil, que uno no puede dejar de recordar aquel 2002 nuestro. Y el detallazo allá al fondo: como lo han recordado ya varios analistas últimamente, la oficialidad del Ejército boliviano está conformada todavía por unos elementos que se enorgullecen de haber perpetrado el asesinato de Ernesto Guevara. A falta de glorias militares más contundentes de las cuales ufanarse, su tarjeta de presentación se reduce a esa llaga pestilente: “No te llevo nada, guón, mi papá se echaba los palos con el coronel que ordenó fusilar al Che”. ¿Puede en verdad esperarse algo bueno, en materia de soberanía o aunque sea de decencia, de un cuerpo con tan horrenda (y tan reciente) mácula en su historial?

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¿Brasil? Lula debe encarar una segunda vuelta después de todo un 2006 de sabrosura. Si usted cree que Rosales es gris y que si no es estúpido está haciendo el curso, debería escuchar a Alckmin. Ni falta hace saber portugués para darse cuenta de que la derecha no lo escogió por ser un prohombre de altos méritos, sino porque no despuntaba más nada en el horizonte. Pero el hombre se infló y el round decisivo lo sorprende con la novedad de que a Lula se le han ido los verdaderos socialistas, dejándolo rodeado de socialdemócratas.
¿Le parece que Chávez no es Lula ni es Evo, o que en vista de la situación del cuadro en los alrededores (caramba, olvidamos por completo mencionar a Uribe) es preciso declarar ya el estado de emergencia y empezar a fabricar paraguas de titanio? Decida usted, y procure (o ruegue) que su decisión sea la misma del resto de los compatriotas bolivarianos. O se descuida y se va para la playa mientras la derecha sigue trabajando, o comienza a armar barricadas con miras a la sangría; cualquiera de las dos decisiones seguramente será mal vista, aquí dentro y allá afuera.
¿Y qué dice o termina de decir el opinante? Siempre es mejor seguir viviendo pero con las antenas apuntando para allá. No dejar de echarse los palos pero no dedicarse a celebrar por el triunfo eterno de una Revolución que todavía no le ha tocado los intereses al adversario: aristócratas, magnates e Imperio andan por allí tan campantes. Prevenir en exceso siempre es mejor que esperar el trancazo, y miren que ya nos hemos llevado unos cuantos por estar creyendo, entre otras cosas, en el carácter rrrrevolucionario de Miquilena y el gordo Rosendo.
Yo no sé si de verdad el pueblo unido jamás será vencido. Pero el pueblo disgregado sí que es carne de cañón propicia para sufrir un nocaut de esos que duelen.
13/10/2006

Periodistas y licenciados

Un periodista es alguien que ejerce habitualmente lo que entendemos por periodismo, se gane o no la vida con ello, esté al margen de la Ley o no.
Quien estudió Comunicación Social en alguna escuela de eso mismo obtiene un título: licenciado en Comunicación Social (llamemos a la carrera CS). El poseedor de uno de estos títulos sólo es periodista si se aplica a ejercer la profesión. Miles de venezolanos hay que tienen un flamante título (ganado a punta de quemarse las pestañas para pasar un grupo respetable de materias, grupo al que los académicos mientan pénsum) pero no ejercen el periodismo: esos compatriotas no son periodistas sino licenciados en CS, título que no es una deshonra pero que no convierte en periodista a nadie.
No todos los licenciados en CS son periodistas y no todos los periodistas son licenciados en CS.
La comunicación social se aprende en las aulas. El periodismo se aprende en la calle y en las salas de redacción.
El periodismo, al contrario de lo que sucede con la prostitución, no marca para siempre a quien la ejerce una vez: una persona (macho o hembra) que cobró por sus servicios sexuales una vez es prostituta para toda la vida, pero si usted hizo uno o doscientos reportajes hace veinte años y ahora se dedica a los negocios, usted no es ya periodista. Posiblemente sea licenciado en CS si tiene su título, pero no periodista. Así que dejen de estar llamando periodistas a los señores licenciados Levy Benshimol, José Vicente Rangel, Willian Lara y Desirée Santos Amaral. No sean jalabolas.

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El pasado lunes tuvo lugar un encuentro importante y definitorio, aunque no definitivo, entre periodistas y licenciados en CS. El evento en el cual ocurrió la cosa fue el anuncio del jurado que ha de escoger los trabajos merecedores del Premio Nacional de Periodismo. Conforman este jurado María Isabel Neumann, Jesús Sotillo, Asalia Venegas, Zaida Rauseo y Nelson Castro. Todos ellos son licenciados en Comunicación Social, pero dos de ellos no son periodistas, aunque quizá lo fueron alguna vez.
Entre las notas “normales” del encuentro, destaca el que el ministro William Lara (otro licenciado en CS que ya no es periodista) haya hecho énfasis en el carácter plural del Consejo Consultivo del ente que designó al jurado. Es decir, resaltó el hecho de que hayan podido conversar como adultos un grupo de personas chavistas y antichavistas, lo cual, ciertamente, es digno de ser destacado: “Venezolanos y venezolanas de posiciones político-ideológicas contrapuestas discutieron civilizadamente hasta llegar a un consenso unánime”, dijo Lara.
En la misma onda de unidad y agárrense-de-las-manos, tanto Lara como Levy Benshimol, presidente de un cadáver insepulto llamado Colegio Nacional de Periodistas, defendieron la Ley de Ejercicio del Periodismo vigente en Venezuela. El artículo que hermana a los señores licenciados en una opinión unánime es el número 2, el cual reza que para poder ejercer el periodismo “todo ciudadano debe poseer un titulo universitario en Comunicación Social o carrera afín, y debe estar inscrito en el Colegio Nacional de Periodistas, y si es de una universidad extranjera debe validar el título”. Al ser interpelados al respecto por varios periodistas que ejercen su labor en medios comunitarios y alternativos, la diputada y ex periodista Desirée Santos le puso la guinda a la torta: “Esa Ley fue ratificada por la Corte Suprema de Justicia” (dime tú), y entonces sí comenzó el episodio sabroso del encuentro.

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El momento cumbre se produjo cuando Benshimol soltó desde el fondo de las tripas: “Para ejercer la profesión de periodista profesional, se requiere preparación, formación, capacitación y formación como ciudadanos”: asústame, que tengo hipo. Y esta otra: “Cualquier persona puede escribir en los diarios, pero para ejercer esta profesión, se requiere tener mucha intelectualidad y dominio de las herramientas tecnológicas, y por ende exige mayor formación de la persona que quiere ejercer la profesión”. En un arranque de bondad, además remató con otra pieza de colección: dijo que existe una propuesta en el Colegio para formar a los periodistas alternativos, instándolos a asistir a las escuelas de Comunicación Social.
Dice una nota de Aporrea que el periodista López Simbai, de la agencia de noticias API, cuestionó la Ley de Ejercicio de Periodismo en Venezuela, pues según este caballero contradice los principios universales relativos a la libertad de expresión. Dijo: “Lo dicho por el írrito directivo del Colegio Venezolano de Periodistas colocaría a los periodistas alternativos como ciudadanos de segunda clase. No puede ser que el único país que obliga a las personas (a colegiarse y ser graduado) para ejercer el periodismo es Venezuela”.

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Si algún título cinematográfico hubiera que ponerle a la velozmente descrita escaramuza, ese debería ser: “La Ley contra los ciudadanos”. Allí quedó claro que existe una institución caduca defendiéndose a sí misma o a sus lamentables restos cadavéricos, y al portavoz de un ministerio que representa a un Gobierno que se llama (y es llamado) revolucionario defendiendo exactamente lo mismo, y defendiendo a otra institución burguesa, cuartorrepublicana, ineficiente y represiva, y como tal en franca decadencia, como lo es la academia. Las universidades venezolanas están graduando licenciados en Comunicación que no saben comunicarse, ni en forma oral ni por escrito. No lo digo por hablar pendejadas sino porque he sido compañero de trabajo y coordinador de docenas de ellos, en distintos periódicos y una agencia de noticias de este país, y el lamentable manejo de su herramienta principal (el idioma castellano) da más vergüenza que risa. Hay excepciones, pero esa es la regla general: las escuelas de “periodismo” gradúan a cualquiera que en condiciones normales de ética y autorrespeto deberían estar en quinto grado aprendiendo qué mierda es un adverbio, para qué sirve un conector, qué coño es eso del qué galicado.
En una Revolución genuina todas las instituciones deben ser derrumbadas o al menos ser puestas bajo cuestionamiento. El Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela está infestado (no infectado, aunque ciertamente la cosa parece una infección) de funcionarios que quieren cuestionarlo todo menos a la institución que les dio su título: todo lo que nos legaron los adecopeyanos es una plasta de mierda, menos las instituciones que les otorgaron sus títulos a Lara, Santos Amaral, Moncada, Chávez, Jesse, Diosdado, Villegas, Salcedo y mejor agárrenme porque voy a llenar 50 páginas con una lista de revolucionarios de verdad y otros de embuste.
Tarea pendiente: hablar de por qué no todos los medios comunitarios y alternativos son dignos representantes del periodismo que merecemos. Esa va.
12/05/2006

Desinformados, no informados, mal informados

El semanario Temas-Venezuela ha colocado en su portal web una encuesta, sólo para bolivarianos, en la cual se plantea lo siguiente: “Chávez volvió a reclamar la falta de una estrategia comunicacional para el Gobierno. ¿Qué hacer?”.
Hasta el miércoles, día en que quitaron la encuesta de la página principal, la opción que más votos ha recibido es: Buscar al ministro de Información más adecuado. Con un poco menos de votos le siguen: Crear una red de medios veraces e independientes y Fortalecer los medios comunitarios y alternativos.
Las opciones menos votadas son: Crear medios que sólo alaben la acción de Gobierno, y Nada: lo que hay está bien.
El análisis más superficial señala que el pueblo bolivariano sabe que el Gobierno está mal a la hora de difundir los mensajes de sus logros, y sigue creyendo que un funcionario eficiente pudiera ser capaz de revertir esa situación. He oído decir a algunos compas (pero no sabría decir si es un sentimiento general): "Chávez no se ha dado cuenta de que el único ministro de Información que le ha funcionado no es un periodista sino un militar: Jesse Chacón".
Tarea difícil pero necesaria: convencer a este gentío de que esa clase de importantes funciones debe abordarlas el colectivo. Seguir creyendo que un solo hombre es capaz de resolvernos estos graves asuntos es un error. ¿De qué y de dónde deberíamos aprender los comunicadores de hoy y los comunicadores populares del futuro? De varias experiencias donde el sujeto-protagonista ha quedado suprimido para abrirle paso a la gente organizada: Mesas Técnicas de Agua, Comités de Tierra Urbana, Comités de Salud, las muchas formas de organización popular del tiempo chavista y anteriores a Chávez.

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Eso es lo que tenemos de este lado: un mensaje constante pero ineficiente, una propaganda caudalosa pero poco efectiva. El único consuelo a la vista, de momento, es lo que vemos del lado de allá: el antichavista furibundo sigue recibiendo mensajes interesados en fabricarle un país grotesco, sin esperanzas, y por fortuna inexistente: una dictadura horrible aplasta al que abra la boca, un país donde estamos a un milímetro de abrir campos de concentración y matar a los judíos, donde "el Gobierno no hace nada" sino volver mierda al país para que ellos, los buena gente de la clase media y los empresarios, sufran un rato. Por supuesto que deben sentirse muy mal. Sigan creyendo ciegamente en Globovisión.
Las únicas opciones que tiene el consumidor promedio de Globovisión, El Universal y demás cloacas son la evasión y la furia destructiva: o me largo del país (o de este mundo), o me lanzo a la loca aventura de demoler todo cuanto de positivo tiene vivir en una Venezuela llamada y lanzada a la participación.
¿Quién está mejor entonces, en materia de información? ¿Los que no saben difundir sus logros o los que se empeñan en no ver ninguno por ningún lado? ¿Los desinformados y los no informados de allá, o los mal informados de aquí? Parece que para unos y otros el efecto es el mismo: hay quienes se empeñan en ver esto como un paraíso donde no hay problemas por resolver porque Chávez los resolverá todos en los próximos 200 años, y otros que se empeñan en hacer creer que nada sirve, que esto es un barranco sin fondo. Tenemos un país en movimiento pero seguimos esperando que alguien nos fabrique la ventana adecuada, esa desde donde se puede ver mejor el paisaje.
Y ¿qué tal si derribamos esa maldita pared y empezamos a ver y a comunicar lo que vemos, y no lo que nos cuentan?

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Hace rato está en la calle esa propuesta: potenciar hasta donde sea necesario al ciudadano-reportero, al comunicador natural que todos somos. Sólo desde la calle puede revelarse la verdad de las calles. Quien patea calle, por lo tanto, ya tiene la materia prima para convertirse en el comunicador popular que queremos: uno que ve la realidad con la naturalidad del día a día y dice la verdad con la misma humildad y la misma vocación de quien nació para “echar el cuento”.
¿No es más refrescante esa idea que la eterna búsqueda de un ministro inexistente, capaz de armarlo todo en solitario, y que al final recibe, casi siempre injustamente, todos los señalamientos y las acusaciones?
10/02/2006

La disyuntiva: ¿elecciones para qué?

Yo no tengo problema en que haya elecciones en diciembre. En serio. Sobre todo si el proyecto en el que creo las va a ganar. Llegan a preocuparme del asunto dos cosas nomás: el que sigamos acostumbrándonos a que las elecciones son un requisito imprescindible para que los justos sigamos al frente de las instituciones del Estado, y el que los perdedores se inventen una jugada en la goma para tratar de ganarnos el juego por las malas.
Lo primero me preocupa más que lo segundo. Porque los bichos no han superado un sentimiento de culpa (muy burgués por cierto): ellos saben que si vuelven a hacerlo por las malas volveremos a revolcarlos, y además quedarán mal ante los ojos de sus compinches allá afuera. Golpistas de clóset al fin, mucha pena les da asumirse como golpistas. Y nadie con esa vergüenza horrible a cuestas puede dar el salto, no para derrocar al Gobierno, sino siquiera para conspirar con dignidad.
Una de dos: o se acabaron aquellos subversivos de verdad-verdad, como los que proclamaban que un sistema de violencia con violencia había que derribarlo, o es definitivamente cierto que a los regímenes se les derriba sólo cuando están recién nacidos (como el de Allende) o seniles (como el de la seudodemocracia de Puntofijo). El Gobierno Bolivariano pasó sudando por la fase de los pañales, jugó metras y voló papagayos en mitad de un sabotaje petrolero y se hizo preadolescente después de ese año 2002. No está maduro pero tampoco indefenso; es demasiado temprano y demasiado tarde para sustituirlo por la fuerza. Y demasiado poderoso para derrocarlo vía elecciones.
Así que a olvidarse de Rosales y sus espinas. Este cuento ya empezó pero el final no está cerca.

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¿Es una dictadura un régimen que no vaya a elecciones? ¿Es democrático un Gobierno sólo porque sustituyó al anterior en unos comicios? ¿Será que es necesario dar con un sistema distinto al eleccionario para decidir quién es el Presidente? ¿Y por qué los destinos del país tienen que seguir depositados formalmente en la figura presidencial? ¿No sería más honesto y realista poner a la gente a votar por colectivos de trabajo que dirijan las instituciones básicas y que lo demás lo maneje la turba, en lugar de seguir fomentando la costumbre de votar por super-hombres o figuras unipersonales de poder?
Los regímenes personalistas, presidencialistas y (por lo tanto) autocráticos son una creación de la democracia liberal, un artificio del Estado Nacional burgués para hacerle creer a la gente que es un sujeto, un ciudadano como usted o como yo, el que lleva el timón del país. Tiene doble o triple filo ese artefacto: 1) crea la falsa esperanza de que un ciudadano cualquiera, si estudia y se porta bien, puede ser presidente de la República; 2) le indica a usted que ese señor es un “mandatario”, es decir, un funcionario que usted eligió para que cumpliera su voluntad (de usted). Por lo tanto, cuando ese señor ponía la torta el pueblo tenía que sentirse culpable. Ya de eso hablamos una vez; el pueblo puso al tipo en Miraflores, el pueblo entonces es responsable de Recadi, las matanzas de Yumare y Cantaura, el alto costo de la vida, la tragedia del Orfeón Universitario y la volatilidad de la harina del ñame; 3) hace (o intenta) que los odios y las frustraciones se personalicen en un hombre y no en un sistema. Así, uno todavía oye decir por ahí que el culpable del derrumbe de la “democracia representativa” fue CAP, o Lusinchi, o Caldera, o Betancourt, o Ciliberto, o Canache Mata: todavía nos cuesta comprender que esos sujetos no hicieron nada para derrumbar su propio régimen, sino que éste tenía que derrumbarse porque nació podrido y podrido llegó a la vejez. Es más fácil digerir la idea de que CAP la cagó y por eso el país hizo explosión el 27-F, que fijar la atención en el signo más profundo de los tiempos: ni CAP ni Lusinchi ni nadie hubiera podido detener ese desplome, porque el edificio estaba construido sobre bases carcomidas.

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Tráeme a la actualidad, túnel del tiempo: Chávez dice que quiere ser reelecto una y otra vez, y lo más fácil y directo es acusarlo de eso que en el siglo XIX llamaban “continuismo” y que Teodoro Petkoff sigue llamando hoy de la misma manera. En aquellos tiempos, y en otros más recientes, lo contrario a ser “continuista” era “alternarse en el poder”. Para efectos prácticos, reelegir a CAP por veinte años hubiera sido lo mismo que verlo o hacerlo traspasarle el poder a un imbécil que de todas formas iba a darle continuidad al proyecto criminal común a todos los partidos de derecha: la postración, el regalo de nuestras riquezas y de nuestro honor al capital y al imperio norteamericano. Así, una forma de mentir es seguir diciendo que los presidentes de Venezuela desde el 58 fueron Larrazábal, Betancourt, Leoni, Caldera, CAP etcétera. Porque, aunque esos señores en efecto despacharon desde Miraflores, el gobernante (no mandatario: gobernante) durante todos esos años hasta 1998 fue un solo señor, al que podemos ponerle por nombre “Continuador”. Cambiaba el nombre del presidente, pero el oprobio continuaba. La constante era la entrega de nuestros bienes y valores a una potencia extranjera.
Quizá no sea sencillo darse cuenta de ello, pero hace rato el presidente Chávez está pidiendo a gritos que la figura del presidente sea sustituida por un protagonismo colectivo. Es más fácil imaginárselo disfrutando de un Olimpo de tipo poderoso (porque el poder debe gustarle, cómo no), hasta que uno lo oye confesar que su más grande anhelo es poder pararse en una esquina, ir al cine y echarle los perros a la primera falda que despunte en esa avenida. Su clamor por un partido único no puede ser entonces un ardid para aislarse, sino el reclamo de alguien que requiere con urgencia ver cómo se construye el liderazgo colectivo del futuro, bajo unas directrices hechas por y para el país, y no dictadas desde afuera. Factor aglutinador, sabe que permanecer en Miraflores representa cierta garantía para que “eso” cristalice. Largarse de allí por miedo al qué dirán internacional (es decir, a las caras de asco de quienes creen que democracia es llamar a elecciones y sólo eso) es una estupidez a la que no debería sucumbir.
Disyuntiva, y está fácil: o lo ayudamos y nos ayudamos en eso, o el presidente post-Chávez (en el 2021 o en el año que sea) va a ser un coñastrico plutócrata plenipotenciario, un autoritario de verdad-verdad.
06/10/2006

Malditos periodistas

La definición más amable e inofensiva del término o concepto Revolución pudiera ser: situación en la cual todos los poderes establecidos y las normas del estatus entran en una etapa de cuestionamiento general. Cuestionar no es sólo comentar entre amigos que la cosa está jodida, sino activar las voluntades y mecanismos capaces de darle un vuelco, o al menos un sacudón (ajá, ¿qué les recuerda esa palabra?) a esa cosa que está jodida.
Uno dice con toda propiedad que en Venezuela estamos en Revolución porque el pueblo llano (o, para no ofender la sensibilidad clasista de tanto pizpireto cabeza e machete: el ciudadano común) se ha soltado a cuestionar todo lo que hasta hace poco era cosa totémica, intocable, inconmovible, ineluctable, sacrosanta: aquí han llevado leña desde hace diez años para acá la majestad presidencial, las familias de apellidos impronunciables que gozan del apelativo “amos del valle”, el poder judicial, la clase empresarial, las instituciones del Estado, la iglesia, el poder electoral, los sindicatos, las figuras del deporte y la farándula, la educación, la medicina, la cultura y los artistas. Ah, y el sistema de medios de información. Periodistas y licenciados en comunicación social incluidos.
De los entes establecidos mencionados arriba, todos han buscado defenderse y lo han hecho pero al final han debido ceder aunque sea un milímetro ante el poderoso cuestionamiento nacido del colectivo. Todos, menos el sistema de medios, los licenciados en comunicación social que gustan de llamarse periodistas. Todavía quedan por allí quienes creen que quien ejerce esa profesión tiene licencia abierta para hacer lo que sea, y que el país no tiene derecho a meterlos en la onda de cuestionamiento general porque los periodistas son la tapa del frasco, la última pepsi cola del desierto, la casta pepita de la virgen.

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Acabo de ver en Globovisión un acontecimiento normal, cotidiano y saludable en la actual dinámica de agitación revolucionaria del país, y que ese canal está manipulando propagandísticamente al presentarlo como una “agresión”. El acontecimiento ocurrió dentro de una manifestación de un grupo de personas frente a la sede del CNE. Un reportero de Globovisión, de esos que dicho canal se propuso convertir en vedette, se paró en medio de aquella gente y quiso hacer desde allí un reporte. Y entonces se activó el cuestionamiento ciudadano.
Varias de las personas, en su mayoría mujeres y hombres de edad muy avanzada, comenzaron a decirle en su cara al periodista-vedette lo que piensan de él, del periodismo y del canal donde trabaja. Los que ellos piensan, por cierto, no es muy bonito que digamos. Oportunidad que Globovisión aprovecha para presentarlo como algo sucio y perverso: a cada rato transmiten la escena, con una leyenda abajo que dice: “Agresión - Sin comentarios”, y alrededor el gentío gritándole al periodista. Una de aquellas viejas le grita de lejos al señor licenciado: “Malditos periodistas”.

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A ver si nos entendemos: en un país donde todo lo establecido está cuestionado, y los propagadores por excelencia de ese cuestionamiento son los periodistas, éstos consideran una “agresión” el hecho de que los ciudadanos los cuestionen. Sin necesidad de ahondar mucho en el coñoemadrismo implícito de la leyenda mencionada arriba: “Agresión - Sin comentarios” (como si el hecho de llamar agresión a la libre expresión de la rabia no fuera un comentario), ya resulta repugnante el hecho de que sean estos hijos de puta quienes se sienten agredidos.
Esos señores que, al entrevistar a un chavista, le formulan treinta preguntas y no le permiten responder ninguna; esos señores que no consideraron una agresión los empujones y la invitación al linchamiento de dos reporteros de Catia TV por parte de un señor licenciado-vedette de Radio Caracas, durante una marcha de escuálidos; esos señores que mantienen en el horario estelar un programa llamado “Aló, Ciudadano”, que es una permanente convocatoria al racismo y a la conspiración; esos señores que no dijeron una mierda cuando Alfredo Peña mandó a clausurar Catia TV y cuando, durante el sabotaje de 2002-2003, mal llamado paro nacional, Enrique Mendoza hizo lo propio contra Venezolana de Televisión; esos señores, que a todo el que manifieste a favor del chavismo lo llaman horda y elementos pagados por el Gobierno; esos señores, autoproclamados defensores de la libertad de expresión y de la lucha por la democracia, se sienten agredidos porque unos pobres viejos se atrevieron a decirle en su cara a un licenciado-vedette que el periodismo hecho en Venezuela es un asco y que no van a permitir que esa banda de asesinos de la verdad reseñen su acto y lo editorialicen como les dé la gana.

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Por cierto, durante buena parte de la transmisión puede verse a uno de esos odiados chavistas, llamado Ricardo Menéndez (esposo de Vanessa Davies, para más señas), un sujeto perteneciente a esa especie que tantas ganas de vomitar le produce a Globovisión y sus acólitos, intentando contener a la multitud y evitarle el bochorno al periodista-vedette. Al final de la escena, Menéndez consigue abrirle camino al “agredido” hasta las instalaciones del CNE y, acto seguido, se dirige a los manifestantes y les indica que dejen de producirle esos tremendos sustos a Globovisión y su equipo.
Por supuesto, la propaganda de Globovisión no dice nada al respecto. A ellos les produce más dividendos seguir vendiendo el hecho como una “agresión”, y a los enfermos que creen ciegamente en ese canal también les encanta pensar que esa es la pura verdad. Malditos periodistas.
02/04/2004

Lacras del pasado

En estos días comí en McDonalds, con la flaca. Pedí una de esas hamburguesas que saben a plástico y me dispuse a jartármela sin remordimientos. Cuando pagué en la caja, la chama me dijo, conforme a un libreto corporativo: “¿Desea aportar 200 bolívares de su vuelto para la Fundación Ronald McDonald?”. Le respondo: “No, yo no”. La carajita “se shockeó” (uno aprende fácil el lenguaje sifrino).

--¿No? -pregunta ella, desconcertada, con los 200 bolos paralizados en su viaje a la cajita del Ronald.
--No. Yo no le voy a regalar mis reales a ese payaso del coño, que ni gracioso es-, le confirmo.

Yo soy así. Coñoemadre. Antipático. Desconsiderado. El comprador promedio de MacDonald no tiene el hábito de decir “no” cuando le proponen participar en esa estafa en calidad de estafado (una transnacional con una fundación benéfica: pobre payaso, el hambre arrecha que debe estar pasando), tal vez porque le da pena que lo llamen pichirre, tal vez porque esos 200 bolos en realidad le molestan en el bolsillo. Esa pobre niña no tiene la culpa. Ella está acostumbrada a que los clientes le digan dócilmente “sí”. Es lo que dice el guión. Un bicho que dice no en esas circunstancias es un desperfecto en el sistema, una curvatura extraña en ese mundo cuadriculado.
Una vez instalados en la mesa, saltó la flaca, con esa sabiduría propia de la mayoría de las mujeres que me rodean: “Cuando pagaste el precio de la comida le diste de todas formas tus reales al payaso. Nos jodieron igualito”. De coñoemadre a altruista. Linda metamorfosis.
Comí con remordimientos, pero no dejé ni una papa frita con vida.

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Sí, estamos invadidos: vivos y proliferantes andan por estas calles los símbolos, los intereses y las puntas de lanza (o las lanzas completas, hasta la empuñadura) del capitalismo, del poder económico, del imperio. Odiamos al capitalismo pero nos contentamos con los triunfos en las arenas de batalla que nos impuso el capital, con los trofeos (cifras y hechos macroeconómicos) que inventó el liberalismo. Ingresamos a Mercosur. Levantamos los precios del petróleo y fortalecimos a la OPEP. Andamos en una de multiplicar y consolidar cooperativas. Cooperativas, entidades comerciales multilaterales y alianza petrolera internacional son invenciones del capitalismo. ¿Significa que no tenemos una Revolución o que ésta va muy lenta? ¿Estamos quemando etapas, aprovechándonos de las armas del capitalismo para socavarlo por dentro, o estamos en realidad fortaleciéndolo?
Llega a espantarme tanto regocijo en nuestras filas cuando el Banco Central, los organismos internacionales o la prensa dicen que los indicadores macroeconómicos son “buenos” (las comillas, porque el capitalismo es el sistema que decidió qué cosa es buena y qué cosa es mala en economía). Inflación de un dígito. Reservas internacionales en sabrosones niveles. Capacidad para pagar o amortizar la deuda externa. Celebración a distancia de la maquila de los camaradas chinos. ¿Somos socialistas o tan sólo capitalistas con buenas intenciones? ¿El socialismo del siglo XXI se parece tan poco al del siglo XX o al que siguen anhelando los soñadores más tenaces?
Dicen Los Cayapos que el socialismo es otra construcción burguesa, que es preciso construir otra cosa, inédita y revolucionaria, en vez de estar haciendo una revolución prefabricada en los manuales.
A ver, repitan conmigo: “Creemos en la libertad y nadie nos dice cómo pensar…”.

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En La Paragua se acaba de perpetrar un asesinato masivo de ciudadanos. No fue planificado con premeditación y alevosía, como en los casos de Yumare, El Amparo y Cantaura, pero fue un crimen. Me indignan y me arrechan las primeras reacciones del lado de acá: desde el cobarde “Los medios están exagerando” hasta el repugnante “Esos garimpeiros están bien muertos”. Tuvo que venir Chávez a decir que un asesinato es un asesinato para que el discurso cambiara. Al igual que en el caso aparentemente inocuo desmenuzado más arriba, se ha activado la mala maña de aplaudir todo lo que Chávez aplauda (así sea el capitalismo) y patear todo lo que Chávez patea o no defiende expresamente. Defender lo indefendible no es precisamente la actitud mediante la cual construiremos una sociedad mejor, y Chávez mesmo ha realizado su particular entrenamiento al respecto.
Luego de la tragedia natural de Vargas en el año 99 se produjo una tragedia “artificial”: un grupo de asesinos vestidos de uniforme salió a masacrar gente allá abajo, a cazar como animales a los muchos ciudadanos que se dedicaron a atracar o a saquear en medio de la devastación. Algunos periodistas, Vanessa Davies entre ellos, denunciaron el asunto sin tapujos. La catira, cuyo bautizo de fuego como periodista y como activista tuvo lugar en La Peste, cuando se descubrió la fosa común en la que arrojaron a miles de venezolanos en febrero del 89, publicó la denuncia sin ambages. Reacción del Gobierno: los rrrrevolucionarios Urdaneta Hernández y Luis Miquilena acusaron a Vanessa de manipuladora, de traidora a la patria, de escuálida al servicio de la CIA o ve tú a saber qué mierda. El mismo Chávez le soltó unos vergajazos por televisión, atizado por sus tremendos asesores y consejeros. Hasta que se descubrió que las denuncias de Vanessa tenían razón y fundamento, y la historia enderezó por donde tenía que enderezar: Urdaneta Hernández es un fantasma, Miquilena es el fantasma de un fantasma y Vanessa Davies es Vanessa Davies.
Moraleja: Chávez se equivoca, sobre todo cuando se deja “asesorar” por gente sin probidad.
¿Cómo defender a los asesinos de La Paragua? De ninguna manera. ¿Cómo salvar la responsabilidad de la Revolución? Esa está fácil: los cuerpos represivos del Estado, llámense como se llamen, son creación de un sistema descompuesto que los diseñó autoritarios, represivos, brutales, inhumanos, repulsivos. ¿Cómo salvar la responsabilidad del Gobierno? Está difícil: vamos para ocho años y no hemos logrado enterrar a esas lacras del pasado. Heredamos unos engendros sin remedio posible (sistema judicial, policías, seguro social) y no hemos podido ni derrumbarlos ni sustituirlos por criaturas más frescas y humanas.
Hemos cumplido con muy pocas de las tareas que suelen plantearse las revoluciones; si no cumplimos al menos con éstas (comenzar a demoler las estructuras capitalistas y las fórmulas represivas que asesinan gente por deporte) estamos fritos. Y me refiero a todos. Porque si dejamos de intentarlo por las buenas habrá quien convenza a las mayorías de hacerlo por las malas. Hasta ahora, parece obvio que estamos escribiendo un capítulo extraño, atípico, de nuestra historia. Uno quisiera que este capítulo no se pareciera tanto al anterior. Pero es lo que hay. Y pa’ atrás, ni pa’ coger impulso, compas.
29/09/2006

Barreto, pendejo

El sistema privado de medios de comunicación no se cansa de aplicar la máxima goebbeliana que recomienda repetir la mentira. Ya forma parte de su línea editorial colectiva el tomar en el aire la primera fábula tendenciosa, el primer rumor sin fundamento, la primera mentira disfrazada de noticia, y convertirla en plato cotidiano con la esperanza de que el consumidor de noticias, de tanto escucharla o leerla, se quede enganchado y se obsesione con ella. Aunque se ha hablado mucho de las diversas formas de la mentira, siempre conviene volver sobre ellas con ejemplos actuales y remozados.
Va un ejemplo de mentira directa y descarada: la demonización del obsequio de Hugo Chávez a Fidel Castro, una vajilla que le perteneció a Bolívar por habérsela regalado el ayuntamiento de Quito y que jamás tocó suelo venezolano. Pues sucede que la prensa decidió que esos objetos forman parte del patrimonio de la nación, cuando la realidad es que pertenecía a un coleccionista privado ecuatoriano y éste, a su vez, se lo regaló al presidente. La vajilla en cuestión no está ni estuvo nunca registrada como objeto patrimonial, así que Chávez no hizo sino regalar lo que le habían regalado. Pero para la prensa, y en la mente de los pocos enfermos que aún creen ciegamente en ella, Chávez se robó un bien de la nación para regalárselo a Fidel.
Acabo de leer en El Nacional a un columnista muy lisonjeado, muy aburrido y muy Sonntag (que así se apellida el opinador en cuestión) repetir la mentira con un aire de autoridad que te cagas: Chávez le regala a Fidel “piezas pertenecientes al patrimonio cultural de la nación, sin siquiera acatar la Ley que lo regula”. Provoca llamarlo burro, pero uno sabe que el mencionado vivito es un académico de larga trayectoria, así que pendejo no es, aunque hace bien el papel. Él sabe que mintió, y sabe que entre los lectores de El Nacional hay legión de bolsas cogidos a lazo que leerán su embuste y saldrán a multiplicarlo automáticamente.

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Va otra forma de la mentira. En la columna de Nelson Bocaranda en El Universal (24 de agosto) se dejan colar algunas sandeces que, si bien no entran en la categoría anterior porque las escribe en un espacio de opinión y con aires de analista y no de informador, parten de premisas falsas, de “verdades” autoestablecidas, con lo cual la truculencia de su discurso se traduce en asquerosa manipulación. El Bocaranda se extiende en explicaciones de lo que hará Chávez si Venezuela gana un puesto en el Consejo de Seguridad de la ONU: “Con su lujosísimo, costoso y rápido avión presidencial tiene estipulado viajar a Nueva Cork tantas veces como le provoque (…) El alquiler de medio piso en un hotel cercano a la sede multinacional está previsto para que así tenga siempre un equipo de asistentes que lo mantenga informado…”. ¿Periodista o brujo? ¿Analista de cosas que pasan o parapsicólogo? El mismo payaso que el 11 de abril le indicaba por Unión Radio al antichavismo enardecido que linchara a todos los funcionarios públicos que se dejara ver vivo, hace ahora de futurólogo o de lector de las mentes ajenas. Patético caso de imbécil adeco que cuando no puede ver el futuro trata de modificarlo.
Más abajo insinúa que el auge de la delincuencia y los muchos asesinatos que perpetra el hampa en las calles es una estrategia de Chávez para acabar con la oposición. Si no fuera un insulto para la comunidad gay habría que solicitarle que se deje de mariqueras y se dé su puesto de comunicador.
Esos son los mercaderes de la mentira, que se sienten con derecho a reclamar el rótulo de defensores de la libertad de expresión mientras se dedican a prostituirla.

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Y otra forma, más sutil, más inasible para quien ande desprevenido y no tenga entrenamiento en esto de las muchas artimañas de la propaganda y la publicidad en tiempos de guerra sucia: la intervención de Juan Barreto en el Teresa Carreño con la musiquita de Globovisión al fondo. El alcalde comenzó su alocución y atrás se escuchaba el tan tan tan tan tan tan tan tan tan tan, produciéndole un espanto programado a quienes ya estaban predispuestos a escuchar cosas espantosas.
A lo largo de veinte minutos Barreto desenmascaró a Capriles y a López, mostró pruebas de las muchas falsedades divulgadas por los alcaldes para reforzar su discurso de “no se está haciendo nada”, mientras ellos simplemente no respondían las invitaciones a ver de cerca lo que sí se estaba haciendo; veinte minutos dura el video que Globovisión repite y repite editado y trucado, en cuya versión íntegra puede verse que cuando Barreto los acusa con pruebas de ser unos embusteros, con un cercano pasado de militancia en grupos neonazis, los dos puchungos aludidos comienzan a hacer la conocida seña: el dedo índice haciendo círculos junto a la oreja. Lo llamaron loco, y fue cuando el alcalde metropolitano hizo recrudecer su descarga.
De modo que yo quiero ratificar lo que ya está dicho claramente en el título:

Juan Barreto
tan tan tan tan tan tan tan tan
es
tan tan tan tan tan tan tan tan
burritranco de pendejo
tan.

Yo en su lugar no hubiera insultado al par de gafos: los hubiera encendido a patadas por ese culo, por faltas de respeto. Ojalá sea verdad que al menos lo intentó al terminar el acto; de no ser así tendría yo una poderosa razón para sentirme decepcionado y llamarlo pendejo de verdad-verdad, sin el tan tan tan tan de fondo.
25/08/2006

Emboscadas

¿Por qué agredir a Chávez es, en el lenguaje de los medios, un derecho ciudadano, y protestar enérgicamente contra Rosales es una emboscada? ¿Por qué quieren hacer parecer como cosa natural el que un ex actor venezolano, radicado en Miami, rejodido por las drogas y por la frustración de no haberse quedado en el escritorio de Lucas Rincón el 11 de abril, les gire instrucciones a una parranda de enfermos como él para que asesinen al Presidente? ¿Por qué ni siquiera uno mismo, que anda echándoselas de comunicador pulcro, incurre fácil y con enorme descaro en esa perversión del discurso consistente en llamar “agresión” lo que se escupe contra Chávez y “protestar enérgicamente” a lo que se perpetra contra Rosales? ¿No será porque uno nunca se ha vendido como pulcro comunicador sino más bien como ciudadano tirapiedras metido hasta las cejas en la dinámica vital de este país, de la cual nadie puede salir ileso ni siquiera manteniéndose al margen? ¿Será que a uno en el fondo le encanta la guerra sucia como forma de hacer justicia fuera de unos tribunales podridos que siguen privilegiando a los ricos y poderosos? ¿Será porque “el discurso presidencial incita al odio” o porque los medios en poder de la clase (vaya descubrimiento: los medios de la clase) media han descendido a niveles tan mefíticamente oprobiosos que a uno no le queda más remedio que vomitar sobre ellos sus rabias y sus resentimientos? ¿O será más bien porque si del lado de allá nos acojonan con esos recursos asquerosos, embarrándonos de mierda cada vez que pueden, uno no tiene por qué andar de bolsa metiéndose en la pelea con guantes de seda?
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Una periodista de RCTV, allá en la ONU, le zampó a Chávez la clásica pregunta tendenciosa: “¿Por qué usted anda regalando el petróleo y haciendo petrodiplomacia”? Chávez: “El canal en que trabaja esta periodista participó en el golpe de Estado en mi contra”. La periodista: “¿Usted tiene pruebas?”. Hasta ese momento admiré su coraje; nadie está en la obligación de hacerle preguntas complacientes a Chávez ni a nadie. El problema fue la manera en que trató de darle continuidad al vacilón: ¿quién duda o ignora que Marcel Granier y sus gerentes-basura participaron activamente en el golpe de Estado de abril 2002? Y lo mejor: allá en los estudios presentaron el episodio con una leyenda al pie de la pantalla que decía: “Chávez arremete contra periodista”. Es decir, llamar golpistas a unos hijos de la gran puta que participaron en un golpe de Estado es “arremeter contra una periodista”. Y el colofón: uno de los reporteros, un pendejo ahí con cara de chino, antichavista de corazón pero jalabolas con el pueblo bolivariano cada vez que le toca cubrir una marcha de las nuestras, no se sabe si de motu proprio o leyendo algo que le ordenaron leer, remató el reporte con tremendo análisis: “No es la primera vez que Chávez arremete contra mujeres periodistas. Antes atacó también a Ibéyise, a Poleo, a Colomina etc. etc.”. Mensaje al fondo: a Chávez le gusta joder a las mujeres. ¿Ustedes querían saber qué es guerra sucia? ¿Ustedes querían saber cómo se fabrica una emboscada? ¿Necesitan un ejemplo más claro?
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¿Por qué será que hay compas que reaccionan con indignación cuando los llaman resentidos, siendo que el resentimiento es el motor fundamental de la historia? ¿O fue que la historia nuestra no se quebró para siempre, rumbo a la democracia plena, el día en que el resentimento desbordó nuestra condición de seres civilizados (domesticados) y salimos a llenar estas calles de una rabia limpia y liberadora? ¿Y por qué si uno anda otorgándole a la rabia de los pobres categoría de gasolina social y motor de la historia observa con tanto desprecio la rabia de los ricos y de las clases medias o de los pobres desclasados (esos bufones que se creen ricos sólo porque lograron mudarse del barrio)? ¿No será porque la rabia de estos coñastres no es tan aparatosa pero de todos modos es rabia destructiva y resentida? ¿O es que uno debe aplaudir como una gracia el que un grupo de zorras de Alto Prado, que ni para putas servirán, se pegaron a llamarnos malandros, sucios y marginales, aprovechando que había allí una cámara de Venezolana de Televisión para enviarnos su lindo mensaje de clase media emputecida? ¿Por qué uno tiene que avergonzarse de las mentadas de madre que Chávez le encasqueta a Bush cada vez que tiene ocasión, siendo que ese mismo tratamiento, pero multiplicado por mil, fue el que recibió la señora esposa de Jesús Romero Anselmi en su propia cara cuando la sacaban de su casa devastada por un cáncer terminal? ¿Quién de ustedes, sifrinos de mierda (al parecer son más escuálidos que bolivarianos los que leen este espacio) va a convencerme a mí o a nadie de que Chávez fue el que les enfermó el cerebro de esa manera? ¿Cómo harán para demostrar que esas expresiones no tienen siglos macerándose en su fuero interno de “clase pensante” que se cree llamada a gobernar, pero cuando les tocó hacerlo lo que hicieron fue echar a la basura las instituciones y el tejido social de este país?
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¿Por qué los seguidores de Rosales le han comprado con tanto entusiasmo la vieja y manida táctica de responsabilizar al Gobierno de todo lo que pueda ocurrirle? ¿No será que lo están cocinando para matarlo y así poder sacarle dividendos políticos, no como candidato que para eso no sirve, sino como mártir de una gesta imposible de sifrinos redentores? ¿No era eso lo que buscaba el pedazo de güevón del abogado de Ortega el día de su fuga, cuando le anunció al país que Ortega no se había fugado sino que el Gobierno lo había desaparecido? Vuelta al principio. ¿Por qué caerle a tomatazos a Rosales es una “emboscada” y lo que perpetraron los guardaespaldas de Leopoldo López contra dos ciudadanos de San Agustín, padre e hijo, no califica sino como “acción del cuerpo de seguridad personal del alcalde”? ¿Quién le explica al menor de edad Johán Jiménez, coñaceado y enviado al hospital por un matón al servicio de Leopoldo López llamado Alberto Sojo Rengifo, que éste no es un tipo malo sino que estaba cumpliendo con su trabajo? ¿Cómo explicarle que eso no fue una emboscada porque el diccionario lo explica claramente, y que para variar no existe un verbo que defina al acto de reventarle el hígado a un muchacho frente a su casa, sin que la policía ni el Gobierno y ni siquiera el propio barrio le hayan sobrado la afrenta al Sojo del coño y mucho menos al López? ¿Qué clase de turba criminal es ésta que permite que a uno de los suyos, menor de edad, le den una rumba de palo en su propia parroquia? ¿Cómo es eso de que los chavistas somos una banda de criminales a sueldo pero cada día estamos pelando más bolas y todavía los matones a sueldo de los ricos nos coñacean y nos revuelcan? ¿Cuándo se producirá una emboscada de verdad contra estos coñoemadres para que los medios hablen y nos llamen asesinos con gusto? Y ¿esto no es guerra sucia? ¿Esto no es incitación al odio? ¿No será más bien clamor de justicia popular contra quienes vienen a buscar pleito con su carita de niños de la sociedad civil y al final resultan ser más sucios que nosotros mesmos?
22/09/2006

Dueños del dolor, dueños del mundo

Uno de los muchos personajes de Joselo era un sujeto (no recuerdo si era el inolvidable mendigo) que llegaba al hospital víctima de un dolor espantoso. Conmovidos por su estado, los doctores y enfermeras del hospital le prodigaban todas las atenciones, lo consentían, le daban comida, las mejores sábanas. Cuando alguien intentaba negarse a servirlo como a un rey el hombre se doblaba entre gritos, tras lo cual volvía a ser atendido con toda delicadeza. A medida que avanzaba el sketch el hombre se iba poniendo pesado. Pasaba una enfermera buenísima y él le agarraba el culo; cuando la mujer iba a protestar le sobrevenía una puntada terrible y la tipa tenía que volver a su actitud servil.

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Es vieja la figura, pero hay que volver a ella de vez en cuando: los judíos creen tener el monopolio del dolor. El mundo tiene que calarse las bombas, crímenes y chantajes del gobierno de Israel, de los sionistas y de todas las comunidades judías en el mundo tan sólo porque Hitler los volvió remierda el siglo pasado. La humanidad tiene que pagarles todos los coñazos de su historia, como si fueran el único grupo humano que los ha recibido. Y vaya que les tienen miedo los gobiernos y gentes poderosas; nada que ofenda a los judíos puede quedar sin una disculpa pública, y a veces tampoco sin una disculpa privada. Quien se mete con Israel y su radio de acción (un radio de acción que abarca todo el hemisferio occidental y parte del otro) está frito, no tiene vida, no tiene futuro. ¿Inventos fantasiosos de neonazis y comunistas? No señor. Ya les echo un cuento.

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En 1998 yo trabajaba en una difunta revista de El Nacional, la cual respondía al nombre de Feriado. Esa misma, donde antes se hicieron famosos Kico, Juan Barreto, Pedro Chacín, Valentina Quintero y una larga generación de periodistas, algunos más serios que otros. Recuerdo que antes de yo entrar a chapucear en esa publicación la revista se mantenía firme en la preferencia de los lectores de la edición dominical, entre otras cosas a causa del culero bello que aparecía en sus páginas. Aquello era un desfile de muchachas talentosas y otras muy imbéciles, y es fama que estas últimas estaban más buenas que las anteriores. Y la revista se leía, captaba anunciantes. Luego entró de director Edmundo Bracho, la convirtió en una revista decente con contenidos decentes, los culos fueron desapareciendo poco a poco para darle paso a unos reportajes interesantes y a los lectores de El Nacional comenzó a aburrirles el asunto. Los anunciantes fueron escaseando y de pronto Feriado fue sacada de circulación. Que en paz descanse.
El caso es que en aquel año 1998 trabajaba en la revista un caballero llamado Luis Agüero. Cubano él, escritor y humorista, redactaba una columna semanal. Un día, en uno de sus artículos, dejó caer un comentario casual, una metáfora ligera que aludía a la execración social de la cual eran objeto los fumadores. Escribió el caballero, palabras más, palabras menos, algo como “La sociedad ve a los fumadores como una raza maldita. Son los perseguidos, los judíos de este tiempo”. Cosa tan inocua y relajada como esa merecía haber pasado como un comentario más entre los muchos que producen más bostezos que carcajadas. Pero no fue así. Porque aquel buen hombre, cuya intención de cada semana era apenas llenar una página apta para el “lector dominical” (la industria editorial considera que hay lectores dominicales, pero no dice cuál es la diferencia entre la gente que lee los domingos y la que lee los jueves) osó hacer un lánguido chiste utilizando para ello la mención de los propietarios absolutos del sufrimiento, de los mártires por antonomasia de la humanidad, y por si fuera poco a los propietarios de muchos (en serio: MUCHOS) negocios en nuestro país. ¿Cuál fue la reacción de estos hegemones planetarios? La leerán aquí abajo, luego de los cortes.
Con el permiso de ustedes, voy a vomitar y ya regreso a escribirles el resto.

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Primera medida: telefonazo indignado de una especie de club de bichos de estos, probablemente la propia Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela, a Miguel Henrique Otero. Se supone que el contenido de la llamada y de la reacción del Otero era confidencial, pero la cosa es demasiado buena como para venir yo a tragarme ese chisme ocho años después (ya lo he contado antes, no se alarmen): Miguel Henrique le pidió al director de la revista que por favor publicara íntegra la carta que le envió la organización a Agüero (segunda medida, la carta aquella), porque la pinga, esa gente era dueña de empresas y voluntades y con sólo hacer sonar una campanita de bronce la mitad de las pautas publicitarias del periódico podían esfumarse.
El contenido de la carta era una especie de poema quejumbroso, escrito en ese tono seudodiplomático propio de los tipos que cuando se ríen parece que estuvieran aguantando las ganas de orinar. Recuerdo que llamaban ignorante al columnista, por haber llamado éste “raza” a un conglomerado que en realidad es un pueblo. El membrete de la carta era un candelabro de esos de siete picos, ante cuya presencia se supone que uno debe guardar silencio, tirarse en el piso apoyándose en la frente o ponerse a rezar, o las tres cosas al mismo tiempo.
Ni Miguel Henrique ni nadie habló en ese momento de presiones ni de atentados contra la libertad de expresión. Todo correcto, todo en orden: si usted tiene un chiste que aluda a los judíos usted se calla la boca. Si usted se la da de gracioso y quiere cogerla con alguien métase con los negros, los gochos y los gallegos, que esos sí son seres inferiores. Porque si usted dice algo cómico sobre los judíos al día siguiente puede amanecer fichado como nazi: los sionistas son dueños también del pueblo judío. Sépalo.
Eso no es censura previa, eso no es persecución. No chico. Quién dijo.

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Por cierto. ¿Recuerdan que hace unas semanas me metí con el todopoderoso y también intocable “maestro” Abreu? Sobre este payaso les tengo otro cuento bastante parecido. Pero será para después. Las bombas del “maestro” hacen bulla pero no han matado a nadie, que se sepa.

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Al final del sketch de Joselo, llegan unos médicos armados con bisturíes y otros instrumentos y le dicen que tienen que operarlo de emergencia. Joselo se levanta, dice que ya está curado y el clímax del chiste se produce cuando el tipo trata de zafarse de los médicos y enfermeros que lo sostienen.
Pero no tengan esperanzas: el libretista que convirtió a los israelíes y judíos en general en sujetos intocables no ha inventado el bisturí capaz de asustar a los dueños del mundo. Puede que a usted le duelan esas imágenes de niños despedazados por las bombas de Israel, pero usted se calla: si me abre la jeta es un adorador de Hitler.
21/07/2006