jueves, 12 de junio de 2008

Ya casi no hay mandante sino mandatario y los intocables siguen siendo intocables

Todos los gobiernos anteriores a este les imponían decisiones a los ciudadanos, algunas de ellas francamente groseras y tiránicas, y acá jamás las clases medias y altas habían levantado tormentosas protestas y ni siquiera una fracción de eso. Ahora, ante un gobierno al que ellos no se cansan de llamar tiránico pero al cual han visto rectificar, les ha dado por adoptar la pose o el disfraz de los paladines y envenenan la opinión pública con el embuste de que su lucha es contra una dictadura. Antes los reprimían y ellos callaban; ahora se les escucha y respeta y quieren dárselas de guapos. Todo cobarde es escandaloso.

Los “frenazos” más notables del Gobierno han tenido lugar, últimamente, en ámbitos como la educación (nuevo pénsum bolivariano), la comunicación, (cobro de peaje de VTV a las televisoras privadas), la seguridad y defensa (Ley de Inteligencia y Contrainteligencia), el abastecimiento (liberación de precios), el transporte, el tránsito terrestre. Es decir, los escenarios sociales más sensibles del país han visto a un Gobierno tratar de imponer su criterio de autoridad, y poco después retractarse de ello.

A continuación, una lectura inicial del asunto. Pero en vista de que está de moda rectificar, en la segunda parte haré la otra lectura. La que arde y lacera y por lo tanto no se puede quedar aquí adentro. A ver.

Primera lectura:

El Gobierno Bolivariano, en la persona del presidente Chávez, ha rectificado o hecho retroceder decisiones tomadas en diversos ámbitos del quehacer nacional en los cuales, desde siempre, el Estado ha ejercido el puro criterio de autoridad. El Gobierno manda y los ciudadanos obedecen: ese ha sido más o menos el esquema. De un tiempito para acá parece haberse producido un ligero cambio en el esquema:

  • El Gobierno manda y les consulta a los ciudadanos sobre la pertinencia de las decisiones;
  • los ciudadanos discrepan de la decisión y obligan a rectificar.

O también:

  • El Gobierno manda y decide, y se equivoca;
  • los ciudadanos presionan y reclaman;
  • el Gobierno rectifica.

Por mucho que a la figura presidencial se le defina y mencione con el sustantivo “mandatario” (alguien que recibe un mandato del pueblo), la perra realidad es que el presidente siempre ha sido un mandante: alguien que manda. Viéndolo fríamente, resulta que por primera vez en la prostituta vida de este país no tenemos un tirano mandante sino un sujeto que escucha y corrige, lo cual lo convierte, de hecho, casi-casi en un mandatario. Falta mucho para que llegue el momento histórico maravilloso en que los ciudadanos le demos órdenes al mandatario, en que éste no tomará decisiones sin consultar (y más todavía para el momento grande en que en lugar de ser gobernados seamos Gobierno). Nunca hemos tenido tal figura en Miraflores, y nunca habíamos llegado al actual estadio de poder del pueblo. Lo cual ha causado desconcierto en unos, alivio en otros, molestia en otros más.

Vamos ahora con la segunda lectura. La incómoda. La que duele un poco.

***

La aplastante mayoría de las rectificaciones del Gobierno han tenido lugar en ámbitos en los cuales las clases medias y altas, y por extensión a los grupos que quieren salir del Presidente y acabar con el proyecto bolivariano, han sido las perjudicadas o incomodadas con determinadas decisiones. Arriba mencionaba al nuevo pénsum bolivariano, el cobro de VTV a las televisoras privadas, la Ley de Inteligencia y Contrainteligencia, el control de precios y las medidas contra el acaparamiento y la especulación, y el tránsito terrestre. De todas ellas, en sólo una ha sido tomada en cuenta la reacción enérgica del pueblo pobre: la revisión de la Ley de Tránsito tuvo lugar el día que los motorizados armaron o amenazaron con armar rolitranco e peo en la Asamblea Nacional. El resto son todas rectificaciones de leyes o medidas que perjudicaban o incomodaban a los ricos, al sifrinaje, a la alta y la pequeña burguesías.

Estas cosas las escribo bajo el influjo de la reunión que acaba de sostener el Presidente con sectores empresariales en el hotel Alba Caracas. Esa misma que fue transmitida en cadena nacional el pasado miércoles. Ese encuentro tuvo como objetivo dar algunas informaciones que atañen al sector privado de la economía, y la más importante entre ellas fue la eliminación del impuesto a las transacciones financieras. El espíritu de la convocatoria no era otro que proponerles a los empresarios (sí, esos mismos que quieren tumbarlo mientras se meten a su costa la pelota de billetes de siempre, o quizá un poco más) una alianza estratégica sobre la base del modelo socialista, en la que no sólo estarán los empresarios, sino trabajadores y gobiernos regionales.

Menos de 12 horas transcurrieron después del final de la alocución, y ya estaba el güevón del Francisco Faraco y otro pendejo más de apellido García, en Unión Radio con el otro oligofrénico de apellido Rondón, buscándole cosas malas a la noticia. Y por supuesto se la encontraron: que reunir a los empresarios para decirles esas cosas era un insulto; que era un abuso meter una cadena de tres horas y media (Faraco dijo que fueron cinco horas, pero como para los medios de comunicación la mentira es costumbre) para dar esas novedades a los ciudadanos, porque hace falta tiempo para leer un buen libro o ver la telenovela. Bueno, y ¿quién coño de tu madre te obligó a ver la cadena, faraco, maraco o marico de mierda?

Todo esto adornado con una bella dosis de insultos, por los cuales hace diez años cualquiera pagaba cuando menos un carcelazo o una ruleteada de la Disip, y por la cual estos tipos hoy no pagarán nada.

Así que tomen nota: si usted quiere que el Gobierno rectifique algún error que le perjudique, trate de ser rico, clase media o mercachifle de la comunicación. Es más fácil, o casi seguro, que en esas condiciones le paren algo de bola.

2 comentarios:

Vicente dijo...

...También podríamos mencionar la hipótesis del costo político. No creo que el gobierno (ningún gobierno), tome decisiones de manera aislada. Por ahí leí que los números de rechazo a la Ley de inteligencia estaban por encima del 80%. Con las elecciones en el horizonte, hubiese sido arriesgado lanzarse por medidas impopulares.
Yo nunca he creído que el gobierno gobierne, en el sentido de proponer cosas que la gente rechaza o acepta. Mas bien parece que el gobierno es una especie de para-psicólogo que trata de saber lo que la gente quiere y adapta su discurso a esas necesidades, con el simple fin de obtener poder y control. Pero esa es otra discusion.

Anónimo dijo...

Sí, es cierto, muchas veces la oposición logra ser peor que el gobierno, superarlo en idiotez y maldad. Sinceramente, no me gustan ninguno de los dos, pero es lo que hay, triste, pero no hay otra cosa! así como son tristes muchas otras cosas de la vida, como la pobreza, la superficilidad de las cosas, la enfermedad o la muerte, son cosas tristes pero que hay que resignarse a ellas...o superarlas de la mejor manera.