jueves, 21 de diciembre de 2006

A favor de nada

Por medio de una simple revisión de sus expresiones más recurrentes (la salida a la crisis política, salvarnos del castrocomunismo, recuperar nuestra democracia) uno puede deducir la grandiosa idea que cucarachea en el cerebro de los seguidores del antichavismo para “salvar al país”: sacar a Hugo Chávez de la Presidencia de la República. Y ya. No hay más plan sino ése. Uno escarba más adentro en ese promontorio seudocerebral hecho de diversas formas de desprecio y lo que encuentra son fórmulas que fracasaron en el pasado, en este y otros países del mundo. Así que mal pudiéramos ver con simpatía, o tan siquiera sin sospechas, la visión del mundo de un grupo de gente que quiere convencerse y convencernos de que un solo hombre es el culpable, la causa y el alimento de todo lo malo que nos ocurre.

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Porque además antes todo era chévere: ahora mismo, durante el cumpleaños de Caracas, escuchamos frecuentes invocaciones y añoranzas a la ciudad de antes. Bernal es un hijo de puta porque hay muchos buhoneros en Caracas; bella era la Caracas en la cual la policía arremetía contra los buhoneros para poner “orden”. Llámase orden al estado de cosas en el cual la policía reparte plomo y peinilla en el oeste, para que los niños belolos del este puedan estar tranquilos. ¿A que nadie recuerda aquella hermosa Caracas en la cual a una buhonera ciega fue violada en una celda por un policía? ¿A que nadie recuerda la defensa que de la institución policial hizo el entonces ministro José Ángel Ciliberto: “Hay mujeres a las que les gusta que las violen”?

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Regresemos a lo dicho en el párrafo inicial. Según el antichavista promedio, usted saca a Chávez de Miraflores y Venezuela volverá a ser la maravilla que era cuando los dos Calderas y los dos CAP. Ya vendrán los ofendidos a zamparnos otro cliché para oligofrénicos: “Este rrrégimen considera que todo el que se le opone es adeco y golpista”. No, mi hermano, tú no eres adeco ni golpista. Sólo que eres muy bueno para hablar y protestar desde la negación de lo existente, desde la oposición sin propuestas para el futuro, pero muy incompetente para construir instituciones y para hacer algo por un país del que sólo esperas que haga cosas por ti.
La prueba está a la mano: el pueblo opositor funcionó maravillosamente (ayudado por un puñado de golpistas de verdad, eso sí, no le demos todo el crédito) el 11 de abril de 2002. Ese día consiguió uno de sus máximos anhelos, como lo es el secuestro e incomunicación del Presidente (el máximo de verdad-verdad es su asesinato, sólo que esa vez no les dio tiempo). Coronado ese logro, se largó a su casa a hacer lo que ha sabido hacer toda la vida: sentarse a ver por televisión lo que sus dirigentes hacen por él. Momento en el cual se activaron entonces las únicas fuerzas capaces de hacer el resto del trabajo; los plutócratas, tiranos o aspirantes a tiranos, es decir, los representantes de los poderes conservadores (Iglesia, empresarios, cúpulas de los partidos al servicio de la burguesía, sistema de medios de comunicación) liquidaron con un papelazo las instituciones existentes y dejaron o creyeron estar dejando el camino despejado para levantar otras según su conveniencia.

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Concedido y aceptado, de corazón: ustedes no son adecos ni golpistas. Concedan también algo: ustedes son incapaces de construir un país. Porque en su mayoría están convencidos de que los logros que valen la pena son los individuales. Volverme rico yo y que el resto del país se vuelva mierda. Muchas tuercas tiene que llevar sueltas adentro una sociedad hecha de individuos que, en palabras de Villoro, conciban a los intestinos como un pulcro templo donde oficia la fibra y al prójimo como carroña.
Pero ya vamos: en el fondo tienen un germen de sentimiento colectivista. Hay algo que los agrupa, y ese algo fue construido y consolidado desde el mensaje estándar producido por una publicidad con valores, estética y conductas clase media-alta. “La gente” vive en casas con piscina, viaja dos veces al año al exterior, tiene un carro para el tipo, un carro para la esposa y un carro para el hijo. Quien se salga de ese molde o no sea capaz de aplastar a los demás (legalmente, con esa rara legalidad que le otorga validez al crímenes de clase) para adaptarse a él es un bicho perverso y raro que es preciso exterminar o segregar.
Hay quienes han conseguido una microscópica fracción de esos privilegios y ya se siente parte del estatus y poseedor de inmensos privilegios que es preciso defender: con mis hijos no te metas. Pero si mi hijo se descarría y decide salirse del molde entonces lo desheredo, lo execro. No tengo una casa con piscina pero vivo en un sistema maravilloso que me deja tenerla si le echo bolas (le echo bolas a explotar a suficientes pobres que me construyan la riqueza). Enmienda de la consigna: con “mis” valores burgueses no te metas. Tú no quieres salvar al país del comunismo ni de nada sino salvarte a ti mismo como miembro de una clase a la que perteneces o a la que crees que perteneces.

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Hace unos días escribíamos aquí sobre ese candidato ideal del clase media o desclasado venezolano promedio, llamado Antichávez. Estar contra algo es más cómodo que estar a favor de algo, e infinitamente más sabroso que hacer esfuerzos por construir algo. A usted lo pueden linchar en la calle por estar a favor de algo concreto. A usted pueden criminalizarlo por ser chavista. Quien no está a favor de nada se encuentra en un sabroso limbo, cubierto por indestructible escudo protector: nadie puede reclamarte el que desees estar vivo para comer, cagar y ver televisión. Es tu derecho como ciudadano. ¿A cuántos seres humanos con derechos como los tuyos tienes que esclavizar para poder aplicarte tú mismo a tu eterna adoración de nada, a tu permanente trinchera anti-país?
28/07/2006

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